El apóstol Juan fue el último de los apóstoles, el que sobrevivió a todos los demás. Él vivió unos treinta años más que el último de ellos, pues su vida se prolongó hasta finales del primer siglo. Por eso, el mensaje de Juan, tanto en su Evangelio, como en sus tres epístolas y en el Apocalipsis, tiene una aplicación tan oportuna y precisa en estos días finales. Juan escribió para una iglesia que ya mostraba signos de decadencia, que recibía los ataques de las fuerzas malignas, en un intento de corromper la recta doctrina.

Juan sabía –y el Espíritu Santo aún más– cómo el santo evangelio sería atacado, cómo los cristianos serían desestabilizados, cómo el enemigo intentaría introducir la semilla del mal en el seno de la cristiandad. Por eso, los escritos de Juan tienen tantas y tan serias advertencias al respecto, y ellos nos entregan las herramientas para enfrentar los difíciles tiempos que vivimos.

Centraremos nuestra atención, por ahora, en la Primera Epístola de Juan, una carta que toca cuatro o cinco aspectos de manera reiterativa y recurrente, como si el escritor fuese dando círculos en torno a ellos, como en espiral, de modo que vuelve a ellos una y otra vez, pero siempre agregando algo nuevo, de manera que, al finalizar, tenemos esos cinco temas desarrollados en toda su amplitud y dimensión.

Ahora bien, es interesante observar que los temas que trata Juan en esta epístola responden con precisión a los anuncios y advertencias que el Señor Jesucristo hizo, en más de una oportunidad, acerca de los días finales. Es como si Juan hubiese recogido, por el Espíritu, cada una de las advertencias del Señor, y les hubiese dado el tratamiento preciso con la solución de Dios para cada una.

Por ejemplo, el Señor dijo que, en los días finales, el amor de muchos se enfriaría; entonces Juan nos da la clave para que el amor de Dios no se nos enfríe. El Señor dijo también que la maldad aumentaría; entonces Juan nos da la clave acerca de qué hacer con el problema del pecado. El Señor dijo que en los días finales muchos dirían ser el Cristo, y tratarían de engañar, si fuere posible, aun a los escogidos; entonces Juan nos habla del anticristo, de cuáles son sus pretensiones, y de cómo vencerlo. Así, cada uno de los temas tocados por el Señor acerca del tiempo del fin son tratados por Juan con todo esmero, para que ninguno de nosotros sea engañado.

Siempre la provisión de Dios es completa y oportuna para las necesidades de su pueblo. Dios nunca abandona a sus amados a expensas de las fuerzas adversarias. Aun para este tiempo, él proveyó de antemano las respuestas, aun antes de que surgieran las preguntas, porque Dios es fiel y para siempre es su misericordia.

A partir de mañana y en los próximos días veremos, Dios mediante, cada una de estas problemáticas, con la respuesta de Juan a cada una de ellas.

334