El fin último de la disciplina es producir en los creyentes realidad espiritual.

¿Qué es la realidad espiritual?

Un hecho que el pueblo de Dios debe considerar es que toda cuestión espiritual tiene su realidad delante de Dios. Si lo que tocamos es mera apariencia y no realidad, descubriremos que eso que tocamos no tiene ningún valor espiritual. ¿Qué es, entonces, realidad espiritual? La realidad de un hecho espiritual es algo espiritual, no material. A pesar de que la realidad espiritual es frecuentemente expresada en palabras, tales palabras – no importa cuántas – no son la realidad. Aunque la realidad espiritual necesite ser revelada en nuestra vida, las formalidades establecidas en nuestra vida no son la realidad. Aunque la realidad espiritual deba ser manifestada en la conducta, la pretensión humanamente producida no es realidad.

¿Qué es la realidad espiritual? «Dios es espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren», dice el Señor. La palabra «verdad» significa «veracidad» o «realidad». Lo mismo se aplica a los siguientes pasajes: «Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir (…) Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad». Estos pasajes revelan que Dios es Espíritu y, por tanto, todo lo que se relaciona con Dios está en el Espíritu. El Espíritu de la verdad es el Espíritu de la realidad. Por esta razón, la realidad espiritual debe estar en el Espíritu. Es eso lo que trasciende al hombre y la materia. Solamente lo que está en el Espíritu Santo es espiritualmente real, porque todos los hechos espirituales son nutridos en el Espíritu Santo.

Siempre que alguna cosa esté fuera del Espíritu Santo, ella se convierte en letra y formas muertas. Los hechos espirituales son reales, vivos y llenos de vida solamente cuando están en el Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo quien nos lleva hacia dentro de toda realidad. Cualquier cosa que comienza sin la dirección del Espíritu Santo definitivamente no es realidad espiritual. Todo aquello que alguien pueda obtener simplemente por oír, por pensar o por involucrarse emocional-mente no es espiritualmente real. Debemos recordar que el Espíritu Santo es el ejecutor de todas las cuestiones espirituales. Lo que Dios hace hoy es hecho en el Espíritu Santo. Solamente aquello que el Espíritu Santo hace es verdaderamente real.

Lo que sea que esté en el Espíritu Santo es real. Si alguien toca en esa realidad, obtiene vida, pues vida y realidad están unidas. Quien desea prestar atención a la vida espiritual debe enfatizar la realidad espiritual. Aquel que toca en la realidad espiritual en el Espíritu Santo responderá inmediatamente con un «amén» en su corazón siempre que encuentre a otro que también tocó en la realidad espiritual, y viceversa. Este es el significado de las palabras en el Salmo 42:7: «Un abismo llama a otro abismo». Podemos decir que la realidad toca la realidad.

Realidad y conducta

Así pues, debemos recordar que existe algo delante de Dios llamado realidad. La dificultad con muchos cristianos es que ellos intentan fabricarla. Ellos intentan producir esa realidad delante de Dios, con el resultado de que ellos copian o imitan. Lo que Dios requiere, sin embargo, es veracidad, es decir, el hecho real manifestado en nuestra vida. Aquello que hacemos por nosotros mismos es obra del hombre, una falsificación, y no algo genuino. Cuán sin sentido es para el hombre actuar sobre la base de la doctrina, pues todo lo que él tiene es nada más que conducta exterior. Él no tiene lo que es verdadero: la realidad.

Por causa de eso, debemos aprender a vivir delante de Dios de acuerdo con lo que realmente somos. Debemos pedirle a Él que nos lleve a constatar lo que es espiritualmente real. Algunas veces estamos a punto de ser falsos, simplemente porque sabemos mucho y actuamos conforme a las doctrinas, en vez de seguir la dirección del Espíritu Santo. Siempre que nos movemos sobre la base de la doctrina, no estamos tocando la realidad.

Muchos cristianos sienten que poseen una deficiencia por ser incapaces de distinguir lo verdadero de lo falso, por no discernir lo que es de Dios y lo que no es. La razón para eso, juzgando a partir de la experiencia espiritual, reside en que ellos fallan en tocar la realidad espiritual. Si hubiesen constatado aquella realidad, cualquier cosa falsa que apareciese delante de sus ojos, sería instantáneamente reconocida por lo que era. El poder de discernimiento procede de aquello que alguien ya vio. Si tocamos la realidad espiritual en cierto asunto, nadie puede jamás engañarnos en aquel asunto en particular.

Debemos aprender a vivir en el Espíritu Santo. ¿Qué significa vivir en el Espíritu Santo? Significa no hacer cosa alguna por nosotros mismos o de nosotros mismos. Todo lo que es hecho por el ego es de la carne y todo lo que es de la carne definitivamente no es realidad espiritual. La realidad espiritual es espiritual, no es carnal. Simplificando, realidad espiritual es aquello que alguien toca por el Espíritu Santo, y eso que es tocado es vivo y es real. La conducta de un cristiano no es real si no es en el Espíritu Santo. Su conducta nunca puede sustituir aquello que es real delante de Dios, y no puede ayudar a los otros ni edificar su propia persona. Que Dios tenga misericordia de nosotros, a fin de entender que vivir en el Espíritu Santo es vivir en la realidad espiritual.

Disciplina y realidad espiritual

De todas las obra del Espíritu Santo, dos son de primordial importancia: la revelación del Espíritu y la disciplina del Espíritu. La primera nos capacita para saber y ver la realidad espiritual, en tanto que la segunda nos conduce a la experiencia de la realidad espiritual por intermedio del arreglo de las circunstancias.

La revelación es el fundamento de todo progreso espiritual. Sin la revelación del Espíritu Santo, no importando cuán bueno sea el conocimiento y cuán excelente sea la conducta exterior de un cristiano, él permanece superficial delante de Dios y puede que nunca haya avanzado siquiera un paso. Por otro lado, si alguien tiene una revelación del Espíritu y carece de la disciplina adicional del Espíritu Santo, la vida de ese cristiano es incompleta. Podemos decir que la revelación del Espíritu Santo es el cimiento, mientras que la disciplina del Espíritu es la construcción. Eso no significa que exista un período llamado «la revelación del Espíritu Santo» y luego, otro período llamado «la disciplina del Espíritu Santo» – los dos están interrelacionados. Cuando Él revela, también disciplina, y cuando disciplina, también revela. Por esta razón, la revelación no abarca toda la vida cristiana, pues debe incluir también la disciplina.

Creemos que todo lo que el Padre confió al Hijo, el Hijo lo realizó (Juan 17:4). También creemos que todo aquello que el Hijo confió al Espíritu Santo, el Espíritu Santo lo realizará. Creemos que, no importando cuán inmensa sea la realidad espiritual, el Espíritu Santo es capaz de guiarnos hacia dentro de ella. No existe absolutamente nada de Cristo que haya sido negado a la Iglesia. Eso incluye no solo nuestra experiencia, sino mucho más que eso, pues incluye la cuestión sobre si la obra del Espíritu Santo tiene éxito o no. No olvidemos que así como Cristo realizó todo, así también el Espíritu Santo realizará todo. Debemos creer en la probidad del Espíritu y en la perfección de Su obra.

El objetivo de la obra del Espíritu Santo es guiarnos hacia dentro de la veracidad, hacia dentro de la verdad. Él nos da revelación a fin de llevarnos a la presencia de la veracidad, para poder ver lo que somos en Cristo. Algunos cristianos tienen una deficiencia: ellos viven como si el Espíritu Santo tuviese poca organización, poca incorporación en ellos. Cuando no tienen la provisión para ayudarse a sí mismos, ¿cómo pueden esperar ayudar a otros? Mal consiguen suplir sus propias necesidades; para ellos, ayudar a los otros está fuera de toda opción. Un cristiano que desea ayudar a otros debe ser llevado, él mismo, por el Espíritu del Señor, hacia dentro de la realidad. A fin de conducirlo a la realidad espiritual, el Espíritu del Señor necesita llevarlo a pasar por mucha disciplina y muchas pruebas.

«Oh Dios de mi justicia; cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar» (Salmo 4:1). Dios permitió que David pasara por muchas aflicciones para poder conducirlo al ensanchamiento. En su epístola, el apóstol Santiago dice: «Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?» (2:5). Dios escoge a los pobres del mundo para que sean ricos en fe. Dios no se divierte con la idea de tener a Sus hijos siempre en la aflicción y en la pobreza; su meta es llevarlos de la aflicción hacia el ensanchamiento, de la pobreza a la riqueza en la fe.

Apocalipsis 21 muestra cuál será la condición de la Iglesia delante de Dios, cuando ella aparezca en el futuro «teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal. (…) La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales». (…) El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa» (vv. 11, 16, 18, 19). ¡Cuán rica y cuán amplia será la Iglesia cuando aparezca, un día, delante de Dios!

¿Qué es el ensanchamiento? El ensanchamiento del cual habla el salmista es cuando, en aflicción, usted es llevado por Dios a un lugar amplio para disfrutar de Él, donde la angustia no es capaz de deprimirlo. Aquel que disfruta de la compañía de la cuarta persona en el horno de fuego (Dan. 3:25) es alguien que disfruta de Dios, y aquel que disfruta de Dios es una persona ensanchada. Aquel que es lanzado en la prisión con los pies en el cepo y aún puede orar y cantar himnos a Dios (Hech. 16:24-25) es alguien que disfruta de Dios; ese es, ciertamente, una persona ensanchada. Una persona atada en prisión que todavía disfruta de la presencia del Señor debe ser, inevitablemente, una persona ensanchada.

El Espíritu Santo aspira a guiarnos hacia el ensanchamiento por medio de la aflicción, pero qué tristeza es tener que admitir que, algunas veces, somos abatidos por ella. Vimos el fin o el propósito de Dios en el caso de Job, de cómo Dios es muy misericordioso y compasivo (Stgo. 5:11). De hecho, Job, comprendió el objetivo de Dios, ¡mas algunos llegan a un fin antes que lo de Dios sea alcanzado! Ellos son presionados por la aflicción y fallan en llegar a un lugar espacioso. Tan luego son probados, ellos murmuran y acusan a Dios de ser injusto; consecuentemente, la aflicción los hace zozobrar, no usando la oportunidad de ser llevados al ensanchamiento.

Algunos cristianos pueden no estar en angustia, pero sí en la pobreza. Ellos carecen de realidad espiritual. Lo que ellos tienen es insuficiente para suplir sus propias necesidades, ¿cómo pueden hablar de ayudar a otras personas? Pero gracias a Dios, existen cristianos que son espiritualmente ricos. De personas así, usted no logra sondear la anchura ni tampoco su profundidad. Siempre que está en dificultades, usted va a ellos y siempre es ayudado. Parece que usted no logra encontrar un problema respecto del cual ellos no sepan algo, y las personas que llegan a ellos nunca quedan sin ser ayudados. Usted tiene que inclinar la cabeza y decir: «Dios, te agradezco porque existen tales personas tan ricas en la iglesia». La riqueza que ellas tienen excede a la pobreza que usted tiene; por eso, ellos pueden suplir las necesidades que usted les presenta. Son ricas porque tocan la realidad.

Si una iglesia puede ser un candelero de oro, es decir, si puede realmente testificar para el Señor, depende de cuántos cristianos ensanchados y cuántos cristianos ricos en fe existen en ella, y en cuánto los cristianos pueden suplir a otras personas. Es verdad que podemos ir y golpear la puerta de un amigo a medianoche y pedir prestado tres panes, cuando no tenemos nada que poner delante de otro amigo que llegó a nosotros de un viaje (Luc. 11:5-6). Sin embargo, a veces, cuando las personas necesitan pan, el Señor nos dirá: «Dadles vosotros de comer» (Mat. 14:16). ¿Cuántos panes realmente tenemos? Generalmente, podemos orar en una emergencia y Dios es misericordioso con nosotros. No obstante, la oración de emergencia no puede sustituir la riqueza. ¡Cuán pobres somos si no existe aumento en los ítems espirituales después de, digamos, uno o cinco años!

¿Cuál es la causa de la pobreza? Es la falta de la disciplina y del control del Espíritu Santo. Reconozcamos que todos los que son ensanchados y ricos delante de Dios son los que han pasado por muchas situaciones y tienen una historia con Dios. La experiencia y la historia de ellos hacen a la Iglesia rica. Muchas enfermedades, muchas dificultades, son para la riqueza de la Iglesia; muchos sufrimientos son para la riqueza de la Iglesia.

Observe el número de cristianos que pasan sus días en la tranquilidad y en la comodidad. El resultado es pobreza espiritual. Cuando otros hermanos están en dificultad, aquellos no entienden ni son capaces de ofrecer ayuda espiritual. No tienen historia delante de Dios. El Espíritu Santo no tiene oportunidad de manifestar la realidad de Cristo en ellos porque no tiene la opción de incorporar a Cristo en ellos. No importa cuánto puedan haber oído la Palabra: el oír no puede sustituir la obra del Espíritu Santo. Aquellos que carecen de la obra del Espíritu en su vida no pueden tener como suya la riqueza de Cristo; por eso, no tienen nada con qué suplir a otros.

Lo que determina si somos útiles o no en las manos de Dios es la extensión de la obra que el Espíritu Santo ha operado en nosotros. Un cristiano no debe ser tan caído haciendo parecer que el Espíritu Santo no lo ha incomodado. Su pobreza parece predestinada, pero creemos que el Señor no dejaría escapar de Sus manos a nadie que se hubiese colocado en ellas. Creemos que cada una de las pruebas tiene el propósito de ensancharnos y enriquecernos. Cada prueba produce más riqueza. Cada dificultad nos ayuda a conocer mejor a Dios. Y así seremos capaces de suplir las necesidades de los hijos de Dios.

Una hermana fue salva cuando tenía trece años; ella vivió ciento tres años. Un hermano la visitó cuando cumplió cien años, y le preguntó por qué Dios la había conservado tanto tiempo en la tierra. Ella tranquilamente respondió: «Dios me conserva aquí para que yo pueda orar más, y más y más.» ¡Oh, cuán rica era esta hermana! Otra hermana estuvo en cama durante más de 40 años, y por 35 años estuvo sorda. Cuando un hermano fue a visitarla, ella le dijo: «Antes yo era muy activa, corriendo para todos los lados; no atendía los muchos trabajos de oración que la Iglesia necesitaba. Pero hoy estoy en cama. Durante cuarenta años hago diariamente la obra de oración». No estaba ni airada ni ansiosa ni murmurando por causa de su enfermedad; por el contrario, ella hizo una gran obra. La aflicción la había ensanchado y hecho rica, y su riqueza se convirtió en riqueza de la iglesia.

Algunos hermanos no son elocuentes ni tienen mucho conocimiento; sin embargo, saben cómo orar. Siempre que escuchan algo ellos oran por aquello. Oran por los enfermos, por los hermanos en dificultades; ellos suplen a la iglesia constantemente con sus oraciones. Otros hermanos sólo se reúnen, pero nunca oran; ellos oyen los mensajes y, aun así, no oran; no tienen nada con qué suplir a la iglesia. Son pobres porque no han recibido la disciplina del Espíritu Santo y no saben lo que es la realidad espiritual. Humanamente hablando, algunos hermanos y hermanas deberían haber caído hace mucho tiempo, pero aún están en pie. ¿Cuál es la explicación? Es que alguien los está supliendo. Por esa razón, la abundancia de la vida no está relacionada con la palabra o las doctrinas, pero sí con cuánto usted ha pasado delante de Dios y, por tanto, con cuánto usted puede suplir a la iglesia.

Día tras día el Espíritu Santo busca oportunidades para guiarnos hacia dentro de la realidad espiritual. Si rehusamos aceptar su disciplina, le negaremos a él la oportunidad de conducirnos hacia la realidad espiritual. Muy frecuentemente, cuando surge la dificultad, algunos escogen el camino más fácil para escapar. Cuando llegan las pruebas, algunos pasan por el lado y evitan de esa forma la dificultad; pero la oportunidad del Espíritu Santo de guiarnos hacia dentro de la realidad espiritual también se pierde. El Espíritu del Señor no tiene la oportunidad de obrar algo dentro de ellos, a fin de que puedan compartir con la iglesia lo que han recibido. Si huimos de la disciplina del Espíritu Santo, no podemos esperar entrar en la realidad espiritual, y, consecuentemente, perdemos la oportunidad de ser ensanchados y enriquecidos.

Aceptemos la disciplina del Espíritu Santo. Así entraremos en un lugar espacioso y tendremos algo para suplir a la iglesia. Necesitamos, una vez más, consagrarnos más completa y perfectamente, a fin de conceder al Espíritu del Señor la oportunidad de perfeccionar Su obra y guiarnos hacia dentro de la realidad espiritual. Aprendamos diariamente delante de Dios, a fin de que nuestro depósito pueda convertirse en riqueza de la iglesia. Tal riqueza, un día, será manifestada en el nuevo cielo y la nueva tierra. No existe oro que no haya pasado por el fuego, ni piedra preciosa que no haya pasado por las tinieblas, ni perla que no haya experimentado el sufrimiento. Que el Señor nos libre de toda conversación vana y de toda pobreza. Pidámosle a él, por otro lado, que veamos más y más lo que es la realidad espiritual, para ser guiados por su Espíritu hacia dentro de toda realidad espiritual.

Fragmentos tomados de ¿Realidad espiritual u obsesión?