Las obras, los caminos y el propósito de Dios.

Mi carga es que la oración de Moisés sea nuestra oración y carga. «Muéstrame tu camino, oh Señor». Esta es la oración que fue hecha por un hombre que ya había llegado a un cierto nivel en su camino espiritual. Él no era un principiante; él ya conocía a su Dios, había obedecido a su Dios, había servido a su Dios. Y a pesar de eso, llegó un momento en que él no supo cómo proseguir, y entonces oró: «Señor, muéstrame tu camino».

Tres asuntos progresivos

En los tres pasajes leídos, podemos ver que hay una progresión en nuestro conocimiento del Señor. Primero, existen las obras del Señor. En los Salmos se nos dice que el Señor mostró sus caminos a Moisés, pero sus obras a los hijos de Israel. Nosotros alabamos a nuestro Dios porque él es un Dios vivo, que actúa en la historia. Nosotros conocemos sus obras. Él nos salva, él nos sana; él es el Dios viviente, y él está obrando hoy. A menos que Dios hubiera decidido revelarse por sus obras, nosotros nunca lo conoceríamos. Muchas filosofías y religiones de este mundo especulan cómo es Dios; pero siempre que vemos la mano de Dios actuando, podemos ver un poco de su corazón amoroso.

Moisés había visto a Dios obrando. Pero entonces hay otro nivel. «Muéstrame tus caminos, oh Señor». Algunos cristianos han descubierto la salvación en Jesucristo. Dios obró y respondió a sus oraciones. Dios hace eso gratuitamente, por su gracia. Y él espera por una respuesta. ¿Quién está dispuesto a subir esa montaña y decir: ‘Oh, Señor, ya vi tus obras; ahora muéstrame tu camino’?

Detrás del poder de sus obras, hay una inteligencia y un propósito divino. Dios desea que sus hijos vengan a él y le pidan que les muestre sus caminos. Y, lógico, no queremos simplemente aprender sus caminos para tener inteligencia religiosa. ¿Por qué Moisés le pidió al Señor que le mostrara sus caminos? Porque no sólo hay las obras y los caminos de Dios, sino también los propósitos de Dios.

«Muéstrame tu camino, para que yo te conozca». Ese es el fin de todas las obras que Dios ha hecho. Y sea lo que Dios nos haya mostrado de sus obras, de su voluntad, de sus intenciones, el propósito de todo ello es que lo conozcamos a él.

Nosotros estamos agradecidos porque todo cristiano verdadero puede decir que ya ha conocido las obras de Dios. Pero no todos los cristianos están buscando conocer los caminos de Dios. Es como aquellos diez leprosos, que apenas uno volvió para conocer a aquel que lo había sanado. Sabemos que hay un grupo menor de personas que están buscando seguir sus caminos.

Ahora, ¿qué te sucede cuando quieres seguir los caminos del Señor? Lo primero que sucede es que algo te confunde mucho. Sus caminos son más altos que los nuestros. Es como aquella multitud que se reunió para escuchar al Señor, y él les habló en parábolas. Ellos vinieron con hambre, y le preguntaron: ‘¿Qué es el reino de Dios?’. Y Jesús responde: ‘Es como el sembrador que sembró en el campo’. Y la gente dijo: ‘¿Qué? Esto no tiene sentido’. Pero estas personas continuaron volviendo a Jesús. Y los discípulos dijeron a Jesús: ‘Nosotros no entendemos las parábolas’.

Si tú intentas comprenderlas con tu ágil mente, nunca lo conseguirás. Cuando Pedro pensó que había entendido, en realidad no había comprendido nada. Pero lo más inteligente que Pedro hizo fue decir: ‘No lo entiendo’. Y así, el Señor lo explicó. Y él dijo: «A quien mucho es dado, más le será dado, y al que no tiene mucho, aun lo que tiene le será quitado». Y Pedro dice: ‘¿Queeé?’.

A veces, para conocer sus caminos, tenemos que ser llevados a rogarle que nos muestre sus caminos. Nosotros podemos leer la Biblia y mirar a los caminos de Dios y adorar a Dios, pero para leer la Biblia y realmente entender sus caminos, necesitamos un estudio más profundo.

Aquí en Chile hay oro. En Estados Unidos, también hay oro, en California. Nosotros tuvimos lo que se conoce como ‘la fiebre del oro’; toda la gente iba a California. Las personas creían que iban a encontrar el oro como piedras tiradas en el suelo, pero cuando vieron que tenían que cavar, muchos se fueron a casa. Entonces, muchos conocen las obras de Dios; pero muy pocos sus caminos, y menos aún lo conocen a él.

Recuerden la oración en Oseas: «Conozcamos y prosigamos en conocer al Señor». Muchas veces, cuando tenemos el deseo de conocer más al Señor, parece que él fuera mucho más difícil de entender.

Yo me pregunto si realmente ya comprendemos uno de los mayores misterios de nuestra vida que es que frecuentemente venimos a conocer mejor al Señor en tiempos de gran dificultad. Al principio, nos parece como si el Señor se estuviera ocultando, pero cuando finalmente él se revela a nuestras vidas, empezamos a entender la preciosidad de lo que es la comunión de sus padecimientos.

Entonces, tenemos tres cosas: tenemos sus obras, sus caminos y conocerle a él mismo. Y vemos que Moisés está haciendo esta oración: «Muéstrame tus caminos, Señor, para que yo te conozca». Y también tenemos que notar que hay un contraste entre estos pasajes que leímos. A la mayoría de los hijos de Israel no les importaba conocer al Señor o a sus caminos; todo lo que querían eran sus obras. Y Dios les dijo: «Yo estuve obrando con ustedes por cuarenta años, y aunque ustedes me tentaron diez veces, todavía estaba con ustedes; pero yo veo que hay un problema con el corazón de ustedes: Ustedes no conocieron mis caminos, y por eso no entrarán en mi reposo».

Siempre que conocemos al Señor, hay descanso, porque inmediatamente nuestra confianza se transfiere de nosotros mismos a él. Pero, como saben, este ejemplo de los hijos de Israel es referido con respecto a nosotros en el libro de Hebreos. Porque aquellos cristianos que recibieron la epístola a los Hebreos también habían conocido las obras de Dios, pero estaban en riesgo de no entrar en el reposo de Dios.

Entonces, ¿los hijos de Israel vieron las obras de Dios? Sí. Ellos vieron todas las plagas en Egipto; ellos podían recordar la noche de la pascua, en que el ángel no los hirió a ellos, vieron cómo Dios abrió el Mar Rojo, y ellos recibieron el agua de la roca, comieron el maná que cayó desde los cielos, recibieron las leyes que Dios les dio desde los cielos, vieron la edificación del tabernáculo, vieron que su calzado nunca se gastó, y vieron las victorias sobre sus enemigos cuando éstos los atacaron, y aun vieron a diario la gloria de Dios.

Pero, ¿puedes imaginarte?, ellos se acostumbraron con la gloria de Dios. Ellos no estaban muy interesados en los caminos de Dios; todo lo que querían eran sus hechos. Y recuerda que una vez Dios les habló desde la montaña, y ellos dijeron: ‘Por favor, no nos hables más, es muy espantoso. Habla con Moisés, y Moisés nos hablará a nosotros’.

Este pueblo vio las obras de Dios por cuarenta años. Pero, ¿cuál fue su testimonio? Tú sabes, esto nos acusa a nosotros los cristianos. Si nosotros comprendiéramos a nuestro Dios, sabríamos que no podemos murmurar. Cuando un cristiano murmura, es como volver al desierto. Pero si realmente conoces los caminos de Dios, y a Dios mismo, tú nunca vas a murmurar.

Y los hijos de Israel deberían estar con nosotros hoy, diciendo: ‘Dios vive; Dios reina’. Pero, ¿recuerdas cuál fue su testimonio? Si tú escucharas lo que Israel decía: ‘Tú nos trajiste al desierto para morir aquí. ¿Dónde está el agua? ¿Qué es este maná? ¡Queremos carne! ¿Será que Dios puede ponernos una mesa en el desierto? Vamos a volver, vamos a designar un nuevo líder. ¡Oh, cuán maravilloso era Egipto! ¡Oh, las cebollas de Egipto!’. ¿Qué testimonio es ése? Un testimonio de murmuradores.

Y les digo a ustedes, hermanos y hermanas: Es posible que Dios actúe en nuestra vida, pero si nosotros no lo buscamos intensamente para conocer sus caminos, nosotros vamos a ver que aun personas que recibieron milagros en sus vidas van a terminar no creyendo. ¿Cómo es posible eso? Porque nuestra vida espiritual sólo puede ser vivida en un relacionamiento y en una búsqueda viva de Dios. Nosotros no queremos ser como esos hijos de Israel. No, vamos a concentrarnos en Moisés sobre la montaña.

Moisés sobre la montaña

Queremos por un momento considerar a Moisés. Nosotros vemos su oración en el versículo 13: «Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos». Moisés estaba arriba, en la montaña, haciendo esta oración. Él quería conocer los caminos del Señor; estaba desesperado por conocer los caminos del Señor, y Dios lo estaba preparando para lo que le esperaba por delante.

Y, ¿qué le esperaba por delante? Era el camino de la cruz. De ese momento en adelante, por 37 años, él dio su vida a favor del pueblo de Israel. ¡Qué camino tuvo él que tomar! Pero él estaba deseoso; él hizo esta oración procedente de un corazón que anhelaba conocer los caminos del Señor.

Nosotros podemos decir dos cosas de Moisés, que percibimos: Él ya conocía algo de Dios. Y, ¿qué le pasa a alguien que ya conoce un poquito de Dios? Si esa persona va a crecer en su hambre de una forma normal va a querer conocer más a Dios. Moisés encontró a Dios en la zarza ardiente, y aprendió que su nombre era Yo Soy. Eso fue algo que transformó la vida de Moisés. Y Moisés supo que, al conocer sus caminos, él conocería a Dios mismo.

¿Quién quiere el camino de la cruz? Normalmente, nadie. Pero por el gozo que está reservado, tú puedes soportar la cruz. Eso se nos dice de Jesús en Hebreos capítulo 12. Por el gozo que estaba delante de él, él soportó la cruz. Y ese gozo no era nada más que la aprobación de su Padre. Tú conoces a Dios un poquito, y tienes hambre de conocerlo más. Eso nos debe traer a la montaña para decirle: ‘Muéstrame tus caminos’.

La segunda cosa que vemos de Moisés: ¿Qué cristiano conoces tú que nunca oró: ‘Muéstrame tus caminos’? Creo que todo cristiano ora de esa manera. Pero lo que nosotros queremos decir cuando oramos así, y lo que Moisés quería decir, es muy diferente.

Nosotros escuchamos a una querida hermana que ora: ‘Muéstrame tus caminos, Señor’. Y lo que ella quiere es un marido. ‘Muéstrame tus caminos, Señor’, y yo quiero saber a qué universidad voy a ir a estudiar. ‘Muéstrame tus caminos, Señor’, porque necesito más dinero para vivir. Esas son nuestras oraciones, pero no lo que Moisés estaba orando. Moisés estaba siendo preparado para algo mayor.

Todo cristiano ora: ‘Muéstrame tus caminos’. Pero lo que queremos decir normalmente es: ‘Muéstrame tu voluntad’. Sin embargo, Moisés oraba: ‘Muéstrame tus caminos, Señor’, queriendo decir: ‘Muéstrame tu corazón, Señor’.

Una cosa es conocer su voluntad. En cierto sentido, los hijos de Israel conocían la voluntad de Dios, porque tenían sus leyes; pero lo que no conocían era el corazón de Dios. Pero Moisés fue preparado. Cuando él estaba pidiendo conocer el camino de Dios, ¿cuál fue la preparación principal que él tuvo? ¿Qué es lo que prepara a alguien para hacer una oración como ésta?

Moisés podía orar: ‘Muéstrame tu camino, oh Señor’, porque él había llegado al fin de su propio camino. ¿Quién va a orar: ‘Muéstrame tu camino’, si tú crees que conoces el camino? Si pensamos que sabemos lo que tenemos que hacer, diremos: ‘Querido Dios, yo voy a hacer esto; por favor, bendícelo’. Pero sabemos que Moisés fue una persona «desinflada». Cuando tuvo que huir de Egipto, él era una persona muy importante, pero por cuarenta años, Dios le estuvo desinflando.

Moisés se transformó en un neumático desinflado y arrugado. Todo lo que él podía hacer era hablar con las ovejas; ya ni siquiera podía hablar. Y cuando llegó al final de sí mismo, él no tenía ningún otro lugar al cual ir sino morir.

Pero no olviden, cuando Moisés vio la zarza ardiente, él no sólo vio a Jehová. ¿Qué más vio? Él entendió que él mismo era esa zarza ardiente. Yo no tengo vida en mí mismo; soy sólo una zarza sin ningún valor. Pero la vida de Dios puede quemar y quemar, y la zarza no se consume. ¿Estás de acuerdo conmigo? A los ochenta años, Moisés ya estaba acabado. Pero es a ese lugar que una persona tiene que llegar, para que la llama de Dios sea pura.

Y, ¿sabes lo que pasa? Entre los ochenta y los ciento veinte años de edad, Moisés no se envejeció; su visión todavía era fuerte y clara; su voz salía con firmeza a causa de la vida de Dios. Pero vio que él no era nada.

¿Tú eres como una zarza ardiente? ¿O eres como un árbol muy frondoso? Bueno, esa fue la preparación que Moisés tuvo que tener. A sus ochenta años, Moisés tenía que pasar otros cuarenta años en el desierto. Entonces, ¿cuál es el problema de eso? Toda la generación más vieja estaba muriendo a su alrededor y diciendo: ‘Nosotros odiamos este desierto’. Pero, a medida que Moisés intercedía por el pueblo, en su rostro él encontró a su Dios misericordioso.

Y un poquito antes de morir, él nos dio el libro de Deuteronomio, la segunda ley. Él había escuchado la ley cuarenta años antes, pero ahora él conocía al Dios de la ley, y él le habló a ese pueblo de un Dios que los amaba. Él le dijo al pueblo: ‘¿Será que no entienden? Toda bendición era una prueba, y toda prueba era una bendición. ¿Será que no entienden? Cuando éramos débiles, ahí Dios era fuerte. Miren atrás; Dios no nos eligió porque éramos grandes. Nosotros somos un chiste. Dios nos eligió porque él nos eligió’. Hoy miro aquí y veo que Dios tiene un gran sentido de humor. Si me miras a mí, puedes ver el gran sentido del humor que Dios tiene. ¿Por qué Dios nos elige?

Muchas personas talentosas rehúsan subir a la montaña para pedirle a Dios que les muestre sus caminos. Entonces, Dios elige a los que son como nada. Y esas personas saben que no son nadie. ¿No es esa la historia de Israel? Aun cuando entraron en la tierra, todavía no conocían el camino del Señor; nunca entendieron esa verdad de la bendición de la prueba.

Entonces, ¿qué pasó con la nación de Israel cuando Dios los bendecía? Ellos decían: ‘Dios nos está bendiciendo porque somos los mejores’. ¿Y qué pasa cuando Dios bendice a una iglesia? ‘Nosotros somos bendecidos; somos los mejores’. Un gran error. Y cuando los hijos de Dios pasaron por un tiempo de disciplina, ellos decían: ‘¿Dónde está Dios? ¿Hay un Dios? Él nos abandonó’. Y en todo ese tiempo, él estaba más cerca que un hermano.

Cuando ellos eran bendecidos, no entendían; cuando estaban siendo disciplinados, tampoco entendían. Y aun cuando vinieron los profetas y decían: ‘Dejen que les muestre el corazón de Dios’, el pueblo no entendía.

Y, ¿qué es lo que Dios tuvo que hacer? Él envió su corazón; él envió a Jesucristo su Hijo. Él dice: ‘Mira mi corazón’. Dice: ‘¿Hay alguien que ya oró: Muéstrame tu camino? Yo soy el camino’. Pero aun su propio pueblo no lo recibió. ¿No es algo extraño? Juan nos dice: «A lo suyo vino, pero los suyos no le recibieron».

Jugando juegos religiosos

El problema es que cuando nosotros estamos jugando juegos religiosos, no necesitamos los caminos de Dios. Si todo lo que quieres son rituales, basta seguir a los saduceos. A algunas personas les gustan los rituales. Buenos aromas, hermosa música, lindos vitrales, personas que se visten con atuendos religiosos. Pero si tú eres un saduceo no vas a poder reconocer a Jesús.

Y algunas personas aman el legalismo. ‘Bueno, dime lo que tengo que hacer. O no me digas lo que tengo que hacer, pero dime lo que no tengo que hacer: No hagas esto, no hagas aquello. Ahora soy un perfecto fariseo. ¿Para qué necesito la salvación? Yo ya sé todo lo que todo el mundo está haciendo de malo’.

Pero supongamos que tú eres un hijo de Dios, pero eres un poquito mundano. Bueno, hay otra alternativa para ti, que es el grupo de los herodianos. Ese grupo, todo lo que necesita es ir al templo una vez por año, y entonces van a tener la mejor silla, y un trabajo en el gobierno. Eso es lo que le pasaba a un buen herodiano.

Pero algunas personas se cansan de todo el mundo. ‘¡No quiero vivir más en Santiago! ¡Hay demasiada gente! Quiero irme a un lugar retirado, en las montañas’. Y éstos eran los esenios. Ellos se escondían en los desiertos; habían abandonado al mundo. Pero en realidad, llevaron al mundo con ellos. Pero no conocieron a Dios, cuando Jesús estuvo allí, en medio de ellos. «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida».

Cuando leemos en Lucas 19, tenemos que entender por qué Jesús estaba llorando. En el verso 41, vemos cómo Jesús lloró por Jerusalén, y dijo a su pueblo, los judíos: «¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación» (Luc. 19:42-44).

Para mí, estos son algunos de los versículos más trágicos en las Escrituras. ¿Por qué Jerusalén tenía que ser hecha desolada? No fue sólo por sus pecados, sino porque no conocieron el tiempo de la visitación de Dios. El Mesías estaba allí, en medio de ellos, el Hijo de Dios estaba delante de sus ojos, y ellos no reconocieron que Dios los estaba visitando.

Pero el misterio es aún más profundo. Tú conoces ese versículo maravilloso cuando Jesús dice: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, y nadie viene al Padre sino por mí». Pero aun sus discípulos no conocían el camino, y Tomás dijo: «Muéstranos el camino…». Ellos no entendían, y Jesús les dijo: «Yo soy el camino». Y ellos dijeron: «Por favor, muéstranos al Padre». Y Jesús les dijo: «¿Pero no me vieron a mí? Si me ven a mí, ven al Padre».

Hay un gran misterio en conocer el camino. ¿Y cuál es ese misterio? Nosotros sólo entendemos el camino de Dios a través de la cruz. Después que Jesús murió en la cruz y resucitó, recién los discípulos dijeron: ‘Ahora sí veo cuál es el camino’. Fue a través de su muerte; ese es el camino de Dios.

Y entonces vemos cuál fue uno de los mayores secretos que Moisés vio en la montaña. El camino a la vida es el camino de la cruz. Hay una Escritura que dice que los gobernantes de Jerusalén no conocieron el camino, de otra forma nunca hubieran crucificado a Jesús, y lo más maravilloso todavía es que aun Satanás no entendía ese camino. Y cuando Satanás creyó que él tenía la victoria, él había sido derrotado. ¡Alabado sea Dios! Es por eso que Pablo dice que sólo se gloría en la cruz de Cristo. Ese es el secreto más profundo de nuestra vida cristiana.

¿Cuál es el testimonio de un cristiano? Las dificultades te traen vida. Cuando fuiste humillado, cuando fuiste disminuido, experimentaste un crecimiento. Pablo hizo declaraciones sorprendentes de esa obra. Él dijo: «La muerte opera en mí, pero la vida opera en ustedes». Y Pablo era una de las personas más vivas que vas a encontrar cuando él ministraba. Cuando tú hablas con algunos cristianos, parece que ellos están durmiendo; pero Pablo no dormía; había fuego en sus ojos. A través de las dificultades por las que pasaba, él descubría la vida.

En Estados Unidos tenemos un juguete infantil. Es un juguete que tú lo inflas, como un hombrecito, con guantes de boxeo. Y cuando tú lo golpeas, él cae, pero vuelve de nuevo a erguirse. Lo golpeas de nuevo, cae, pero vuelve arriba. ¿Aprendiste esto en tu vida cristiana? Cuando el enemigo intenta voltearte, tú vuelves arriba. Y Satanás es tan necio que no entiende eso. Si lo entendiera, él no te incomodaría más.

Y, ¿qué es lo que pasa? Tú te haces un cristiano más fuerte. ¡Es el poder de la resurrección! Pero eso sólo es conocido a través del camino de la cruz. La iglesia primitiva era conocida como ‘los del Camino’. Tú y yo, ¿somos personas del camino? ¿Estamos buscando ese camino, aunque sepamos que la cruz nos espera? Lo que realmente cuenta es el fin.

¡Cuán precioso es conocer realmente al Señor! El camino del Señor es tan excelente con nosotros, Él no nos enseña en una escuela; él nos enseña a medida que caminamos en nuestras vidas, para que un día digamos: ‘Yo sé en quien he creído’, y eso sólo viene por la experiencia de caminar bajo el yugo del Señor.

Una forma sorprendente de obrar

Hoy, el Señor está obrando de una forma sorprendente. Me pregunto si tú lo sabes. En el año 2001, fue publicado un libro que se llama World Christian Encyclopedia – la Enciclopedia del Mundo Cristiano. Es un libro de estadísticas, muy voluminoso. Nadie lee ese tipo de libros, pero todas las personas que en Estados Unidos estudian las misiones cristianas están hablando de él.

¿Sabes lo que descubrieron en ese libro? Reunieron estadísticas de todo el mundo, y descubrieron cosas sorprendentes. Los datos entre 1970 y 2000 son totalmente diferentes de los datos de años anteriores. El punto que quiero enfatizar es que Dios está reuniendo millones de personas a su casa.

Nadie sabía lo que estaba ocurriendo, hasta que vieron las estadísticas. Tengo algunas cifras aquí; pero no te voy a aburrir con estadísticas. Pero quiero decir esto: En los últimos treinta años, hay tres grandes categorías aquí: los católicos (incluyendo a la iglesia ortodoxa rusa y ortodoxa griega), los protestantes (anglicanos, luteranos, presbiterianos), y una tercera categoría, que molesta a todo el mundo, porque no saben cómo denominarlos. No son exactamente pentecostales, ni exactamente evangélicos. Son carismáticos, pero no exactamente carismáticos.

No saben cómo llamar a ese grupo. Entonces ellos inventaron un nombre: los llaman ‘los cristianos de la Gran Comisión’, o sea, son los cristianos que creen que deben predicar el evangelio de Jesucristo.

Entonces, en los últimos años, esos cristianos de la Gran Comisión llegaron a ser 500 millones de personas, y eso supera a los católicos y protestantes juntos. Y no olvides que los católicos cuentan a los niños que nacen en las familias católicas. Los 500 millones de cristianos de la Gran Comisión son cristianos nacidos de nuevo.

Ellos no saben qué es lo que está pasando, y hay algunas estadísticas adicionales que los confunden todavía más. Alrededor del mundo, entre esos cristianos de la Gran Comisión, desde el momento en que empecé a hablar hoy, seis mil personas nacieron de nuevo en cada hora.

Otra cosa que descubrieron, y esto lo estudiaron específicamente en América Latina, y los encargados de las misiones católicas volvieron a replantearse las cosas. En América Latina, los domingos, más personas se reunían en esas iglesias de la Gran Comisión que en iglesias católicas. Eso no es simplemente pertenecer al grupo, sino participar en las reuniones.

Entonces, ellos se preguntan. ‘¿Qué estamos haciendo mal?’ Y los protestantes también se preguntan: ‘¿Qué estamos haciendo mal? Estamos gastando millones y millones en misiones’.

La tercera cosa en esta estadística: El segmento que crece más rápidamente son iglesias no establecidas. La definición es ésta: Son iglesias no afiliadas, no denominacionales, que no tienen ministros profesionales. Y eso les molesta a todos. ‘Nosotros estamos gastando millones en misiones, pero el crecimiento se produce entre personas que no tienen dinero. Nosotros tenemos nuestras organizaciones, pero las personas están naciendo de nuevo en lugares donde no hay organización’.

Eso quiere decir que hay muchas obras ocultas que Dios está haciendo hoy. En estos últimos treinta años hay 500 millones de personas nacidas de nuevo. Y lo que más molesta respecto de esto es que estos números son conservadores. No están contando las campañas evangelísticas, ni lo que pasa a través de los ministerios de televisión, radio o literatura. Y hoy, probablemente el número 1 alrededor del mundo es Internet. Pero es imposible hacer estadísticas de todas esas cosas.

Las personas que hicieron las estadísticas fueron a las iglesias, y preguntaron a la gente: ‘¿Cuántas personas hay en tu iglesia?’. Y ellos les dijeron: ‘No es nuestra iglesia; es la iglesia de Jesús’. ‘Bueno, ¿cuántas personas son?’. ‘Bueno, no sabemos; nosotros no estamos contando cuántas personas hay. Todo el que nació de nuevo es parte de la iglesia. ¿Cómo puedes contar eso?’. De cualquier forma, eso está causando muchos problemas entre los que estudian las misiones.

Bueno, las estadísticas son estadísticas; pueden tener errores. En el libro de los Hechos hay estadísticas. ¿Por qué tenemos estadísticas? Todo lo que eso nos muestra es que el dedo de Dios está actuando ahora en este mundo. Hay una tremenda recogida de personas para el reino. Y es por eso que hay necesidad de esos pocos intercesores con Moisés en la montaña.

Ahora, tú conoces el corazón del Señor. Tú sabes que muchas de las personas que han sido salvas no saben nada, y mucho de ellos están confundidos. Pero Dios quiere su novia perfecta. Debe haber entonces algunas personas preparadas, como Moisés, que no sólo puedan subir al monte para interceder, sino que puedan bajar al valle y dar su vida a favor de su pueblo.

Yo era un pastor tradicional, y amaba al Señor. Pero estoy muy agradecido del Señor, porque mi hermano Stephen Kaung bajó a ese valle donde yo vivía, y me mostró el camino más excelente del Señor.

Estas estadísticas nos indican lo que Dios está haciendo. Pero, ¿qué podemos decir de sus caminos? Oh, hermanos y hermanas, ustedes saben cómo nosotros los cristianos necesitamos desesperadamente un despertar espiritual, para que Cristo sea puesto en el centro de todo. Pero hay necesidad de personas que conozcan al Señor, para que eso ocurra. Sólo con ellos es que esos millones de hermanos serán ayudados a encontrar el camino.

¿Y dónde el Señor va a encontrar a esas personas? Tal vez tú seas uno de ellos. ¿Está Dios tratando con tu vida? ¿Has pasado por dificultades? Puede que el Señor te esté librando de tus propios caminos.

¿Qué es lo que aprendemos a medida que avanzamos por este camino? ¿Qué es lo que Moisés aprendió? Su vida no era simplemente para él mismo; a los ochenta años de edad, su vida ya estaba concluida. Es como si Dios le hubiese dicho: ‘Moisés, olvídate de ti mismo. Tus hermanos y hermanas están presos. Olvídate de ti mismo y ayúdalos’.

Pero, ¿qué es lo que dijo Moisés? ‘Oh, no puedo, yo soy muy débil; todo lo que sé es hablar con las ovejas, o hablar con mi hermano’. Porque si estás vacío, no te sientes digno; pero es exactamente cuando tú te sientes vacío que el Señor puede usarte.

Dios está realizando ahora esta reunión, y yo creo que es una señal del final de los tiempos. Pero nosotros conocemos el corazón de Dios: él desea tener una novia. Su deseo es que todo hermano o hermana en Cristo tenga el primer amor por Jesús. Entonces, él levanta pequeñas asambleas aquí y allá. No me entiendas mal, hay muchas personas preciosas en las grandes obras evangelísticas de hoy, pero lo que yo estoy hablando es de esa obra de perfeccionamiento que Dios quiere hacer en sus hijos hoy.

Tal vez haya algunos aquí, en esta Conferencia, que vinieron porque leyeron algunos artículos en la revista. ¿No es maravilloso como el Señor, a veces, capta a algunas personas y las empieza a atraer? Pero tú sabes, una cosa es leer acerca de algo; pero es algo muy diferente ver una asamblea con tus propios ojos.

Yo era un ministro tradicional muy feliz. Pero un día vi a Cristo y a su iglesia, y dije: ‘He hallado el hogar’. Entonces, renuncié a mi cargo y fui a reunirme con aquel pequeño grupo de personas. Y tú y yo fuimos privilegiados de ver al Señor en medio de su asamblea.

Yo no sé cómo tú evalúas ciertas cosas, pero lo más precioso que cualquier asamblea pueda tener es la presencia de Jesús en medio de ellos. Pero creo que tú sabes que hay un precio muy elevado a pagar para permanecer en su presencia. Si su Espíritu es contristado por nuestros caminos carnales, él se retira de nosotros. Si apagamos el Espíritu, por nuestro relacionamiento equivocado unos con otros, es como si él se retirara.

Él no está buscando perfección; él está buscando un deseo en el corazón, buscando personas que tengan el deseo de seguir Su camino. Él está buscando personas que quieran seguir su camino incondicionalmente. No quiere decir que entendamos todas las cosas perfectamente. Yo creo que el Señor tiene muchas cosas que restaurar, pero estamos deseosos de decir que queremos seguir al Cordero por dondequiera que él vaya. Cuando él nos muestra que tenemos otros compromisos en nuestra vida, nosotros ponemos eso de lado y elegimos seguir a Jesús.

La mayoría de ustedes fueron reunidos por la obra de Dios en los últimos treinta años. Tú eres parte de esta estadística, y las grandes mentes religiosas de este tiempo no te pueden comprender. ¡Alabado sea Dios!

Millones de cristianos, hermanos nuestros, fueron asesinados en China, pero ahora decenas de millones creen. En China hay un crecimiento que no puede ser detenido. Y Dios se está moviendo en Rusia ahora, y nadie puede detenerlo.

Otra estadística. Las cinco naciones que tienen el mayor crecimiento en número de bautismos –no quiere decir el mayor número de cristianos, sino el mayor crecimiento per cápita– son: Bután (un país musulmán), Mali (musulmán), Mongolia, Nepal, Arabia Saudita. Por el número de bautismos. ¿Sabes el costo de ser bautizado en Arabia Saudita? Esta es la obra de Dios.

Hermanos y hermanas, tenemos que subir a la montaña y pedir a Dios: ‘Muéstrame tus caminos’. Tenemos que conocer a Dios en una manera nueva y viva. No podemos ir a cada iglesia y decir: ‘¡Hey, vengan detrás de nosotros!’. Pero si somos fieles, Dios puede dar testimonio, y la gente puede ver la verdad. Y cuando los tiempos son difíciles, y sabemos que ese es el camino de Dios, las personas siempre buscan la verdad.

Yo no sé, pero de seguro esto ya ocurrió aquí en Chile. Tenemos esas pequeñas asambleas en los Estados Unidos, y muchos cristianos dicen. ‘Oh, yo no puedo ir a ese lugar; no tienen un pastor, no hay esos vitrales tan bellos; y cuando están adorando no hay un programa definido, uno ora aquí, otro grita allá…’. Pero, cuando la madre de uno de ellos se enferma, ¡al primero que llaman es a alguien de esa asamblea!

Las últimas estadísticas con respecto a China dicen que hay 73 millones de cristianos. Es una estadística muy conservadora. Cuando la Revolución Cultural ocurrió había sólo 700 mil cristianos. Pero durante esos treinta años de persecución, 70 millones de personas vinieron al Señor.

¿Cómo ocurrió eso? Esas personas empezaron a reunirse secretamente, y necesitaban canciones. Y una de las últimas cosas que Watchman Nee hizo antes de ser apresado fue compilar un libro de himnos, y todas las asambleas en China usan ese himnario. Y las semillas de esas iglesias no oficiales en toda China fueron plantadas por esos pocos millares de personas.

¿Cómo el Señor va a hacer eso? Quinientos millones de personas siendo perfeccionadas y convirtiéndose en la novia. Si alguien tiene una estrategia para que eso sea posible, probablemente está errado. Pero si alguien tiene un corazón que puede decir: ‘Muéstrame tu camino, Señor, para que yo pueda conocerte’… Y recuerda que Moisés dice otra cosa: ‘Acuérdate que este es tu pueblo’. El Señor conoce a cada uno de esos 500 millones, y ellos necesitan encontrar a alguien que les muestre ese camino más excelente.

¡Que el Señor pueda ayudarnos en estos últimos días de tanta expectación!

Primer mensaje de una serie de cuatro que el autor impartió en la 3ª Conferencia Internacional «Aguas Vivas», en Santiago de Chile (Septiembre de 2005).