Solo en el Señor hay salvación para nosotros, para el matrimonio y para los hijos.

Introducción – La aflicción del pueblo de Dios

En el libro de Éxodo, Egipto representa la aflicción. Allí, el pueblo de Dios amasaba el barro, pisando en círculos, sin poder escapar, como ocurre a veces con los matrimonios y las familias. Cuando se pierde el propósito, pareciera que la vida no es otra cosa sino trabajar. Podemos tener el gozo del Señor en una reunión; sin embargo, volvemos a casa y regresamos al mismo afán.

No sabemos cómo salir de los problemas conyugales, ni cómo resolver los conflictos de nuestros hijos. Tenemos el Espíritu de Dios habitando en nosotros, pero no logramos oír su voz para conducirnos en estas situaciones. Amasamos el barro, día tras día, mes a mes, año tras año.

¡Cuán triste es la situación de algunas familias! Entonces, el texto de Éxodo dice que Dios vio la aflicción de su pueblo. Llega un momento en que Dios el Padre nos visita, y él levanta a algún amigo o un hermano, que nos habla, como Moisés. Moisés representa a Cristo, y el Faraón representa al diablo, aquel que mantiene al pueblo en esclavitud.

Las estrategias de Faraón

Moisés le dice a Faraón: «Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto» (Éx. 5:1). El pueblo de Dios necesita alegrarse. Dios no nos creó para la depresión, ni menos para la ansiedad. Él no creó a nuestros hijos para el pecado, sino para vivir en alegría; pero esa fiesta es en el desierto, en esta tierra, en un lugar que no es nuestra habitación.

«¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel» (v. 2). Satanás se levanta contra el Señor. Él desprecia al Señor y desprecia a su pueblo. Él solo quiere esclavizarnos. Desde el capítulo 5 al capítulo 10, Moisés se presenta cinco veces ante Faraón, y cada vez, éste levanta un impedimento para que el pueblo salga.

  1. La carga del trabajo

«Y mandó Faraón… a sus capataces, diciendo: De aquí en adelante no daréis paja al pueblo para hacer ladrillo, como hasta ahora; vayan ellos y recojan por sí mismos la paja. Y les impondréis la misma tarea de ladrillo que hacían antes» (v. 6-8).

La primera estrategia del diablo contra las familias es aumentarles el trabajo. Es una batalla espiritual fácil de percibir. Nos endeudamos comprando cosas que son prescindibles, aumentamos el trabajo, para poder pagar y, con eso, tenemos menos tiempo para el Señor.

  1. La presencia del mundo

La segunda cosa que el diablo hace es decir: «Andad, ofreced sacrificio a vuestro Dios en la tierra» (8:25), es decir, dentro de Egipto. Satanás está proponiendo: «Amen a Dios, pero no necesitan apagar el televisor, ni el computador; continúen disfrutando las cosas de esta vida».

Nosotros somos forasteros en tierra extraña. Fuimos comprados por una Sangre preciosa. No podemos amar a Dios en la reunión, y tener luego el mismo comportamiento del mundo. Satanás ha ganado ventaja sobre muchos de nosotros, porque hemos amado a Dios dentro de Egipto.

Pero Moisés dice a Faraón: «Camino de tres días iremos por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios» (8:27). El número 3 en la Biblia nos recuerda la muerte y la resurrección. Moisés está diciendo: «Nuestra adoración tiene que pasar por la cruz». En nuestra casa no entrará nada que Dios no apruebe.

  1. Un servicio en la periferia

Entonces, Faraón levanta el tercer impedimento. «Yo os dejaré ir para que ofrezcáis sacrificios a Jehová vuestro Dios en el desierto, con tal que no vayáis más lejos» (v. 28). Es decir: «No vayan muy lejos; adoren en la periferia de Egipto».

Hermanos, el evangelio es un camino estrecho, un camino que requiere de mucha firmeza. Por ejemplo, los padres no deberían dar a sus hijos un celular con internet antes de los quince años. Ellos no tienen estructura para filtrar lo que están viendo, y comienzan a navegar en sitios indebidos, siendo alimentados por cosas perniciosas.

El camino de Dios para la familia es un camino estrecho. Tenemos que ser muy firmes, y decir a nuestros hijos: «Presten atención, ustedes van a la escuela a aprender lenguaje, matemática y geografía; pero quienes les enseñarán sobre la vida, por medio de la Palabra, somos nosotros». Sobre el matrimonio, sobre el dinero, sobre el sexo, quienes enseñan son el padre y la madre.

¡Cuántos de nosotros hemos entregado la educación de nuestros hijos al mundo! Y el domingo venimos a adorar a Dios, y es una adoración en la periferia, donde las cosas del mundo están contaminando la mente de nuestros hijos.

  1. Separando a los hijos

En el capítulo 10, Faraón levanta el cuarto impedimento. «¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros niños? ¡Mirad cómo el mal está delante de vuestro rostro! No será así; id ahora vosotros los varones, y servid a Jehová, pues esto es lo que vosotros pedisteis» (v. 10-11). «Ustedes pueden ir, solo que los niños se quedan». Porque el testimonio de Cristo, de la próxima generación, son nuestros hijos, y el diablo no quiere que ellos adoren junto con nosotros.

¿Cómo se presenta este impedimento en nuestro hogar? ¿Cuándo fue la última vez que leímos la Biblia en familia? ¿Cuándo fue la última vez que ministramos una palabra a los hijos? ¿Cuánto cuidas del devocional de ellos? ¿Cuánto tiempo dedicas a tus hijos, para ver qué está entrando en la mente de ellos? Si las respuestas son negativas, es porque Satanás ha puesto tal impedimento.

Hombre, ¿cuándo fue la última vez que leíste la Biblia completa? ¿Cuándo fue la última vez que Dios puso un depósito en ti? ¿O tu testimonio es añejo, porque no hay nada nuevo que Dios te haya hablado? Madre, ¿cuántas veces, durante este año, tu hijo te oyó dar un testimonio de una ministración que el Espíritu de Dios te haya dado?

Satanás se ha levantado en nuestro medio, poniendo obstáculos para que las familias no adoren a Dios. ¿Sabías que, si dedicas una hora de lectura al día, leerías la Biblia seis veces en un año? Si no creemos que esto es eterno, le hemos dado poco valor.

Cierta vez, el príncipe de los predicadores, Charles Spurgeon, visitó algunas iglesias en África, y se sorprendió por el nivel de conocimiento espiritual de muchos hermanos, sin instrucción de libros. Queriendo saber cómo habían alcanzado aquello, los hermanos le respondieron que ellos dedicaban seis horas diarias a leer las Escrituras.

Madre, tú necesitas contar las historias de la Biblia a tus hijos; tienes que rescatar los principios bíblicos para tus hijos. Marido, debes edificar a tu esposa. Cuando identificas un problema en ella, necesitas buscar en la Palabra y ministrarla al corazón de ella. Pero, antes, necesitas identificar tus propios pecados, buscando en la Escritura y dejando que ella lave tu corazón. No confiemos en un psicólogo, porque esto es eterno, y es suficiente para nosotros.

Si tenemos un problema, nuestros hijos tienen un problema. Estemos de rodillas, oremos todos los días, oremos en familia, oremos como matrimonio, busquemos al Señor, ayunemos, hasta que él hable a nuestros corazones. Necesitamos buscarlo, porque él se deja hallar.

  1. Viviendo sin recursos

El último impedimento. «Id, servid a Jehová; solamente queden vuestras ovejas y vuestras vacas; vayan también vuestros niños con vosotros» (10:24). Ellos podían ir, pero sin sus bienes. ¿Por qué? Porque Satanás sabe que nosotros necesitamos recursos para vivir. Entonces, él traerá confusión en medio de la familia, por causa del dinero.

Redefiniendo los roles

Ahora, veamos cómo los textos que hablan de los roles nos muestran estos cinco impedimentos. Como ya hemos visto, en Génesis 1, Dios definió los papeles; en Génesis 2, Dios amplió el entendimiento de los roles, hablando de la mujer como auxiliadora. Pero en Génesis 3 viene la caída. Entonces, el Señor redefine los papeles.

Cuando la Biblia menciona un asunto por primera vez, éste se mantendrá a través de toda la Escritura. Por ejemplo, en Génesis 22:2, aparece por primera vez la palabra amor. «Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré». Aquí, el sentido de la palabra amor es de un padre entregando a su único hijo. ¿Y cuál es el sentido del amor en toda la Biblia? El Padre entregando al Hijo.

En Génesis capítulo 3, Dios redefine los papeles. Todo lo que vemos en Génesis 3, aparecerá en todos los demás pasajes que hablan sobre la familia.

El rol de la mujer – cuidar de personas

«A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti» (Gén. 3:16).

¿Qué vemos aquí, además de los dolores de parto? ¿Qué vemos, más allá de la mujer siendo gobernada por el marido? Que los roles de la mujer están ligados a personas. Cuando la mujer se casa, ella está ligada al hijo y está ligada al marido; la mujer edifica al hijo, y auxilia al marido.

En el Nuevo Testamento vemos que las solteras sirven al Señor, cuidando de personas. Y, sobre las viudas, la carta a Timoteo dice que, a fin de que sean cuidadas por la iglesia, ellas deben tener más de sesenta años, haber lavado los pies de los apóstoles, haber cuidado de sus familias y de los necesitados, y haber sido esposas de un solo hombre. Todo está relacionado con personas.

Mujer, no te dejes seducir por el trabajo, porque la vocación que Dios te dio es cuidar de personas. Así de simple. Por eso, cuando un niño tiene problemas, lo primero que se investiga es la conducta de la madre en su casa.

La mujer puede cometer muchos errores que agitan la casa. Si yo llego a casa furioso, y mi esposa está bien, la casa permanecerá tranquila. A la inversa, si yo llego tranquilo, pero mi esposa está irritada, el hogar se verá alterado, porque el ambiente de la casa es la función de la mujer.

En la familia, quien cuida de las personas es la mujer. «La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba» (Prov. 14:1). No se edifica a un sofá, a una silla o a una alfombra – se edifican personas. Entonces, la serenidad de la mujer está directamente relacionada con la madurez de los miembros de la familia.

Una hogar con una esposa tranquila es una casa que madura; una esposa agitada paraliza el crecimiento de su casa. Por eso, ellas no pueden ser sobrecargadas. Nosotros no podemos poner muchas tareas sobre ellas. La esposa toca los dos extremos: los hijos y el marido. Si ella sufre una des-compensación, se descompensan ambos extremos. Si el hombre se des-compensa, él cargará el peso sobre ella.

La mujer, como madre, es el primer elemento que protege a los hijos. Por proximidad, un error de una madre trae más daño sobre un hijo que un error del padre. Hermana, esta es tu vocación: cuidar de personas. No dejes que Satanás te robe; no permitas que desvíe tu atención de tus hijos y de tu marido. Pelea esta batalla; mantén la conciencia de tu gran llamamiento. Este papel se mantendrá a lo largo de toda la Biblia.

Los roles del hombre

«Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes» (Gén. 3:17-20).

  1. La provisión material

El rol de la mujer está vinculado a personas: el marido y los hijos. Ahora, Dios ha dado otros papeles al hombre. Primero, el proveer. El dinero es responsabilidad del hombre. Si un varón no gana lo suficiente, o no se desempeña bien en el trabajo, no está listo para casarse. Si yo no lidio bien con el dinero, mi esposa estará en una situación de angustia.

Los hombres no estaríamos dispuestos a sufrir dolores de parto, pero sí somos capaces de sobrellevar el sudor del rostro. La provisión de la casa es muy pesada para la mujer, porque no es un papel que Dios le haya dado a ella. 1a Juan 5 dice que los mandamientos de Dios no son gravosos. Cuando intentamos asumir una función que no nos corresponde, aquello va a ser pesado. ¿Por qué algunas mujeres en nuestro medio están tan sobrecargadas? Porque están cumpliendo papeles que no les pertenecen.

Con seis años de casado, yo debía un año de salario. Mi esposa no lo sabía, hasta que tuve que decírselo. Si hay alguien que sabe administrar bien el dinero, es ella. Entonces, cuando tuve esa crisis, yo fui tentado a poner el gobierno financiero en manos de ella. Pero el Espíritu no me lo permitió. Los hombres tenemos que aprender a tratar con el dinero. No puedes endeudarte; en lo posible, tienes que aprender a ahorrar.

  1. La edificación del hogar

El rol del marido es atender a su esposa y a sus hijos. Sin embargo, su provisión no es solo financiera, aunque comienza con el dinero. Dios le dio al hombre un segundo papel. Adán mira a su esposa, y la llama Eva. En la Escritura, un nombre representa el carácter. Salomón significa pacífico. En Cantares, nosotros tenemos la sulamita. Sulamita es el femenino de Salomón. Ella tuvo la cara de su marido, y se volvió pacífica, porque él era pacífico.

La Biblia dice que el esposo le da un nombre a su esposa; esto significa formar el carácter de ella.

Si hay alguna cosa que te gustaría que tu esposa fuese, algo que ella aún no haya alcanzado, eres tú quien tienes que formar eso en ella. Es tu responsabilidad formar el carácter de tu esposa. Una esposa problemática habla de un hombre problemático.

Siempre pensé que el rol de una mujer era difícil, hasta que descubrí cuáles eran los papeles del hombre. Todo lo que ocurre en una casa es nuestra propia responsabilidad. Nosotros recibimos de parte de Dios el poder de cambiarlas, de darles un nombre nuevo.

En el primer matrimonio de la Biblia, Adán mira a Eva y dice: «Ella será llamada Varona, por cuanto del Varón fue tomada». Ella tiene la misma cara de él.

En otro matrimonio, en Cantares, la sulamita tiene el mismo nombre de Salomón. Y en el último matrimonio, en Apocalipsis, el Señor le muestra a Juan la esposa del Cordero. Aquella novia tenía la cara del Cordero (Apoc. 21:10-11).

Nuestras esposas tienen nuestra cara. Necesitamos que, en medio de la congregación, se levanten hombres que lean la Escritura, que juzguen las situaciones que ocurren en la casa, que juzguen su propio corazón, que confiesen pecados y ayunen, hombres que se levanten en esta generación, porque somos nosotros los que responderemos por la casa.

A menudo, ocurre que las mujeres oran más. Gracias a Dios que ellas oran; pero es triste que nosotros no oremos. El hombre debe proveer oración, y proveer la Palabra. La mujer es santificada por el lavamiento del agua. Pero no solo eso. Él debe proveer cuidado. Efesios capítulo 5, hablando de la mujer, dice que nadie aborreció jamás su propia carne, antes bien, la alimenta y la cuida.

  1. La provisión afectiva

En el original griego, la palabra cuidar significa confortar, dar calor. La mujer necesita calor, necesita afecto. ¡Qué necesidad tienen ellas de ser cuidadas y mimadas! El hombre debe proveer cariño, porque nosotros representamos a Cristo. Tenemos que aprender a que no falte nada en nuestra casa. Hay periodos en que nuestras mujeres tienen un humor inestable; necesitamos proveer esa paciencia que tanto necesita la casa. Debemos proveer el diálogo.

Un día, leyendo la Biblia, saltó a mis ojos la historia de Ana, y Dios habló conmigo. Elcana amaba a Ana, su mujer, su escogida. Pero Ana tenía un dolor: ella era estéril. Y Elcana le dijo: «¿No soy yo mejor que diez hijos?». Él no entendía a su mujer, no comprendía la mente de ella; no comprendía que el amor por un hijo es diferente del amor por el marido.

¡Cuántas aflicciones tienen nuestras esposas, que nosotros no comprendemos! Nosotros no nos comunicamos, no las oímos, no oramos con ellas, simplemente porque tenemos otra opinión. El hombre debe proveer todas estas cosas. ¡El Señor derrame su gracia sobre nosotros!

Aferrándonos al Señor

Tú no necesitas de un psicólogo. Necesitamos de la Palabra. Durante una crisis matrimonial, yo pedí ayuda al Señor. Y, un día, abrí Génesis, y leí el pasaje de Jacob en el valle de Jaboc. Jaboc significa desbordamiento, efusión. Algo saldrá hacia afuera. Allí, Jacob tuvo una crisis con Dios.

El nombre de Jacob era «agarrador». Él se aferró a muchas cosas: se asió de su madre, se tomó de la bendición, agarró los rebaños. Pero llegó un momento en que tuvo que dejarlo todo, y se quedó solo con Dios, y luchó con el ángel. Un agarrador resiste a Dios. Él se aferró a muchas cosas, pero no se agarró de Dios. El ángel quería bendecir a Jacob, pero él resistía, hasta que el ángel lo hirió.

Hermanos, algunos de nosotros tendremos que ser heridos para tomar la vía correcta. ¡Qué triste es cuando Dios hiere a un hijo, porque nos asimos a muchas cosas, pero no a él! No nos aferramos a la verdad que él nos quiere ministrar.

Es triste cuando los matrimonios se distancian, y Dios los hiere. Pero, si tú estás herido, tómate del ángel, aférrate de la Palabra y de la ministración que el Espíritu Santo trae a tu vida. Agárrate del único del cual nos debemos tomar, del bendito Señor, porque en él hay salvación para nosotros, salvación para el matrimonio y salvación para los hijos.

Entonces, el nombre de Jacob fue cambiado. Así también, nuestro nombre es cambiado, cuando el Señor ministra a nuestro corazón; solo él ministra verdades más profundas sobre quiénes somos nosotros. Después de eso, renovaremos nuestra consagración al Señor.

Cuando Jacob volvió a la vida, él fue cambiado. ¿Quieren ver el primer cambio? Esaú vino hacia él, y ambos se reconciliaron. Cuando Esaú le dijo: «Ven conmigo», Jacob respondió: «No, yo seguiré al paso del rebaño. Tengo una mujer e hijos, y ellos ya no seguirán mi ritmo; yo iré al ritmo de ellos».

Presten atención a esto. En el hogar, somos una cadena de varios eslabones: el marido, la esposa y los hijos. Y esta cadena soporta lo que soporta el eslabón más débil. Por eso, en la vida familiar, caminamos al paso del más frágil. Si tenemos un hijo con problemas, disminuimos el ritmo y atendemos aquella situación.

¡Bendita es la Palabra! ¡Cuánta provisión podemos tomar de ella! Amados hermanos, pidan, busquen y llamen, por el Espíritu. Somos dependientes de él. Si lo tenemos a él, no necesitamos nada más. Dios les bendiga. Amén.