Tal vez nunca la iglesia del Señor necesitó tanto de la Palabra como en la hora presente.

Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial».

– Hechos 26:19.

Vamos a estudiar este asunto de la visión celestial, específicamente en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Este libro nos servirá como un faro. Lo que el Señor desea hablarnos en este tiempo tiene que ver con la experiencia de la iglesia en el libro de los Hechos.

Aquí tenemos una declaración muy importante acerca de la visión celestial. Tenemos que entender algo de una manera muy particular para nosotros. El Señor conoce la realidad de contexto de cada uno. Él sabe cuánto de la visión celestial se ha perdido.

El peligro de perder la visión celestial es una gran preocupación. La consecuencia más trágica de perder la visión celestial es que dejemos de tener un vivir celestial, perdiendo el foco de aquello que es esencial, y empezar a caminar a la deriva.

Cuatro fundamentos

Veamos el libro de Hechos. Que el Señor pueda abrirnos los cielos sobre este libro, porque aquí vamos a encontrar los fundamentos de la visión celestial. Aquí, tenemos ante nosotros una iglesia que vivió la realidad y pudo tocar la plenitud de esta visión celestial. Y creo que el Señor, de alguna manera, usará las verdades de este libro para evaluar nuestra realidad espiritual.

¿Cuánto de la visión permanece aún? ¿O cuánto de la visión se ha perdido? Meditaremos sobre los fundamentos de la visión celestial.

En Hechos capítulo 2 encontramos los cuatro fundamentos de la visión celestial. Aunque sea un texto conocido por todos, nunca tenemos la capacidad de tocar la profundidad de un texto. Siempre hay algo que el Señor desea desvelar para nosotros.

«Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones» (Hech. 2:42). En primer lugar, observen la palabra «perseveraban». Ella es una clave en este versículo. Significa que los hermanos perseveraban en la doctrina de los apóstoles, perseveraban en la comunión, perseveraban en el partimiento del pan y perseveraban en la oración. En cada uno de estos fundamentos, no podemos perder la vista de la palabra «perseveraban».

Esta palabra aparece seis veces en el libro de Hechos. Veamos una de ellas, en Hechos 6:4. «Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra». En el texto original, persistir o perseverar significa «dedicarse fervientemente o asiduamente». Hay también otra palabra original que trae más sentido aquí: «consagración». Es decir: «Nos consagraremos a la oración y al ministerio de la palabra».

Capturen la fuerza de esta palabra, «perseveraban». Al ver estos cuatro fundamentos, podemos entender por qué esta iglesia vivió tal plenitud espiritual. Ellos persistieron, se consagraron, se dedicaron asiduamente.

«Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles». La palabra «doctrina» aparece seis veces, al igual que «perseveraban». Veamos Hechos 18:25. «Este (Apolos) había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan».

Necesitamos revisar con mucho cuidado la palabra de Dios. Cuando una palabra aparece tantas veces en la Biblia, no es mera retórica del conocimiento. Nada de eso. El objetivo es demostrar que, en cada una de las ocurrencias de tal palabra dentro de un libro, existe algún punto que añade el Espíritu Santo, con el propósito de ampliar su sentido, enriquecer su naturaleza y dar un mayor sentido a esta revelación.

Celo por la palabra

Los apóstoles se consagraron al ministerio de la palabra. Entonces, volviendo al versículo 42, sabemos que la palabra «perseveraban» habla de algo muy especial. Los hermanos de la iglesia primitiva tenían un celo extremo por la palabra de Dios. Ellos perseveraban en la doctrina. Ahora, observen: Apolos «enseñaba diligentemente».

Estamos intentando discernir la revelación de una frase muy importante, que construye nuestro entendimiento sobre la visión celestial. Aquí está el primer pilar de la visión celestial: el ministerio de la palabra. ¿Por qué la iglesia primitiva vivió aquel triunfo espiritual? Porque había una consagración a la palabra, un celo por la palabra.

En el libro de los Hechos, notamos cómo la palabra tiene un camino ascendente. En Hechos 6:7, la palabra nos va a mostrar una amplitud: «Y crecía la palabra del Señor». A medida que oímos sobre la palabra, ésta se va expandiendo. Esto es muy importante, porque una de las obras más terribles del enemigo es debilitar, diluir la palabra en medio del pueblo de Dios. «Y crecía la palabra del Señor». ¡La palabra crecía!

Hechos 12:24: «Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba». Primero, ella crecía; y en el segundo punto ascendente, ella crecía y se multiplicaba.

Y en Hechos 19:20: «Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor». Entonces, primero, la palabra crecía; luego, se multiplicaba, y ahora se fortalecía poderosamente.

Después de ver todos estos detalles, necesitamos ir delante del Señor, y reflexionar sobre el sentido real de la palabra de Dios, y cuál es el lugar que ella ocupa en nuestra experiencia cristiana.

Muchas veces hemos tratado la palabra de Dios de una manera académica, o la buscamos solo para obtener conocimiento. Debemos entender que, en estas cosas, el enemigo nos podría distraer, y la palabra de Dios puede convertirse en un mero entretenimiento, buscando conocimiento o simplemente estudiar por estudiar. Debemos comprender que el objetivo central de la Palabra es llevarnos cada día a una experiencia mayor con Cristo.

Cristo en el centro

Cuando estudiamos el libro de Hechos, esta iglesia tuvo una relación gloriosa con la Palabra. Hechos 5:42. «Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo». Aquí vemos la naturaleza y el carácter de la Palabra: Cristo. Esto es maravilloso. Presten atención. Aquí estamos viendo algo sobre el fundamento de la visión celestial, y el Espíritu Santo desea hablarnos de manera poderosa.

¿Cuál es el lugar que la Palabra ocupa en nuestras vidas? Si la visión se está perdiendo, si otras cosas han tomado el lugar de la visión celestial, si alguna cosa ha ocupado el lugar de esta visión gobernante, es porque el enemigo ha robado la centralidad de la Palabra. Tal vez nunca la iglesia del Señor necesitó tanto de la Palabra como en la hora presente. Nuestro Señor Jesús está volviendo, y esta palabra necesita ser recuperada en su esencia, en nuestras vidas. Y de una manera muy especial, en nuestra vida como iglesia, como también en nuestra vida particular.

En los Hechos de los Apóstoles, la palabra es Cristo. Pero no solo en Hechos. Cristo es la Palabra; él es el Verbo, es el hablar de Dios. Aquella iglesia vivió esto. Aquí está el secreto de la visión celestial – Cristo, la palabra viva. Ellos no tenían otro asunto para predicar. Su tema era Cristo. Veamos un ejemplo de esto.

Un mensaje, siete temas

En Hechos capítulo 2, del versículo 22 al 36, Pedro está predicando. Revisando cuidadosamente, vemos al menos siete temas en su mensaje. 1° Cristo, varón aprobado por Dios (v. 22). 2° Cristo, aquel que fue entregado por el consejo eterno de Dios (v. 23). 3° Cristo, aquel que fue resucitado por Dios, sobre el cual la muerte no tuvo dominio (v. 24). 4° Cristo, aquel que está sentado en el trono (v. 30). 5° Cristo, aquel que venció el Hades, el hombre incorruptible (v. 31). 6° Cristo, el hombre exaltado a la diestra de Dios (v. 33). 7° Cristo, aquel que fue crucificado, a quien Dios le hizo Señor (v. 36).

Cristo es el mensaje; Cristo es la doctrina. Esta es la gran verdad sobre la visión celestial en el libro de Hechos.

«Oyó una voz»

¿Cuál es el lugar que la palabra de Dios ha ocupado en nuestra vida corporativa? En el libro de Hechos, entendemos que la base de la visión celestial dada a Pablo no fue algo que él vio, sino algo que él oyó. Cuando decimos que Saulo tuvo una visión celestial, ¿cómo entró en él esta visión? A través de aquello que él oyó.

Hechos 9:3-4. «Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». «Oyó una voz». Esta voz es la que le dio la visión celestial. Oh, cuánto necesitamos el hablar de Dios entre nosotros. Lo que la iglesia necesita hoy es de este hablar, de esta palabra viva.

En el Salmo 23, el salmista dice: «El Señor es mi pastor; nada me faltará», y usa dos figuras para explicar la expresión: «Nada me faltará». La vara y el cayado, dos figuras de la Palabra. La vara es para disciplinar, y el cayado es para conducir. Esto necesita la iglesia. Si queremos pastos delicados, si anhelamos aguas de reposo, necesitamos de la vara y del cayado. Uno tiene que ver con la disciplina, y el otro con la conducción. Esto es maravilloso.

Si anhelamos una mesa delante de nuestros enemigos, necesitamos que Dios prevalezca sobre nosotros con su Palabra. ¡Qué hermosa figura de ella tenemos en el Salmo 23! No obstante, vemos que muchas veces nuestro enemigo usa sus artimañas para sofocar la Palabra, para disminuir su valor, para quitarla de su lugar central. Uno de los objetivos del enemigo es entorpecer nuestros oídos y así distraernos con muchas cosas, aun cosas que podemos decir son correctas, pero que están fuera de lugar. Veamos un ejemplo que nos ayudará a entender esto.

La lección de Betania

Lucas capítulo 10, relata una visita que el Señor hizo a Betania. Aquí aprenderemos algo muy importante sobre la Palabra. Hagamos una lectura en extremo cuidadosa de estos textos.

Lucas 10:38-42. «Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa». Pongan atención a los detalles. Noten la frase: «Marta le recibió en su casa». «Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra». Noten la frase: «Oía su palabra». «Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude».

Jesús llega con todos sus discípulos a casa de Marta y María. La Biblia dice que Marta le recibió en su casa. Para ella, era un enorme placer recibir al Señor. Y ahora, con Jesús acompañado de todos sus discípulos, había muchas cosas que hacer.

Entonces, del punto de vista natural, Marta no está equivocada, sino María. Pero no es así del punto de vista del Señor. ¿Dónde es que Marta está equivocada?

La palabra supera al servicio

El Señor exalta la actitud de María y no la de Marta, porque él pone un principio aquí – oír la palabra está por sobre el servicio. El fundamento es que todo nuestro servicio tiene que estar fundamentado en oír la palabra.

Oír la palabra gobierna todo servicio. Esto significa que podemos hacer muchas obras para el Señor, con el propósito de agradarle a él, y, sin embargo, ser reprobados.

Para el Señor, hay un principio que gobierna todo: No podemos poner el servicio por sobre la Palabra. Debemos ser cuidadosos en esto, y no cambiar los principios espirituales.

Versículo 41. «Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas». La palabra «afanada», en su raíz, da origen a la palabra «estresada». Y la palabra «turbada», o agobiada, significa perturbada mentalmente.

Vean ustedes a una persona emocio-nalmente estresada, perturbada, con serios problemas en su mente, preocupada en hacer la obra de Dios, e imaginen cuál sería el resultado de esto: fatiga, cansancio, estrés, una mente perturbada, un corazón inquieto. Una persona así será una presa fácil para las confusiones de Satanás.

Entonces, aquí tenemos un principio: No podemos poner el servicio por sobre la Palabra.

Versículo 42. «Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada». Cuando el Señor se refiere a «solo una cosa», necesitamos entender esta frase. Recuerden el versículo 39: «María oía su palabra». ¿Cómo traduce esto el Señor? «Solo una cosa».

Oír la palabra: un acto espiritual

Si anhelamos permanecer en la visión celestial, tenemos que reconocer el real valor de oír la palabra de Dios. Conocer la naturaleza y el carácter de esta palabra. Porque, de lo contrario, no tendremos visión sino solo una ilusión espiritual.

Oír la palabra no es solo escuchar. No es una función acústica; es un acto espiritual. ¡Cómo el enemigo ha intentado robar esto de la iglesia hoy! ¡Cómo la Palabra ha perdido su centralidad! ¡Cómo muchas veces nos reunimos sin que la palabra del Señor ocupe su lugar debido entre nosotros!

Necesitamos que el Señor venga de manera extraordinaria y levante más y más vasos con carga por la Palabra. Que el Espíritu Santo constituya en cada asamblea el ministerio de la palabra, y levante los vasos constituidos por él, para que la iglesia tenga, en cada localidad, el ministerio de la palabra.

Conocemos la importancia y el lugar de los obreros. No obstante, las comunidades locales no pueden depender solo de la carga del servicio de los obreros. Es fundamental que, en cada localidad, el Espíritu Santo tenga activo este ministerio. Muchas veces no hemos dado a esto la debida importancia, y estamos dependiendo de que otros nos vengan a ministrar la palabra.

El Espíritu Santo tiene su lugar por medio de los obreros; sin embargo, es importante que en cada localidad esté el ministerio de la palabra, aquellos dones de Dios como vara y como cayado, para disciplinar y para conducir, para que en cada localidad haya pastos delicados y aguas de reposo, y una mesa llena de alimentos.

Ministerio fundamental

Que nosotros podamos entender este primer punto en relación a la visión celestial. El secreto de la iglesia primitiva fue el ministerio de la enseñanza, el ministerio de la palabra; un pueblo que se consagraba a la palabra; un pueblo que perseveraba diligentemente en ella. Debemos prestar atención a estos asuntos tan vitales, porque si no es así, perderemos el rumbo.

En Apocalipsis capítulos 2 y 3, tenemos siete veces la frase: «El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias».

Esto es fundamental para nosotros, porque aquí encontramos las últimas palabras del Señor a su iglesia. El Señor desea que oigamos su palabra, y que esta palabra nos gobierne y nos transforme.

Volviendo a Hechos capítulo 2, el versículo 37 dice que, cuando las personas oyeron aquellos siete énfasis sobre la persona de Cristo, «se compungieron de corazón». Compungir significa perforar.

Necesitamos ser perforados por su Palabra. Que ella entre profundamente en nuestras vidas, formando el carácter de Cristo en nosotros. Necesitamos ir a los pies del Señor, y decirle: «Señor, háblame, transfórmame, restáurame, cúrame».

Solo por la Palabra podrán ocurrir estos milagros en nosotros. De lo contrario, seremos como Marta, teniendo serios problemas espirituales y emocionales, procurando agradar al Señor con nuestras obras, arriesgando el ser reprobados, al no entender que el problema real es que no le hemos dado la debida atención al hablar del Señor.

Una generación privilegiada

¡Cómo el Señor ha visitado a su pueblo en este tiempo! Nosotros vivimos en una generación que ha experimentado los cielos abiertos para la palabra de Dios. Ninguna otra generación ha tenido las herramientas de estudio de la palabra que nosotros tenemos hoy; ninguna ha tenido la cantidad de versiones de la Biblia con que contamos hoy. Sin embargo, somos la generación más pobre, bíblicamente hablando. ¡Qué tragedia! Pero, nuestro bendito Dios y Padre, ha perseverado en hablarnos, ha enviado siempre su palabra.

Terminemos leyendo en el libro del profeta Ezequiel, para poner en consideración un punto vital para aquellos que tienen celo por el estudio de la palabra. Cada vez que estudies un libro de la Biblia, si quieres comprender su profundidad, presta atención especial al primer capítulo. Allí siempre hay una síntesis de la mente de Dios con relación a todo el libro.

Los cielos abiertos

En Ezequiel capítulo 1, veamos algunos puntos esenciales. El profeta Ezequiel profetizó durante el cautiverio en Babilonia, durante veintidós años. Él tenía treinta años cuando recibió esta visión celestial. Veamos los tres primeros versículos.

«Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios. En el quinto año de la deportación del rey Joaquín, a los cinco días del mes, vino palabra de Jehová al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano de Jehová» (Ez. 1:1-3).

Al final del versículo 1, dice que los cielos se abrieron y Ezequiel vio visiones de Dios. Y en el versículo 3, vemos que la palabra vino de la visión. No podemos separar la visión, de la palabra. Esto es muy hermoso. He leído estos textos para poner como un marco a esta palabra.

En la versión portuguesa, dice: «Vino expresamente la palabra del Señor». La palabra «expresamente» habla de una urgencia. Es eso lo que el Espíritu Santo nos quiere decir, y a ello debemos atender: hay una urgencia en relación a la palabra del Señor. Que el Señor nos ayude una vez más, para que podamos atender a este mensaje impartido. Si anhelamos permanecer en la visión, tenemos que dar a la palabra de Cristo su real valor. Si anhelamos que esta visión se amplíe en nuestra experiencia cristiana, debemos ejercitar nuestros oídos en la palabra del Señor.

En Isaías 50:4, el profeta dice que el Señor le dio oídos de erudito, para que él pudiese oír como discípulo. Muy importante. Que el Señor nos conceda oídos de eruditos, para que nosotros podamos oír y discernir el hablar del Señor. Esto es fundamental para permanecer en la visión celestial. Que el Señor les bendiga.

Síntesis de un mensaje oral impartido en
El Trébol (Chile), en enero de 2016.