Aguardando con paciencia Su venida.

La venida del Señor anunciada

A través de profecías agregadas a aquellas ya pronunciadas en el Antiguo Testamento, Jesucristo dio nacimiento a esta esperanza en los corazones de los primeros creyentes. De acuerdo con su profecía, el advenimiento de su segunda venida deberá ser de naturaleza totalmente diferente y para un propósito totalmente distinto del evento de su primera venida.

En la primera, él vino en debilidad y humillación, en la segunda él vendrá en poder real y gloria esplendorosa. En la primera, vino como Salvador, para ser rechazado por los hombres y ser clavado en una cruz erigida para él por hombres inicuos. En la segunda, él vendrá como Soberano para establecer un reino para sí mismo, en el cual todas las naciones y todos los hombres se prostrarán y le servirán.

Marcos 13:26: «Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria».

Mateo 25:31: «Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria».

Mientras los discípulos observaban su ascensión a los cielos, esta promesa fue reiterada por dos varones de vestiduras blancas que se pusieron al lado de ellos. «…los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hech. 1:10:11).

En las palabras: «Este mismo Jesús … así vendrá», es dada una luz maravillosa acerca de la forma en que Cristo volverá a la tierra. Será una venida personal, visible, física. Así, el mismo Señor Jesús infundió en los corazones de sus primeros discípulos la bendita esperanza de su retorno literal a la tierra.

La venida del Señor prevista

Esta promesa de su retorno personal estaba siempre delante de ellos. Aquel pequeño grupo vivía y trabajaba en la confiada certeza y la expectativa impaciente del pronto regreso de su amado Señor.

El día de Pentecostés, solo diez días después de su ascensión, él cumplió la promesa de enviar otro Consolador. ¿Por qué no deberían ellos esperar que su otra promesa fuese cumplida con la misma veracidad y rapidez?

Cuando pasaron quince y finalmente veinte años, y algunos de los que tenían esa esperanza ya habían muerto, los corazones de los demás estaban bastante desasosegados. ¿Qué significaba para aquellos amados el hecho de que esta esperanza bendita aún no estuviese realizada? Para calmar este temor, Pablo escribe a los de Tesalónica aconsejándoles que esperen pacientemente, y confortándolos con una enseñanza más completa sobre esta preciosa verdad.

«Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él … nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero … seremos arrebatados juntamente con ellos … y así estaremos siempre con el Señor» (1ª Tes. 4:14-17).

La firme confianza de su fe y el intenso deseo del amor de ellos, se cristalizó en una fulgurante paciencia de esperanza que dominó sus vidas cotidianas. Un estudio del Nuevo Testamento revela cuán plenamente esta bendita esperanza permeó y poseyó el pensamiento y el testimonio de los apóstoles. En los capítulos finales de los evangelios, por todo el libro de los Hechos y en todas las epístolas, con excepción de tres, el evento de la segunda venida de Cristo es enseñado y es el tema principal del Apocalipsis. Este asunto es mencionado trescientas dieciocho veces; de cada veinticinco versículos, uno le es dedicado. Era la esperanza de Pablo, Pedro, Juan, Jacobo, Judas y del escritor de Hebreos.

1ª Tim. 6:14: «…que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo».

1ª Ped. 1:13: «Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado».

1ª Juan 2:28: «Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados».

Stgo. 5:8: «Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca».

Judas 14: «De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares».

Heb. 10:37: «Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará».

Ruth Paxson, Vida en el Plano Superior.