El primer versículo del evangelio de Mateo nos presenta al Señor Jesucristo como «Hijo de David e hijo de Abraham». Es muy interesante el por qué el Espíritu Santo escoge a estos dos hombres del Antiguo Testamento para, de entrada, asociar con ellos al Cristo.

Como sabemos, el hijo de David, conforme a las promesas de la descendencia, fue Salomón, y el de Abraham, fue Isaac. Pero Salomón e Isaac eran sólo sombras, tipos, que prefiguraban lo verdadero. Es cierto, Salomón fue el rey de la mayor gloria, de la sabiduría y de la riqueza, e Isaac fue el heredero único de su padre. Pero he aquí que Cristo es el verdadero Salomón y el verdadero Isaac.

Precisamente, el evangelio de Mateo nos muestra, entre los capítulos 1 y 25, a Jesús de sangre real, el hijo de David, es decir, al verdadero Salomón desplegando su maravillosa sabiduría. Por eso este evangelio hace énfasis en las enseñanzas de Jesús. En tanto, entre los capítulos 26 y 28 se nos muestra a Jesús como el hijo de Abraham, es decir al verdadero Isaac, que, como cordero, es ofrecido en el altar del sacrificio, la cruz.

Pero hay otro aspecto en que también Jesús es Hijo de David e hijo de Abraham. David y Abraham representan dos pactos, porque Dios hizo pactos con ellos. Dios prometió a David que él levantaría descendencia después de él, a uno de sus hijos, y que afirmaría su reino para siempre: «El me edificará casa, y yo confirmaré su trono eternamente … y su trono será firme para siempre» (1 Cr.17:12, 14). Sin embargo, esta profecía no se cumplió en Salomón (porque murió), sino en Cristo, porque es Rey para siempre.

Por otro lado, cuando Dios prometió a Abraham que «en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra» (Gn. 22:18), no se refería a Isaac, sino a Cristo. («Y a tu simiente, la cual es Cristo» dirá Pablo en Gálatas 3:16). En el Cordero de Dios son bendecidas todas las naciones.

En la sabiduría de Dios, Cristo debía ser presentado así, asociado con estos dos hombres, y además, en este preciso orden, que como sabemos, no es el orden cronológico.