Patéticos testimonios de la iglesia subterránea en China.

La vida de las iglesias en China es un enigma muy poco conocido para los cristianos occidentales. Desde la pérdida de las libertades religiosas a comienzos de los años 50, el panorama ha sido desolador, y, pese a los esfuerzos diplomáticos realizados por países de Occidente, nunca ha mejorado sustancialmente. Aunque el gobierno chino autorizó desde el comienzo la existencia de una iglesia oficial, ésta sigue estrictamente los lineamientos del gobierno, por tanto no satisface las necesidades espirituales de la gente. Eso provocó el surgimiento de una iglesia clandestina muy vigorosa y expansiva, que se reúne regularmente en lugares muy secretos, como casas y bodegas, bajo la permanente amenaza de muerte, confiscación de bienes y destierro. La vida espiritual allí es fresca y nueva; la fe es real; el fruto del Espíritu luce en toda su hermosura; los milagros forman parte de la cotidianeidad. Las iglesias en la China son, tal vez, la mejor expresión de lo que es la iglesia del libro de los Hechos hoy en el mundo. A continuación, ofrecemos algunos testimonios de cómo es, cómo siente y cómo cree la iglesia perseguida en aquel país.

Iglesias dispuestas a aprender

Siempre que llega un predicador a proclamar la Palabra de Dios, se reúnen cristianos de muchos kilómetros a la redonda. Incluso, aunque haya predicado hasta el agotamiento, ellos se sienten poco dispuestos a dejarle descansar, y tratan de que siga dándoles la Palabra de Dios. Ha habido veces en que se apoderan de su equipaje y ejercen presiones sobre él para que se quede varios días más.

En este contexto, es esencial que el predicador se concentre en nuestro Señor Jesucristo, que es el centro de todo. Los cristianos apremian con frecuencia al predicador para que les ayude a conocer mejor al Señor. En las zonas rurales, los oyentes piden que los predicadores repitan varias veces sus puntos más importantes, para que la enseñanza quede bien grabada. Esto, lejos de aburrir a los oyentes, les ayuda a entender la verdad y a estrechar su comunión con el Señor. Y, aunque el nivel educativo de los cristianos es, en general, bajo, los predicadores no pueden ser descuidados, porque ellos tienen discernimiento espiritual, y no estarán satisfechos a menos que se exalte a Jesucristo.

Cierta vez invitaron a un predicador a una población pequeña para tener reuniones durante todo un día. Al amanecer, el edificio estaba lleno con 600 personas, mientras que había muchos más apelotonados en el patio. Estaban dispuestos a soportar el tremendo frío invernal para escuchar el mensaje del Señor. Antes de que llegara el predicador, cantaron himnos con el fin de preparar su corazón para recibir la palabra de Dios.

Al predicador habló tres veces. Los cristianos permanecieron sentados, escuchando, desde la mañana hasta altas horas de la noche. Cuando él terminó, todavía no querían irse y le rogaban, diciéndole: «Nunca hemos escuchado una predicación tan buena como la suya».

Otro predicador itinerante1 dijo que cierta vez se disponía a predicar cuando los presentes le preguntaron ansiosamente sobre qué iba a hablarles. Su tema iba a ser Jesucristo en el libro de Mateo. «Entonces nos va a predicar el libro de Mateo –respondieron–, ¿no es así? Porque todo el libro trata de Jesucristo». Le hicieron cumplir su palabra, y treinta y siete horas más tarde concluyó su exposición versículo por versículo.

Otro predicador cuenta que muchas veces al llegar a una de las reuniones por las casas y ver a varios centenares de hermanos hambrientos de la Palabra, se sentía vacío e impotente. Entonces oraba: «Señor, conozco muy poco de la Biblia. Me siento como una oveja que tiene que amamantar a todos estos corderillos. Mira esta gente. He venido aquí por ti y no hay ninguna otra cosa que pueda satisfacerlos. Me pusiste en este lugar, pero no puedo hacer nada. ¡Ten piedad de ellos, y de mí, Dios mío!». Y cada vez que se ponía en pie y oraba de ese modo, el Señor le daba, en su misericordia, un mensaje para los hermanos.

El valor de una Biblia

La escasez de Biblias es extrema. En 1966, las autoridades chinas realizaron un esfuerzo para quemar todas las Biblias y libros cristianos. Hicieron muy bien su trabajo, pues hay muchas iglesias que no tienen más que una Biblia, o una parte de ella.

En un lugar había una mujer que poseía una Biblia, y la llevaba a las reuniones cuidadosamente envuelta en un lienzo de lino, como el objeto precioso que realmente es. Cuando el predicador leía de las Escrituras, tomaba con mucho cuidado la Biblia de mano de la mujer, la desenvolvía con toda suavidad y leía el texto. Después de terminar, la devolvía a la mujer, quien volvía a cubrirla con el lienzo, como lo hicieron otros, muchos años antes, con el cuerpo físico del Señor.

En algunas asambleas, se les indica a ciertas personas qué pasajes de las Escrituras se necesitarán para la reunión siguiente. Cada una de ellas copia un versículo y lo lleva a la reunión. Cuando el predicador quiere hablar sobre las Escrituras, reúne las copias escritas a mano, las ordena y así tiene el texto que desea. De este modo, si la policía interrumpe la reunión, no se perderá la Biblia.

En una aldea hay unos cinco mil creyentes y cuatro predicadores, pero ni uno solo tiene una sola Biblia completa. Una persona posee un Nuevo Testamento que comienza en Marcos capítulo 13 y llega hasta la epístola de Tito.

Dos creyentes del norte oyeron decir que había Biblias disponibles en la zona meridional del país. Ahorraron el salario de medio año con el fin de poder viajar y comprar una Biblia para que pudieran estudiarla sus hermanos.

Ayunaron y oraron durante el viaje de cuatro días. Cuando por fin llegaron, se encontraron con la trágica noticia de que no quedaba ni una sola Biblia. Los dos hermanos lloraron al recibir la noticia. Al día siguiente, otro hermano que había recibido el encargo de entregar 30 Biblias, escuchó lo que les había sucedido y les dio las 30 Biblias a ellos. Sus lágrimas se transformaron en gozo al recibir el precioso donativo. Los creyentes del lugar les ofrecieron alimento y albergue, pero se negaron a aceptar porque dijeron que habían estado ayunando y orando para obtener las Biblias y ahora iban a seguir haciéndolo para alabar al Señor y darle gracias por haberlas recibido, mientras regresaban a casa.

En cierto lugar, llevaron una Biblia a una reunión, pero los hermanos no podían ni siquiera hablar por la emoción. ¡La habían estado pidiendo tanto tiempo! Las lágrimas caían por las mejillas de todos. Hubo gritos de alabanza y oración. Manejaron la Biblia con un cuidado lleno de amor, dándole gracias a Dios por ella.

A veces los cristianos deben recorrer muchos kilómetros tan sólo para tomar prestada una Biblia por algunos días.

La obtención de una Biblia puede cambiar la vida de un cristiano en China. Este es el testimonio de un cristiano «afortunado» por tener una: «Tengo más fortaleza desde que recibí esta Biblia. Ninguna persona se verá engañada de ahora en adelante, porque ya tenemos el camino correcto que seguir. Muchos hermanos se han vuelto del error a la verdad. Cuando recibí esta Biblia, muchos hermanos querían tener también la suya. Les dije que sólo tenía una».

«No soy el único al que ha ayudado mucho esta Biblia; cuando menos otros 5.000 obtuvieron también beneficios de ella. Durante la época anterior a esta Biblia, no tenía nada que hacer en casa después del trabajo. Ahora, la comienzo a leer apenas llego. Mi vida espiritual crece día tras día y el Señor me bendice».

«Desde que obtuve esta Biblia, varias decenas de millares de creyentes esperan poder tener un ejemplar algún día, de modo que puedan leerla en todo momento, sin tener que esperar a pedirla prestada. Ellos no pueden leer la Biblia cuando quieren. Todos dicen que, si tuvieran una Biblia, la leerían ya sea por la noche o en la madrugada, porque contiene el pan de vida. En estos momentos hay decenas de millares de cristianos sólo en nuestra provincia, que están orando con lágrimas por esto. ¡Que el Señor los fortalezca y los sostenga!».

Extractos de «La Iglesia en China», de Carl Lawrence