Una revisión de los postulados básicos de la Ecología y la Zoología a la luz de las Escrituras.

Equilibrio o desequilibrio natural

Uno de los aspectos que salta a la vista al observar una comunidad compuesta por distintas especies de animales en su ambiente natural, como la sabana africana por ejemplo, es el que para que unos se mantengan vivos otros deben morir. Esto es así porque los que son comidos (depredados) forman parte del alimento de aquellos que los consumen (depredadores). La ciencia de la Ecología explica este proceso como la necesidad de una lucha constante para vivir, en la que sólo los ganadores lo consiguen. La muerte de uno posibilita la vida de otro, y eso, de acuerdo a la ciencia, sería natural y positivo porque mantendría los equilibrios necesarios en las comunidades de animales.

Según uno de los más célebres ecólogos acuáticos contemporáneos, Ramón Margalef, «casi todo lo que hoy pasa por teoría ecológica se centra en el estudio de relaciones ideales entre pares de especies, de acuerdo a un modelo fundamental de depredador presa» (Margalef 1993). Sería, entonces, la depredación un agente natural y clave en la estructuración de las comunidades biológicas. Existen muchos ejemplos que permiten entender la regulación de especies depredadoras (zorros, por ejemplo) sobre especies presa (conejos, por ejemplo), en donde al desaparecer las primeras, las segundas tienen un crecimiento explosivo, complicando la existencia de otras especies (al consumir los conejos en exceso los vegetales disponibles).

El equilibrio de una comunidad, normalmente integrada por muchas especies, pude verse fuertemente alterado al desaparecer un depredador tope, el cual puede ser una especie clave para la estructuración de la comunidad.

¿Pero ha sido esto siempre así? Hemos de señalar que el relato bíblico de Génesis sugiere que no siempre fue así, y por tanto la ecología y la zoología serían ciencias que estarían actuando sobre un sustrato que no fue el originalmente diseñado, en tanto éstas utilizan la alimentación como principios fundamentales para estudiar las relaciones tróficas entre los animales (ecología) y la morfología dentaria y del sistema digestivo entre otros caracteres para clasificarlas (zoología).

Génesis 1:29-30 afirma que el mundo original habría sido creado vegetariano, en donde los animales no se comían unos a otros y el equilibrio natural de las comunidades y poblaciones de verte-brados se mantenía mediante procesos distintos al de la depredación, y que aún hoy podemos observar en ciertas especies. Por ejemplo, se sabe que los animales grandes como elefantes, rinocerontes, jirafas, generalmente no son depreda-dores y carecen de enemigos importantes, debido en parte a su tamaño. En estas especies, las poblaciones se regulan a sí mismas, no las regula la depredación. Este mismo modelo puede entonces ser ampliable a las demás especies de verte-brados en el modelo inicial.

Otro proceso ecológico conocido como mutualismo muestra que es posible la coexistencia en paz entre depre-dadores y presas, aunque éste sea en la actualidad por escasos momentos, constituyendo sólo un respiro en la cruenta lucha por vivir. Algunos peces depreda-dores de gran tamaño, en determinadas condiciones, permiten a pequeños individuos de diferentes especies (peces o crustáceos) que se les introduzcan en la boca para limpiarles los parásitos o restos de comida, sin hacerles ningún daño durante su trabajo. Estos pequeños organismos podrían perfectamente en otro momento ser las presas de aquellos que ahora abren sus fauces para recibir ayuda en la limpieza de su boca.

Algunos comentaristas bíblicos antiguos se preguntaban «de dónde procede la crueldad de los animales», señalando en respuesta que no habría existido discordia entre las criaturas de Dios si ellas hubieran permanecido en su condición original y, por tanto, ningún animal se habría viciado a depredar sobre sangre, sino que los frutos y vegetales de la tierra hubieran sido suficientes para todos, según la planificación original de Dios.

Pautas alimentarias

Si analizamos en detalle los primeros capítulos del libro de Génesis, claramente observamos que es Dios quien establece la forma en que se han de alimentar tanto el hombre como los animales que han sido creados. En la primera pauta alimentaria que Dios entrega al inicio de la creación se aprecia que ésta estaba diseñada para que el ser humano y los animales vertebrados, terrestres y aéreos, vivieran en forma estricta una dieta de tipo vegetariana. Al hombre le dice: «…Os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, así como de todo árbol en que hay fruto y da semilla..»; y para los animales terrestres y aéreos agrega: «Pero a toda bestia de la tierra, a todas las aves de los cielos y a todo lo que tiene vida y se arrastra (o se mueve) sobre la tierra, les doy toda planta verde para comer» (Génesis 1: 29-30). Es importante detenerse en las sentencias absolutas que emplea Dios utilizando vez tras vez el adjetivo todo, toda, en este primer ordenamiento de alimentación, tanto para los alimentos vegetales como para las especies que debían comerlos.

Luego de definir este primer plan de alimentación, y mirar todo lo que había realizado, Dios expresa una gran satisfacción señalando que todo lo que había hecho era bueno en gran manera, no teniendo cabida en la satisfacción divina el que unos animales fuesen alimento de otros (Génesis 1:31).

Pero este esquema de alimentación experimenta un cambio brusco luego del diluvio, en donde por primera vez se registra en la Biblia el hecho de comer carne, además de alimentos vegetales; «Todo lo que se mueve y vive os servirá de alimento, lo mismo que las legumbres y las plantas verdes…» (Gn. 9:3). Producto del nuevo pacto de Dios con el hombre, se suscita una alteración en los patrones de alimentación tanto humana como animal.

Llama la atención que a diferencia del primer plan de alimentación, Dios no agrega que esta modificación era buena, dando a entender que la introducción de alimento animal en la dieta es una modificación forzada y por tanto sus consecuencias (muy amplias), no pueden ser atribuidas a su ideal de alimentación para el ser humano como tampoco para muchas otras especies.

Consecuencias biológicas del cambio alimentario

Este cambio, que en principio pareciera afectar sólo al tipo de alimentación, llevaría aparejado una serie de modificaciones que afectarán a la ecología de los vertebrados terrestres y aéreos, teniendo a la depredación como agente estructu-rador de comunidades biológicas (como se vio más arriba), a su fisiología (por ejemplo, un sistema digestivo de un herbívoro funciona distinto al de un carnívoro), a la etología o comportamiento animal, como se señala explícitamente; «Infundiréis temor y miedo a todo animal sobre la tierra, a toda ave de los cielos, a todo lo que se mueva sobre la tierra y a todos los peces del mar» (Gn. 9:2). Antes de ello los animales no habrían huido del hombre de acuerdo al relato bíblico, el cual muestra a Noé introduciendo en el arca a un gran número de especies sin mayor dificultad aparente. Ahora cunde el miedo y la desconfianza propia en la mayoría de las especies que se saben potencialmente presas, y, por tanto, huyen evitando ser atacadas.

Fuertes cambios habrían ocurrido también en la morfología de las especies que habrían de ser depredadoras. Si bien la Biblia no entrega detalles acerca del cambio de plan alimentario desde herbívoro en la primera pauta a carnívoro y herbívoro en la segunda, una posibilidad pudo haber sido un rediseño en la morfología y la fisiología de algunas especies de animales vertebrados terrestres, así como también en el ser humano. Para quien pueda resultarle poco verosímil un cambio morfológico sobre algún grupo de animales producto de la acción divina, existe un formidable ejemplo de rediseño en un grupo de reptiles terrestres como lo son las serpientes, producto de la maldición divina en el jardín del Edén.

Este es un interesante tema que requiere un análisis mayor, pero brevemente señalaremos que el fuerte cambio, principalmente esquelético, sufrido por las serpientes (de caminar a arrastrarse), ha sido corroborado por el hallazgo de un par de esqueletos fósiles bastante completos (Pachyrhachis), los cuales exhiben una estructura ósea muy similar a las actuales serpientes, pero la diferencia es que presentan una cintura pélvica y escapular, de la cual surgen pequeñas extremidades (Caldwell 1997). Estos esqueletos de serpientes con patas encontrados en una significativa área geográfica (Israel), bien podrían deberse a especies pre-adánicas o por lo menos de antes de la maldición, cuando caminaban de manera similar a lagartos, pero el rediseño divino las modificó de modo que se arrastrasen en la tierra.

Si hubo variaciones morfológicas después del diluvio, que permitiesen un ajuste al cambio alimentario, seguramente tuvo que ver con algunos aspectos tales como órganos de los sentidos más agudos para depredadores como felinos y aves rapaces, algunas eventuales modificaciones en el aparato mandibular, con alteración de estructuras dentarias, especialmente en mamíferos, y cambios en el sistema digestivo, entre otros.

Una visión distinta tienen algunos científicos evangélicos, los cuales señalan que la principal dificultad para aceptar la tesis de cambio morfológico y fisiológico después del diluvio, es que el registro fósil presentaría contundentes pruebas de animales vegetarianos y carnívoros antes de la aparición humana sobre la tierra (Randy 1996), y no sólo después del diluvio. Por tanto, para Dios sería aceptable la depredación (Basil G. 1997). Señalan que el impacto de la caída habría afectado sólo a la biología del ser humano y de las serpientes. Sin embargo, al considerar Romanos (8:20-22), toda la creación y no sólo el hombre y la serpiente sufrieron las consecuencias de la desobediencia, primero, y de la multiplicación del pecado, en segundo lugar, que derivó en el diluvio. «La creación fue sujetada a vanidad (vanidad entendida no como vanagloria sino como vana, vacía, sin sentido)…, la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción… toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto».

Por tanto, al ser la naturaleza entera que cayó en desgracia, todas las especies estarían involucradas, y es sólo en este contexto (creación caída y vana) en el que se debiera entender que un animal muera a mordiscones por otro, para que este último viva, y no el del plan original de alimentación, donde el Señor exclama con satisfacción: «Y vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera». Es también en este contexto de naturaleza vana que debieran también circunscribirse varios pasajes de Job (38:39-41; 39:27-30; 41:25-34), en donde se ve la provisión del Señor para con sus criaturas, ahora carnívoras.

Actualmente, la dentición es uno de los caracteres claves para diferenciar a los mamíferos y ubicarlos taxonómicamente en algunos órdenes, entre ellos el Orden Carnívora, en donde los incisivos y caninos, (estos últimos más desarrollados), son claves para cortar y rasgar en estos mamíferos depredadores. No obstante esta probable modificación post diluviana, este tipo de dientes (incisivos y caninos), se presentan también en distintas formas en el reino animal, por lo que habrían formado parte de la dentición original. Los incisivos son utilizados exitosamente para roer en castores; se observan también en elefantes como colmillos, y el tercer incisivo lateral de algunos omnívoros, como los osos, parecen pequeños caninos en forma de puñales. Los caninos en herbívoros pueden estar presentes (caballos) o ausentes (vacas) y no se encuentran en roedores. En herbívoros son generalmente reducidos o están ausentes (los artiodáctilos rumiantes tienen sólo en la mandíbula inferior). Los machos de algunas especies usan los caninos como armas en disputas sociales o en combates (jabalíes y mandriles).

¿Dieta carnívora o herbívora?

La ciencia de la Zoología enseña que la alimentación de los mamíferos puede ser herbívora, frugívora insectívora, carnívora, u omnívora, en donde esta última combina varios modos de alimentación (Tellería 1991). Para ello los mamíferos mastican con sus dientes, es decir, reducen su alimento a pequeños fragmentos, al contrario de reptiles y aves que escasamente dividen su alimento y más bien lo tragan entero.

Si los animales que hoy se consideran carnívoros habrían sido originalmente herbívoros, ¿que evidencias podríamos esgrimir para respaldar esta afirmación? Es sabido de casos de animales carnívoros que sobreviven perfectamente bien por años con una dieta en base a alimentos distintos a la carne. Lo propio ocurre también con algunas personas. Un aspecto interesante a considerar es que depredadores muy activos y violentos como el oso pardo y los zorros son pacíficos vegetarianos en épocas en que no hay disponibilidad de presas.

Existe un extraordinario caso de una leona africana no carnívora, caso muy bien documentado y descrito en varias publicaciones, desde que fuese divulgado por primera vez en un libro por el propio dueño de esta inusual mascota (Westbeau 1986). Esta leona pasó toda su vida (9 años) en un rancho rural americano sin probar nunca un gramo de carne. Ya en su etapa de cachorro, sus dueños muy preocupados por lo que la ciencia enseña respecto a la necesidad de ingerir proteína animal por estos animales y a la negativa de la pequeña Tyke (nombre de la leona) de no comer carne a pesar de ofrecérsele jugosos bifes, sus dueños intentaron por todos los medios de revertir el problema. Ofrecieron una recompensa en dinero a quien pudiera crear una dieta que igualase a la carne y fuese del gusto de leones; se contactaron con prestigiosos veterinarios como el Director del zoológico de Nueva York, quien sugirió que le colocasen algunas gotas de sangre en la leche para incentivar a la leona, pero ésta al olerlo ya no quería beberla. No obstante, la pequeña Tike creció en forma saludable consumiendo cereales cocidos, y huevos crudos revueltos en leche entera, dos a tres veces por día, siendo encontrada absolutamente saludable por connotados médicos veterinarios que la visitaban.

Aunque los felinos hoy día realmente necesitasen carne para vivir, el relato de Génesis no quedaría anulado, por cuanto miles de especies de vegetales que se han extinguido, pudieron en el comienzo de la creación aportar las proteínas y vitaminas necesarias para cumplir con el diseño original de alimentación.

Otro ejemplo extremo de depredador tope y carroñero, en el que su dieta es principalmente herbívora, es el buitre palmero (Catchpoole 2001). Este buitre africano (del centro y sur) se alimenta casi exclusivamente de la cáscara carnosa exterior de la fruta de la palmera de aceite, desterrando en parte la fuerte imagen depredadora que se tiene de este animal.

Estos ejemplos y muchos otros, tanto en el mundo salvaje como en el doméstico, permiten inferir que distintas especies de animales, considerados como carnívoras, pueden suplir (o en ocasiones, reemplazar) su dieta de carne con dieta vegetariana y alimento animal indirecto como huevos y leche. Estas evidencias no permiten desechar como utópico el primer plan de alimentación diseñado por Dios.

Fundamento biológico químico

Se ha dicho que para los mamíferos carnívoros la dieta vegetariana sería deficitaria de ciertos aminoácidos (las unidades básicas de las proteínas), que sólo se encontraría en la carne animal, no siendo capaz su cuerpo de fabricarlos. Por el contrario, se sabe que las plantas pueden sintetizar todos los aminoácidos para construir proteínas. Por ejemplo, de los 20 aminoácidos requeridos por el ser humano para sintetizar proteínas, sólo sintetiza (fabrica) 11 aminoácidos, los otros 9 (llamados ami-noácidos esenciales) han de ser ingeridos en la dieta puesto que no son fabricados por las células humanas.

De estos 9 aminoácidos esenciales 7 están presentes en las leguminosas y 2 en el maíz y otros cereales (Campbell 2001). Estos aminoácidos también pueden adquirirse a través de la ingesta de carne, huevos y leche, pero, teniendo en cuenta que nuestras células sólo asimilan aminoácidos y no proteínas completas, el organismo no puede distinguir si estos aminoácidos provienen de proteínas de origen animal o vegetal, por lo que la estricta necesidad de comer carne no sería tal. Una situación similar ocurre con los animales carnívoros.

Si bien hoy día para la mayoría de las personas resulta difícil entender la dieta alimentaria sin carne, la ingesta de proteínas animales sería más negativa que la de vegetal, cereales y legumbres. Esto estaría dado en parte porque la proteína animal suele ir acompañada de grasas en su mayor parte saturadas, las cuales, como ha sido demostrado por múltiples estudios, aumentan considerablemente las probabilidades de desarrollar enfermedades cardiovasculares, acortando con ello la vida. Además, porque junto con la carne se ingieren también todos los desechos del metabolismo celular presentes en esos tejidos (amoniaco, ácido úrico, etc.), que el animal no alcanzó a eliminar. Estas moléculas que corresponden a desechos nitrogenados derivados del metabolismo proteico, actúan como tóxicos en nuestro organismo. Al contrario, la ventaja que ofrecen los alimentos vegetales es que no presentan desechos nitrogenados.

¿Cómo se pudo salvar esta situación en el primer plan alimenticio establecido por Dios? Consumiendo proteínas animales pero de manera indirecta, por medio de la ingesta de subproductos animales como son los huevos, la leche y sus derivados.

Un problema adicional al de los aminoácidos esenciales en las dietas vegetarianas en occidente suele estar en el déficit de algunas vitaminas, como la B12, ausente en vegetales, y cuya fuente principal es la carne los huevos y producto lácteos. Sin embargo, combinando adecuadamente las proteínas vegetales (legumbres con cereales o lácteos con cereales) se puede obtener una dieta completamente equilibrada. Si se hace adecuadamente esta combinación, la calidad biológica y aporte proteico resultante es mayor que el de la mayoría de los productos de origen animal. La Biblia nos entrega un excelente ejemplo de ello.

Daniel junto a otros tres jóvenes israelitas capturados en Babilonia rehusaron comer la comida del rey Nabuco-donosor, y sólo pidieron legumbres como comida principal (Daniel 1:8 -16). Aunque al parecer, por lo que revela Proverbios (15:17), los hebreos unos 300 años antes habrían preferido la carne ante las legumbres. No obstante, el relato bíblico señala que a los pocos días el rostro de los cuatro jóvenes hebreos se veía «mejor y más robusto» que aquellos que utilizaron una dieta distinta.

Hoy, gracias a la bioquímica, podemos saber que los porotos, garbanzos, lentejas o habas son alimentos muy completos, pues tienen prácticamente la mayoría de los nutrientes requeridos por un animal vertebrado. Incluso sin mayor análisis, sólo por simple deducción, es posible entender que si una sola de las semillas que comprenden un plato de legumbres, tiene el potencial biológico para desarrollar una vigorosa planta, es fácil entender todo lo bien que le hará a una persona que ingiera cientos de ellas en un almuerzo. Las proteínas que contienen las legumbres son de excelente calidad, similares a las aportadas por la carne animal. Son, además, una buena fuente de sales minerales (Ca, Zn, K, P Cu, Mo y Fe) y contienen muchas vitaminas importantes (B1, B2, Niacina, Ácido fólico, Biotina, Colina). Lo que les falta a las legumbres para ser el alimento perfecto son dos aminoácidos (Triptófano y Metionina, presentes en el maíz y cereales), y la vitamina B12, que no se encuentra en ningún alimento vegetal, pero sí está presente en una importante proporción en aquellos alimentos producidos por animales como son la leche y los huevos.

Si además de las legumbres, estos jóvenes hebreos cautivos consumían en las comidas secundarias (desayuno o equivalente) pan y leche o huevo, la alimentación estaría completa.

Reinado Mesiánico en perfecto equilibrio

En el reinado justo del Mesías, el Señor ha prometido restaurar su creación con nuevos principios que gobiernen las comunidades biológicas, en una naturaleza que habrá sido liberada de la esclavitud a la que fue sometida a causa del pecado: «En aquél tiempo haré a favor de ellos un pacto con las bestias del campo, con las aves del cielo y las serpientes de la tierra. Quitaré de la tierra el arco, la espada y la guerra y te haré dormir segura» (Oseas 2:18), en donde la violencia de la depredación ya no tendría cabida; «Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro, el león y la bestia doméstica andarán juntos… y el león como el buey, comerá paja… No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte, porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mar» (Isaías 11:6-9).

Bibliografía:

Basil G. 1997. Soteriology: Adam and the fall. Perspectives on Science and Christian Faith. Vol. 49, Nº 4.
Caldwell, M. and M. Lee, 1997. A snake with legs from the marine Cretaceous of the Middle East. Nature 386: 705-709.
Campbell N., L. Mitchell and J. Reece. 2001. Biología: Conceptos y relaciones, tercera edición. Prentice Hall.
Catchpoole D. 2001. The ‘bird of prey’ that’s not. Creation Vol. 23(1).
Isaac R. 1996. Chronology of the fall. Perspectives on Science and Christian Faith. Vol. 48, Nº 1.
Margalef R. 1993. Teoría de los sistemas ecológicos. Publicacions Universitat de Barcelona, España.
Tellería J. L. 1991. Zoología evolutiva de los vertebrados. Editorial SÍNTESIS, España. 168 pp.
Westbeau, G. 1986. Little Tyke: the story of a gentle vegetarian lioness, Theosophical Publishing House, IL, USA.