¿Hemos de aceptar todo sufrimiento como de parte de Dios, e inclinarnos bajo sus efectos? ¿O hay dolores que pueden tener otra fuente, y estar destinados a nuestro suplicio y destrucción? Necesitamos conocer las estrategias que Satanás utiliza para herir a los hijos de Dios, y resistirlas.

Necesidad de conocimiento espiritual

En el mundo físico, como en el mundo espiritual, existen leyes que lo rigen. Estas leyes han sido establecidas por Dios. Así como el fuego quema, el hielo congela, y como un objeto lanzado al aire cae por la atracción de la fuerza de gravedad, así también en el mundo espiritual hay leyes que rigen la acción de los seres espirituales.

Así como un hijo de Dios se quemará inevitablemente si burla la ley del fuego y juega con brasas, así también puede ser herido por espíritus malignos si es que se les da lugar para ello, llenando los requisitos bajo los cuales actúan.

Por eso, es preciso que los cristianos conozcan las maquinaciones del diablo (2ª Corintios 2:11). No basta que un cristiano sea sincero para escapar de ellas: debe conocerlas, para no darles lugar. Es necesario que el cristiano sepa cómo opera y cuáles son los requisitos que el diablo espera que los cristianos cumplan para poder atacarlos.

Oseas 4:6 dice: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento.” Pablo les decía a los corintios: “No quiero, hermanos que ignoréis …” (1ª Cor.12:1). El pueblo de Dios puede ser grandemente afectado, y pasar por profundas aflicciones innecesariamente, si no sabe discernir qué sufrimiento procede de la bondadosa mano de Dios, y cuál de la malévola acción de Satanás.

Efesios 4:27 dice: “Ni deis lugar al diablo”. (Otras versiones traducen, en vez de “lugar”, “ocasión) (B. Jerusalén); “entrada” (Nácar-Colunga) “oportunidad” (Versión Popular de Estudio, 1990); también puede traducirse como “terreno”. Todo lo que proporcione la oportunidad a los espíritus malignos de asentar un pie, ellos lo van a aprovechar.

Descubriendo las maquinaciones de Satanás

En la mente

De acuerdo a 2ª Corintios 10:4-5 podemos afirmar que Satanás establece fortalezas a nivel de la mente, las cuales es preciso derribar con armas espirituales. Estas fortalezas son los argumentos. Los argumentos son “imaginaciones” o “pensamientos”.

Muchas veces Satanás asedia al cristiano con imaginaciones que el cristiano piensa que son suyas propias. Son pensamientos absurdos, sin motivo alguno, y que si no se descubre cuál es su verdadera procedencia pueden sembrar dudas, temores o conflictos con otras personas, y provocar incontables sufrimientos. Muchas veces, al ver a un hermano pensamos que él tiene algo contra nosotros, y se levanta una barrera en nuestro corazón, cuando en verdad no hay nada. Siempre los pensamientos que pone Satanás son mentirosos, porque él es padre de mentira (Juan 8:44). Si descubrimos que son pensamientos alentados por él y los resistimos, ellos se irán.

Satanás también muchas veces trae a la mente la idea de la muerte. Toda noción de muerte como escape de cualquier situación es idea de Satanás. Toda noción de suicidio, o deseo de morirse prematuramente son tentaciones de Satanás. Inclusive el temor del peligro cuando uno está viajando, es un ataque de Satanás. Debemos rechazar también tales pensamientos.

¿Cómo rechazar estos pensamientos? Muy fácil. Dios nos dio nuestra mente, y sólo nosotros tenemos derecho de usarla.

Satanás no tiene potestad sobre nuestra mente, así que no debemos permitirle que piense él por nosotros. Cuando descubrimos que un pensamiento no es nuestro, sino suyo, vencemos.

Por otro lado, necesitamos ejercitar nuestra mente. Una mente perezosa o inactiva, es presa fácil de los engaños del diablo. Filipenses 4:8 nos alienta a estar atentos, vigilantes; a pensar en lo verdadero, lo honesto, lo justo, lo puro, lo amable, etc. Si ponemos permanentemente nuestra mente en estas cosas, Satanás no podrá sembrar en ella sus pensamientos fácilmente; y tendremos paz.

En el cuerpo

Muchas enfermedades se producen cuando se descuidan las leyes naturales. Si comemos exageradamente, y a deshoras, lo más probable es que tengamos problemas estomacales. No obstante, la Biblia también nos enseña que muchas enfermedades físicas son el resultado del ataque de Satanás (Lucas 4:39; Marcos 9:25). Es importante notar que el Señor no sanó algunas enfermedades, sino que las reprendió, lo cual indica claramente la existencia de entes con personalidad que las provocaban.

Nosotros tenemos que pedirle al Señor que reprenda la enfermedad, y ésta se irá. Podemos conocer este tipo de enfermedad porque viene de repente, y se va de la misma manera.

Por supuesto, Satanás no desea que se descubra que él ha causado cierta enfermedad. Él se esconde detrás de síntomas conocidos, y nos hace creer que toda enfermedad es el resultado de causas naturales. Si le permitimos esconderse detrás de síntomas que consideramos naturales, la enfermedad no se irá, y nos afligirá sobremanera.

Cuando un cristiano se enferma, debe determinar primero la causa de su enfermedad, si existe alguna causa natural válida para tenerla. Si no hay una razón justificable, lo más probable es que sea un ataque de Satanás, y debe ser rechazado.

En la conciencia

Apocalipsis 12:10 dice que Satanás nos acusa delante de Dios día y noche. Estas acusaciones del diablo también se realizan en la esfera de nuestra conciencia. Tan pronto una persona es salva, su conciencia es avivada y empieza a reconocer el pecado, por obra del Espíritu Santo. Satanás sabe esto, e imita la obra del Espíritu Santo generando acusaciones en su conciencia. Este tipo de ataques causa muchos sufrimientos en los hijos de Dios y les impide servir a Dios con limpia conciencia. Como no saben diferenciar entre la desaprobación del Espíritu Santo y la acusación de Satanás, vacilan antes de resistir, lo cual le concede a Satanás más ocasión para acusarles.

¿Cuál es la diferencia entre la acusación de Satanás y la reprensión del Espíritu Santo?

Primero, toda desaprobación que el Espíritu Santo pone en nosotros, comienza con una leve percepción, que se va intensificando y nos muestra nuestros errores. En cambio, la acusación de Satanás es una sensación interior continua y agobiante (un constante e invariable remordimiento). Segundo, la amonestación del Espíritu Santo nos conduce al Señor, mientras que la acusación de Satanás hace que nos centremos en nosotros mismos y nos desanimemos. Tercero, si el Espíritu Santo nos corrige, confesamos el pecado al Señor, lo cual nos traerá paz, y a veces gozo. Pero la acusación de Satanás no trae ni gozo ni paz, ni siquiera después de la confesión. Cuarto, la desaprobación del Espíritu Santo nos trae a la memoria la sangre del Señor; pero la acusación de Satanás siempre trae consigo el pensamiento que la sangre no nos servirá, que el Señor no nos perdonará. Quinto, la corrección el Espíritu Santo lo levanta a uno y lo hace avanzar más rápidamente, con más fe en Dios. La acusación de Satanás, en cambio, debilita la conciencia, que queda herida ante Dios, y hace que perdamos la fe en el Señor.

¿Cómo vencer las acusaciones de Satanás? (Ap.12:11)

Primero, vencemos por la sangre del Cordero. Para vencer a Satanás, debemos proclamar ante él que fuimos perdonados por la sangre del Cordero (1 Jn.1:7). La sangre del Cordero es la base tanto de nuestro perdón ante Dios como de nuestra aceptación en Él; ella satisfizo todo lo que Dios exigía y venció todas las acusaciones de Satanás.

Segundo, vencemos por la palabra de nuestro testimonio, la cual declara los hechos espirituales y la victoria del Señor. Debemos ejercer nuestra fe y declarar que Jesús es el Señor, y que Él ganó la victoria; debemos expresar la palabra de nuestro testimonio y hacer que Satanás oiga esta palabra.

Tercero, debemos menospreciar la vida de nuestra alma hasta la muerte. No importa lo que Satanás haga, debemos seguir confiando en la sangre del Cordero y declarar su victoria. Si perseveramos en esa actitud, la acusación de Satanás cesará, y él no nos podrá vencer. Por el contrario, ¡nosotros lo venceremos a él!

En las circunstancias 

Todas las circunstancias son dispuestas por Dios. Sin embargo, muchas de las cosas que nos rodean, aunque son permitidas por Dios, son parte de la obra directa y activa de Satanás. Así sucedió en el caso de Job; en el de Pedro (Lc.22:31); así sucedió con el aguijón de Pablo (2 Cor.12:7). Vemos un ejemplo aún más claro en Mateo 8, cuando el Señor les dijo a los discípulos que fueran al otro lado del mar, pues sabía que allí tenía que echar fuera poderosos demonios. El Señor reprendió a los vientos y al mar embravecidos, porque el diablo estaba actuando detrás de ellos.

En conclusión, Satanás no sólo ataca nuestro cuerpo, nuestra conciencia y nuestra mente, sino que también se vale de las circunstancias para atacarnos.

¿Cómo debemos reaccionar ante esto? Primero, debemos humillarnos bajo la mano poderosa de Dios. (Stgo. 4 y 1ª Pedro 5:6).

Segundo, debemos resistir al diablo. Una vez que resistamos los ataques, éstos quedarán atrás. Tercero, debemos rechazar toda forma de temor. Satanás no puede trabajar donde no tiene terreno. Cuando Satanás trata de hacernos pasar por sufrimientos, lo primero que hace es llenarnos de temor. Una vez que uno acepta el temor, Satanás se infiltra; si rechazamos el temor, el diablo no podrá entrar. Todo temor es un ataque de Satanás. Aquello que uno teme, eso mismo le vendrá (Job 3:25). Una vez que la persona es librada del temor, está fuera del alcance de Satanás. ¿Por qué no debemos temer? Porque mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo (1ª Jn.4:4).

Concédanos el Señor la gracia para discernir, a la luz de la Palabra, aquello que viene de Él y lo que viene de Satanás. Resistiendo las maquinaciones y toda obra del maligno, nos veremos libres de muchos dolores que, tal vez, en nuestra ceguera, atribuíamos a la mano de Dios.

Hemos de inclinarnos bajo la poderosa mano de Dios y aceptar los dolores que, en su bondad, Él permite para nuestro bien, pero también debemos resistir firmemente las maniobras de Satanás, quien, como león rugiente anda alrededor buscando a quien devorar (1ª Pedro 5:8).