He aquí un llamado a vivir piadosamente, y una palabra profética a causa de un peligro que acecha.

No sé cuántos de ustedes han tenido la experiencia de volar en avión. Algunos dicen que es muy grato, en cambio, otros han estado temblando desde antes de embarcarse. El Señor trajo a nuestro corazón lo que es un vuelo en avión, con su despegue, con su ascenso, con su desplazamiento tan rápido por encima de las nubes, y también con su aterrizaje, como una alegoría de lo que es la vida cristiana.

Nosotros fuimos tomados por el Señor y con él remontamos las alturas. Con el Señor alcanzamos la gloria de contemplar el cielo sin nubes, mirar la tierra desde arriba y ver las cosas del mundo en su pequeñez. Vimos –lo mismo que desde un avión– los grandes edificios como cajas de fósforos, los grandes camiones como si fuesen de juguete, el inmenso mar como si fuese un charco que levemente se mueve. El Señor nos llevó muy alto y nos mostró su gloria.

Pero tal como en un vuelo de avión, la vida cristiana también tiene un descenso. La vida cristiana no es sólo volar en las alturas, no es sólo contemplar la hermosura de Dios y tener revelaciones en el “tercer cielo”. En algún momento la vida cristiana tiene un aterrizaje. Entonces, normalmente hay algún cimbrón, alguna dificultad.

¿De qué manera los cristianos, después de volar por las alturas con Dios, aterrizamos en esta tierra hostil, en este ambiente que es enemigo de Dios? Hay muchas formas de aterrizar, y también hay casos en que algunos cristianos no han sabido aterrizar. ¿Cómo los cristianos traemos a la tierra, a la práctica, a la vida cotidiana, esas tremendas verdades y realidades espirituales que nos han sido reveladas? Hay muchos a quienes nos cuesta aterrizar. ¡Nos sentimos tan a gusto en los lugares celestiales! Sin embargo, es preciso aterrizar.

Cuando miramos las epístolas de Pablo, nos encontramos que todas ellas tienen un alto vuelo, pero también que todas ellas aterrizan. Efesios, por ejemplo, tiene seis capítulos, tres son de alto vuelo, y tres son de un avión que se posa en tierra, y que encuentra en la tierra un lugar donde expresar la gloria de las alturas.

Tito y Timoteo

En estos días, el Señor nos ha estado hablando acerca de esto: de cómo aterrizamos los cristianos. Y han venido a nuestro corazón dos epístolas (y aun tres) de Pablo: las dos epístolas a Timoteo y la epístola a Tito. Las cartas a Timoteo, lo mismo que la dirigida a Tito, son cartas personales de Pablo a dos de sus colaboradores más cercanos. Extrañamente, estas cartas contienen más elementos propios del aterrizaje que del alto vuelo.

1ª Timoteo y Tito son muy parecidas. Fueron escritas más o menos en el mismo tiempo. Y en ellas nosotros encontramos a un apóstol preocupado. Pablo está viendo que la doctrina –la santa doctrina, la recta doctrina–, que él ha enseñado se ha viciado en algunos creyentes. Que el testimonio del Señor ha sido manchado por algunos creyentes. Pablo mira hacia delante y avizora días de decadencia. Ve que comienza la apostasía. Entonces, trata de advertir a los cristianos y prepararlos para enfrentarla.

Un llamado a la piedad

¿En qué consiste la advertencia y el llamado del apóstol? La primera carta a Timoteo está impregnada de un llamado a la piedad, a vivir piadosamente, que es exclusivo y propio de esta carta. La palabra “piedad” aparece aquí nada menos que diez veces, en tanto que en las demás epístolas no aparece, con la excepción de Tito (una vez).

Hoy en día, la palabra “piedad” está desprestigiada en algunos círculos, porque se la asocia con una religiosidad externa, con unas manos unidas para orar, con una limosna que se da a vista de todos, y, definitivamente, con la hipocresía. Sin embargo, contra todo ese desprestigio, debemos reinstalarla en su verdadero lugar, es decir, el lugar que le dan las Sagradas Escrituras.

La palabra “piedad” es la traducción de la palabra “eusebeia”, que en griego tiene una riquísima significación. La Versión Popular la traduce como “devoción a Dios”, y conlleva el significado de reverencia, obediencia, temor, y también de la adoración que procede de ese temor. La “eusebeia” es la actitud recta para con Dios, porque le otorga a Dios el lugar que debe ocupar en la vida, el pensamiento y la devoción del creyente.

Ante el peligro que se avecina, Pablo hace un llamado a temer a Dios, a reverenciarlo, a vivir rectamente para con él, y no sólo a profesarlo. En Tito 1:1 dice: “Pablo, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios, y el conocimiento de la verdad, que es según la piedad”; y en 1ª Timoteo 6:3: “Si alguno enseña otra cosa y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad …” Notemos la semejanza de estas dos frases. En Tito dice: “La verdad que es según la piedad”, y en Timoteo: “La doctrina que es conforme a la piedad”.

No es la verdad o la doctrina sola, sino acompañada de la piedad, aún más, fundida y manifestada a través de ella. Un hombre piadoso es aquel que no sólo cree correctamente, sino que es el que vive correctamente. Es aquel en quien la fe va acompañada de una conducta recta, de un comportamiento irreprensible.

1ª Timoteo y Tito hablan de la piedad, y su mensaje es un llamado del apóstol para que los creyentes no se olviden de aterrizar, para que los creyentes no piensen que la fe cristiana consiste en revelaciones y más revelaciones, sino que consiste también en una conducta de acuerdo a ciertos principios y de acuerdo a la vida que de Dios hemos recibido.

Una palabra profética

Pero en estas epístolas de Pablo no sólo hay un llamado a vivir piadosamente. Hay también implícita una patética advertencia a causa de un peligro que se avecina.

Para explicarlo, usaremos otra figura. Al comparar 1ª y 2ª Timoteo nos da la impresión que la primera es como un disco “Pare”. En Chile, el disco “Pare” significa “Pare”. Es decir, cuando hay un disco “Pare” en la carretera, realmente hay que detenerse.

1ª Timoteo es como un disco “Pare”. Si un automóvil se enfrenta con una línea férrea, donde hay un disco “Pare”, el automovilista sabe que tiene que parar. Si no lo hace, se expone a ser arrollado por una locomotora. 2ª de Timoteo, en cambio, nos muestra las consecuencias (en algunos cristianos que están allí mencionados) de no haber respetado el disco “Pare”.

2ª Timoteo contiene pasajes como éste: “Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia”, “Demas me ha desamparado amando este mundo”. “Alejandro el calderero me ha causado muchos males”. “En mi primera defensa nadie estuvo a mi lado”.

Esto demuestra que hubo cristianos que no se detuvieron ante el disco “Pare”, es decir, que no oyeron las advertencias del apóstol y ahora se han extraviado de la verdad. Nos da la impresión que en 1ª Timoteo Pablo percibe una catástrofe que está por ocurrir. Hay hombres impíos que están introduciendo doctrinas extrañas. Hay hombres con conciencias cauterizadas y con una fe no auténtica. Entonces Pablo comienza a repasar en estos capítulos los distintos aspectos de la vida de un creyente, deseando, anhelando, rogando, para que estas advertencias sean tomadas en cuenta y se produzca un retorno a la sencillez de la fe, y a caminar con un corazón limpio. Porque vienen días terribles, días de apostasía.

Este mensaje de Timoteo tiene plena vigencia hoy. Tenemos la fuerte impresión de que nosotros estamos viviendo los días de 1ª Timoteo, y que dentro de muy poco el mundo cristiano va a estar sumido en la situación que presenta 2ª Timoteo. Por tanto, al compartir sobre esta 1ª epístola tengo la firme convicción de que este es un llamado dramático a detenernos, a considerar nuestros caminos y decidirnos a vivir una vida piadosa.

Es tan lamentable y tan triste –más que para nosotros, para el Señor– ver cómo en nuestro caminar la fe es negada y los principios santos son descuidados. Cómo el testimonio es mancillado. Y entonces pareciera que el Señor nos dice: “Hijo mío, no sólo me importa que tú conozcas mi plan y propósito eternos. No sólo me importa que tú tengas conocimiento, sino también que lo que tú sabes se traduzca en una conducta santa y piadosa.” ¡Qué triste es conocer situaciones en las cuales pareciera ser que hemos tenido un doble estándar, por años! Como si el Señor pudiera ser engañado.

El resultado de desechar la buena conciencia

“Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás, para que aprendan a no blasfemar” (1ª Timoteo 1:18-20). Himeneo y Alejandro. ¿Cuál fue el problema de estos dos cristianos? Ellos naufragaron en cuanto a la fe. Ellos sucumbieron. ¡El mar se los tragó! El mar, que es el mundo con todas sus vanidades, los envolvió enteramente y los devoró. ¿Por qué? Porque desecharon la fe y, sobre todo, la buena conciencia. “Teniendo cauterizada la conciencia” nos dice otro versículo de esta misma epístola (4:2). Es un problema de la conciencia.

¿En qué sentido la conciencia es un problema? Cuando el Espíritu Santo vino a nuestro corazón, la conciencia nuestra, que estaba dormida, despertó, y comenzó a funcionar, entonces cada vez que hemos cometido un pecado, o faltado al Señor, la conciencia nos ha reprochado. En tal caso, lo que procede, inmediatamente, es confesar el pecado y pedir perdón. Lo que procede es tomarse de la preciosa sangre del Señor, para que el pecado sea perdonado y la conciencia sea descargada.

La conciencia es tan sensible que normalmente nos está amonestando cada vez que hacemos algo que desagrada al Señor. Pero hay veces en que nos cansamos de obedecer a la conciencia. Y entonces argumentamos contra ella a favor de nosotros. Y esto se repite una y otra vez.

Entonces llega un momento en que la conciencia deja de hablar. Y, de ahí en adelante, cuando el cristiano obra mal, a él le parece que obra bien. Y si en la familia tuvo un problema con la esposa o con los hijos, no ve necesario pedir perdón. Y si le faltó el respeto al jefe en el trabajo, ya no ve necesario pedirle perdón. Se escabullirá, la dará una sonrisa amable … para no pedir perdón. Y entonces, la conciencia aletargada, entumecida, ya no reacciona, y llega un momento en que está cauterizada.

Uno podría pensar que un cristiano con una conciencia cauterizada es un cristiano silencioso. Pero no es así. Un cristiano puede tener la conciencia cauterizada, y por causa de que tiene dones, puede seguir predicando, puede seguir testificando, puede seguir orando, es decir, puede seguir haciendo lo mismo de siempre. Está funcionando por los dones, no por la vida. Sus palabras naturalmente no bendecirán, porque no tienen respaldo de vida. Es sólo un címbalo que retiñe.

Los cristianos tenemos una batalla permanente dentro de nosotros, y es ésta: tenemos que mantener la fe y buena conciencia. Tenemos que ponernos del lado de la buena conciencia y no atacarla con argumentos. Cada vez que se encienda una lucecita de advertencia en nuestro corazón tenemos que atenderla.

Amados hermanos, se puede tener mucho despliegue de dones. ¡Son maravillosos los dones! Un hombre con dones nos lleva al tercer cielo, nos trae y nos vuelve a llevar. Nos abre la Escritura y desentraña los misterios más escondidos. Pero puede ser que eso no tenga ningún respaldo de vida.

Entonces, eso no agrada al Señor, aunque deslumbre a muchos. El Señor no vino a enseñarnos una clase de discurso: él vino a mostrarnos una clase de vida. Un hombre piadoso no es aquel que sólo cree correctamente, sino aquel que vive correctamente.

Seguramente Himeneo y Alejandro, Demas, Figelo y Hermógenes, y todos los demás apóstatas que aparecen aquí en Timoteo, antes de su caída comenzaron a tener problemas con su conciencia. Y cuando venía la Palabra a amonestarles algo, ellos tal vez se sacudían y decían: “Eso no es para mí.”

Una vida piadosa y honesta

El Señor quiere que nosotros vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad en este mundo impío. Es imposible que Dios pueda agradarse si nosotros prestamos nuestros ojos para pasar horas y horas mirando cómo el mundo se corrompe, riéndonos con la corrupción del mundo, solazándonos con escenas atrevidas en la televisión, en revistas o en Internet. ¡Imposible! Si así hacemos nosotros, tal vez mañana lleguemos a engrosar la lista de los Alejandro, los Demas, los Figelos y los Hermógenes …

En algún momento nuestras grandes revelaciones, nuestra fe y nuestras palabras serán probadas, entonces se verá si el mensaje de Pablo a Timoteo –este mensaje dramático de la 1ª epístola a vivir una vida piadosa– fue tomado en cuenta o no.

Después de 1ª Timoteo –el disco “Pare”– viene 2ª Timoteo –la ruina, la catástrofe, el tren que arrolla al vehículo–. Nosotros estamos todavía a tiempo para detenernos y examinar nuestro camino. Aún es tiempo para enmendar. Si no lo hacemos, tal vez zozobremos en el mismo naufragio de Himeneo y Alejandro.

Es cierto que la iglesia no va a fracasar en su propósito, porque tiene el futuro asegurado en Dios, y tiene una gloria venidera que nadie le puede quitar. Pero el Señor permita que nosotros también estemos incluidos en esa gloria venidera. Que ninguno de nosotros siga jugando a ser cristiano. Que ninguno de nosotros viva una vida de doctrina y no una vida piadosa. Que así sea.