El sustituto

Durante la Guerra de la Secesión, un hombre llamado George Wyatt fue escogido por suerte para ir al frente de batalla. Él tenía esposa y seis hijos. Pero un hombre joven, de nombre Richard Pratt, se ofreció para ir en su lugar. Él fue aceptado y se unió a las filas, llevando el nombre y el número de Wyatt. En poco tiempo, Pratt fue muerto en acción. Más tarde, las autoridades lo convocaron de nuevo, pero él protestó, alegando que había muerto en la persona de Pratt, su sustituto. Él insistió que las autoridades consultasen sus registros y comprobasen lo que decía. Wyatt fue eximido. Él había muerto en la persona de su representante. Aquí tenemos representada la verdad de la identificación del creyente con Cristo en su muerte y en su resurrección.

Delcio Meireles, en «Josué e a vida depois da vírgula».

Un trueque conveniente

Un padre estaba sentado en su biblioteca con su pequeñita a sus pies, feliz y cariñosa. Ella tenía en su cuello un pequeño collar de cuentas. De repente él le dice: «Querida, ¿tú me amas?». «Oh sí, papá. Yo te amo más que a nadie en el mundo». «Entonces, yo quiero que tú eches tu collar en el fuego». Ella levantó sus ojitos hasta él con sorpresa y perplejidad: «Papá, ¿es esto lo que tú quieres decir?». «Sí, mi hija, si es que tú realmente me amas». Es innecesario describir la trágica lucha que pasó por aquel corazoncito, hasta que finalmente el sacrificio fue hecho, y ella se lanzó, sollozando, en sus brazos: «Papá, no entiendo, pero yo te amo».

Pocas semanas más tarde ellos estaban nuevamente sentados en el mismo lugar. El padre sacó de su bolsillo un pequeño joyero y, abriéndolo, sacó un bello collar de perlas genuinas, diciéndole: «Querida, yo quiero que te coloques esto en tu cuello». Sus ojitos se llenaron de lágrimas de admiración, y una vez más, se lanzó en sus brazos: «Papá, ahora creo que entiendo».

Algún día nosotros también entenderemos que todo lo que Dios nos pide es por causa de Su gran amor, y es para nosotros, una bendición mayor. Dios permita que nosotros no vengamos a entender esto cuando ya sea demasiado tarde para hacer una elección sin egoísmo y ganemos la recompensa eterna.

«À Maturidade».

El borde del cuadro

Cuando estudias la pintura de la «Crucifixión» de Rembrandt, lo primero que capta tu atención es la cruz y Jesús. Luego, cuando miras la multitud alrededor de la cruz, te atraen los rostros de las personas involucradas en el horrendo crimen de crucificar al Hijo de Dios. Finalmente, tus ojos se dirigen hacia el borde del cuadro y ven otra figura, casi escondida en las sombras. Se dice que ese era un autorretrato de Rembrandt, porque reconocía que sus pecados contribuyeron a clavar a Jesús en la cruz.

Piensa en la pintura de Rembrandt. Si la miras de cerca, verás que en las sombras tú también estás de pie con las manos ensangrentadas, porque Cristo llevó la pena por tu pecado.

H.G.B, en Nuestro Pan Diario.