En su peregrinar por Canaán, Abraham edificó tres altares. Ellos señalan los tres puntos más importantes de la vida en la Tierra Prometida, es decir, en Cristo. Cada uno de ellos fue santificado por un altar. Veamos qué significa cada uno.

Siquem (Génesis 12:7): Siquem significa hombro, que es el lugar de mayor fuerza del hombre. Canaán es el lugar de la victoria de Dios, donde los enemigos son echados definitivamente. Dios nos ha dado provisión en Cristo para que podamos estar plenos, satisfechos y fuertes. Esta es la victoria en el plano individual, la satisfacción personal que es posible alcanzar en Cristo. Primer paso necesario, que asegura la realización de los planos superiores que vendrán.

Bet-el (12:8; 13:4): Bet-el significa Casa de Dios. Pese a que estamos satisfechos y somos fuertes en Cristo, aún seguimos siendo individualistas e independientes. Es necesario ver la casa de Dios, es decir, la iglesia, el cuerpo de Cristo. Cuando la cruz ha operado en nosotros y somos alumbrados respecto del Cuerpo, entonces venimos a ser uno, y desaparece la vida individual. Entonces Siquem debe llegar a ser Bet-el.

Es probable que la vida de muchos cristianos aún no haya llegado a este plano, por lo cual muchas promesas de Dios permanecen sin ser alcanzadas. No está la riqueza del cuerpo, solo la del individuo. Solo en la casa de Dios son alcanzados los planos superiores de la vida cristiana. Si bien en otro tiempo, los cristianos podían disfrutar de una comunión plena en soledad, a la manera de los grandes místicos, los tiempos que vivimos son tan fieros y peligrosos, que Dios ha provisto este refugio colectivo, donde las puertas del Hades no prevalecen. Un cristiano aislado hoy en día es una rareza y un riesgo. En medio de la iglesia, la presencia de Cristo no solo es en nosotros, sino con nosotros.

Hebrón (13:18). Hebrón significa unión o comunión. Si Bet-el representa la vida del cuerpo de Cristo, Hebrón representa el principio de vivir esa vida. Bet-el nos conduce a Hebrón. Sin comunión, los hijos de Dios no pueden avanzar mucho. Es preciso vivir la vida del cuerpo, es decir, dar y recibir, corregir y aceptar la corrección de los demás miembros.

En medio de la iglesia, en esta comunión de hermanos, la vida de Cristo se distribuye, se retroalimenta y se fortalece. El cansado recibe aliento, el oprimido es liberado. El que tiene, puede dar, el que no tiene, puede recibir. Los valles son alzados y los montes allanados, para que todos vengan a estar a la misma altura delante de Dios.

Nadie es tan grande que no deba recibir, ni tan pequeño que no pueda dar. Nadie está de más, nadie deja de alcanzar la gracia de Dios. Todos tienen un lugar, todos valen. En Hebrón se alcanzan las mayores victorias espirituales, y Cristo es glorificado. Ningún otro nombre, sino el suyo, brilla y es alzado.

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