Aunque las Sagradas Escrituras son un relato literal e histórico; con todo, por debajo de la narración, hay un significado espiritual más profundo.

Lecturas: 1ª Cor. 10:3-4, 13.

Estos versículos nos dan la sustancia de tres incidentes importantes de los capítulos 16 y 17 de Éxodo, describiendo el envío del maná, la apertura de la roca de Horeb y el conflicto de Israel con Amalec.

El maná

El maná requiere solo una corta explicación. No lo entenderás a menos que conozcas algo de este maná escondido que Cristo da al que vence. Parte de este maná fue puesto ante el Señor en una vasija de oro y guardado para generaciones futuras.

Esto nos enseña que la sustancia real del maná se conserva a través de todas las edades, porque Jesús mismo dijo: «Al que venciere, daré a comer del maná escondido» (Apoc. 2:17).

1. Lo primero que notamos es que este pan era sobrenatural. No crecía en el suelo del desierto, sino que era enviado desde arriba, por el poder y la sabiduría de Dios. Así, nuestra vida espiritual tiene que ser sostenida por medio de fuerzas sobrenaturales.

Un cristiano es más indefenso que una persona mundana. Cuanto más cerca estás de Dios, más dependes de él, y menos puedes sacar tu provisión de las fuentes antiguas. Morirás de hambre con las sobras de este mundo, a menos que hayas aprendido a alimentarte de este maná.

¿Estás viviendo del pan espiritual? ¿Se alimenta tu alma de algo más que de las ideas de los hombres y de los afectos y compañerismos de la vida? Eres un puñado de polvo, que fácilmente se desmorona. ¡Cuánta ha de ser tu hambre y tu sed si no conoces algo de esto!

Tú que has empezado a seguir a Cristo, tienes que ser renovado a diario, siendo alimentado por el amor de Dios, los pensamientos y la vida de Dios. Porque él no nos da solo sus pensamientos, nos da su misma vida del corazón.

2. Era un pan sencillo; no había variedad. No tenían una comida variada, sino solo maná como primer plato, maná para el segundo y para los postres. Todo era maná, y nunca se cansaban de su sabor.

Dios alimenta a su pueblo con una sola clase de pan – Jesucristo. Puede presentarse en mil formas, pero es un Cristo vivo, en quien y para quien vivimos. Jesús solamente.

«He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley o no» (Éx. 16:4).

Puedes poner a prueba a los hijos de Dios por medio de sus gustos. Si no tienes en estima la oración, la adoración y la palabra de Dios, puedes estar seguro que no pasarás la prueba. Tu amor a la Palabra es una prueba de tu fidelidad. Y nunca vas a amar la Palabra a menos que sea pan para tu corazón.

3. Y con todo, aunque este maná solo consiste en una clase de alimento, contiene todo lo necesario para la nutrición y sustento de tu vida. Dios concentró en aquella pequeña simiente todos los elementos nutritivos. Qué hermoso es esto. Nos enseña que Jesucristo lo es todo. «Habiendo recibido, pues, al Señor Jesucristo, andad en él». Es el mismo que cuando lo saboreaste por primera vez; será igual en los años venideros; y será el mismo por todos los siglos de la eternidad.

4. Además, este maná era algo insignificante en cuanto a su aspecto, algo que podía pasar fácilmente inadvertido. De igual manera, Cristo, es una raíz de tierra seca, despreciado por los hombres. La Biblia es algo tenido por común en muchas casas, y muchos creen que es un libro muy árido. Pero recoged su maná y será tan dulce como aceite y miel, como se nos dice del maná material.

El maná tenía que ser recogido cada día, pues de lo contrario, se corrompía. Hay corazones también que son corruptos, porque no han mantenido su comunión con Dios. Están viviendo de maná añejo.

La verdad más dulce y pura puede contaminarse si no vives constantemente en un Cristo presente, y renuevas tu comunión cada semana y cada día.

Vas a aprender que este permanecer diario en Cristo es el secreto de tu vida cristiana.

Es muy hermoso que el maná cayera sobre el rocío. Ya sabemos que el rocío es el tipo del Espíritu Santo, el Consolador que deja caer sobre nosotros sus promesas y sus mandamientos, como si cayeran recientes cada mañana del cielo.

5. Además, el maná y el día de reposo estaban unidos de modo especial. Este capítulo nos habla del día de reposo. Por primera vez, desde la creación, vemos que aún se observaba. Aproximadamente un mes después de esta escena fue ordenado el sábado en los Diez Mandamientos; pero aquí, antes del mandamiento, hallamos que ya existía el sábado.

Dios quería mostrarnos que el alimento espiritual y el reposo espiritual van juntos. El sábado es el tipo de la paz que sobrepasa todo entendimiento.

El pueblo que se alimenta de Cristo tiene el reposo del sábado; estas personas no viven agitadas, y no son conmovidas, porque sus corazones están establecidos en Cristo.

Amigos, ¿habéis aprendido el significado de esto? «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo … Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros … El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí» (Juan 6:51- 57).

¿Sabes lo que significa esto? Cristo, un ser vivo, alimenta a tu propio ser, infundiendo vida en ti en cada momento, sosteniéndote interior y exteriormente. ¡Oh, que el Espíritu Santo se te revele! Solo esto te puede hacer fuerte para el servicio.

No es alimentar el intelecto de pensamientos humanos sobre la doctrina de Cristo. Esto no es el Pan de Vida; esto es alimentarse de cáscaras y paja, pero no del grano de su Palabra. O si se quiere, es alimentarse de trigo crudo, no de harina.

No es la Biblia solo, o la iglesia sola, sino Cristo que hace todo ello personal; y hay la misma diferencia entre una carta, con Cristo en ella, o sin Cristo en ella, como entre una carta recogida por mí en la calle, cuyo autor no conozco, y la carta que recibo de un amigo a quien amo. Hay una persona detrás de la carta. Hay una Persona tras cada página. Al leerla, ¿se conmueve tu corazón?

El agua

Vayamos al segundo versículo: «Bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la Roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo». El pueblo había llegado a Refidim, que era uno de los oasis del desierto de Arabia, un lugar en el que había fuentes. Era un lugar de reposo. Ellos esperaban que hallarían agua como era común, pero la corriente estaba seca, los árboles marchitos y todo desolado y muerto. Y por ello el pueblo prorrumpió en un gran clamor. Reprocharon a Moisés y murmuraron contra el Señor. Dijeron: «¿Está el Señor entre nosotros o no?».

Y Dios, en vez de darles el castigo que merecían, se acercó a ellos con amor, como siempre hacía. Le dijo a Moisés que llamara a los ancianos aparte. Moisés llevó a estos hombres consigo a la fuente, y allí, ante la roca, con la columna de nube en su lugar, Moisés con la vara dio contra la roca, y la abrió, y al instante manó de la hendidura un chorro de agua que se extendió por el terreno del oasis, hasta que todos, con gritos de alegría, pudieron beber en abundancia.

Aquí vemos que el ganado y las personas bebieron. Esta fuente no se agotó, pues siguió manando hasta que se formó una corriente duradera. Pablo dice: «Bebieron de la roca que les seguía». Siguió manando, y fue siguiéndolos; y, aunque a veces no podían hallarla sobre el suelo, podían cavar y la encontraban. Y así hubo agua durante toda su trayectoria por el desierto, procedente de la apertura de la roca. Bebieron de la Roca que los seguía, y era la misma roca espiritual – era Cristo.

El agua es uno de los símbolos de las cosas espirituales. Vemos esto en el Génesis, en la historia de la pobre Agar. Hallamos lo preciosa que era al agua, otra vez, durante el reino de Acab y la vida de Elías. Cristo habla a la mujer de Samaria del pozo de agua que salta para vida eterna. Y Juan habla de un río de agua clara como el cristal que fluye del trono de Dios y del Cordero, y respecto al cual el Espíritu y la Esposa dicen: «Venid, y que cada cual beba de esta agua gratuitamente».

Para nosotros esto significa la plenitud de la salvación. Más específicamente, es la obra del Espíritu Santo.

El pan es el tipo de Jesús, y el agua el del Espíritu. El Espíritu Santo es mencionado bajo esta imagen del agua en su gracia refrescante y renovadora. Fluyendo alrededor de nosotros en el océano, por encima en la humedad que llena la atmósfera, y sin la cual no puede existir la vida, el agua es uno de los elementos vitales del universo físico, y el símbolo vívido de Su gracia infinita e ilimitada. Nos habla también de que el Espíritu Santo es gratuito para todo el que le recibe.

Notemos, primero, que esta agua viene de la roca hendida. La vara del legislador hendió la roca antes que saliera el agua. Y Dios tiene que herir a su Hijo antes del día de Pentecostés y el gozo del Espíritu Santo pueda alcanzar nuestros corazones. No solo empezó a manar el agua, sino que siguió haciéndolo, y desde entonces el Espíritu Santo ha estado en la iglesia. Está aquí hoy. Es para nosotros hoy. No hay limitación en la plenitud de su bendición para los que quieren recibirlo.

No solo siguió manando el agua de la roca, sino que fue por el desierto; había un cauce preparado para ella; y cuando no hubo cauce, fluyó por debajo del suelo. Y lo mismo el Espíritu Santo no viaja en acueductos, sino por todas partes.

Estoy contento de saber lo que es trabajar, y Cristo lo sabía más aún. No creo que un hombre indolente pueda gozar de la plenitud del gozo de Su gracia. Cristo anduvo por un camino que recorrió todo lo que pasamos nosotros, de modo que estas corrientes fluyen por entre la vida común. Algunos pasáis horas de tribulación, trabajo, negocios, bajo una tremenda presión y monotonía. No importa mucho si tenéis provisión divina, sí, y podéis tenerla para la mañana, la tarde y la noche, como si estuvierais en el servicio sagrado, o sea, del culto.

No hay nada de que yo esté más agradecido que de la suficiencia de Cristo para las doce horas del día y las doce de la noche. Estoy seguro que habría desfallecido hace mucho si no hubiera en él un refrigerio y deleite continuo.

No creo que tengamos necesidad de pasar hambre cuando tenemos un banquete preparado en un palacio. Dios quiere ver que pones la mano sobre las cosas más difíciles, y hallar que son fáciles por medio de Cristo. Esta agua viva es para el desierto, no para momentos de eminencia gloriosa. Va a ayudaros a vosotros, estudiantes, despejando vuestra mente. Va a ayudaros a vosotras, mujeres atareadas en el hogar. El corazón de Dios está con vosotras. Sabe la vida que tenéis que vivir. Pero él irá con vosotras por todas partes.

Esta es la clase de gracia de la que queremos hablar a todo el mundo.

Conflicto y victoria

Una lección más todavía, y se trata del conflicto con Amalec. Me alegra saber que Dios no permite que venga la batalla hasta que haya pan y agua. Si Amalec hubiera aparecido antes de que cayera el maná o fuera abierta la roca, mucho me temo que se habría salido con la suya. Pero Dios te fortifica para la batalla llenando tu vida y tu corazón con su suficiencia.

En primer lugar, la batalla con Amalec representa las tentaciones de la carne. Amalec era descendiente de Esaú, un hombre carnal. La raza de Amalec representa lo que es animal en el hombre, pero no solo los apetitos burdos del animal, sino los deseos y ambiciones de la carne, impuros y mundanales. Podemos tener goces que tocan a la tierra, y con todo, estar arraigados en Dios, o podemos tener estas cosas centradas del todo en la tierra.

Amalec venía de muy lejos; nadie le había provocado. Vino por cuenta propia, porque aborrecía este nuevo camino, y quería destruirlo antes que llegaran al Sinaí. Y ya sabéis dónde va a empezar la campaña: quizá camino de tu casa, sentado a tu mesa, o en alguna de las cosas que hagas antes de la noche. Lo mismo Amalec vino para pelear con Israel. Y parece estar aquí implicado que Amalec vendrá hasta el fin, porque dice que Dios va a tener guerra con Amalec de generación en generación.

Amalec no fue allí donde estaba la columna de fuego, sino que fue por detrás, solapadamente.  «…te salió al encuentro en el camino, y te desbarató la retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún temor de Dios» (Dt. 25:18). De manera astuta, él vino y peleó con los que estaban cansados.

Si estás adelante, en la vanguardia, no le verás. Pero si estás dudando y vacilando atrás, entrando en compromisos con el mundo, y temes confiar en Dios con todo tu corazón, entonces vas a vértelas con él. No te quedes rezagado; vé siempre adelante.

Amalec es el tipo de los adversarios que vienen en el mundo a rodearnos, a veces con poder tremendo. Fácil sería mostrar esto volviendo atrás las hojas de tu vida. Amigo, ¿qué es lo que más te ha hostigado? ¿No es la carne? ¿Qué es lo que ha minado la fuerza de tu vida? Si pudiera hablar de los jóvenes que vienen a veces a contarme la historia de su naufragio, te dolería el corazón. Quizá fue una lectura impura, para gratificar sus gustos carnales, quizá no muy burda al principio; basta con las columnas sensacionalistas de algunos periódicos perversos; me da asco tan solo el leer sus titulares.

Es aquí donde empiezan las concupiscencias de la carne. Pero siguen más adelante. El mal tiene el poder de encantar a la gente; les arrastra hasta el punto que no pueden detenerse a pensar en las espantosas simas en que se están hundiendo.

Una de las hermanas más fuertes que conozco quería visitar a ciertas personas. «Voy», me dijo, «para tratar de hacerlas buenas». Le advertí de algunos cristianos que habían ido hacía un tiempo para convencer a ciertas personas de que estaban equivocadas y fueron ellos mismos los que quedaron perdidos.

Amigos, eviten las primeras escaramuzas. Vendrán por la retaguardia, no por delante. Vienen en el teatro, en el baile, cada uno de ellos saturado con el espíritu de la carne, brutal y animal. Cuando se gratifica el deseo, se vuelve más difícil de satisfacer la próxima vez, y así va siguiendo hasta que los placeres más burdos no pueden satisfacer su sed abominable, y así se hunde, corrompido, en la muerte y la destrucción.

Amalec es el que destruye a nuestro pueblo. Amalec está destrozando la vida de esta generación, como la destruyó en las ciudades de las llanuras. E incluso escribiendo a los Efesios y a los Colosenses, el apóstol Pablo, después de hablar de los lugares celestiales en Cristo Jesús, advirtió en los tonos más solemnes que se abstuvieran de las concupiscencias de la carne, que pelea contra el alma.

Librándonos de la carne

No puedes librarte tú mismo de la carne, esto es seguro. Si Josué hubiera ido solo a pelear contra Amalec habría sido derrotado. Mientras Josué dirigía, ¿qué estaba haciendo Moisés? En el monte, estaba levantando la mano al cielo, todo el día. Y cuando la lucha concluyó, él edificó un altar y lo llamó «Jehová-nissi: Jehová, mi bandera». Significaba que había alzado la mano y la vara todo el día como prueba de que Dios había peleado la batalla. Así, es la batalla del Señor, no la mía.

Israel tuvo que luchar con Amalec durante cuarenta años, y entonces Dios se hizo cargo de la batalla e Israel entró. Creo que puedes ser librado de esta lucha con la carne. Porque leemos que Dios va a borrar el recuerdo de Amalec de debajo del cielo.

Si pones la mirada en Jesús, no estarás temiendo constantemente caer en pecado. No quiero decir que seas presuntuoso, y que no estás en peligro de caer. Toda persona está en este peligro, a menos que permanezca en Cristo.

«Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1a Cor. 15:57). La razón por la que no obtienes la victoria es porque eres tú el que luchas. Pero basta con que cedas la lucha al Señor, y verás que este pasaje es verdad: «Si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley» (Gál. 5:18).

El Señor tendrá guerra con Amalec de generación en generación, y cuando éste venga, el Señor le vencerá. Quizás hay un Amalec en tu corazón con el que el Señor está luchando. El Señor te ama tanto que quiere quitar el mal y dejarte libre. Cuando hay algo que se quema, seguro que no es oro; es madera o paja, y cuando el Señor pone su mano sobre ello, es porque es algo que no debería estar allí.

Traigamos a Amalec y su caterva al lugar de su ejecución. Si hallas, a causa de tus fracasos que hay algún lugar en que tiene poder, hazlo salir, como Samuel hizo con Agag, a la presencia del Señor y decapítalo. Cuando Saúl estaba tratando con contemplaciones al rey cautivo, reservándolo para su triunfo, Samuel fue y lo ejecutó. Samuel era tierno y dulce como una madre, pero aquí había algo con lo que había que ser inexorable. Así que si tienes algo, llévalo al Señor y entrégaselo.

«Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación». Este espíritu de la carne es rebelde y no quiere someterse a Dios. No se le puede mejorar; ha de ser destruido. La enseñanza es que no puedes mejorar la vieja naturaleza, así que has de ponerla en manos de Dios.

Llénate de este pensamiento. No solo puedes orar pidiendo ayuda y misericordia divina, sino que puedes levantarte y sentarte en lugares celestiales con Jesucristo en el trono. Entonces, si tú estás con él, tu mano está en el trono también. No es ya pedir o rogar, sino ordenar en el nombre del Señor.

«He aquí os doy potestad para hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará» (Luc. 10:19). Cuando Su amor entra a raudales, la carne tiene que salir. Dios no quiere que luchemos a solas, sino que le tengamos a él y estemos tan llenos de su vida que el mal sea expulsado. Enciende la lámpara, y la oscuridad huye; trae luz, y se va por sí misma. Este es un secreto simple. No trates de expulsar la oscuridad, déjala sola, pero trae tú la luz y Dios lo hará. Guarda tu corazón en Cristo y a Cristo en tu corazón.

«Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne» (Gál. 5:16). Mantente lleno de Jesús. Endulza tu paladar con su gozo. Permanece en Cristo. Ten a Cristo en el trono, y deja que él pelee tus batallas.

Condensado de Símbolos Divinos, cap. 13.