No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta … En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente».

– Rom. 12:2; Ef. 4:22-23.

La mente es la parte principal del alma, y de ella dependen muchas cosas en la vida espiritual del creyente. Una mente conformada al mundo traerá consigo muchos problemas; en cambio, una mente renovada permitirá la necesaria transformación del alma, hasta llegar a ser un vehículo eficaz para la obra de Dios.

La mente tiene la delantera en todas las cosas que conciernen a nuestro caminar cristiano. Y debido a que la mente tiene sus viejos caminos tantas veces transitados cuando aún no conocíamos a Dios, en la vida nueva es preciso que ellos sean cambiados, que la mente sea renovada. Podríamos tener una vida nueva en el corazón y una mente vieja en nuestra alma. Tal cosa es perfectamente posible, y lamentable.

Los caminos de Dios son altos, y están fuera del alcance de nuestra mente terrena; es preciso ser renovados en la mente para conocerlos. Los caminos de Dios son, también, espirituales, y no pueden ser conocidos por mentes carnales.

La Biblia dice que Dios mostró a Israel sus obras, pero a Moisés sus caminos. Para ver las obras de Dios no se requiere ninguna facultad especial, en cambio para conocer los caminos de Dios se requiere una mente renovada, una intimidad con Dios.

Conocer y seguir la voluntad de Dios requiere una renovación constante de la mente, pues fácilmente nos podemos quedar anclados en el pasado, dando vueltas en torno a experiencias anteriores. Por eso Pablo dice: «Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta» (Fil. 3:13-14).

Hay la tendencia natural a fijar las ideas, los pensamientos, las respuestas para todo. Hay cristianos que dan vueltas en círculos por más de cuarenta años, hasta caer extenuados en el desierto. Pero la perfecta voluntad de Dios espera ser conocida por aquellos que han renovado su mente.

¿Cómo renovamos nuestra mente? Con la palabra de Dios. Ella abre cauces, por medio de las actuaciones de Dios en el pasado, para las nuevas actuaciones de Dios. Dios opera en nosotros –y en el mundo visible– por medio de su Palabra. Él creó todas las cosas por medio de la Palabra, y también las sustenta por medio de ella.

La palabra de Dios es creativa, y renovadora. La palabra de Dios es viva, y ella nos comunica la vida de Dios, los pensamientos actuales de Dios respecto de todas las cosas. La palabra de Dios rompe nuestras rutinas, nuestros prejuicios, nuestra viejas maneras de pensar. La palabra de Dios sopla aires divinos a nuestra mente.

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