«Su tarea, mis queridos hermanos, es la de incendiar sus iglesias a toda costa; ya sea hablando a la totalidad de su congregación, o simplemente a unos cuantos espíritus selectos; pero como sea, hay que hacerlo. Formen una sociedad secreta para este santo propósito, conviértanse en una banda de incendiarios celestiales cuya mira sea hacer arder a toda la iglesia».

C.H. Spurgeon, «Ganadores de Hombres».

«No hay nada tan terrible como el anunciar las amenazas de Dios contra el pecado sin mostrar nada de angustia y pesar. Si tenemos que hablar de un juicio venidero no debe ser sino después de horas de oración solitaria, de llanto, y angustia de alma. Es sólo en proporción como hemos compadecido a los pecadores como podemos amonestarlos, es sólo hasta donde hemos conocido la compasión del Salvador, como podemos osar repetir los ayes que Él pronunció contra el fariseo y el saduceo o, amenazar con la suerte que Él denunció tan clara y terriblemente».

H.B. Meyer, «Jeremías: sacerdote y profeta».

«Cuando venga la muerte, no tenemos nada que temer. Todos los sepultureros del mundo no podrán cavar una sepultura bastante honda para sepultar la vida eterna; todos los carpinteros del mundo no podrán hacer un ataúd bastante grande y bastante ajustado para poder encerrar la vida eterna. La muerte puso una vez su mano sobre Cristo, pero jamás volverá a ponerla sobre él».

D.L. Moody, «El camino hacia Dios».

«Temo que debemos reconocer que hay lugares e iglesias donde sería muy difícil encontrar la diferencia entre el mundo y la iglesia. La línea demarcatoria se ha desvanecido en muchos casos. Las cosas que distinguieron a la Iglesia del mundo en su primera etapa, cuando tuvo que enfrentar la oscuridad del paganismo donde abundaba el odio y la lujuria, se ha diluido. Me parece a mí que Dios tendrá que decir de muchos hoy: Formé una iglesia para bendecir al mundo, y la iglesia apenas se puede distinguir del mundo».

G. Campbell Morgan, «El corazón de Dios».

«Muchos cristianos piensan en su propia salvación como la primera cosa; su vida temporal y su prosperidad, con el cuidado de su familia, a continuación; y el tiempo e interés que quedan, pueden ser dedicados a llevar fruto para salvar a otros hombres. No es de extrañar que en muchos casos quede muy poco tiempo e interés. No. Cristiano, el objeto por el cual has sido hecho miembro del cuerpo de Cristo, es que la Cabeza pueda usarte para llevar a cabo su obra salvadora».

Andrew Murray, «La Vid verdadera».