Tengo que saberlo

“Tomás”, dijo su amigo bajando la voz para no ser escuchado por el guardia. “Tengo que pedirte un favor. Debo saber si lo que otros dicen sobre la gracia de Dios es verdad. Mañana, cuando te quemen en la hoguera, si el dolor es tolerable y en tu mente aún hay paz, levanta las manos sobre tu cabeza. Hazlo antes de morir. Tomás, tengo que saberlo.” Tomás Hauker le dijo en su susurro a su amigo: “Lo haré”.

Al amanecer, ataron a Hauker al poste, y encendieron el fuego, el cual estuvo ardiendo mucho tiempo, pero Hauker permanecía inmóvil. Su piel estaba quemada por completo y no tenía dedos en las manos. Todos observaban el espectáculo, creyendo que estaba muerto.  De pronto, milagrosamente, él levantó las manos aún en llamas, sobre su cabeza, las elevó al Dios viviente, y con gran regocijo, aplaudió tres veces. Los presentes irrumpieron en gritos de adoración y aplausos. El amigo de Hauker obtuvo su respuesta. Tomás Hauker, de Inglaterra, fue martirizado en el año 1555.

Que Dios te recompense

Chiu-Chin-Hsiu y Ho-Hsiu-Tzu, dos jóvenes cristianas esperaban en el patio de la prisión la ejecución que había sido anunciada. Un compañero de prisión que observaba la escena desde su celda describió sus rostros como pálidos, pero increíblemente hermosos; muy tristes, pero dulces. Humanamente hablando, las dos estaban atemorizadas. Pero habían tomado la decisión de ir a la muerte sin renunciar a su fe.

Escoltado por guardias renegados, el verdugo se acercó con un revólver en la mano. ¡Era el pastor de las jóvenes! Él también había sido sentenciado a morir; pero, como en muchas otras ocasiones en la historia de la iglesia, los perseguidores lo habían tentado, le habían prometido libertad si les disparaba a ambas. Y él aceptó.

Las dos jóvenes hablaron entre sí en voz baja, y se inclinaron respetuosamente ante su pastor. Una de ellas dijo: “Antes que dispares, queremos darte las gracias de todo corazón por lo que has significado para nosotras. Nos bautizaste, nos enseñaste el camino de la vida eterna, y nos serviste la santa comunión con la misma mano en la cual ahora sostienes el revólver. También nos enseñaste que nosotros los cristianos a veces somos débiles y cometemos pecados terribles, pero que los mismos pueden ser perdonados. Cuando sientas remordimientos por lo que estás a punto de hacer con nosotras, no te desesperes como Judas, sino arrepiéntete como Pedro. Dios te bendiga, y recuerda que nuestro último pensamiento no fue de indignación en contra de tu falta. Cada cual pasa por momentos de tinieblas. Que Dios te recompense por todo el bien que nos has hecho. Nosotras moriremos agradecidas”.

Ambas volvieron a inclinarse respetuosamente. El corazón del pastor estaba endurecido, y les disparó a las jóvenes. Poco tiempo después, él también murió a manos de los rebeldes. Jiangxi, China Continental, durante la era de la Guardia Roja, 1966-1969.

Blandina

Los torturadores se habían turnado para torturar a la mujer cristiana de todas las maneras que conocían, desde el amanecer hasta el atardecer. Finalmente, quedaron exhaustos. “Hemos intentado de todo en contra de ella”, dijo el mayor de los dos. “No se me ocurre nada más que le podamos hacer”. “¿Cómo es posible que esté aún con vida? Cualquiera de los tormentos que hemos aplicado hoy, debió haber sido suficiente para matarla. Sin embargo, hemos usado de todo, ¡y aún vive!” Al igual que muchos mártires, Blandina había sido atormentada para que no resistiera el dolor y negara a Jesús. Pero se mantuvo tan firme en medio de todo el sufrimiento, llena de tanto poder, que aun los que se turnaban para torturarla experimentaron el cansancio hasta casi desmayar.  Cada vez que repetía su confesión: “Soy cristiana”, su corazón se fortalecía, y esto le servía para tolerar el dolor.  Después de la tortura, la regresaron a la celda para esperar la llegada del próximo día feriado, en el cual ella y otros cristianos tendrían que presentarse ante la multitud en el estadio. Allí fue golpeada y colocada sobre una plancha de metal que ardía al rojo vivo. Entonces fue envuelta en una red y arrojada entre toros, los cuales la lanzaron con sus cuernos al aire varias veces, y la dejaban caer otra vez. ¡Aún después de esto, Blandina estaba con vida!  Finalmente, el juez ordenó que fuera ejecutada a filo de espada. (Martirizada en Francia, en 172 d.C.)

Un soldado de 15 años

“Los musulmanes se acercan. Es mejor que escondamos a los niños”– dijo uno de los cristianos. Otros, siguiendo su ejemplo, ayudaron a los más chicos a encontrar un escondite.  Era el mes de enero de 1999. Un gran grupo, la mayoría de ellos niños y adolescentes cristianos, se habían reunido en un campamento bíblico en el “Station Field Complex” de la Universidad de Pattimura, en la isla de Ambón, Indonesia.

Cuando el campamento hubo acabado, los autos llegaron para llevar a los niños de regreso a sus hogares. Pero no había suficientes autos para todos.  Mecky Sainyakit y otros tres cristianos fueron a la aldea de Guacal en busca de transporte, pero fueron atacados por una pandilla de musulmanes. Mecky y uno de sus acompañantes fueron apuñalados; los otros dos lograron escapar.  Poco tiempo después, la pandilla llegó a la Universidad, y forzaron a los niños a salir de su escondite.  A Roy Pontoh, de 15 años, lo interpelaron violentamente:

–¡Niega a Jesús, o te matamos!

Roy estaba terriblemente atemorizado. Y temblando respondió:

–¡Soy un soldado de Cristo!

Ante tal respuesta, uno de los atacantes hizo blandir una espada hacia su estómago. La espada golpeó la Biblia que Roy estaba sosteniendo, y la rasgó, haciéndola caer de sus manos. El siguiente golpe le abrió el estómago. Su última palabra fue: “Jesús”. La pandilla arrastró el cuerpo de Roy y lo echaron en una zanja. Cuatro días después, la familia encontró el cadáver. A pesar de que están destruidos por el dolor, los padres de Roy sienten gran orgullo de su hijo, quien permaneció firme en su fe hasta el final.