Hacia un testimonio vivo del evangelio en medio de un mundo corrompido.

Lectura: Juan 2:1-12.

En este pasaje vemos el inicio del ministerio de nuestro Señor Jesús. Y hay algo que nos llama la atención: Jesús inició su ministerio en una boda. ¿Te has detenido a pensar en eso?

Significado del matrimonio según Dios

En el libro de Génesis, vemos que Dios creó todas las cosas. En el sexto día, Dios creó al hombre. Esto es muy significativo. Cuando Dios tuvo a aquel hombre, Adán y Eva, como un hombre corporativo, constituido por el marido y la esposa, él les dio una responsabilidad. Aquel matrimonio expresaba el gobierno y la autoridad de Dios sobre la creación.

En el libro de Génesis, tenemos la creación y luego la caída. Y aquí tenemos el inicio de la gran restauración de Dios, en el ministerio de Cristo. Cristo es el hombre según el corazón de Dios, el único realmente capaz de expresar a Dios. Hay algo significativo sobre su ministerio: todo lo que él hizo, todo lo que él enseñó, todas sus acciones, constituyen las cosas más profundas en la palabra de Dios.

Nada en la vida y en el ministerio de Cristo es simple. Por más simple que nosotros lo juzguemos, existe una profundidad a veces humanamente indescriptible. Necesitamos del Espíritu Santo en una porción doble, para que nos ayude a discernir las profundidades de la persona y de la obra del Señor Jesús.

En el capítulo 2 del evangelio de Juan, tenemos al Señor Jesús iniciando su ministerio en una boda. Tenemos que extraer cada lección de este episodio. Nunca habrá un matrimonio que pueda expresar a Dios, su mente, su gobierno, si el Señor Jesús no está incluido en él. La idea del matrimonio es algo que procede de Dios.

Reconociendo el fracaso

Tú puedes pensar que no estás casado con la persona correcta; puedes sentirte muy frustrado en tu matrimonio. Eres un hombre salvo, o una mujer salva, y puedes enfrentar algunas crisis interiores. Pero esas crisis están en la carne, y no son de Dios.

Si crees tener un matrimonio enfermo, tu problema solo puede ser solucionado con la interpretación de este episodio. La cuestión no es si estás o no con la persona correcta. El asunto es: ¿Está Jesús en tu matrimonio? ¿Ocupa él un lugar central? La pregunta correcta es: ¿Está Jesús en mi matrimonio? Porque siempre pensamos en el matrimonio, en primer lugar, en relación a nosotros.

Si asociamos las bodas de Génesis capítulo 2 y de Juan capítulo 2, descubriremos un principio. El matrimonio tiene que ver primeramente con el propósito de Dios, y no con nuestra satisfacción personal. Cuando nuestra satisfacción es colocada por delante del propósito de Dios, con absoluta certeza, fracasaremos.

El problema de los fracasos conyugales no es aquello que se consuma en el divorcio. El gran dilema hoy es que muchos matrimonios, aunque no estén divorciados, están emocional y espiritualmente separados. Están distantes dentro de la misma casa. El amor ya se fue; la satisfacción, la alegría y el placer cesaron. Esto es muy triste, y la cantidad de personas que viven de esta forma es grande.

No sirve el leer libros, ni consultar al psicólogo. No estamos contra los psicólogos. Nada de eso. No estamos hablando de psicología, sino de asuntos espirituales. Estamos hablando del propósito eterno de Dios, de la visión de Dios en la familia. Tenemos que hacer preguntas esenciales. ¿Está el Señor Jesús en mi matrimonio?

Cuando el vino se acaba

Vean que, en esta historia, ocurrió una crisis. El vino se acabó. El vino tiene un significado espiritual. Por un lado, significa la sangre del Señor Jesús (Lucas 22 y 1 Corintios 11), y nos habla también de alegría.

¿Qué significa: «No tienen vino»? Desde el punto de vista espiritual, se acabó la alegría en el matrimonio. Tal vez ésta sea una de las cuestiones cruciales de nuestra vida. Posiblemente a muchos cónyuges se les acabó el vino. La esposa perdió la alegría en su esposo; el esposo ya no halla placer en su esposa. Esta es una situación muy crítica. Un matrimonio así, está al borde del precipicio.

Debemos ser cuidadosos, pues Satanás tiene un gran interés en destruir la familia. ¿Cuál es su propósito al perseguir a la familia? Su blanco principal no es el matrimonio, sino atentar de hecho contra el propósito eterno de Dios.

Si miramos hacia Génesis, y también al ministerio del Señor Jesús, el matrimonio es un asunto de Dios, y es algo fundamental para entender la vida de iglesia. No hay un lugar donde podamos vivir de manera más elevada la vida de iglesia que en nuestro matrimonio.

Si queremos vivir la vida de iglesia en la reunión, ésta debe ser la expresión de aquello que vivimos en el hogar. Hay muchos temas cristianos que compartimos a la iglesia, y pensamos que esas realidades espirituales van a ocurrir en la reunión de iglesia. Al hablar de apresurar el regreso del Señor, creemos que esto se dará en las reuniones. Pero, ¿cuándo nosotros empezamos a apresurar su regreso? Dentro de nuestras propias casas, en nuestro matrimonio.

Al hablar de avivamiento, suponemos que éste comenzará en las reuniones, pero no es así; éste debe comenzar en nuestros hogares, en nuestros relacionamientos más íntimos, entre los cónyuges, con los hijos.

Si hablamos de comunión, ¿la esencia de ella está en las reuniones de iglesia? No. Las reuniones de iglesia son un reflejo de la comunión. Pero la base de ella está en el matrimonio y en el relacionamiento con los hijos.

Si podemos decir que la iglesia está enferma, es porque los matrimonios están enfermos. Todo fracaso de una comunidad local tiene sus raíces en las relaciones conyugales. Para que la iglesia sea realmente tal, ella debe ser una familia. Y para que una familia sea esencialmente una familia, ella tiene que ser iglesia. La iglesia es una cuestión de familia. Debemos valorar seriamente esto; porque, por desgracia, muchos no han despertado a ello.

Hay una profunda tristeza en el corazón de Dios, al ver que la crisis espiritual de su iglesia refleja nuestra crisis conyugal. Si no volvemos el corazón a las palabras de Juan 2, jamás sabremos lo que realmente está aconteciendo.

Invitando a Jesús

Observemos algunos puntos. «Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús…». Jesús fue convidado. Esta no es una invitación cualquiera. Es la mayor invitación que tú, como esposo o como esposa, puedes hacer.

Marido, tú necesitas convidar a Jesús para tomar el lugar central de tu matrimonio. Porque tú eres incapaz de amar a tu esposa. ¿Cómo es que Pablo en Efesios 5:25 dice a los maridos que deben amar a sus esposas? «Como Cristo amó a la iglesia». Marido, ¿realmente amas a tu esposa de la misma manera que Cristo amó a la iglesia? ¿Cómo amó Cristo a la iglesia? Él se dio por ella. ¿Te has dado tú por tu esposa?

Uno de los mayores problemas que los hombres están enfrentando en estos momentos es la pornografía. Muchos están esclavizados por eso. Ha sido la batalla de todo hombre, porque existe un apelo pernicioso esparcido por todas las redes. Donde vayas mirando, aparece este llamado inmoral, corrompiendo los pensamientos y los deseos.

Ahora, imagina que, por un lado, existe una guerra terrible en nuestros pensamientos, en nuestros ojos, en nuestros oídos. Ellos están siendo bombardeados todo el tiempo. ¿Cómo consigues sobrevivir dentro de este contexto? Necesitamos ir a los pies del Señor y clamar por socorro. No es solo pedir perdón por la reiteración de un pecado; necesitamos ser liberados, necesitamos de una intervención divina. Sin embargo, por sobre todo, debemos reconocer nuestra incapacidad, y querer ser ayudados por el Espíritu Santo en esta batalla terrible.

Como Cristo amó a la iglesia

Volvamos a la pregunta. ¿Amo a mi esposa así como Cristo amó a la iglesia? ¿Es verdadero mi amor? ¿Encuentro satisfacción en ella? Este es un punto muy importante. Hay aquí una profunda exhortación del Señor para nosotros.

«Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella» (Ef. 5:25). Su entrega significa que él no esperaba nada de ella. Este es un punto neurálgico en la vida de los hombres. Aquello que llamamos amor por nuestra esposa, indica que siempre esperamos recibir algo a cambio. Y éste es un amor erotizado, un amor corrompido, un amor carnal. Solo amamos en la medida en que nosotros mismos estamos satisfechos.

Podemos decir que solo amamos porque queremos a nuestra propia carne agradada. Pero ése no es el amor de Cristo. Él se dio totalmente por su iglesia. Cuando él se entregó por ella, ella no lo amaba. El amor suyo es un amor absoluto. ¿Quién de nosotros, los hombres, tiene ese amor?

Por esta razón, necesitamos invitarle a él a ser parte de nuestra relación conyugal. Si Cristo no entra en nuestro matrimonio, jamás estaremos habilitados para amar a nuestras esposas. Yo no puedo amar a mi esposa de manera verdadera y pura, si el Señor Jesús no tiene el control de mis emociones.

Este es un asunto delicado. Generalmente, los hombres no admitimos ese fracaso interior. Si han experimentado esto, ustedes saben muy bien lo que estoy diciendo. El amor es algo fundamental para que el matrimonio pueda marchar de forma saludable. ¿Y cómo es posible esto? Si Cristo ocupa el lugar esencial.

Quiero hablar de manera práctica. Eso significa que tú, como marido, necesitas, en primer lugar, tener un relacionamiento serio con Cristo. Del punto de vista práctico, necesitas relacionarte con él, como esposo, reconociendo tu incapacidad de amar.

Necesitas ir a los pies del Señor y pedirle que él llene tu vida de su gracia y su poder. Que él te habilite con el carácter de este Esposo que él es, con ese amor que él tiene. Que él te capacite para amar a tu esposa como él ama a su iglesia. Solo de esta manera podremos vivir la realidad de aquello que Pablo describe.

La dignidad de la mujer

Y, si hoy la cuestión de la pornografía ha sido un factor de deterioro en la vida de muchos hombres, la cuestión de la auto independencia y de la vanidad personal ha corroído el corazón de muchas mujeres.

El énfasis feminista en nuestra sociedad, ha hecho que la mujer, en los últimos años, procure vivir de manera independiente. Esta es una idea maligna, porque intenta posicionar a la mujer en un rol al cual no ha sido llamada. La idea por detrás del movimiento feminista es corregir errores desastrosos sufridos por las mujeres en el pasado. La mujer, en muchas culturas, fue vista como un ser de segunda categoría. En diferentes tiempos y lugares, ese fue un hecho notorio. Las mujeres no tenían voz activa, ni derechos mínimos.

¿Y cuándo fue que eso cambió? No fue hace veinte años atrás. Hoy se está intentando corregir problemas históricos. Pero, ¿sabes quién corrigió ese problema? El Señor Jesús. ¿Cómo? El día en que él resucitó.

¿Cuál ha sido el mayor mensaje predicado hasta hoy? ¿Quién predicó el mayor mensaje en la historia de la humanidad? Una mujer, María Magdalena. Jesús le entregó a ella el mensaje de las buenas nuevas. ¿Y quién creyó en el testimonio de aquella mujer? Ella fue donde estaban los discípulos y les anunció que Jesús había resucitado, pero nadie le creyó.

Pero el Señor no permitió que su mensaje cayese por tierra. Él fue a ellos, y confirmó con su presencia aquello que la mujer predicó. Lo que Jesús hizo, lo que él habló, confunde la mente de los especialistas, dejando a los científicos de cabeza y a los religiosos en desesperación.

Si el anuncio de la resurrección es el mayor mensaje que se ha predicado, si el Señor es la sabiduría personificada, podríamos pensar, humanamente, que él escogería a la persona más hábil y más creíble para entregar este gran mensaje. Sin embargo, él tomó a una mujer de pasado oscuro, que en otro tiempo había sido esclava de Satanás.

Desde el punto de vista social, cultural y religioso, ella no tenía ningún peso. Pero el Señor toma a esa mujer, la transforma, y le da un mensaje para difundir. Él colocó a la mujer en una posición social y espiritual por encima de todas las culturas. No fue el movimiento feminista; el Señor Jesús le dio a ella un lugar destacado en su ministerio.

Definiendo los roles

El Señor no puso a la mujer para ser cabeza. No obstante, el hecho de que él haya puesto al hombre para ser cabeza, no es para que éste asuma la función de control o supremacía. Ser cabeza de la mujer es, en primer lugar, una posición espiritual, que no está relacionada con la posición del hombre ante las personas. En primer lugar, su posición tiene relación con el rol del hombre delante de Dios. De nada sirve al hombre decir: «Yo soy cabeza de esta casa», si delante del trono de Dios él es un oprobio, si él desconoce el eterno propósito de Dios.

Volvamos a Génesis. Dios creó a la mujer para que ella fuese una ayuda idónea. Si creemos que es, en primer lugar, una ayudadora para el hombre, minimizamos su rol en el propósito eterno de Dios. Mas, si entendemos que ella es, en primer lugar, cooperadora de Dios, entenderemos cuál es su papel según el propósito de Dios.

Cuando Dios creó al hombre y a la mujer, de ambos, él hizo una sola carne. Dice Dios por boca de Pablo: «Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia». Al hablar de Cristo y la iglesia, ¿qué tenemos? Un nuevo hombre, cuya cabeza está delante de Dios y cuyo cuerpo está en la tierra.

¿Es la iglesia el cuerpo de Cristo? ¿El rol de la iglesia es inferior a la obra de Cristo? No. El papel de la iglesia es la continuidad de la obra de Cristo. ¿Y cuál es el papel de la mujer? La continuidad de la obra del hombre. No es inferior, ni superior. Dios no puso a la mujer en un lugar secundario. Esto requiere ser corregido.

El conflicto de la sujeción

Por causa del feminismo, existen muchos posicionamientos inconscientes de las mujeres. Ellas no admiten esto, pero están asumiendo un papel que Dios no les ha dado. Ellas se están colocando por delante del hombre. Cuando la Biblia habla sobre la sumisión de la mujer, dice: «Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor» (Ef. 5:22). La sumisión de la mujer, en primer lugar, está asociada con el propósito eterno de Dios.

La mujer, según Dios, no es inferior al hombre, y el hombre, según el propósito divino, no está por sobre la mujer. Ambos son una sola carne; pero la Biblia nos muestra que ellos tienen papeles bien definidos.

El peligro es cuando las mujeres piensan que su papel es inferior. Y muchas hermanas, hoy, están viviendo según el curso de este mundo, insumisas. La insumisión es rebelión, ¡es un pecado! «Porque como pecado de adivinación es la rebelión» (1 Sam. 15:23). La Biblia dice que la rebelión es como el pecado de adivinación o hechicería. El mismo espíritu que desagrada a Dios en la hechicería, es el espíritu de rebelión.

La insumisión no es contra el marido, sino contra Dios. Esto es serio. Si el varón no ama a su mujer como Cristo ama a la iglesia, está en desobediencia a la palabra de Dios, está en pecado. Si una esposa no acepta la sumisión, está en rebelión, y eso es pecado. Esto causa apostasía en la iglesia. La vida conyugal se refleja en la vida congregacional.

Si el Señor no está en el control de nuestro matrimonio, ¡cuántos pecados graves estamos cometiendo! Partimos el pan, tenemos comunión; sin embargo, somos superficiales. Hablamos de cosas santas, practicamos cosas santas, pero sin vida interior. Hacemos todo de manera automática. Eso es religiosidad. ¿Cómo viviremos un avivamiento? ¿Cómo disfrutaremos de las profundidades de Cristo, viviendo un matrimonio enfermo, sin amor y sin sumisión?

Hemos dicho que la iglesia está fría, que los hermanos no oran. ¿Dónde hallaremos la respuesta para eso? No tiene sentido que analicemos las reuniones. Al observar de una manera más microscópica, veremos que todo comienza en nuestro matrimonio. Veamos algunos detalles.

«Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino» (Juan 2:3). Como ya dijimos, el vino es figura del gozo. El vino se acabó. ¿Podrías hoy decir, humildemente, que la alegría de tu matrimonio ha terminado?

¿Saben lo que ha ocurrido? Cuando hablamos del posicionamiento correcto de la mujer en el matrimonio y el comportamiento inadecuado del esposo, ¿cuál es el problema en ambos casos? En el hombre es la falta de amor, y en la mujer, la insumisión. Mucho de aquello que vemos en la vida del hombre tiene relación con la corrupción de la mente, principalmente por la pornografía, que es hoy estimulada abiertamente. Y en el caso de la mujer, tenemos la rebelión, el feminismo, el culto al cuerpo y una preocupación excesiva con ella misma.

Exaltando a Cristo

Puede ser que yo esté equivocado, pero existe un problema pequeño, mas sutil y peligroso. Cuando dos personas van a contraer matrimonio, organizan una fiesta. La novia se pone muy bella. Ellos quieren mostrar su amor a todo el mundo. Todos se reúnen, y la novia es la figura central de aquel gran acontecimiento. No juzgo a nadie, pero me pregunto: ¿No estaremos siguiendo el modelo errado? ¿Hemos pensado que la figura central no es la novia? ¿No será que el día de la boda es una oportunidad de exaltar a Cristo?

En Juan capítulo 2, la fiesta no comienza con la novia, sino con Jesús siendo convidado. No estoy criticando a nadie, porque todos lo hemos hecho así. Partimos equivocados, pero estamos a tiempo de reflexionar. Tras la luna de miel, todo cambia. Generalmente es así. Las personas no crecen en el matrimonio, sino que comienzan a descender a un abismo de discusiones y peleas. No cultivamos las virtudes de Cristo para expresarlas en el matrimonio.

Un amigo me dijo: «Solo después que me casé, descubrí el demonio que soy. Vi cuánto pecado había en mi vida. Recién supe que estaba yendo al infierno». No es que su matrimonio fuera un infierno, sino que él descubrió que era capaz de expresar amor a muchos, menos a su esposa. No podía amar, ni ser humilde, no tenía paciencia, era incapaz de perdonar. Él tomó los nueve frutos del Espíritu, los aplicó a su matrimonio, y fue reprobado en todos.

En el matrimonio encontramos nuestro espejo espiritual. ¿Sabes dónde verás el crecimiento de Cristo en tu vida? No en la reunión de iglesia, sino viviendo el matrimonio todos los días. Ahí verás cuánto has crecido en la vida cristiana, cuánto Cristo ha crecido en tu vida.

¿Quieres saber cuánto de Cristo está siendo formado en ti? Mira hacia tu esposa, o hacia tu marido. Ella podrá decir realmente: «Este es un hombre de Dios», o él: «Esta es una mujer de Dios». El matrimonio es el barómetro de nuestra vida espiritual, de nuestro relacionamiento con Dios. Si quieres hacer una evaluación de tu vida espiritual, comienza a analizarla, primero, dentro de tu matrimonio. Esto es algo sumamente serio.

La centralidad de la Palabra

«Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere. Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba» (Juan 2:5-7). Aquí hay otro principio importante. Estas tinajas hablan de nuestra vida. «Llenad estas tinajas de agua». El versículo 5 dice: «Haced todo lo que os dijere».

¿Cómo podemos mantener la alegría en el matrimonio? «Haced todo lo que os dijere». ¿Estamos dispuestos a someternos totalmente a lo que el Señor nos está hablando? ¿Es Cristo el modelo de tu matrimonio? Si lo que Cristo te dice, si aquello que está en la Palabra no llena tu corazón ni gobierna tus sentimientos, por desgracia, no existe otra alternativa para ti. De nada te servirá una terapia matrimonial si permaneces indiferente, y peor aún, en desobediencia a la Palabra del Señor.

Solo existe un principio para que el matrimonio sea restaurado. Los dos, marido y mujer necesitan someterse a las palabras de Cristo. El principio del versículo 5 está en perfecta armonía con el versículo 7. Las tinajas fueron llenas de agua. ¿Qué significa el agua? El «lavamiento del agua por la palabra», el ministerio y la vida de la palabra. ¡Cuán importante es esto! Los principios para el matrimonio no están en ningún manual; son los principios de la palabra de Dios.

Una persona incrédula puede estar casada, pero nunca vivirá el propósito de Dios en su relación. Toda la alegría que ellos disfrutan, tiene como objetivo ellos mismos. Pero nosotros no. Nuestro matrimonio tiene a Dios como propósito, de tal manera que podemos experimentar algo que ellos nunca podrán conocer.

Nuestro matrimonio está íntimamente ligado con la obra de Dios, con la voluntad y con el propósito eterno de Dios. El matrimonio cristiano es algo santo. Entonces, ¿cómo podemos mantener este vínculo sagrado? Permitiendo que la palabra de Dios llene nuestros corazones.

¿Cómo los hombres podrán vencer las dificultades de su carne? ¿Cómo las mujeres podrán vencer el culto a su cuerpo y la vanidad personal? Permitiendo, ambos, que la palabra de Dios gobierne sus vidas. Nuestra oración hoy, maridos y esposas, es que Dios nos llene de su palabra.

¿Cómo se explica el caso de los matrimonios cristianos que están viviendo frustración, desánimo e infelicidad? Es porque no están viviendo bajo el gobierno de la Palabra. De manera práctica, la palabra de Dios no tiene un lugar central en sus vidas. Han ocupado su tiempo en cosas banales, y han perdido la comunión con la Palabra. Es triste, porque eso se refleja en la vida personal, conyugal y familiar.

Rescatando a los hijos

Muchos padres enfrentan una lucha terrible con este mundo, en relación a sus hijos. Esta generación está viviendo algo serio y delicado, en especial por el cambio operado por el mundo virtual. Años atrás, conocíamos el mundo natural y el mundo espiritual. Hoy se ha agregado el mundo virtual. Y parece que, todo lo que concierne a la obra de las tinieblas, en estos días, está bajo la influencia de este mundo virtual.

Una de las grandes crisis familiares de este tiempo es el hecho de que muchos hijos de padres creyentes han abandonado la fe. Hay matrimonios que lloran por sus hijos, preguntándose dónde fue que ellos erraron como padres. Este es un problema generalizado hoy en la iglesia.

Aún más, hay padres preocupados porque algunos hijos que han salido de la casa, han dejado de reunirse. Entonces, asumen que el problema son los hijos que no se reúnen. Pero, recuerden al padre del hijo pródigo. Él no tenía un hijo perdido, sino dos. Uno, perdido fuera de casa, malgastando lo que su padre le había dado; pero el otro estaba perdido dentro de la casa, no disfrutando de nada de aquello que poseía.

Los padres cuyos hijos han dejado la vida cristiana, lloran por esta causa. Lo curioso es que muchos padres no ven a aquellos hijos que están espiritualmente muertos dentro de la vida de la iglesia. Eso es un hecho. Pero quiero decirle a esos padres que su gran objetivo, en este preciso momento, no es quedarse preguntando en qué se equivocaron con respecto a sus hijos.

La base para que puedas descansar es restaurar tu matrimonio, tomando estos principios y buscando delante del Señor una vida conyugal donde él tenga total satisfacción. Si él encuentra satisfacción en tu matrimonio, tus hijos podrán estar fuera, pero tú irás delante del Señor por la vida de ellos. Allí experimentarás algo grande: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa» (Hech. 16:31).

Otro punto importante. ¿Recuerdas cuando Dios salvó a Lot por amor a Abraham? Dios salvará a tu hijo o a tu hija, por amor a ti. Porque tu gran problema no es el hijo o la hija perdidos, sino un matrimonio que no tiene el gozo de Cristo, donde Cristo no tiene la primacía, donde la palabra de Dios no tiene centralidad. Esto es algo muy serio, que está ocurriendo delante de nuestros ojos, y tenemos que ir a los pies del Señor por ello.

La base del avivamiento

Necesitamos esto con urgencia. No es solo una cuestión de familia, sino de la iglesia. Si queremos apresurar el regreso del Señor, hemos de comenzar en nuestro hogar. Si creemos que en estos últimos tiempos, antes de su regreso, el Señor traerá un gran avivamiento a la tierra, debemos entender que esto debe tener su punto de partida en nuestras casas.

Este avivamiento tiene que ver con la restauración del papel del hombre y el papel de la mujer, y tiene que ver con nuestros hijos. Dios volverá el corazón de los padres a los hijos y el corazón de los hijos a los padres. Esto es muy importante. Dios va a hacer esto en este tiempo.

Por eso, si nos quedamos acomodados, si los maridos siguen solo viendo los problemas, si las esposas solo miran el matrimonio frío y lleno de diferencias, sin solución, haciendo del matrimonio un campo de batalla, petrificados en nuestras emociones, perdiendo toda sensibilidad, con toda certeza, veremos que la batalla está perdida.

Si crees que tu cónyuge no cambiará, que ya no hay solución, estás a contramano de lo que Dios quiere hacer. Entonces, no tienes un problema conyugal, sino un serio problema espiritual. Ten conciencia de esto.

El padre de familia

Tenemos que volver a los modelos de la palabra de Dios, donde la mujer debe cumplir su rol como mujer, como esposa y como madre. «La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba» (Prov. 14:1). Un hogar donde el hombre cumple su papel como sacerdote. Muchos maridos han perdido esta función espiritual dentro de su casa, ignorando que les ha sido dada una función sacerdotal delante de Dios sobre su hogar.

¡Cuántos han perdido su vocación de marido y de padre delante de Dios! Muchos varones están simplemente acomodados en su hogar. Llegan cansados, ya no oran por su familia. Se recuestan en su sofá, y están todo el tiempo pendientes del televisor o el celular, omitiendo orar por su esposa y por sus hijos.

El marido es aquel pastor que tiene el cayado para conducir, la vara para disciplinar, no para maltratar. Aquel que tiene una palabra de vida, que reprueba el error, trayendo a su familia el temor de Dios. Es un hombre que está delante de Dios como sacerdote. Él también ejerce un papel profético, y solo puede ser un hombre según el corazón de Dios cuando tiene discernimiento, aunque la esposa pueda contradecir o los hijos desobedezcan. Él es un sacerdote, un pastor, un profeta, un maestro.

¿Qué están aprendiendo hoy los hijos? Muchos padres no les están enseñando cosas esenciales; están descuidando la formación del carácter moral y espiritual, entregando a sus hijos a la influencia de los medios electrónicos. Por desgracia, esta es una gran tragedia familiar.

¿Cómo vamos a vivir en una familia según el corazón de Dios, si los hombres están acomodados en la vida mundana, y las esposas, esclavizadas por la vanidad o por el feminismo inconsciente, luchan por asumir el rol del hombre en la sociedad y en la familia? Esto tiene que ver con la degradación que está corroyendo al mundo hoy.

Nuestra batalla

Somos testigos del cambio social de estos últimos tiempos. Por ejemplo, hay hermanos afligidos por el asunto de la ideología de género. Pero pregunto: ¿Alguien de nosotros tiene esperanzas en este mundo? ¿Ustedes creen que si hubiera o no hubiera ideología de género aprobada por un congreso, las personas van a ser mejores? ¿Creen que, si no fuese instituida la ideología de género, las personas dejarán de ser corruptas?

Muchos pastores han asumido una posición frontal en esta guerra, y están luchando para que estas cosas no acontezcan. Y batallan mucho, pero no consiguen nada. ¿Por qué no consiguen nada? Porque esta no es una cuestión político social, sino un asunto espiritual. El mundo se corromperá más y más.

Durante más de veinte años, yo trabajé con niños abusados. Conozco muy bien lo que significa la pedofilia. Esta es una de las mayores cosas sin sentido, porque en realidad, aquellas cosas son aprobadas de manera oculta. Dejé de trabajar allí, porque las propias leyes del país eran contrarias a estas labores.

Quiero reiterarlo: ésta no es nuestra guerra. Lo digo con tristeza. No tiene sentido batallar contra la ideología de género, porque el mundo entrará en una degradación aún peor. ¿Y cuál será el próximo paso? La unión de hombres con animales. Una persona se va a casar con su perro. Y la gente creerá que aquello está bien, y que lo que cuenta es el amor. Parece una locura, pero hacia allá va la sociedad.

Nuestra bandera

Y nosotros, ¿vamos a levantar bandera contra aquello? No. ¿Saben cuál es nuestra bandera? Esto que hemos predicado. Un día, la gente verá al mundo caminando hacia esa locura. Pero, al mirar hacia tu hogar, verán que tu matrimonio es la mayor proclamación del evangelio en medio de esta degradación, y este mundo les producirá náuseas.

Una minoría irá avanzando en esa degradación social y moral, mientras otros mirarán hacia nosotros, y verán que existe un vino que no se acaba, una alegría que no se extingue. Ésta es nuestra bandera. Que Dios gane en nuestras familias, que ellas sean una realidad de la iglesia. Que el evangelio sea predicado, no a partir de un púlpito, sino a partir de nuestros hogares. Mucha gente tiene una casa, pero no un hogar. Esa es la diferencia entre un incrédulo y un creyente. Para aquél, su matrimonio puede ser su casa; pero solo un cristiano puede realmente edificar un hogar. Amén.

Síntesis de un mensaje oral impartido en Temuco (Chile), en mayo de 2017.