¿De qué cantera, mi Señor, formaste
la estructura de la Fe en el tiempo?
¿La reflexión correcta de qué sirve
si tú existieras solo en nuestra mente?

¿Y quién podrá calificar tu gloria
con la verbosa voz de las palabras?
¿Y quién te enseñará en tus quehaceres,
si a tu soberanía nada excede?

¡Oh Absoluto, Invisible Padre,
tu firme, fiel misericordia aumenta
en mi debilidad y en mi abandono;
y salgo de Caldea, con asombro,
mirando el horizonte, no pensando
en la premura de una despedida!

Cortado desde el socavón del mundo:
me desarraigas y retuerces todo,
rehilando mis senderos por delante,
poniéndome en la casa de tu Hijo;
plantándome de gracia en tierra nueva.

¿De qué debilidades te acordaste?
La Fe molecular es tu simiente.