El significado espiritual y práctico de las bendiciones recibidas en los lugares celestiales.

Lecturas: Efesios 1:3, 20; 2:6; 3:10; 6:12.

En la epístola a los Efesios, el apóstol utiliza reiteradamente la frase: «en los lugares celestiales». Todos sabemos que esta carta, junto con la carta a los Colosenses, nos brinda la verdad más elevada de la Biblia, porque este libro nos habla del pleno consejo de Dios, nos muestra el misterio de Dios, el misterio de Cristo y el misterio del evangelio. Todo aquel que ha leído la carta a los Efesios tiene conciencia de que se trata de una enorme y gloriosa revelación y presentación del corazón de Dios.

A menudo, cuando leemos esta carta, o a veces cuando oímos la predicación acerca de ella, si nuestros corazones están correctos, hallarás que estamos siendo levantados hasta el tercer cielo, porque cosas gloriosas nos están siendo reveladas. Pero hay un problema. Algunas personas nos dicen que cuando leyeron este libro u oyeron las palabras, ellas fueron muy inspiradas y levantadas; sin embargo, creen que aquello está mucho más allá de su alcance. Es maravilloso, pero solo si es práctico.

Oigo a menudo a la gente decirme que la voluntad eterna de Dios es realmente gloriosa si tú sabes cuál es. ¿Pero es práctica? Es como si estuviera en el tercer cielo. ¿Pero cómo puedes tú alcanzarla? Es como una hermosa cesta de frutas maravillosas puesta muy alto en el cielo. Podemos verla lejos, pero no hay manera de alcanzarla. ¿Cuál es lo bueno de ella si tú no puedes probarla, si no puedes tenerla? Eso sólo te da una sensación de frustración. Yo pienso que ese es el problema de muchos hijos de Dios.

A veces, yo espero en el Señor y digo: «Señor, ¿hay una clave? ¿Hay alguna manera que ayude al pueblo de Dios a apropiarnos de nuestra posesión? Haz que aquello que es imposible sea posible en nuestras vidas». Un día, meditando ante el Señor, él parecía dirigir mi corazón a esta frase: «…en los lugares celestiales». Era como si esta fuese la clave que abrirá ese misterio y nos permitirá poseerlo. Ahora, quisiera que compartiéramos juntos sobre esta materia.

Realmente, la palabra «heavenlies», en inglés, es un término difícil. En las diversas versiones inglesas, se traduce a veces «en los lugares celestiales», o a veces «en los ámbitos divinos». Pero en los originales, debería ser traducido como «en los celestiales». En la versión china, tenemos el mismo problema, porque dice: «en el cielo».

Sin embargo, éste no es el tercer cielo, porque el tercer cielo está donde está el trono de Dios. Y ahora en el tercer cielo, aparte de Dios, hay sólo un hombre, y ese es Jesucristo hombre. Y no hay diablo allí, porque el diablo ha sido lanzado fuera del tercer cielo. Entonces, los lugares celestiales no pueden ser el tercer cielo. ¿Ahora, puede señalar al segundo cielo, donde están las estrellas? Sabemos que no. ¿O puede ser en el primer cielo que es nuestro firmamento? Sabemos que ese es el dominio del diablo. Entonces, ¿cuáles son los lugares celestiales? No es el tercer cielo, no es el segundo cielo, no es el primer cielo, y entonces, ¿dónde es?

Sólo sabemos que, en verdad, los lugares celestiales son un ámbito celestial, son ámbitos divinos. Es un lugar o lugares celestiales, pero creo que no sabemos dónde están los límites. Parece ser tan vasto y, con todo, parece ser inexplicable. Pero nosotros sabemos que hay tal lugar o tal reino llamado los lugares celestiales. Porque es celestial, es espiritual y es real. Y allí en los lugares celestiales, en ese ámbito, Dios está allí, nosotros estamos allí, y aun Satanás y sus ángeles están también allí. Es una realidad.

El significado de los lugares celestiales

¿Cómo lo explicamos? Pienso que cuando intentas explicar algo, deberías usar ilustraciones. Por eso la Biblia tiene tal cantidad de tipos y de ilustraciones. Ahora pensemos en Abraham. Sabemos que Abraham nació en Ur de Caldea y allí es donde estaba Babilonia. También sabemos que él nació en una familia que construía ídolos, y en ese tiempo todos ellos eran adoradores de ídolos.

Pero, gracias a Dios, de alguna manera la gloria de Dios, el Dios de la gloria, se apareció a él. Y debido al Dios de la gloria que se le apareció, él fue llamado a salir de Ur de los caldeos. Y fue llamado para cruzar el río Éufrates e incluso el río Jordán, y Dios lo condujo a la tierra de Canaán. Y Dios prometió darle a él y a su simiente la tierra de Canaán. Era una tierra que fluía leche y miel. Pero cuando Abraham estuvo en la tierra de Canaán, él fue un extranjero y un peregrino allí. Él habitó en tiendas y vivió por fe y no por vista. La tierra le fue prometida. Era su herencia, pero extrañamente, él era un extranjero y un peregrino en ella.

Ahora, amados hermanos y hermanas, ¿eso describe algo de ustedes? Nosotros vivimos en esta tierra. Nacimos de Adán. Nacimos bajo sentencia de muerte. No teníamos Dios. No teníamos ninguna promesa. Justo como Abram, él nació, creció y vivió en Ur de Caldea. Nosotros estábamos en total oscuridad. Pero gracias a Dios, la gloria de Dios se nos apareció en la faz de Jesucristo. Él nos llamó fuera de esta tierra y nos llamó hacia Sí mismo.

En un sentido espiritual, todos nosotros somos hebreos. Sabemos que Abraham fue el primer hebreo. ¿Por qué? Porque él cruzó el río. Espiritualmente hablando, todos nosotros somos hebreos. Aún estamos en este mundo pero no pertenecemos a este mundo. Mientras todavía estamos viviendo en la tierra, somos extranjeros, porque nuestra ciudadanía está en el cielo. Físicamente hablando, todavía estamos en este mundo, pero espiritualmente no somos de este mundo.

Aun cuando no somos de este mundo, todavía estamos aquí en este mundo, y sabemos que este mundo un día será nuestra herencia. Porque la Biblia dice: «Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad». Pero somos peregrinos, viajeros pasando a través de este mundo. Nosotros vivimos por fe, no por vista. Así, la situación de Abraham es nuestra situación hoy, de manera que en un sentido la tierra de Canaán puede ser un tipo de los lugares celestiales. Porque, en aquella tierra, el Señor estaba allí.

El Señor apareció a Abraham repetidas veces. Y en esa tierra usted encontrará que Abraham estaba allí, pero al mismo tiempo las siete tribus de Canaán estaban allí. Ahora, las tribus de Canaán representan las fuerzas malvadas. Así que, en un sentido, la tierra de Canaán, donde Abraham era un peregrino, puede representar los lugares celestiales hoy.

Mientras Abraham estuvo en Canaán, él tuvo que vivir por fe. Pero a veces él comenzó a vivir por vista. Cuando hubo hambre, él vivió por vista. Pero Egipto tiene alimentos. Vemos naturalmente que él fue a Egipto. ¡Y cómo fracasó! Por la gracia de Dios, Dios lo trajo de nuevo a Canaán. Y otra vez vemos que él falló. Él descendió a la tierra de los filisteos, y otra vez estuvo en apuros. Gracias a Dios, Dios utilizó estos apuros para disciplinarlo y para regresarlo otra vez a Canaán.

Hermanos y hermanas, ¿esto describe nuestras condiciones? Por la gracia de Dios, nosotros no somos de este mundo. Ahora, ¿ustedes realmente saben dónde viven? Físicamente, sí, vivimos en este mundo. Pero no vivimos como la gente de este mundo. No somos habitantes de la tierra.

En lo que concierne a esta tierra, nosotros somos extranjeros y peregrinos. Vivimos por fe, no por vista. La gente de este mundo vive por vista, por eso buscan las cosas de este mundo; pero nosotros vivimos por fe, aunque a menudo fracasamos. Comenzamos a veces a vivir por vista. ¡Y cómo somos tentados por este mundo! Como si hubiésemos entrado en Egipto. Si no es hasta Egipto, a la tierra de los filisteos. Porque Egipto representa la tierra, las riquezas de esta tierra. ¡Cómo las riquezas de esta tierra atraen al pueblo de Dios! Y si no somos atraídos por aquella, somos atraídos por la tierra de los filisteos. Los filisteos representan la carne. ¡Y cómo nos rendimos a veces a nuestra carne, y perdemos nuestra fe!

Pero, gracias a Dios, él es tan misericordioso con nosotros. Él se levantará por sobre las circunstancias y los ambientes, para traernos de regreso. Así que, extrañamente, nosotros encontramos que estamos viviendo en los lugares celestiales. Siempre que salgamos fuera del ámbito celestial, estaremos en apuros. Pero, gracias a Dios, él no nos dejará ir. Él nos trae una y otra vez de retorno a este reino celestial.

Así que, amados hermanos y hermanas, esto no es una abstracción. Los lugares celestiales son un ámbito espiritual muy real, vivo, verdadero. Si ustedes se toman de esta frase y van a la carta a los Efesios, pienso que tendrán la llave para tomar posesión de su heredad.

Ahora, todos saben hoy que la carta a los Efesios puede ser expresada por tres palabras, y yo pienso que muchos conocen el libro «Sentaos, andad, estad firmes». Eso, en un sentido, nos da una esencia de la carta completa.

Bendiciones celestiales

Los primeros dos capítulos se relacionan con esta materia de estar sentados con Cristo en los lugares celestiales. Efesios 1:3: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo». Aquí encontramos toda bendición espiritual. Ahora, hay una diferencia entre el Nuevo y el Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento, los hijos de Israel, eran el pueblo terrenal de Dios. Las bendiciones de Dios para ellos eran terrenales. Si ellos guardaban los mandamientos, si seguían a Dios, él los bendeciría con muchos hijos. Dios bendeciría su cesta, su tierra, sus animales. Todas las bendiciones con que Dios bendijo a los hijos de Israel son terrenales.

Pero, cuando llegamos al Nuevo Testamento, el énfasis cambia. No es que Dios no nos bendice con bendición, pero ese ya no es el punto, porque nosotros somos hijos espirituales de Dios, de tal manera que Dios nos ha bendecido con algo mucho mejor que las satisfacciones terrenales. Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual.

Ustedes saben, hermanos y hermanas, yo encuentro que hay una idea errónea, especialmente en nuestros días, porque éstos son días difíciles. Ustedes encontrarán que el Evangelio de la Prosperidad es algo que incluso el pueblo de Dios está buscando. Si tú amas a Dios, Dios te bendecirá y te dará salud perfecta, Dios te dará una buena familia, Dios te dará prosperidad. Tendrás una casa grande, tendrás un Rolls Royce. Esto te demuestra que eres bendecido por Dios. Si tú eres débil y enfermo, si no tienes hijos, si vives en una casa pequeña, si apenas tienes para vivir, entonces debes estar maldito.

Esto era verdad en el Antiguo Testamento, pero ya no lo es en el Nuevo Testamento, porque Dios tiene algo mejor para nosotros. Todo lo que tú ves es temporal, y pasará. Dios nos ha bendecido con lo que es eterno. Él nos ha bendecido con toda bendición espiritual. No podemos pensar en ninguna bendición espiritual con la cual Dios no nos haya bendecido. Aquel que no escatimó a su Hijo unigénito, ¿retendrá alguna cosa buena de nosotros?

Ahora, si intentas contar estas bendiciones espirituales, te sorprenderás. Por ejemplo, cuando lees los primeros dos capítulos de Efesios, verás que allí se enumeran algunas de estas bendiciones espirituales. Por ejemplo, él nos escogió aun antes de la fundación del mundo. ¿No es eso maravilloso? Antes de que naciéramos, antes de que Adán fuese creado, antes de que el mundo fuese creado, Dios ya te había elegido. ¿No es eso maravilloso? ¿Y para qué te eligió? Para que tú puedas recibir la filiación. No sólo para ser un niño de Dios, sino para ser un hijo maduro o una hija madura de Dios.

Él nos redimió y perdonó nuestros pecados. Hoy gozamos de su favor, y él nos dice lo que él está haciendo. En aquel día, Dios resumirá todas las cosas en Cristo. Y todos nosotros seremos reunidos en Cristo. Y no sólo eso, él nos usará como instrumentos para manifestar esta recapitulación de todas las cosas en Cristo. Nosotros somos su herencia, y él es nuestra herencia. Estábamos muertos en delitos y pecados, y en su misericordia y su gracia, él nos ha salvado. Y no sólo nos libró con Cristo, él nos resucitó juntamente con Cristo, y él nos hizo sentar juntamente con Cristo en los lugares celestiales.

Ahora, ¿esto es algo en el futuro? No, no es algo en el futuro. ¿Cuándo fueron perdonados nuestros pecados? No es algo en el futuro. Nuestros pecados ya han sido perdonados. ¿Cuándo fuimos librados de nuestra muerte? Ya tenemos esa vida de resurrección, la vida de Cristo, en nosotros. No es algo en el futuro. Y del mismo modo, ¿cuándo nos hemos sentado con Cristo en los lugares celestiales? ¡Ahora! Nosotros ya hemos sido sentados con Cristo en los lugares celestiales. Cristo ha sido levantado de los muertos, y él ha ascendido y se ha sentado a la diestra de Dios.

Él está en los lugares celestiales, él nos ha introducido en los lugares celestiales y nos ha sentado con él en los lugares celestiales. ¿Qué significa estar sentado? Tú te sientas cuando el trabajo ya está hecho. Así, nuestro Señor Jesús, después de concluir su obra, ascendió al cielo y se sentó a la diestra del Padre. Hermanos y hermanas, nosotros estamos en el bien de su trabajo acabado. Ya estamos sentados. Tú no necesitas trabajar. La obra está hecha. Su obra es nuestro trabajo, y nosotros estamos sentados con él.

Morar en el Señor sentado en los lugares celestiales

¿Dónde estamos sentados? En los lugares celestiales. ¿Ves esto? Ya estamos sentados en los lugares celestiales. Y porque nos hemos sentado allí, todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales son nuestras.

Podemos utilizar otro término, tomado del capítulo 15 de Juan. El Señor dijo: «Permaneced (o habitad) en mí, y yo en vosotros». Ustedes saben que estar sentados con Cristo en los lugares celestiales es lo mismo que habitar o morar en él, porque todas las bendiciones en los lugares celestiales están en Cristo Jesús. Entonces, cuando estamos en él, cuando habitamos en él, todas las bendiciones espirituales son nuestras.

Si no habitamos en Cristo, entonces no recibimos lo que está en él, porque no estamos morando en él. Estar sentados con, y habitar en Cristo, son una y la misma cosa. Entonces, amados hermanos y hermanas, todas las bendiciones espirituales de los capítulos 1 de Efesios y 2, están todas en Cristo Jesús. Y si tú estás sentado con él, y habitas en él, entonces todas ellas son tuyas, y tú comenzarás a experimentar todas estas bendiciones. La llave verdadera está aquí. Dios ya te ha puesto en los lugares celestiales en Cristo Jesús.

¿Están ustedes sentados juntos con él hoy? ¿Habitan ustedes en él? Si tú moras en él, y eso significa que estás sentado con él, tú recibes aquello que él ya ha hecho. Entonces todas estas bendiciones espirituales no serán como una cesta de frutas puesta a una altura inalcanzable. Hermanos y hermanas, es muy simple. Si tú realmente deseas tomar tu posesión, sólo aprende a estar sentado con Cristo, aprende a reposar en Cristo; no luches, no lo intentes en tus fuerzas, porque la vida cristiana es una vida de fe. Y la fe echa un ancla en Cristo. Y esto es habitar en la voluntad de Dios. Es una cosa diaria.

Andar para atestiguar la realidad de Cristo

Si nos movemos del capítulo 3 al capítulo 5, encontramos otra palabra: andar. Caminar con Cristo. ¿Qué significa eso? Significa que aquello que has recibido cuando fuiste sentado con Cristo en los lugares celestiales, ahora hay una oportunidad de manifestarlo, expresándolo en tu vida de cada día. Y cuando estás haciendo eso, éste es tu testimonio.

Ahora, ¿cuál es nuestro testimonio? Nuestro testimonio no es otro sino atestiguar la realidad de Cristo. Que Cristo es verdadero. ¿Cómo sabes tú que Cristo es real? Porque él se ha expresado a sí mismo en nosotros. Y este es nuestro testimonio, no sólo a este mundo sino aun al mundo invisible, porque en el verso 10 del capítulo 3, dice: «…para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales».

Nuestro testimonio no sólo alcanza al mundo; también alcanza aun a las huestes celestiales. Ellos se maravillan en lo que ha hecho Dios en nuestras vidas, cómo él puede transformarnos de pecadores en santos, cómo él puede reunirnos en unidad. Entonces vemos en el capítulo 4 que ésta es nuestra vida de iglesia, nuestra vida de cuerpo. Y luego sigue nuestra vida en la sociedad y nuestra vida en la familia. Todas las bendiciones espirituales que hemos recibido en Cristo Jesús son tan verdaderas, tan prácticas, porque todas ellas pueden ser expresadas en la vida de iglesia, en la vida social y en la vida familiar. Y este testimonio es de gran alcance. Así es este andar con Cristo en los lugares celestiales. Nosotros no andamos por vista, sino por fe.

Entonces, nada es abstracto. No es como la gente dice, cuando usted es muy espiritual, que usted ya no es más un hombre. En cambio, usted ve que usted es el hombre real porque está Cristo siendo manifestado. Y cuán maravilloso es cuando usted lee estos capítulos.

En pie para la guerra espiritual

Y entonces, finalmente, en la última parte del capítulo 6, encontramos que estamos luchando con Cristo en los lugares celestiales. La guerra espiritual verdadera está en los lugares celestiales. Y la guerra espiritual verdadera no es contra carne y sangre. Sí, tenemos nuestras guerras con carne y sangre, y a menos que hayamos vencido, no somos aptos para la guerra espiritual.

Hay una guerra espiritual en desarrollo, tras la cual el propósito eterno de Dios será cumplido. Satanás está echando mano a todo para obstruir eso. Y ahora Dios utilizará a aquellos que están sentados con él, caminando con él en los lugares celestiales, para pelear esta batalla de fe. La guerra espiritual no es una guerra si no tiene un objetivo: que el propósito eterno de Dios permanezca en pie, que sea realizado.

Y gracias a Dios, él puede incluso utilizar al hombre para luchar contra los ángeles que son más altos que éste. Esa es la gloria de Dios. Debemos estar en pie, resistir y permanecer en pie. Y el último estar en pie significa que estamos firmes para el cumplimiento del propósito eterno de Dios.

Amados hermanos y hermanas, toda esta carta a los Efesios es altamente espiritual pero profundamente práctica. Y es muy simple: sentados con Cristo en los lugares celestiales, caminando con Cristo en los lugares celestiales, y luchando con Cristo en los lugares celestiales. Que esta carta sea nuestra posesión.