Este número es usado 242 veces en la Biblia, y la palabra décimo es mencionada 79 veces. «Diez» es el número de la perfección del hombre. El hombre posee diez dedos en las manos y en los pies. El viejo siervo de Abraham llevó consigo diez camellos, camino a la tierra de Rebeca a fin de tomar esposa para Isaac. Después de llegar allá, Rebeca «sacó (agua) para todos sus camellos». El siervo le dio entonces dos brazaletes que pesaban diez ciclos de oro. La madre y el hermano de Rebeca querían que ella se quedase con ellos por lo menos diez días (Gn. 24:55), antes de partir para casarse con Isaac. Rebeca, sin embargo, decidió irse inmediatamente.

En esta hermosa historia vemos cómo las marcas del número diez se hallan como el número de la perfección ordinal.

En la parábola de las diez vírgenes (Mt.25), el número diez representa el número legal necesario para un casamiento judío. Ana era estéril antes del nacimiento de Samuel; su marido la consolaba diciendo: «¿No te soy yo mejor que diez hijos?» (1 S.1:8). La provisión de Salomón para un día estaba compuesta de treinta ó tres veces diez coros de flor de harina, y sesenta o seis veces diez coros de harina; diez bueyes gordos, veinte o dos veces diez bueyes de pasto, y cien o diez veces diez ovejas, y otros (1 R. 4:22).

En el templo y en el palacio de Salomón encontramos el diez en todas partes en las medidas de las varias piezas de los edificios (1 R. 6-7 y 2 Cr. 3-4).

Los diez hijos de Amán fueron colgados en la horca (Est. 9:14). Esto sirve como una excelente interpretación del versículo: «Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos» (Gál. 5:24). Si Amán es un tipo de la carne, entonces sus diez hijos representan la perfecta manifestación de la carne en sus pasiones y concupiscencias. «La sabiduría fortalece al sabio más que diez poderosos que haya en una ciudad» (Ecl. 7:19). No deseando ser contaminado por la comida del rey, Daniel pidió al jefe de los eunucos: «Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber» (Dn. 1:12). Diez días más tarde, su apariencia era mejor, y estaban más robustos que todos los otros jóvenes. Y el rey los halló diez veces mejores que «todos los magos y astrólogos que había en todo su reino» (Dn. 1:20).

Diez leprosos fueron limpiados por Jesús, pero sólo uno de ellos regresó para agradecerle. Entonces Jesús le preguntó: «¿No son diez los que fueron limpiados? ¿Y los nueve dónde están?» (Lc. 17:17). Un número perfecto de pecadores fue salvo; ¿cuántas alabanzas y acciones de gracias son ofrecidos al Señor?

«Diez» es también el número de la responsabilidad doble en dirección a Dios y al hombre. El hombre era responsable ante la ley de guardar los diez mandamientos y ser un testigo de Dios. Diez plagas cayeron sobre Egipto y Faraón en los días de Moisés (Éx. 7:12). Booz pidió a diez hombres entre los ancianos de la ciudad que sirviesen de testigos de que él era el redentor de Rut (Rt. 4:2). En Lucas 19, diez siervos recibieron diez minas de las manos de su señor para negociar con ellas. Uno de ellos hizo rendir diez veces más la mina que le fuera confiada y fue recompensado recibiendo autoridad sobre diez ciudades.

Diez Salmos comienzan con la palabra «Aleluya» (Sal. 106, 111, 112, 113, 135, 146, 147, 148, 149, 150). Hablando de manera figurada, los mismos podrían ser cantados por los diez leprosos a quienes el Señor sanó (Lc. 17).

El rescate de los hijos de Israel era equivalente a diez geras, siendo así reconocido tanto lo que Dios reivindicaba como lo que el hombre tenía la responsabilidad de dar (Ex. 30:12-16; Nm. 3:47).

Las diez rebeliones de Israel contra Dios en el desierto (Nm. 14:22) marcan el completo fracaso de la antigua generación israelita.

El tabernáculo es mencionado diez veces como el «tabernáculo del testimonio». Las bases del santuario quedaron en cien talentos de plata (10×10) (Ex. 38:27). Las tablas del tabernáculo tenían diez codos de longitud. Había diez cortinas de lino en el atrio, y diez columnas en el lado occidental del atrio (Ex. 26:1; 26:16; 27:12).

Diez personas en la Biblia hicieron la confesión «He pecado» – y reconocieron merecer el juicio divino:

Faraón (Ex. 9:27; 10:16), Balaam (Nm. 22:34), Acán (Jos.7:20), Saúl (1 S. 15:24, 30; 26:21), David (2 S. 12:13; 24:10, 17;1 Cr. 21:8, 17; Sal. 41:4; 51:4), Simei (2 S. 19:20), Ezequías (2 R. 18:14), Job (7:20), Miqueas (7:9), Nehemías (1:6).

En diez ocasiones la Biblia repite los siguientes nombres: 1. Abraham, Abraham (Gn. 22:11); 2. Jacob, Jacob (Gn. 46:2); 3. Moisés, Moisés (Exodo 3:4); 4. Samuel, Samuel (1 S. 3:10); 5. Marta, Marta (Lc. 10:41); 6. Simón, Simón (Lc. 22:31); 7. Saulo, Saulo (Hechos 9:4); 8. Señor, Señor (Mt.7:21, 22; 25:11; Lucas 6:46; 13:25); 9. Eloi, Eloi (Marcos 15:34; Mt. 27:46; Sal. 22:1); 10. Jerusalén, Jerusalén (Mt. 23:37; Lc. 13:34).

Tomado de “Os números na Bíblia”