Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia».

– Efesios 5:32.

¿Qué es el matrimonio? ¿Es lo que todo el mundo conoce como tal? ¿Hay algo más profundo, y que el mundo no conoce? El matrimonio es, podemos decir, la metáfora de un misterio. Este misterio –Cristo y la iglesia– no se dio a conocer a los profetas del Antiguo Testamento, si bien su metáfora –el matrimonio– ya se había establecido en Génesis 2:24: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne».

El matrimonio es una alegoría del misterio de Cristo y la iglesia, y no la revelación plena del mismo, porque muestra la unión de Cristo y la iglesia en forma velada, no abiertamente. Cuando veamos a Cristo unido para siempre con su iglesia, en los lugares celestiales, celebrando las bodas del Cordero, ese día, la metáfora tendrá una manifestación completa.

Para conocer el verdadero significado del matrimonio, hemos de conocer a Cristo y a la iglesia. El Señor aceptó cierta distorsión en cuanto al matrimonio bajo el Antiguo Pacto, pero no la puede aceptar bajo el Nuevo. Porque en el matrimonio, el marido representa a Cristo, y la esposa a la iglesia, lo cual no se conocía bajo el Antiguo Pacto.

Cuando los fariseos se acercaron a Jesús para preguntarle acerca del matrimonio, ellos tenían en mente las enseñanzas de Moisés dadas en Deuteronomio capítulo 24. Sin embargo, el Señor les llevó más atrás, a Génesis capítulo 2. «Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así» (Mt. 19:8). «Al principio no fue así». Es el parámetro con que ha de medirse. Lo que está en el principio muestra el modelo original de Dios, y que expresa el deseo de su corazón. Lo posterior es el resultado de la incapacidad e irresponsabilidad del hombre para sostener aquel modelo. De manera que hemos de ver atentamente cómo fueron las cosas al principio, para así conocer el misterio que encierra el matrimonio.

Cuando Dios creó a Adán tuvo en mente a su Hijo, y cuando Dios creó a Eva como compañera de Adán, tuvo en mente a la iglesia. Lo primero es Cristo y la iglesia. No Adán y Eva; no el matrimonio de Adán y Eva, sino Cristo y la iglesia. El matrimonio es una réplica en el tiempo de aquella unión maravillosa y eterna de Cristo y la iglesia.

El misterio de Cristo y la iglesia –como todos los que Dios ha revelado en su evangelio–, no es develado a todos los hombres, sino solo a los que son de la fe: «Él respondiendo les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado» (Mat. 13:11). Estos misterios no son entendidos por carne y sangre, sino que son entendidos espiritualmente, por revelación del Espíritu Santo.

267