Cuando los judíos preguntaron: «¿Quién es este Hijo del Hombre?» (Jn. 12:34), no estaban expresando perplejidad por el título, pues sabían lo que éste implicaba, sino más bien mostraban su escepticismo sobre la demanda de Cristo al usarlo, a causa de la humilde condición de él en ese entonces, y de los anuncios de su próxima muerte.

La frase ‘el Hijo del Hombre’ no contenía alusión alguna al linaje de nuestro Señor, ni a una relación padre-hijo, sino que era una expresión de características personales. El ‘hijo de paz’ (Lucas 10:6) era un hombre esencialmente pacífico, así como los ‘hijos del trueno’ eran exactamente lo opuesto (Marcos 3:17). Bernabé era ‘hijo de consolación’ (Hechos 4:36) porque era un hombre confortador, alentador. Esto nos ayuda a apreciar que el título ‘el Hijo del Hombre’ denotaba que nuestro Señor era verdadero Hombre, el ideal y la esencia de todo lo que Dios esperaba que fuese el hombre.

El extraordinario rasgo de este título en particular es que el Señor lo escogió para referirse a sí mismo. Aparece en todos los evangelios, y era evidentemente su autodescripción favorita. Podemos preguntarnos si tomó el título de Daniel 7:13, pues casi siempre que se refirió a su retorno en gloria él se llamó ‘el Hijo del Hombre’ (Mateo 26:64). Él supo que se había hecho Hombre para proporcionar el verdadero principado de la raza humana. Incluso Adán antes de la caída no fue sino una sombra del Hombre que iba a gobernar el reino de Dios (Romanos 5:14), así que toda la profecía se centró en este Rey venidero.

Los judíos podían entender este tipo del Hijo del Hombre, aunque no estaban preparados para aceptar la demanda de Cristo de serlo, principalmente porque su fracaso en admitir su propia maldad les impedía aceptar la idea de que la esperanza sólo pudiera venir a la raza humana por la muerte sacrificial del Hombre representativo.

Nosotros no sabemos cómo se habría cumplido el propósito de Dios para la humanidad si ésta nunca hubiera pecado, pero esto sabemos: que él envió a su Hijo a resolver el trágico dilema dando su propia vida por los pecadores (Marcos 10:45). El hombre debe estar en la cruz antes de poder estar en el trono. Así que el número de referencias al retorno del Hijo del Hombre en gloria está equiparado con el número de referencias a su muerte y resurrección (Lucas 24:7).

El título es hallado también en Ezequiel, donde es aplicado al profeta más de noventa veces. En su caso, el énfasis está en la humillación y el sufrimiento, en su ministerio como una ‘señal’ entre los israelitas cautivos (Ezequiel 2:6). En ningún sentido es un título mesiánico como en Daniel, pero por lo menos sugiere que en un mundo como el nuestro un hombre de Dios debe servir sufriendo, y que el Hombre representativo –el Hijo del Hombre– es preeminentemente la ‘señal’ de Dios no tanto por lo que él dijo o hizo, sino por cómo padeció. Cuando Cristo habló de su próxima obra redentora, siempre se autodesignó como el Hijo del Hombre.

Aparte de estos dos usos principales del título, hay otros pocos que describen el carácter de Cristo, afinando nuestra comprensión de lo que es el Hombre ideal:

1. Él no tiene apoyo terrenal – es un Hombre de fe. Mateo 8:20.
2. Él tiene poder para perdonar – es un Hombre misericordioso. Mateo 9:6.
3. Él come y bebe – es un Hombre de compañerismo. Mateo 11:19.
4. Él es Señor del Sábado – es un Hombre libre. Mateo 12:8.
5. Él siembra la buena semilla – es un Hombre de esperanza. Mateo 13:37.
6. Él busca salvar – es un Hombre compasivo. Mateo 18:11.
7. Él sirve a otros – es un Hombre generoso. Mateo 20:28.

Esto, entonces, es nuestro ideal. Cuando nos confrontamos a este verdadero Hombre, bien podríamos desalentarnos de llegar a ser alguna vez el tipo de hombres que deberíamos ser. Pero no debemos desesperarnos. Él es nuestro Representante. Más aún, él está dispuesto a compartir a su humanidad con nosotros. ¿No ha hecho él este plan diciendo que el secreto de la vida eterna es el comer la carne del Hijo del Hombre y el beber su sangre (Juan 6:53)?

Hay otro uso más del título que es muy significativo. En los momentos de su agonía, Esteban fue sostenido por una visión de Cristo para la cual se usan sólo nombres humanos. Se nos dice que él vio a Jesús, y lo describió como «el Hijo del Hombre» (Hechos 7:55-56). Esteban fue el único discípulo que hizo esto alguna vez. ¿Es que él estaba demostrando que el secreto de la victoria radiante es poner la mirada en Uno que no sólo es Dios omnipotente sino también verdadero Hombre? ¿O era, tal vez, que Esteban estaba recibiendo una visión anticipada de la segunda venida? Una cosa es cierta, y esta es que cuando él y el resto de nosotros despertemos de aquel ‘dormir’ en cual él cayó, nuestra primera visión será la gloria de Dios con el amado Hijo del Hombre como su figura central.

De «Toward the Mark» Mar – Abr. 1972.