Por tu gracia, mi Dios, hoy soy creyente;
te tengo recostado en el sonido
de la eterna campana de los tiempos,
de ese buen nombre tuyo, ¡Jesucristo!,
que das vida y amor al que te busca
por sendas de justicia, como un niño.

Tú eres, Jesús, Señor entre señores;
Hijo del Hombre en singular destino;
Verbo encarnado, Sol de grande gloria,
árbol de dulce rama florecido,
excelso Soberano, Rey de reyes,
y Cordero de Dios, ¡agnus divinae!,
que fuiste, como mudo y mansamente,
a la cruz sin haberla merecido.

Creyente soy, porque me diste amparo,
haciéndome feliz y hombre distinto.
Y creyente también, porque enviaste
al Espíritu Santo, el fiel amigo,
Paráclito de Dios que nos consuela
el corazón humilde a ti rendido.

Rebrotan ya los ríos de agua viva
que riegan con amor los blancos lirios
de esta, la nueva vida que me entrega
nuestro Señor y hermano, Jesucristo.

Himnos de honor y gloria, derrotando
al padre de mentira, fugitivo
en la cruenta batalla, en tu victoria
ya por todos los siglos de los siglos.

Antonio Barceló Roldán
Málaga (España), 2003.