La segunda cosa que llama la atención tocante al reposo en Hebreos 3 y 4, es que el llamado del Espíritu Santo es a entrar en el reposo. La sola frase ‘entrar en’ nos indica claramente que hay dos posiciones: estar ‘dentro de’ y estar ‘fuera de’. Es posible estar en el terreno del reposo, y también es posible estar fuera del reposo.

Por eso, la exhortación que concluye la argumentación del Espíritu es: «Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia» (Heb. 4:11). La voluntad de Dios es que ‘ninguno’ esté afuera, sino que todos estén ‘dentro’ del reposo, disfrutando de él.

¿Cuál es la forma de cambiar de posición, de afuera hacia adentro? La misma Escritura nos lo dice: «Pero los que hemos creído entramos en el reposo…» (4:3). Por eso, todo este gran párrafo de Hebreos está exhortándonos permanentemente a creer, dejando de lado la incredulidad. «Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón».

Hebreos es una epístola escrita con la intención de que dejemos ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, y que avancemos hacia la perfección. Por eso, en ella se repite mucho la palabra perfección, y una de las señales de la perfección cristiana es el haber entrado en el reposo de Dios.

Quienes conocieron a algunos de los grandes cristianos, como Hudson Taylor, Andrew Murray y otros, se admiraban de la tranquilidad espiritual que irradiaban, aun en medio de los afanes y las pruebas. Parecía que ellos no estaban haciendo nada, que vivían en una total inactividad. Watchman Nee, cuando era joven, se impacientaba con su mentora espiritual, Margaret Barber, porque le parecía que ella desperdiciaba su tiempo y sus riquezas espirituales, sin hacer nada.

Lo que Watchman Nee no sabía a esa altura de su vida era que, para entrar en las obras de Dios, es preciso descansar de las propias, y que las obras de Dios no requieren del activismo exterior. Como dice Hebreos, «las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo» (4:3). Las obras divinas ya están consumadas; solo tenemos que unirnos al Espíritu del gran Realizador para hacer las obras de Dios.

Entrar en el reposo de Dios significa librarse de la presunción de pensar que podemos hacer, por nosotros mismos, algo para él. La obra de Dios consiste en esperar en Dios hasta que él tome la iniciativa, y luego esperar a que él nos invite a entrar en esa obra y colaborar con él.

Una sola cosa que Dios emprenda, en la cual nos involucre, será suficiente para llenar toda nuestra vida, y para llenar perfectamente nuestro corazón de gozo. Este es el significado de entrar en Su reposo.

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