En 1 Corintios abunda la expresión «cada uno», y esto hace referencia a las responsabilidades y a los privilegios personales. No se refiere a la situación de toda la iglesia como cuerpo, sino a la del creyente en particular. Los corintios habían tomado por un camino extraño, muy reprochable. En esa situación, el apóstol considera que las responsabilidades debían ser asumidas por cada miembro en particular.

Ellos habían tomado partido por los diferentes apóstoles, generando divisiones al interior de la iglesia. Por eso, el primer «cada uno» está referido a eso: «Cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo»(1:12). Cada uno ha elegido un apóstol favorito, y eso ha provocado división. Entonces, Pablo les llama la atención. Ellos no deben inclinarse por un obrero u otro, sino ver que el cuerpo de Cristo no está dividido.

El capítulo 3 es donde más abunda la expresión «cada uno», y también está «alguno», que significa algo similar. Este capítulo es, de todos los capítulos de la Biblia, el que habla más claramente acerca de los juicios a los creyentes y las recompensas o castigos futuros que recibirán por sus obras. Cada creyente deberá dar cuenta de lo que tiene que ver con sí mismo, no respecto de los otros.

En el capítulo 7 aparece otras tres veces esta expresión, ahora referidas a la responsabilidad personal tocante al matrimonio (v. 17), a la circuncisión (v. 20), y a la esclavitud (v. 24). Cada uno, responsablemente, debe decidir lo mejor referente a estos asuntos que, en su tiempo, eran difíciles de resolver, en especial los dos últimos.

Más adelante, en el capítulo 11 aparece dos veces esta expresión, esta vez referida la cena del Señor (vs. 21, 28). Ellos estaban cometiendo abusos en la cena; por tanto, precisan ordenar su corazón en este asunto, probarse a sí mismos antes de hacerlo. Por causa de este pecado, les dice, «hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen».

Ahora bien, en el capítulo 12 aparece otras cuatro veces la expresión «cada uno», esta vez referida a los privilegios personales del creyente. Estos privilegios son de dos tipos: su condición de miembros del cuerpo de Cristo, y su ubicación en él (vs. 27, 18), por un lado, y de haber recibido del Espíritu Santo «la manifestación del Espíritu para provecho» (vs. 7, 11), por otro.

En el capítulo 14 están los privilegios (y las responsabilidades) personales en las reuniones de la iglesia. Cada creyente tiene algo que aportar a la reunión, sea salmo, doctrina, lengua, revelación o interpretación (v. 26). Finalmente, en el capítulo 15, aparece una vez esta expresión, referida a la resurrección. Tal como Cristo resucitó, «cada uno» también resucitará (v. 23).

Es interesante observar que, siendo esta epístola, una magistral exposición de la iglesia como cuerpo, está presente con tanta fuerza este énfasis personal de responsabilidades y privilegios. Esto sugiere claramente que la realidad del cuerpo de Cristo –del cual somos cada uno miembro en particular– no nos exime de nuestra realidad personal como creyentes particulares. Y esta realidad contempla claramente responsabilidades ineludibles, y privilegios maravillosos.

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