– Mateo 4:18-22.

Pedro y Juan fueron llamados por el Señor a seguirle mientras laboraban como pescadores. Probablemente ellos conocían al Señor desde antes, pero aún no le seguían. Ellos conservaban aún sus trabajos seculares. Pedro echaba la red en el mar, y Juan remendaba las redes.

Sin embargo, la acción que desarrollaban en ese momento cuando el Señor los llamó definitivamente fue profética. El ministerio espiritual que ambos desarrollaron más adelante guardaría relación con estas acciones. Lo espiritual siguió el cauce de lo material.

Así también ocurre con todos los siervos de Cristo. Lo que hicieron antes de conocer al Señor incidirá en su servicio espiritual, pues ellos fueron llamados desde el vientre de su madre (Gál. 1:15). Todo aquello fue una valiosa preparación; sin embargo, no todo servirá. Algunas cosas serán conservadas; otras serán quitadas. ¿Cuáles serán conservadas y cuáles quitadas? No lo sabemos. Solo el Espíritu Santo lo sabe, y él decide qué conservar y qué quitar.

Al observar la vida de estos dos apóstoles podemos ver algunas cosas que fueron conservadas y otras que fueron quitadas.

Pedro tenía mucha iniciativa y espíritu ejecutivo. Sin embargo, vez tras vez, él fue derrotado en eso. Incluso como pescador, cierta vez su iniciativa no sirvió, cuando sugirió al Señor lo que Él no debía hacer (Luc. 5:1-9). Luego, en varias otras ocasiones, él tomó la iniciativa con el Señor, pero no le sirvió; por ejemplo, en los episodios del anuncio de la cruz, del monte de la transfiguración, del estatero, de la negación, en la conversación final junto al mar.

Pero, ¿qué vemos más tarde? Que en los grandes hitos de su vida espiritual, fue el Señor quien tomó la iniciativa. Así, por ejemplo, sus dos grandes mensajes en el libro de los Hechos fueron precedidos por intervenciones soberanas del Señor. Así fue también en la casa de Cornelio. Las palabras proféticas del Señor para Pedro, al final del evangelio de Juan, apuntan a esto mismo. Le dice que cuando él era joven iba adonde quería, pero cuando fuere viejo, extendería sus manos, y otro le llevaría a adonde él no querría. Pedro ya no tendría iniciativas que tomar (Jn. 21:18).

Por su parte, Juan estaba llamado a restaurar el testimonio de Dios. Pero, ¿cómo podía hacerlo el Juan «hijo del trueno», el violento, el que prohibía a los demás echar demonios en el nombre de Jesús (Luc. 9:49-50), el que quería hacer descender fuego del cielo sobre una aldea de samaritanos (Luc. 9:52-56)?

Un restaurador tiene que ser meticuloso, cuidadoso, para que no estropee la obra que restaura. Juan fue utilizado como un remendador, pero para poder serlo, su carácter violento debió ser transformado antes. Finalmente, Juan llegó a ser un hombre manso, amoroso y humilde.

Así, las actividades que realizamos antes de conocer al Señor, suelen ser proféticas de nuestro servicio al Señor. Muchas de ellas –y las habilidades derivadas de ellas– serán utilizadas después, pero no sin la cruz.

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