La sanidad del ciego, en Juan capítulo 9, pone sobre la mesa el asunto de la ceguera espiritual y de las consecuencias de la sanidad de esa ceguera. Porque está claro que aquí no se trata tan solo de una sanidad física, sino del ver espiritual y de sus efectos. El Señor lo sugiere claramente incluso antes de sanar al hombre, cuando dice:«Entretanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo».

En realidad, la sanidad física es una metáfora del ver espiritual. Así lo entienden también claramente los fariseos al final del episodio. Curiosamente, la visión física (como la visión espiritual), siendo buena en sí misma, para el hombre sanado no solo es motivo de gozo, sino también de tristeza. Tal parece que su vida habría seguido más tranquila y cómoda siendo ciego. La visión trae problemas, porque implica una revolución en la vida entera.

Sin embargo, la metáfora y su significado tienen una leve diferencia. La sanidad física es inmediata, en tanto la visión espiritual es gradual. Y el Objeto espiritual visto luego de la sanidad es, sobre todo –aunque no exclusivamente– el propio Señor Jesucristo. No exclusivamente, porque ahora ve también la ceguera de los que están a su alrededor.

Notemos algunos hitos en la recuperación gradual de la visión espiritual en lo que respecta a Jesús. En una primera instancia, el ciego sanado ve a Jesús simplemente como «aquel hombre que se llama Jesús»; en una segunda instancia lo ve como «profeta», y en la tercera y definitiva lo ve como «el Hijo de Dios». Al comienzo, él no sabe mucho acerca de Jesús, luego se atreve a decir que «ha venido de Dios», y finalmente se postra a sus pies, y le adora. Esta última etapa es la de la visión espiritual cierta y segura, pues ve a Jesús como él es.

Sin embargo –y he aquí una paradoja–, él ve a Jesús como Hijo de Dios solo después que ha sido expulsado de la sinagoga. La sinagoga, siendo, en general, una buena cosa, no es compatible con el conocimiento verdadero de Jesús.

La primera consecuencia de ver algo acerca de Jesús es ser echado de la sinagoga, y la consecuencia de salir de la sinagoga es ser buscado por Jesús para una revelación de Él mismo. (Si se es fiel en lo poco, se recibe más). El ex ciego ahora es un apátrida, un nadie en el orden social; entonces Jesús le busca y le consuela con el conocimiento superior y perfecto acerca de Sí mismo. Ver a Jesús sin velos es la mayor gloria del hombre.

Así que, salir de la sinagoga significa, primeramente, tener la gloria de ver a Jesús como el Hijo de Dios. Pero también significa tener una espada traspasando el alma. Hay un exilio, una marginación. Está la tristeza del alejamiento (a veces hasta de la propia familia), la pérdida de la aceptación social (sea buena o mala, es aceptación al fin), y de los beneficios que otorga el sistema religioso.

Están también la vida y la muerte, la luz y las tinieblas, la paz y la violencia, la fe y la duda, en una pugna permanente. Son las zozobras de una vida espiritual en un cuerpo de carne y en un mundo de tinieblas. Son las consecuencias del ver.

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