«Dios no existe…»

¡Ay, qué cosa dice usted!  Usted dice una cosa tan terrible,  que lo mejor que podríamos hacer nosotros  ante eso es…  ¡callar!  Pero usted es un hombre, y, como tal, fue creado con la libertad  para creer y no creer,  para amar y para odiar.  Usted fue creado con la libertad de inclinarse  ante su Creador,  y también de negar que Él existe.  Ante eso no diré: ¡Qué grande es usted!,  sino más bien:  ¡Qué grande es Aquel que lo creó a usted así!

Tal vez, si yo hubiese creado a alguien,  lo hubiera hecho de tal manera que sólo me amase a mí, que sólo me sirviese a mí.  La libertad suya hace más grande la grandeza de Dios,  (en quien usted no cree).  Bueno, quisiera decirle que Dios  no pierde mucho con que usted lo desconozca.  Quisiera decirle que no tiembla su trono,  por los contundentes argumentos suyos en contra de su existencia.  Pero más bien quiero decirle que  Dios lo ama a usted.

La grandeza de Dios se manifiesta más claramente gracias a personas como usted.

Dios no sólo lo creó a usted libre.  No sólo permite que usted lo desconozca.  ¡Él también lo ama!  Él está esperando por usted,  a ver si usted se vuelve de su necedad  y se hace sabio.  La necedad es un árbol que tiene varias ramas, pero una de ella es la mayor.  Vea: La Biblia dice que es necio:  el impaciente,  el que se mofa del pecado,  aquel cuyos ojos vagan sin saciarse,  el que da rienda suelta a su ira,  el que procura enaltecerse,  el que propaga calumnia,  el que confía que su propio camino es derecho,  el que confía en su propio corazón,  aquel en cuya boca está la vara de la soberbia,  el que menosprecia el consejo de su padre,  el que menosprecia a su madre,  el que genera contiendas,  el que confía en las riquezas.

Pero el mayor de todos es  el que dice: “No hay Dios”.

El principio de la sabiduría es el temor del Señor.  Dios le ama,  y desea que usted tenga la verdadera Sabiduría.  La Sabiduría de Dios es Cristo.