La comunión con Cristo sólo puede ser mantenida a través de una constante vigilancia. Donde hay bastante amor entre amigos, una mirada fría es motivo de tristeza. Seamos celosos con nosotros mismos por causa del Señor, vigilando contra el menor enfriamiento entre el alma y Cristo. Mantenga constante relación con él, sea rápido y hábil en traer los pequeños asuntos a él, y el fruto será crecimiento de comunión.
Robert C. Chapman, citado en «À Maturidade».

La verdadera iglesia de Dios, la compañía de los que han sido perdonados y regenerados, es una maravilla a los ojos de la vieja creación, una señal perpetua de lo sobrenatural en medio de las cosas naturales.

La iglesia es una lámina que desciende del cielo, la interposición de algo diferente, disímil; una maravilla que no se puede entender ni explicar, y de la cual no podemos librarnos. Aquella parte de la iglesia que se expone al análisis del historiador o del psicólogo es la que carece de significado, es la vasija terrenal en la que se encuentra el contenido el precioso tesoro.
A.W. Tozer, en «Manantiales de lo alto».

Hay seminarios en los que entras con la Biblia, y te la deshojan de tal manera que sales sólo con las tapas.
Tomado de la Web Cristiana.

El pecado de los que persiguen o perjudican a un hijo de Dios, no es la voluntad de Dios, y con todo, el sufrimiento causado, con todas sus consecuencias es, para él, la voluntad de Dios. Cuando se ve esto, el creyente vuelve sus ojos de la causa humana a la voluntad del Padre celestial, y halla que el sufrimiento pasa a ser una bendición, y que no hay poder en la tierra o en el infierno que pueda robar al alma el perfecto descanso que hay en esta bendita voluntad. El lugar de tribulación pasa a ser el lugar de bendición.
Andrew Murray, «Cómo vivir en la voluntad de Dios».

Una vez hubo en el hombre una verdadera felicidad de la que ahora le queda sólo la marca y la huella vacía que en vano intenta llenar con todo lo que le rodea, buscando en las cosas ausentes la ayuda que no obtiene de las cosas presentes. Pero no encuentra nada apropiado, porque el abismo infinito sólo puede llenarse con un objeto infinito e inmutable, es decir, sólo con Dios mismo.
Blas Pascal, «Pensamientos».

Hace cincuenta años, los industriales pensaban que los desechos tóxicos se podían enterrar y no pasaría nada. Ahora recién sabemos que no desaparecen. Causan daños. Se filtran en el agua que bebemos, contamina las cosechas y mata los animales.
Con las heridas ocultas pasa lo mismo. El paso de los años no ayuda en absoluto. El dolor oculto se filtra en nuestro sistema emocional causando estragos. Distorsiona nuestra percepción sobre la vida, afectando nuestras relaciones interpersonales. Esta contaminación se produce inconscientemente.
Bill Hybels, en “Christianity Today”.