La vida cristiana está hecha no solo de montes, sino también de valles. En Mateo capítulos 16 y 17 encontramos la ilustración de esta importante verdad personificados en Pedro, el primer discípulo. Este pasaje presenta alternadamente dos montes y dos valles en la vida de Pedro.

El primer monte y el primer valle están en el capítulo 16. La maravillosa respuesta de Pedro respecto del mesianismo de Jesús es el monte, un verdadero acierto debido a la inspiración divina; pero la torpe proposición que hace al Señor en seguida de no ir a la cruz, es el valle, pues no logra interpretar la voluntad de Dios. Aquí Pedro es reprendido severamente por el Señor. Pedro en las alturas, y Pedro en lo más bajo, junto a Satanás mismo.

La otra dualidad monte-valle está en el capítulo 17: la gloria de la transfiguración del Señor ante Pedro, Juan y Jacobo es el monte, y la nueva torpeza de Pedro al querer levantar tres enramadas, es el valle. Esta vez es Dios quien interviene para interrumpir su locura. En esta ocasión el valle se hace más patente –y literal– cuando los discípulos muestran su impotencia para sanar al muchacho lunático.

Los discípulos necesitaban aprender de estas experiencias (y nosotros también) algunas cosas de mucho valor:

– Que el Señor Jesús es el centro y razón de ser de toda experiencia espiritual en el monte. Allí él es revelado en toda su magnífica gloria. El Padre no dejará que nuestra atención se aparte de él.

– Que en la vida cristiana no hay solo montes, sino también valles. Y normalmente ellos están alternados, y dados, unos para nuestro gozo y confirmación, y los otros para quebrantar nuestra presunción.

– Que necesitamos al Señor tanto en el monte de las revelaciones como en el valle de la aflicción. La experiencia del monte podría hacernos creer que somos algo; por eso necesitamos de los valles. ¡Qué bueno que nuestro Dios es el Dios de los montes y de los valles! (1 R. 20:28). Él nos pastorea también en el valle de sombra de muerte (Sal. 23:4).

– Que Dios no espera solo nuestra contemplación, sino también nuestro servicio. Luego de recibir una vislumbre de su magnífica gloria, él desea que encarnemos esa gloria delante de los hombres, para testimonio y salvación de ellos.

– Las maravillosas experiencias vividas en el monte requieren de las experiencias de los valles para plasmarse; de lo contrario, serán un falso misticismo. Las experiencias vividas en el monte nos alientan cuando después vivimos los valles.

– Las experiencias de los valles serán sólo fracasos y dolores sin sentido, a menos que hayamos tenido antes una revelación espiritual en el monte. Las experiencias en el monte no siempre son entendidas en el momento: a veces se entienden recién después, cuando pasamos por el valle.

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