Aprendí el dulce secreto
de morar en el Señor;
ya gusté la pura fuente,
su palabra bebo hoy;
oh sublime fortaleza,
por su sangre libre soy.
Ya perdido estoy en Cristo,
sumergido estoy en Dios.

Crucificado con Cristo,
ahora él vive y mora en mí;
ha cesado toda lucha,
no más yo, mas él aquí.
Mi completa voluntad
a su Espíritu entregué;
y en su preciosa sangre
mis pecados ya lavé.

A sus pies dejo mis males,
lejos los arroja él;
mis temores a él le cuento
de mis penas cuida él.
De Jesús obtengo fuerza,
por su aliento vivo yo;
él coloca en mí su mente,
con su vida, fe y amor.

Para hablar tomo su ciencia,
de su Espíritu, el poder;
para andar, de su presencia,
pues siempre me conduce él.
¡Corazón!, él es tu parte;
de tu gozo, fuente y fin;
Salvador, Señor de gloria
sanador, Rey por venir.

Ya morando estoy en Cristo,
y confiando en él estoy,
escondido en su regazo,
en las alas de su amor.
En verdad, morando en él;
y en su palabra yo estoy,
en su regazo escondido,
en el seno de su amor.