APOLOGÉTICA

Si entramos a una librería podremos ver estantes de libros de autoayuda, muchos de los cuales estarán promoviendo alguna forma de «psicología popular». Si bien son éxitos de librería, están llenos de medias verdades y mitos.

En este artículo vamos a considerar algunos de estos mitos de la psicología popular, siguiendo lo que expone el Dr. Chris Thurman en su libro Self-Help or Self-Destruction (Autoayuda o autodestrucción). Si quiere tener más información sobre estos temas, le recomiendo que consiga una copia de este libro.

Mito 1: Los seres humanos son esencialmente buenos

Melody Beattie, la autora del éxito de librería CoDependent No More (Ya no más codependiente), dice que «sufrimos de una aflicción vaga pero penetrante, un bajo autovalor.» Ella sugiere que dejemos de torturarnos y que tratemos de levantar la perspectiva que tenemos de nosotros mismos. ¿Cómo hacemos esto? Dice: «Ahora mismo, podemos darnos un gran abrazo emocional y mental. Estamos bien. Es maravilloso ser quienes somos. Nuestros pensamientos están bien. Nuestros sentimientos son adecuados. Estamos justo donde deberíamos estar hoy, en este momento. No hay nada malo en nosotros. No hay nada fundamentalmente malo en nosotros.»

En otras palabras, Beattie está diciendo que somos esencialmente buenos. No hay nada de malo en nosotros. Por lo menos, no hay nada fundamentalmente malo en nosotros.

Peter McWilliams, en su éxito de librería, Life 101 (Vida 101), de hecho aborda este tema de frente. Esto es lo que dice en la sección titulada: «¿Son los seres humanos fundamentalmente buenos o fundamentalmente malos?» Mi respuesta: buenos. ¿Mi prueba? Podría citar a filósofos, psicólogos y poetas, pero luego los que creen que los humanos son fundamentalmente malos podrían citar a la misma cantidad de filósofos, psicólogos y poetas. Mi prueba, en esencia, es sencilla. Vuelva a la fuente de la vida humana: un bebé. Cuando usted mira los ojos de un bebé, ¿qué ve? He visto uno cuantos, y aún no he visto que el mal fundamental se irradie de los ojos de un bebé. Parece haber pureza, gozo, brillo, resplandor, chispa, maravilla, felicidad –usted sabe: lo bueno.

Antes de ver lo que dice la Biblia acerca de la condición humana, déjeme hacer un comentario acerca de la evidencia de Peter McWilliams. Si bien un bebé puede parecer inocente a nuestros ojos, cualquier padre admitiría que un bebé es un ejemplo del máximo egoísmo. Un bebé llega al mundo totalmente centrado en sus propias necesidades e ignora a todas los demás.

Cuando miramos la Biblia, obtenemos un cuadro radicalmente diferente del que adoptan los psicólogos populares. Adán y Eva cometieron el primer pecado, y desde entonces la raza humana ha nacido moralmente corrupta. Según la Biblia, aun un bebé aparentemente inocente nace con una naturaleza de pecado. David dice en Salmos 51:5: «He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.» El bebé recién nacido tiene una naturaleza de pecado y comienza a demostrarla al comienzo de su vida. Romanos 3:23 nos dice: «Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.» No somos buenos, como enseñan los psicólogos populares, y no somos dioses, como enseñan los teólogos de la Nueva Era. Somos pecadores, y estamos separados de Dios.

Mito 2: Necesitamos más autoestima y autovalor

En el libro titulado Self-Esteem (Autoestima), Matthew McKay y Patrick Fanning afirman: «La autoestima es esencial para la supervivencia psicológica.» Ellos creen que debemos dejar de juzgarnos a nosotros mismos y debemos aprender a aceptarnos tal como somos.

Ofrecen una serie de afirmaciones que necesitamos decirnos a fin de mejorar nuestra autoestima. Primero: «Soy valioso porque respiro, y siento, y soy consciente.» Bueno, ¿no debería aplicarse esto también a los animales? ¿Y acaso pierdo mi autoestima si dejo de respirar? En un sentido, esta afirmación es una variación de la afirmación de René Descartes: «Pienso, luego existo.» Parecen estar diciendo: «Soy, luego soy valioso.»

Segundo, dicen: «Estoy básicamente bien así.» Pero, ¿es cierto esto? ¿Es cierto para Charles Manson? ¿Acaso no necesitamos algunos de nosotros –de hecho, todos nosotros– algunos cambios? Una tercera afirmación es: «Está bien que supla mis necesidades como a mí me parezca.» ¿Ah sí? ¿Y qué pasa si suplo mis necesidades de una forma que te daña a ti? ¿No podría yo justificar todo tipo de males a fin de suplir mis necesidades?

Usted puede ver el problema con la discusión de la psicología popular sobre la autoestima. Raramente se la define y, cuando se la define, fácilmente puede llevar al mal y a todo tipo de pecado.
Probablemente no tendría que sorprendernos que la Biblia no enseña nada acerca de la autoestima. De hecho, ni siquiera define la palabra. ¿Y qué ocurre con la palabra autovalor? ¿Es un sinónimo de autoestima? No; hay una distinción importante entre los términos autoestima y autovalor.
William James, considerado a menudo el padre de la psicología de Estados Unidos, definió a la autoestima como «la suma de los éxitos y pretensiones que uno tiene.» En otras palabras, la autoestima que usted tiene refleja su desempeño actual comparado con cómo usted piensa que tendría que estar desempeñándose. Así que en realidad su autoestima podría fluctuar de día en día.

El autovalor, sin embargo, es diferente. Nuestro valor como seres humanos tiene que ver con el hecho que fuimos creados a la imagen de Dios. Nuestro valor nunca fluctúa, porque está anclado en el hecho que el Creador nos hizo. Somos seres espirituales además de seres físicos, que tienen conciencia, emociones y una voluntad. El Salmo 8 dice: «Le has hecho [al hombre] poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies.»

Así que la buena noticia es que llevamos la imagen de Dios; pero la mala noticia es que todas estas características han sido manchadas por el pecado. Nuestro valor no debería estar relacionado con lo que hacemos, sino en lo que Dios nos hizo ser y lo que Él ha hecho por nosotros.

Mito 3: Uno no puede amar a otros hasta que se ame a sí mismo

¿Recuerda la canción de Whitney Houston, «The Greatest Love of All» (El más grande amor de todos)? Dice: «Aprender a amarse es el más grande amor de todos.»

Peter McWilliams, en su libro antes citado, promueve esta idea. El libro lleva como subtítulo «Amarse uno mismo es el comienzo de un romance de toda la vida.» Se pregunta: «¿Quién mejor que tú está calificado para amarte? ¿Quién más sabe lo que quieres, precisamente cuándo lo quieres y siempre está cerca para proveerlo?» Él cree que la respuesta a estas preguntas es usted.

Continúa diciendo: «Si, por otro lado, ha estado llegando gradualmente a la conclusión aparentemente prohibida de que antes de poder amarnos unos a otros verdaderamente, o permitir que otro nos ame adecuadamente, primero debemos aprender a amarnos nosotros – entonces, este libro es para usted.» Note que no sólo está diciendo que uno no puede amar a otros hasta que se ame a sí mismo, sino que uno no puede amar hasta que aprenda a amarse a sí mismo.

Melody Beattie cree lo mismo. Uno de los capítulos de su libro que hemos citado, lleva por título: «Tenga un amorío con usted mismo.» Jackie Schwartz, en su libro Letting Go of Stress (Liberemos el estrés), llega a sugerir que nos escribamos una carta de amor «diciéndose todos los atributos que aprecia de usted, las cosas que realmente le agradan, consuelan y excitan.»

¿Enseña la Biblia el autoamor? No, no lo hace. En todo caso, la Biblia nos advierte contra tener un amorío consigo mismo. Piense en la advertencia de Pablo a Timoteo: «También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos …» (2 Ti. 3:1-2).

La Biblia desalienta el amor a sí mismo y, de hecho, comienza presuponiendo que ya nos amamos demasiado y debemos aprender a mostrar amor sacrificatorio (amor agape) a otros. También enseña que el amor es un acto de la voluntad. Podemos escoger amar a alguien, no importa si existen o no los sentimientos. En 1 Juan 4:7-9 vemos que el patrón bíblico es: Dios nos ama, y recibimos el amor de Dios, y podemos amar a otros.

Mito 4: No debemos juzgar a nadie

Sin duda ha escuchado decir a personas: «¡Estás juzgando!» o «¿Quién eres tú para juzgarme?». Inclusive, tal vez haya dicho algo parecido.

Muchos psicólogos populares ciertamente creen que no se debe juzgar a nadie. En su libro, titulado Self-Esteem (Autoestima), Matthew McKay y Patrick Fanning argumentan que los juicios morales acerca de las personas son inaceptables. Escriben: «Por más duro que parezca, uno debe renunciar a tener opiniones morales acerca de las acciones de otros. En cambio, cultive la actitud de que han hecho la mejor opción posible, tomando en cuenta su conciencia y necesidades en ese momento. Tenga en claro que, si bien su comportamiento puede no parecer bueno para usted, no es malo.»

Uno no puede juzgar las acciones de otra persona, aun cuando usted sienta que son incorrectas. McKay y Fanning continúan explicando por qué: «¿Qué significa que las personas escojan el bien supremo? Significa que uno está haciendo lo mejor que puede en cualquier momento dado. Significa que la gente siempre actúa de acuerdo con su conciencia, necesidades y valores predominantes. Aun el terrorista que está poniendo bombas para herir a inocentes está tomando una decisión basada en el bien supremo suyo. Significa que uno no puede culpar a las personas por lo que hacen. Ni tampoco puede uno culparse a sí mismo. No importa cuán distorsionada o errada sea la conciencia de una persona, es inocente e irreprochable.»

Como ocurre con muchos de estos mitos de la psicología popular, hay un núcleo de verdad. Es cierto que debemos ser muy cuidadosos para evitar un espíritu juzgador o criticar rápidamente las acciones de un individuo cuando no contamos con todos los datos. Pero la Biblia ciertamente nos permite y aun nos alienta a hacer juicios y a ser discernidores. De hecho, la Biblia debería ser nuestro patrón final de lo bueno y lo malo. Si la Biblia dice que el asesinato es malo, es malo. Las normas objetivas de Dios según están reveladas en las Escrituras hoy, son nuestro patrón de comportamiento.

¿Como aplicamos estas normas? Muy humildemente. Los evangelios nos advierten: «No juzguéis, para que no seáis juzgados.» Jesús nos estaba advirtiendo acerca de una actitud santulona que podría surgir del orgullo y un espíritu hipócrita. Jesús también nos advirtió: «saca… la viga de tu propio ojo» para poder «sacar la paja del ojo de tu hermano» (Mt. 7:1-5).

Finalmente, debemos reconocer que Jesús juzgaba las acciones de las personas todo el tiempo, pero nunca pecó. Dijo: «No puedo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre» (Juan 5:30). Juzgar no está mal, pero debemos cuidarnos de hacerlo humildemente y desde una perspectiva bíblica.

Mito 5: Toda culpa es mala

En su éxito de librería, Your Erroneous Zones (Tus zonas erróneas), Wayne Dyer aborda lo que él considera son dos emociones inútiles: la culpa y la preocupación. Ahora bien, es cierto que tal vez la preocupación sea una emoción inútil, pero la culpa es otra cuestión. Comencemos por entender por qué él llama a la culpa «el más inútil de todos los comportamientos de las zonas erróneas.»

Wayne Dyer cree que la culpa tiene su origen en dos fuentes: los recuerdos de la infancia y la mala conducta actual. Dice: «Por lo tanto, usted puede ver a toda su culpa ya sea como reacciones a patrones impuestos remanentes en los cuales está intentando agradar a una figura de autoridad ausente, o como el resultado de tratar de vivir de acuerdo con normas autoimpuestas en las que usted realmente no cree, pero con las que por alguna razón finge estar de acuerdo. En cualquiera de los dos casos, es un comportamiento estúpido y, más importante, inútil”.

Sigue diciendo: «la culpa no es un comportamiento natural»; nuestras «zonas de culpa» deben ser «exterminadas, rociadas y esterilizadas para siempre.» ¿Cómo exterminamos nuestras «zonas de culpa»? Él propone que «hagamos algo que estemos seguro que generará sentimientos de culpa» y luego combata esos sentimientos.

Dyer cree que la culpa es «una herramienta conveniente para la manipulación» y una «pérdida de tiempo fútil.» Y, si bien esto suele ser cierto, está pintando un cuadro con un pincel demasiado grueso. Hay alguna culpa puede ser útil y productiva. Algunos tipos de culpa pueden ser agentes significativos de cambio.

La Biblia hace una distinción entre dos tipos de culpa, la culpa verdadera y la culpa falsa. Note en 2 Corintios 7:10 que el apóstol Pablo dice: «La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.»

La tristeza del mundo (a menudo llamada culpa falsa) hace que nos enfoquemos en nosotros, en tanto que la tristeza según Dios, o piadosa (la verdadera culpa), nos lleva a enfocarnos en la persona o personas que hemos ofendido. La tristeza del mundo (o culpa falsa) hace que nos enfoquemos en lo que hemos hecho en el pasado, en tanto que la tristeza piadosa (o culpa verdadera) hace que nos enfoquemos en lo que podemos hacer en el presente para corregir lo que hemos hecho. Las acciones correctivas que surgen de la tristeza del mundo están motivadas por el deseo de dejar de sentirnos mal.

Las acciones que surgen de la tristeza piadosa están motivadas por el deseo de ayudar a la persona que hemos ofendido, para agradar a Dios, o para promover el crecimiento personal. Finalmente, los resultados de la tristeza del mundo y de Dios difieren. La tristeza del mundo da como resultado un cambio temporario. La tristeza piadosa da como resultado un cambio y un crecimiento verdaderos.

Los libros de psicología popular tienen la mitad de la razón. La culpa falsa (o tristeza del mundo) no es una emoción productiva, pero la culpa verdadera (o tristeza piadosa) es una emoción que Dios puede usar para provocar un cambio positivo en nuestras vidas al reconocer nuestra culpa, pedir perdón, y comenzar a cambiar.

Kerby Anderson
Traducción: Alejandro Field.
©1996 Probe Ministries International.
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