¿Cuál es el testimonio de los cristianos en el mundo?

El patrón de crecimiento de la iglesia

Al estudiar la historia del primer siglo después que el Verbo se hizo carne, vemos que los primeros cien años pueden ser divididos en tres secciones de 33 años cada una. En los primeros 33 años, somos testigos de cómo el Verbo se hizo carne y cómo él vino a esta tierra. En los primeros 33 años vemos la Cabeza de la iglesia, cómo él nació en un pesebre y luego creció verticalmente hasta la presencia de Dios.

Desde la cuna hasta el trono, éste es el patrón de crecimiento de la vida de Cristo. Siempre comienza en la cuna, y concluye en la corona, el trono. Este proceso de crecimiento empieza horizontalmente, y luego sube verticalmente hasta la presencia del Señor. Sin embargo, este proceso pasa por el camino de la cruz. Sin cruz, no hay corona. De esta manera la Cabeza de la iglesia nos muestra el modelo de la vida de Cristo desde la cuna hasta el trono. Si este es el camino para la Cabeza, es también el camino para la iglesia.

El capítulo 2 del libro de los Hechos nos da testimonio del nacimiento de la iglesia. En los primeros 12 capítulos, la figura más destacada es Pedro, y en los capítulos restantes, es Pablo.  Cuando Pedro fue llamado por nuestro Señor, él estaba echando las redes, y esa acción se convirtió en su misión. En el día de Pentecostés, él lanzó la red, y tres mil peces entraron en ella. Cuando la echó una vez más, entraron cinco mil peces. Pedro había recibido las llaves. En el día de Pentecostés, él abrió las puertas del reino de los cielos para el pueblo judío, y en casa de Cornelio, él la abrió para los gentiles. Su ministerio siempre está relacionado con la fundación de la iglesia.

Luego tenemos a Pablo. Él siempre está involucrado con la superestructura de la iglesia, porque Pablo era constructor de tiendas. Después que Pablo fue llamado por Dios, fue usado para la edificación de la iglesia. Al estudiar sus epístolas, cuando les escribe a los Tesalonicenses, la iglesia estaba en la etapa de la niñez. Cuando Pablo escribe Romanos, Gálatas y 1ª y 2ª a los Corintios, la iglesia ya había entrado en su período de adolescencia.

Ahora, cuando llegamos al último capítulo del libro de los Hechos, Pablo estaba en prisión. Sin embargo, desde la prisión en Roma, él envió cuatro epístolas: Efesios, Colosenses, Filipenses y Filemón. Estas tres iglesias ya habían alcanzado su edad adulta; estaban preparadas para recibir la revelación más alta en toda la Biblia.

En Hechos capítulo 2, vemos el nacimiento de la iglesia; luego su crecimiento, y al llegar al último capítulo, vemos la madurez de la iglesia. Si queremos conocer los días más gloriosos de la iglesia, sin duda, éstos corresponden al segundo grupo de 33 años.

Recuerden, desde el nacimiento hasta la madurez, como la Biblia dice: «La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto» (Prov. 4:18). El día perfecto es el mediodía, cuando el brillo del sol ha alcanzado su plenitud. En otras palabras, los justos sólo ven el sol naciente, pero nunca ven el sol en el ocaso; para ellos no hay puesta de sol. Lo mismo sucede a la iglesia: Todo el libro de los Hechos nos dice que para la iglesia en sus días más gloriosos, desde el nacimiento hasta la madurez, desde el nacimiento del sol hasta el mediodía, no hubo puesta de sol.

En el libro de los Hechos, podemos encontrar a Pedro y a Juan juntos. Sin embargo, ¿han oído ustedes hablar a Juan? El Espíritu Santo hizo algo muy interesante. Cuando Pedro se levanta, Juan también se levanta. Sin embargo, Juan está siempre callado. El Espíritu Santo deseaba preservarlo, porque él iba a hablar en otra ocasión.

Así, llegamos a los últimos 33 años en el primer siglo, y allí constatamos que Juan llega a ser la figura más prominente. Cuando Juan fue llamado por nuestro Señor Jesús, él estaba remendando las redes. Eso significa que las redes se habían roto, y es Juan quien las repara. Este es su ministerio.

Cuando Juan escribe su Evangelio, sabemos que las redes del evangelio estaban rotas, y es Juan quien va a remendarlas. Él va a declarar que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y no sólo eso. Por medio de sus epístolas y también por medio del Apocalipsis, empezamos a descubrir que la iglesia ya no estaba en su gloria de luna llena.

Juan había envejecido, tenía arrugas. Eso no era una sorpresa, porque nuestro hombre exterior definitivamente se va desgastando. Pero Juan estaba muy sorprendido al ver que en la iglesia, el cuerpo de Cristo, que debería estar llena de la vida de Cristo, que debería vivir siempre joven, ahora tenía arrugas y manchas.

La iglesia en el libro de los Hechos es como si nunca envejeciera ni tuviese manchas. Si tratamos de entender en base a Filipenses capítulo 2 lo que significa eso, el testimonio de la iglesia en aquella época es como la luna llena, y si deseamos regresar al principio, lo que Dios desea es ver la luna llena, porque sólo en ella vemos la imagen exacta del Sol. Cuando la iglesia alcanza su madurez, significa que está siendo transformada en la imagen de Cristo.

Ahora, nosotros podemos decir que en los tres grupos de 33 años, los primeros 33 años fueron el día, los segundos 33 fueron la noche y los terceros 33 también son la noche. Pero oigan atentamente: en el segundo grupo vimos la luna llena. Sin embargo, cuando llegamos a las siete iglesias en Apocalipsis, ya éstas estaban en el tercer grupo de 33 años.

Las siete iglesias

Después de estudiar las siete cartas en Apocalipsis 2 y 3, vemos que a cinco de esas iglesias el Señor Jesús les dice: «Arrepiéntete». La palabra ‘arrepentirse’ se usa normalmente para los incrédulos. Pero ¿por qué la iglesia necesitaba arrepentirse? Porque estaba envejeciendo, estaba siendo contaminada. Gradualmente, se había convertido en parte del mundo.

Al estudiar las siete iglesias, esto nos sorprende. Por tal razón, Juan tenía una carga por ellas. En el día del Señor, aunque él estaba lejos, su corazón estaba con las siete iglesias; él conocía la condición de ellas. Él había tenido el privilegio de ver el nacimiento y crecimiento de la iglesia, y el privilegio mayor aún de ver la madurez de la ella. La iglesia en Éfeso fue la más espiritual y la más madura en su época, y cuando Pablo ya había entrado en la gloria, Juan tuvo el privilegio de trabajar en esta que era la más madura y más espiritual de todas.

La primera iglesia a la cual el Señor Jesús se dirige es la iglesia en Éfeso. A la iglesia que estaba en su cumbre, ahora el Señor le dice: «Arrepiéntete y haz las primeras obras». ¿Cuáles son las primeras obras? Son las cosas registradas en todo el libro de los Hechos. ¿Por qué? Porque en aquellos 33 años el testimonio de la iglesia había sido como el de la luna llena.

¿Cuál fue el error de la iglesia? Que estaba muy cerca del mundo; por eso no es de sorprender que tuviese tantas manchas. Y cuando la iglesia está cerca de nuestra carne, no es extraño que ella envejezca.

Juan sentía gran admiración por Pedro y Pablo. Cuando Pablo murió como un mártir por el Señor, la iglesia estaba en su madurez. ¡Qué gozo debió haber en su corazón! Antes de su partida, llegó a ver que aquel maravilloso bebé en Cristo había crecido hasta la madurez. Esa iglesia se convirtió en su corona.

Juan tenía noventa o cien años de edad. Había visto el nacimiento de la iglesia y fue testigo de la madurez de ella. Y aunque él vivió una larga vida y tuvo tantas experiencias, soportó todo tipo de pruebas y pasó por toda clase de aflicciones, ningún sufrimiento fue mayor que ver a la iglesia envejeciendo.

Aún había siete iglesias, siete candeleros. Estos candeleros no son de esta tierra, sino de los cielos; no sólo son de oro, sino también celestiales. Aun la iglesia en Tiatira es llamada candelero, es llamada iglesia. Cada iglesia es de verdad una iglesia. Ella está allí. Sin embargo, ¿qué pasó con ellas? Eran como distintas fases de la luna. Si miramos a la iglesia en Tiatira, ¿qué vemos? Vemos la luna nueva. Todavía es la iglesia; la iglesia aún está allí. Sin embargo, aunque había candelero en Tiatira, nadie podía ver la luz en ella.

Recuerdo que una vez, estando yo en Alemania, visité Francfort, la ciudad más corrompida de Alemania. Encontré allí a un grupo de hermanos. Al principio, ellos tenían la carga de predicar el evangelio en Francfort, pero cuando yo estaba llegando a esa ciudad, los hermanos querían irse de Francfort y trasladarse a Stuttgart.

Entonces, les pregunté: «Hermanos, piensen que Francfort es el rincón más oscuro en todo el país. Ahora, si se supone que la iglesia debe ser el candelero, este es el lugar donde más se necesita uno». Ellos dijeron: «Es que este es un lugar muy perverso, por eso queremos mover nuestro candelero a Stuttgart». El testimonio no era exclusivo de ellos. Ellos pensaban que ellos eran el testimonio de Dios, pero si trasladaban el candelero a Stuttgart, ¿qué sería de Francfort?

¿Ven ustedes la misión de la iglesia? Sí, la iglesia es el cuerpo de Cristo, y ella debe abrazar a todos aquellos que creen en el Señor. Las siete iglesias son de verdad siete iglesias. Ellas son siete candeleros de oro, y son celestiales. En lo relativo a la realidad, en lo que se refiere a la luz, ellas aún son iglesias. Sin embargo el problema es éste: ¿Qué sucede con el testimonio de Dios?

Déjenme decirlo de esta manera, en la historia de los primeros 33 años tenemos la plenitud del sol; en los segundos 33 años, la plenitud de la luna, pero cuando llegamos a los últimos 33 años, descubrimos siete iglesias representando siete fases distintas de la luna, y en algunos casos en la fase de luna nueva.

Entre esas siete iglesias, Esmirna y Filadelfia eran como la luna llena; y Tiatira, la luna nueva. ¿Eso es solamente por el primer siglo? Sí, cuando miramos al final del primer siglo, vemos iglesias en todas partes. Sin embargo, Dios desea, antes del retorno de su Hijo, presentarse a sí mismo una iglesia gloriosa. Eso significa la iglesia en su fase de luna llena, la imagen exacta del Sol; transformada en la imagen de Cristo.

Sin embargo, al estudiar esos dos capítulos, podemos ver que esas siete iglesias no sólo pertenecen al primer siglo. Nuestro Señor Jesús habló a Juan como si estuviera diciéndole: «Tú viviste una larga vida, suficiente para ser testigo de la decadencia de la iglesia». Pero nuestro Señor vio mucho, mucho más. ¿Por qué? Porque entre esas siete iglesias, en las últimas cuatro –Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea– siempre se menciona la venida del Señor. En otras palabras, estas cuatro iglesias permanecerían hasta el regreso de nuestro Señor.

En el primer siglo, el Señor no regresó. Entonces, cuando la Biblia habla acerca de su venida, esto significa que de hecho esas cuatro iglesias permanecerán hasta su segunda venida. Ahora, cuando el Señor se dirige a Filadelfia, habla acerca de la gran tribulación; pero la gran tribulación no ha ocurrido todavía. Entonces, de una cosa estamos muy seguros: la iglesia en Filadelfia permanecerá hasta la venida del Señor, hasta antes de la tribulación. Y ellos serán arrebatados.

La historia de la iglesia

Lo anterior significa que estas siete iglesias representan a las iglesias del primer siglo, pero también representan a las iglesias a través de estos dos mil años previos al retorno del Señor.

De este modo, sabemos de manera aproximada que la iglesia en Éfeso representa a la iglesia en el primer siglo; Esmirna, los siglos II y III, cuando la iglesia pasó por grandes persecuciones. A partir del siglo IV tenemos la iglesia de Pérgamo (cuyo nombre significa ‘bodas’). Recordemos que el emperador Constantino abrazó el cristianismo como religión oficial, y de allí en adelante se produjo una unión entre el mundo y la iglesia. Entonces descubrimos que en Pérgamo está el trono de Satanás, así como el Señor dijo en aquella parábola del gran árbol donde vienen a anidar las aves del cielo.

Cuando llegamos a Tiatira, vemos que la iglesia entra en la Edad Oscura. Se esperaba que el mundo viese su luz, pero todo el mundo entró en tinieblas. La iglesia fue llevada cautiva a Roma. La promesa para los vencedores en aquella iglesia es la estrella de la mañana como galardón. Ahora, ¿cuándo se ve la estrella de la mañana? Cuando la noche está en su hora más oscura. ¿Qué fase tenemos aquí? Sin duda, la luna nueva.

Pero, gracias a Dios, empezando desde ese punto, él está trabajando en la iglesia por la restauración de su propio testimonio. Desde allí hasta la venida del Señor, él está haciendo una obra maravillosa. Dios va a reedificar su iglesia. Esa es la restauración del testimonio del Señor.

Recuerdo una historia real. Un día, el hermano Austin-Sparks hizo una pregunta al hermano Watchman Nee: «En la Biblia hay muchas profecías. Ahora, dígame, ¿cuál de ellas, de acuerdo a su entendimiento, es la más difícil de todas en ser cumplida?». El hermano Nee respondió: «La que dice que el Señor se presentará a sí mismo una iglesia gloriosa».

No importa cuán oscuro sea este día, no importa cuán bajo estemos en la fase de la luna nueva, Dios nunca desiste de su obra. Por esta razón, él está llamando a los vencedores; no sólo vencedores individuales, sino corporativos, para poner el peso de Su testimonio sobre los hombros de ellos. Y si ellos son fieles al Señor, aunque sean pocas personas, si son suficientemente maduros y alcanzan esa fase de la luna llena, cuando ellos alcancen la madurez, Dios dirá que toda la iglesia alcanzó la madurez.

Después de Tiatira tenemos la iglesia en Sardis. Sardis significa ‘remanente’. Desde el siglo XVI, pasando por Lutero, Calvino y Zwinglio, vamos viendo gradualmente la luz de la luna, ya no más en la fase de la luna nueva.

Al estudiar el mensaje a Filadelfia, comprobamos que esta es la única a la cual no se le hace reproches, la única a la cual el Señor dice: «Yo te he amado». Y no sólo eso, sino que ella sabe que ya tiene la corona. Si alguien tiene corona, esto significa que es un vencedor. Entonces, hay dos tipos de vencedores en los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis. Hay vencedores individuales; sin embargo, toda la iglesia en Filadelfia está constituida de vencedores, y ellos ya tienen su corona.

En la Biblia, sólo Pablo sabía que ya tenía la corona. Y nosotros sabemos que hay una sola iglesia que tiene su corona: Filadelfia. Entonces, hermanos, estamos seguros que la iglesia en Filadelfia representa la luna llena.

Sin embargo, cuando llegamos a Laodicea, tenemos decadencia nuevamente, antes del retorno del Señor. ¿Por qué hubo esa decadencia? Esta es una gran advertencia para todos nosotros. Si no hubiera una declinación después de Filadelfia, todos dirían: «Nosotros somos Filadelfia». Por eso, descubrimos que hay una iglesia en Laodicea, y otra vez, no es más luna llena.  Y así vemos la iglesia en Tiatira, la iglesia en Sardis, la iglesia en Laodicea, y también un poco de la iglesia en Filadelfia. Estas cuatro iglesias permanecerán hasta el regreso del Señor. Esto significa que, antes del regreso del Señor, uno se une a Tiatira, o permanece en Sardis, o se va con Laodicea.

Entonces, ¿cuál es el significado de Filadelfia? Ella representa la luna llena. Por tanto, sabemos que es la iglesia de acuerdo con el corazón de Dios. Entre las cuatro iglesias, ella es vencedora. Nuestro corazón desea esa iglesia.

Recuerden, Filadelfia es nuestro camino, pero nunca debe ser nuestra etiqueta. Cuando usamos el letrero de Filadelfia, es porque ya nos convertimos en Laodicea. Ahora, ¿cuál es la característica de Laodicea? Ellos saben que son ricos, están orgullosos, están satisfechos con Filadelfia como su etiqueta. Siempre que usas el nombre de Filadelfia como tu identificación, ya no eres más Filadelfia, sino Laodicea.

Esta es una gran advertencia: después de la luna llena, hay de nuevo una caída antes del regreso del Señor. ¡Cómo deberíamos temblar ante Su presencia! Es tan claro, y es por eso que se nos muestran las siete iglesias. Las descubrimos en el primer siglo, y a lo largo de los dos mil años.

Este es el llamamiento a los vencedores. Antes de Su venida, ¿cuál es el camino de la restauración del testimonio del Señor? Él está llamando a los vencedores. Aun en Tiatira, tú puedes ser un vencedor. Madame Guyon vivió en la época de Tiatira, y fue una vencedora; el hermano Lorenzo estaba en Tiatira y también fue un vencedor. Y aunque ellos sólo tuvieron una visión muy limitada, permanecieron allí; pero Dios los consideró vencedores.

Sin embargo, si tú ves la luz, sabrás que tenemos que brillar como la luna en el universo. Nosotros tenemos que resplandecer. Pero ahora el problema es éste: ¿Estamos brillando como la luna llena? Este es el llamamiento a los vencedores. ¿Estás dispuesto a brillar como la luna llena?

Este es nuestro camino, y queremos recorrerlo en temblor y temblor, porque deseamos ser fieles hasta el final. Estamos esperando el regreso del Señor, pasando a través de muchas aflicciones, muchas incomprensiones.

Deja que otros tengan sus mega-iglesias, que otros busquen la prosperidad. ¿Estás dispuesto tú a seguir a tu Maestro, paso a paso? Entonces seremos transformados a la imagen de Cristo, todo por su misericordia. No seas jactancioso, porque todo es por gracia. Nunca digas: «¡Cuán ricos somos!». Ni digas: «¡Cuán pobres son los demás!». Si ves cuán pobres son otros, ésa es tu responsabilidad, porque tú deberías enriquecerlos. ¿Por qué tú también permaneces pobre? Deberías comprar colirio para tus ojos, para que puedas ver.

Este es el camino para la restauración del testimonio del Señor, y eso es lo que el Señor está haciendo hoy. Entonces, el método, de acuerdo con el apóstol Juan, es el siguiente: cuando la iglesia está entrando en la decadencia, cuando la luna ya no está en su fase de luna llena, Dios llama a los vencedores. Entonces, si oyes su palabra, si ves la luz, no hay razón para que permanezcas en Tiatira.

Hoy día, por la gracia del Señor, nosotros podemos andar en el camino de Filadelfia. Pero, recuerden, si no somos cuidadosos, si damos lugar a la carne, si hay jactancia, mañana estaremos en Laodicea.

Un ministerio completo

La razón por la cual la iglesia empezó a envejecer, fue a causa de la carne. La iglesia empezó a mancharse a causa del mundo. Entonces, la cruz tiene que obrar profundamente en la vida de la iglesia. La obra de la cruz va a tratar con nosotros, de manera que cualquier cosa que no esté de acuerdo con la Palabra sea eliminada. Y de esta manera no habrá más arrugas ni manchas, el orden de la iglesia habrá sido restaurado.

Pero eso no es el fin. ¿Por qué? Cuando el Señor dice a la iglesia en Éfeso: «Arrepiéntete y haz las primeras obras», eso significa volver al libro de los Hechos. Hemos sido restaurados; ya no hay arrugas ni manchas. Pero, ¿estamos ya maduros? En la obra de restauración, el ministerio de Juan es sólo una parte; pero eso no significa que deberíamos desechar lo que Pablo hizo. Después que regresamos, tenemos que crecer. Y no sólo crecer. A menudo, somos tan ‘espirituales’ que ya no queremos predicar el evangelio. ¡No! En aquellos segundos 33 años, Pablo abrió la puerta, y el evangelio fue maravillosamente predicado.

Entonces, ¿qué significa la luna llena? Primero, que no hay más arrugas, no hay más manchas, todo está de acuerdo al orden bíblico. Pero, ¿eso es todo? Si eso es todo, cada uno de nosotros está calificado como reformador. Pero no es así; necesitamos regresar a aquellos 33 años. Por una parte tenemos que crecer hasta la madurez, y por otra parte, tenemos que predicar el evangelio a todos los rincones del mundo.

Nosotros estamos muy felices, porque hoy ya no estamos en las tinieblas; la Palabra de Dios es muy clara. Que el Señor pueda efectivamente hablar a nuestros corazones, para que seamos capaces de entender el corazón de Dios, la voluntad de Dios para los tiempos finales que hoy estamos viviendo.

La palabra de vida

Volvamos a Filipenses 2:15, al final del versículo: «…resplandecéis como luminares en el mundo». Pero no podemos detenernos aquí; si lo hacemos, no sabremos nada acerca de la restauración del testimonio del Señor. Versículo 16: «…asidos de la palabra de vida». Estas dos cosas andan juntas.

¿Cómo saber que una iglesia está en la fase de la luna llena? Esta pregunta tiene que ver con la forma en que estamos tratando con la palabra de vida. ¿Por qué? Porque podemos perder la palabra de vida.

En otras palabras, si resplandecemos como luminares en el universo, no sólo tenemos la luna llena, sino que también la palabra de vida es plena. Por esto Pablo dice: «…asidos de la palabra de vida», porque si no lo hacemos, la palabra de vida puede disminuir, así como la luna llena vuelve a ser luna menguante. Estas dos cosas van siempre unidas.

Nosotros pensamos que, cuando Pablo había escrito Romanos y Gálatas, su revelación ya había alcanzado la cumbre, y que él ya no subiría más alto. Sin embargo, para nuestra sorpresa, desde la cárcel en Roma, en Efesios y Colosenses descubrimos una mayor revelación, y la más profunda revelación es presentada a los Filipenses. Eso es lo que sucedió. Pablo pudo escribir tales cartas. Nosotros nunca imaginamos que él podría ir más y más alto.

¿Cómo Pablo resume Romanos, Gálatas, 1ª y 2ª Corintios? La palabra de la cruz. Y, ¿cómo resume él lo que escribió en la prisión? La palabra de vida. La palabra de vida fue edificada teniendo la palabra de la cruz como fundamento. Ahora tenemos cuatro conjuntos de cartas de Pablo. Las primeras dos son las cartas a los Tesalonicenses, que son como un prefacio a las epístolas; luego las tres cartas que empiezan con letra T: 1ª y 2ª a Timoteo, y Tito, son como un epílogo a las epístolas de Pablo. Entonces, hay un segundo y un tercer grupo: la palabra de la cruz, y la palabra de vida.

Si usamos una palabra para describir ambos grupos, tenemos: el segundo, la cruz, y el tercero, el Cristo. Entonces Pablo dice: «No conozco nada, sino a Cristo, y a este crucificado». Cuando él escribió la carta a los Filipenses, la palabra de Dios en Pablo había alcanzado su plenitud. Aquí vemos que la palabra de vida es plena.

Ahora nosotros sabemos cómo es el crecimiento, porque la obra de Dios es completa. Anteriormente, Pablo experimentó el crecimiento en su vida, por eso llegó a ser una persona espiritual. Pero él no podía ayudar a otros a ser espirituales. Si quería ayudar a otros, él debía recibir la palabra. Sólo cuando recibió la palabra fue capaz de explicar su experiencia.

Todo lo que está relacionado con la vida, constituye la palabra de vida. Con esa palabra de vida, nosotros sabremos cómo crecer desde la niñez, pasando por la adolescencia, hasta llegar a la edad adulta. Ahora no sólo Pablo puede ser espiritual. Gracias a la palabra de vida, tú y yo también podemos serlo. Cuando crecemos hacia la madurez, somos transformados a la imagen de Cristo. La palabra de vida nos señala cómo la vida de Cristo puede crecer en nuestras vidas individuales y también en la vida corporativa.

Ahora, hay una posibilidad de que perdamos la palabra de vida, en alguna forma. Esta palabra de vida es plena, sin embargo si pierdes una parte de ella, eres como la luna en su cuarto creciente. Estas dos cosas deben marchar juntas. Por eso Pablo dice: «…asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado».

Aquí hay un peligro. La iglesia en Filipos, o la iglesia en Éfeso, habían oído tanto, habían visto casi la plenitud de la palabra de vida; pero si no eran cuidadosos, si no estaban asidos de la palabra de vida, Pablo hubiese corrido en vano o trabajado en vano.

Aunque la iglesia permanezca en la etapa de niñez, siempre en la fase de luna nueva, la iglesia es iglesia. Ellos nacieron de Cristo, nacieron de lo alto. Pero, de alguna forma, Pablo tiene una insatisfacción – la insatisfacción del corazón de Dios. Pero, cuando la iglesia está en la fase de luna llena, la palabra de vida es también plena. Cuando vemos la palabra de vida en su plenitud, vemos todo el plan del camino del crecimiento de la iglesia. Así, al final, Cristo se presentará a sí mismo una iglesia gloriosa.

Cuando miramos hacia las siete iglesias, hay una regla muy importante para medir en qué fase del testimonio de la iglesia nos encontramos, cuánto de la palabra de vida ha sido guardada. Eso casi puede determinar en qué fase de la luna estamos.

El ejemplo de Romanos

Cuando llegamos a la palabra de vida, yo pienso que necesitamos de toda la Biblia. Pero, en realidad, no necesitamos ir tan lejos. A fin de entender la restauración del testimonio del Señor, simplemente intentaremos revisar la palabra de una manera muy simple.

Por ejemplo, si uno lee Romanos y se limita a los primeros ocho capítulos, allí encuentra la palabra de vida, cómo esa vida nace de nuevo, cómo crece y cuál es la meta de ese crecimiento. En esos ocho capítulos, tenemos primero la justificación por fe, luego la santificación por fe y al final la glorificación por fe.

Cuando nacimos de nuevo, nosotros recibimos una nueva posición, para que podamos estar en pie en la presencia de Dios. Aun siendo pecadores, podemos estar en su presencia, por medio de la preciosa sangre de nuestro Señor Jesús. Nosotros somos justificados por fe. En el Lugar Santísimo, estamos a sus pies. Esa es nuestra posición, ese es el cielo en la tierra.

Ahora, después que fuimos salvos, experimentamos la justificación por la fe. A causa de esta posición, nosotros siempre podemos permanecer en su presencia, y obtenemos toda la energía de Dios mismo. Esa energía y ese poder nos va a sostener para poder vivir una vida santa. Esa es la santificación por la fe.

Si nosotros estamos en pie delante de Dios, es gracias a la justificación por la fe. Eso significa que hemos sido libres de la ira de Dios. Pero, gracias a Dios, cuando vivimos una vida santa, significa que fuimos libertados del poder del pecado. Más que eso, un día, la presencia del pecado desaparecerá para siempre. Cuando el Señor vuelva, nuestros cuerpos serán transfigurados, y nosotros seremos liberados también de la presencia del pecado.

Primero, somos libertados del juicio del pecado; segundo, libertados del poder del pecado, y finalmente, la glorificación, la transformación de nuestro cuerpo, significa ser libertados de la presencia del pecado. Cuando hablamos de la justificación por fe, eso significa regeneración; cuando hablamos de santificación por fe, significa transformación. Y cuando hablamos de glorificación, nos referimos a la transfiguración.

La justificación significa que fuimos salvados; esto ya fue hecho. Pero cuando hablamos de transformación, nos referimos a la salvación de nuestras almas – nosotros vamos siendo transformados día a día. Eso significa que estamos siendo salvados hoy. Pero seremos salvados aquél día, cuando el Señor regrese. De modo que el proceso completo comprende la justificación por fe, la santificación por fe, y la glorificación por fe.

Y más aún, cuando hablamos de la glorificación por fe, pensamos en el día del retorno del Señor. Nosotros seremos como él es, seremos transfigurados. Esto es la glorificación. Y más todavía, lo que Pablo intenta decirnos es que entre hoy y aquel día, si nosotros miramos a nuestro Señor a cara descubierta, vamos siendo transformados a su semejanza, de gloria en gloria. Pablo nos dice que Dios tiene un propósito: que nosotros seamos transformados a la imagen de Cristo. Entonces, no sólo habrá glorificación en aquel día, sino también hoy día.

¿Qué es la glorificación? De acuerdo con la definición de Pablo, significa ser transformados a la imagen de Cristo. Entonces, hermanos, tenemos la justificación por la fe –la infancia–, la santificación por la fe –la adolescencia– y la glorificación por la fe – la edad adulta. Nosotros crecemos día a día, hasta llegar a la vida madura. Y eso no sólo se aplica a los creyentes individuales, sino también a la iglesia en general.

La plenitud de la palabra

Esa es la plenitud de la palabra de vida. Sin embargo, Pablo nos advierte: «…asidos de la palabra de vida». Si no somos cuidadosos, no alcanzaremos la plenitud de la palabra de vida. Probablemente conoces la justificación por la fe, y eso es todo. Sólo conoces la salvación inicial, y nada más. Y otras personas aprendieron cómo vivir una vida santa, sin embargo no saben que aún tienen que crecer más y permitir que la hermosura y gloria de Cristo sean manifestadas en nosotros.

Existe el peligro de que sólo tengamos una parte de la palabra de vida. Gracias a Dios, algunas personas creen firmemente en la justificación por la fe, otras experimentan la santidad. Pero la palabra de Dios es esta: justificación por fe, santificación por fe, y glorificación por fe.

Ahora, nuestra luz será obtenida de nuestra vida. Nuestra vida depende de la palabra de vida. Entonces, si no somos diligentes y no llegamos a la plenitud de la palabra de vida, tarde o temprano, eso se reflejará en nuestro testimonio. Tú puedes ver a muchas personas que conocen muy bien la salvación; pero nuestro Dios nunca estará satisfecho hasta que vea a todos sus hijos creciendo hasta la madurez.

Ahora, ¿cómo sabemos que una iglesia está en la fase de la luna nueva? Toda iglesia, como su nombre lo indica, es una iglesia. Pero en lo que se refiere a la salvación, es posible que ellos no conozcan la justificación, ni la santificación, ni la glorificación, y eso lo explica todo. Si usamos esta regla para medir a lo largo de la historia de la iglesia, vamos a aprender lecciones maravillosas.

Desde el siglo XVI hasta el siglo XXI, Dios ha estado trabajando en la restauración del testimonio del Señor. Ahora vemos que no se trata sólo de restaurar el orden en la iglesia. Sí, nosotros hemos hecho algún tipo de contribución; sin embargo, eso nunca va a llenar la medida de Dios. Que el Señor tenga misericordia de nosotros. Esto es muy importante si nosotros nos reunimos juntos como iglesia y estamos esperando el retorno del Señor.

Hermanos, ¿cómo podemos nosotros crecer juntos? Esto depende de si tenemos o no esa revelación de la palabra de vida. Gracias a esta palabra, nosotros podremos contemplar cómo esto se refleja en nuestro testimonio. Que el Señor abra nuestros ojos para que realmente podamos ver la restauración de su testimonio.

Resumen de un mensaje impartido en la 2ª Conferencia Internacional, Santiago de Chile, Septiembre 2005.