Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica.

Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.

– Mateo 5:48.

Al menos en la mitad de nuestras vidas, si no más, funcionamos en base a reacciones. La gente habla y nos sentimos felices; esto es reacción. Si hablan y nos enojamos, esto también es reacción. Si una persona hace algo que consideramos incorrecto, es otra reacción. Si alguien actúa contra nosotros, haciéndonos perder nuestra paciencia, esto también es reacción. Nos irritamos cuando nos provocan, nos defendemos cuando somos malentendidos, resistimos cuando somos maltratados; todas estas son reacciones. Si analizamos nuestra vida, creo que la mayor parte de ella la vivimos en reacciones.

Diferencia entre el creyente y el incrédulo

Los cristianos también experimentamos reacciones, pero las nuestras deberían ser diferentes a las reacciones de los no creyentes. Podemos juzgar quién es una persona observando cómo reacciona. Un cristiano no debería reaccionar como un incrédulo, ni puede un incrédulo tener reacciones realmente cristianas. Si queremos conocer qué clase de persona es alguien, solo observemos el tipo de reacciones que tiene.

Las reacciones de los creyentes deben diferir de las de otras personas. El Señor nos señala cómo deberíamos reaccionar y nos da el poder para hacerlo de modo apropiado. Él no quiere que reaccionemos descuidadamente. La vida cristiana es una cadena de reacciones. Si lo hacemos correctamente, somos buenos cristianos; de lo contrario, somos cristianos pobres.

Después de creer en el Señor y ser salvos, somos cristianos. El Señor nos ha dado mandamientos definidos en relación a la manera de reaccionar cuando enfrentamos pruebas y persecuciones. No se nos da la libertad de reaccionar a nuestro antojo. Las reacciones de los cristianos, así como su vida, deben ser puestas bajo el control de Dios. Si Dios controla nuestra vida, no reaccionamos libremente. Como él nos manda, así lo haremos. Es su vida dentro de nosotros, la vida que él nos ha dado, la que reacciona.

Enseñanza en el monte

¿Cómo reaccionaba la gente del Antiguo Testamento bajo la dispen-sación de la ley? «Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente» (Mat. 5:38). Este pasaje es muy simple; habla de reacciones. Si alguien hiere mi ojo, yo lastimaré su ojo; si alguien me rompe un diente, le haré lo mismo. Yo hago algo porque tú has hecho algo – esto es reacción. El Antiguo Testamento, bajo la ley, produce este tipo de reacción.

Los creyentes del Nuevo Testamento tienen, sin embargo, otra forma de reaccionar. El Señor dice: «Pero yo os digo: No resistáis al que es malo» (v. 39). Tu reacción debe ser diferente; tú no debes resistir a las personas malvadas. Antes de ser cristianos teníamos nuestras reacciones; pero ahora no debemos actuar como en aquellos días pasados. Debemos reaccionar como cristianos.

«Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses» (v. 42). Todas estas son reacciones. Si alguien te pide, dale. Si alguien quiere pedir prestado de ti, no se lo niegues, a menos que no tengas lo que te pide.

«Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo» (v. 43). Así debían reaccionar las personas que estaban bajo la ley. Si tú eras mi vecino, mi reacción era el amor; pero si eras mi enemigo, mi reacción era el odio.

«Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos» (v. 44). El actuar cristiano es diferente. Él es tu enemigo, pero tú lo amas. «Y orad por los que os persiguen». Si él intenta perseguirte, tu reacción será orar por él.

«…para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos» (v. 45). Estas son las reacciones de Dios. Dios hace que su sol brille sobre malos y buenos; él envía lluvia sobre los injustos así como sobre los justos. Sus reacciones se mantienen constantes. Él no tiene ninguna mala reacción contra los hombres.

«Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publica-nos?» (v. 46). ¿Qué recompensa tendrás si reaccionas amando a los que te aman? Los publicanos (recaudadores de impuestos) hacen lo mismo. Tú no eres diferente de los publicanos. Tal reacción es demasiado fácil, demasiado corriente, demasiado baja.

«Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?» (v. 47). Él y yo somos hermanos, así que yo lo saludo; pero si hay algo entre nosotros, ni siquiera hablo con él. ¿Entonces soy diferente a los gentiles? Tal reacción es muy baja, similar a la de los gentiles.

«Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (v. 48). Esto significa que, en materia de reacción, debemos ser como Dios.

Principio básico

Tras examinar este pasaje en Mateo, podemos ver lo que es el principio básico de la reacción cristiana. Las reacciones humanas en asuntos normales pueden dividirse en tres niveles: primero, el nivel de la razón; en segundo lugar, el nivel de buena conducta; y tercero, el nivel de la vida de Dios.

Aquel que vive en el nivel de la razón, reaccionará en forma temperamental y airada; el que vive en el nivel de buena conducta, reaccionará con paciencia; pero quien vive en la vida santa de Dios reaccionará de manera trascendental, más allá de lo que pide el hombre.

Si alguien golpea tu mejilla derecha, tú dirás: «¿Por qué me golpeas?». Tu corazón está lleno de razonamiento. Has sido abofeteado, estás enojado y entonces razonas con quien lo hizo. Te encuentras en el nivel de la razón, y tu reacción es de ira y malhumor.

O tal vez estés consciente del hecho de que los cristianos deberían portarse bien, y que es impropio que te enojes. Entonces reaccionas como alguien cuya capa le ha sido arrebatada por otro; lo soportas con paciencia; le dejas tomarla sin decir una palabra. Sientes que, como cristiano, no puedes decir nada, pero debes ser paciente. Dicha reacción parece ser mejor que perder la calma.

Pero el Señor nos dice que hay aún otro tipo de reacción, una reacción que él espera de nosotros. Esta reacción no es que nos enojemos cuando la gente golpea nuestra mejilla, ni intentar ser pacientes cuando alguien toma nuestra capa. Él dice, en cambio, que ofrezcas tu mejilla izquierda. Si alguien quiere tu capa, dale también tu manto; o, en términos modernos, si quiere tu camisa, dale también tu abrigo. Si alguien te obliga a caminar una milla, anda la segunda milla con él.

Tal reacción no se llama paciencia, sino trascendencia. Se eleva por sobre las exigencias del hombre. El hombre solo exige mucho, pero, porque nosotros andamos delante de Dios, damos mucho más que su demanda. No es solo siendo paciente, sino trascendiendo, yendo más allá de la demanda del hombre.

Hermanos y hermanas, es necesario que, desde el primer día de su fe en Cristo, ustedes sepan lo que es la vida del creyente. El Señor nos muestra que los cristianos deben tener solo una reacción. Esa reacción no es ni razonar ni soportar, sino trascender. Recuerden, si no es trascendente, no es cristiano. Ser paciente es insuficiente para un cristiano.

El Señor ya no dice: «Ojo por ojo: Si alguien hiere mi ojo, yo heriré el suyo». Dice en cambio: «Dale el otro ojo». Si alguien me hiere un ojo, yo le doy el otro. ¿Ves que la reacción cristiana no es ni la venganza en respuesta a la ofensa, ni la paciencia en soportar? Es dar el otro ojo.

¿Cuál es, entonces, la reacción cristiana? La reacción cristiana no es hacer lo correcto ni lo bueno, sino hacer aquello que es trascendente. Cuanto más un hijo de Dios es perseguido, oprimido y frustrado, más alto sube. ¡Cuán lamentable es caer en el momento del aprieto! Es realmente lamentable perder los estribos, discutir o incluso soportar. El tiempo en que estás fuertemente presionado contra el muro es el momento para que te levantes. Déjame decirte que así es cómo debe ser un cristiano.

Dos cosas con respecto a la reacción de vida cristiana

Por último, en relación a esta vida reactiva, hay dos cosas dignas de especial mención.

  1. ORAR DIARIAMENTE PARA NO CAER EN TENTACIÓN

En primer lugar, necesitamos rogar diariamente que el Señor no nos deje caer en tentación y nos libre del mal. Según los cánones del mundo, teniendo un principio de vida como éste, seremos incapaces de vivir en absoluto. La reacción que el Señor nos muestra es algo imposible en la tierra. Después de algunos intentos por nuestra cuenta, todos nuestros recursos se habrán esfumado.

Por tal razón, el Señor inserta este ruego en la enseñanza en el Monte. «Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal» (Mateo 6:13). Solo por la protección divina somos capaces de vivir en este mundo. No podríamos pasar un solo día sin Su amparo. Por lo tanto, esta oración es una imperiosa necesidad. No importaría si no viviéramos tal calidad de vida, ni tuviéramos tal forma de reaccionar. Pero si vivimos por la vida de Dios, entonces tenemos que hacer esta oración diariamente.

  1. MANTENER LA REACCIÓN CRISTIANA APROPIADA

Nosotros no buscamos problemas. Sin embargo, si, bajo el permiso, arreglo o control del Espíritu Santo de Dios, somos enfrentados con tales situaciones, sea que provengan de incrédulos o de creyentes, no podemos retroceder. Debemos mantener una reacción adecuada.

Creo que estas palabras son suficientes. La vida cristiana es sorprendente. Cuanto más seas perseguido, afligido o maltratado, más dichoso serás delante de Dios. Solo éste es el camino de la felicidad. ¿Quieres probarlo? Si hieres a una persona, ¿te sentirás cómodo o incómodo? Es mejor si tú eres herido. Si yo golpeara a un hermano y él me volviese su otra mejilla, me sentiría mal durante un mes entero.

Como cristiano, no vivas esta vida terrenal intentando obtener provecho de la gente. Si actúas de esta manera, perderás también delante de Dios, porque no podrás crecer espiritualmente. El aprovecharnos en la tierra no vale la pena. Es mejor ser golpeado; entonces estarás bien. Ni siquiera pienses que tomar ventaja es realmente provechoso. Confío que, si reaccionamos apropiadamente, caminaremos de modo justo. Este es un principio de vida básico que no podemos pasar por alto.

Traducido de Spiritual Exercise, Chapter 25.
Christian Fellowship Publishers.