La apariencia externa de nuestra vida puede no ser todo lo que nos gustaría que fuese. Tal vez haya cosas que deseamos que nunca ocurrieran; tal vez haya muchas cosas de las cuales nos quisiéramos librar, pero de las que no logramos separarnos.

Las personas con quienes vivimos, las circunstancias de las que estamos rodeados, la tareas que tenemos que desempeñar, las cargas que tenemos que llevar, pueden no ser sólo diferentes de lo que nosotros escogeríamos para nosotros mismos, sino que pueden hasta parecer inconsistentes con la formación y disciplina de carácter que honestamente queremos fomentar.

Dios, que nos conoce mejor que nosotros mismos, que comprende totalmente cuánto somos afectados por los eventos externos y condiciones de vida, dispuso los eventos teniendo en cuenta nuestra alegría total y final, no sólo la inmediata; y, en todos los momentos, podemos confiar, con seguridad, que el buen Pastor nos conduce por delicados pastos y aguas de reposo en el camino de las bendiciones eternas.

Anthony W. Thorold (1825-1895)