Lecciones básicas sobre la vida cristiana práctica

Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno».

Heb. 6:1-2.

En la vida cristiana, hay algunas verdades que son fundamentales. Un fundamento necesita ser puesto solo una vez, pero debe ser colocado firmemente. ¿Cuál es aquel que se incluye en la doctrina de los primeros principios de Cristo? No solo están en la lista el arrepentimiento, la fe, la resurrección y el juicio, sino también el bautismo y la imposición de manos. Estos dos también son, entonces, verdades fundamentales en el cristianismo. Nuestro fundamento no estará completo si falta la imposición de manos.

Significado de la imposición de manos

Hemos visto ya lo que el bautismo ha hecho por nosotros. Nos llama fuera del mundo y así nos liberta del mundo. Nos identifica con Cristo de modo que podamos compartir su resurrección. Entonces, ¿qué puede hacer por nosotros la imposición de manos? ¿Cuál es su significado?

En el Antiguo Testamento vemos que la imposición de manos tiene una doble significación. Ella es mencionada más frecuentemente en Levítico, capítulos 1, 3 y 4, así que miraremos allí para encontrar su primer significado.

1. Identificación

El imponer las manos sobre la cabeza del sacrificio en Levítico 1 significa que yo me identifico con la víctima y ésta se identifica conmigo. ¿Por qué yo no me ofrezco a mí mismo a Dios, sino que ofrezco un buey en mi lugar? «Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados» (Sal. 50:10), dice el Señor. ¿Cuál es el sentido de traerle ganados u ovejas? Dios no carece de bueyes o de corderos; mas, lo que él desea es que los hombres se ofrezcan a sí mismos.

¿Pero qué sucedería si yo realmente viniese al altar y me ofreciera a mí mismo? Estaría haciendo lo mismo que hacen los gentiles, como aquellos que adoraban a Moloc. En el Antiguo Testamento, había pueblos que servían a este ídolo. En lugar de ofrecer ganados y ovejas, ellos sacrificaban a sus propios hijos e hijas en el altar a su dios.

¿Nuestro Dios desea solamente ganados u ovejas? Si nosotros nos ofrecemos a Dios, ¿en qué se diferencia nuestro Dios de Moloc? Él es diferente en que Moloc demandaba la sangre de nuestros hijos e hijas, pero nuestro Dios nos pide ofrecernos a nosotros mismos. Su carga es aún más estricta que la de Moloc.

Es verdad que la demanda de Dios es más fuerte, pero él nos muestra una forma en la cual podemos sacrificar sin ser quemados. ¿Cómo? Yo traigo un buey o un cordero al Señor. Pongo mi mano sobre la cabeza del sacrificio. Si yo oro audible o silenciosamente, mi oración será: Éste soy yo. Yo mismo debería estar sobre el altar y ser consumido por el fuego. Yo mismo debería ser sacrificado, y ciertamente me ofrecería a ti con gusto. Yo debería ofrecerme para ser un holocausto de aroma grato a ti. Señor, ahora traigo este buey y pongo mi mano sobre su cabeza. Haciendo esto, Señor, significa que este animal soy yo, y yo soy él. Cuando pido que el sacerdote lo mate, es como si yo fuese sacrificado. Cuando fluye la sangre del buey, mi sangre fluye. Cuando el sacerdote coloca el sacrificio sobre el altar, él me ha puesto a mí en el altar. Yo he puesto mi mano sobre él, así que él es yo.

Por lo tanto, el sentido original de la imposición de manos es la identificación. Ésta es su significación primordial en el Antiguo Testamento. Yo soy identificado con el sacrificio y él es yo. Hoy, el sacrificio y yo estamos puestos en la misma posición. Cuando él es traído delante de Dios, yo soy traído a Dios.

2. Impartición

Hay un segundo significado de la imposición de manos en el Antiguo Testamento. En Génesis vemos cómo Isaac puso sus manos sobre sus dos hijos, y cómo Jacob impuso las manos sobre sus dos nietos, Efraín y Manasés (ver Gén. 27:27-40 y 48:8-20). Jacob puso una mano sobre cada uno de sus nietos y los bendijo. El imponer las manos se convierte en el impartir de la bendición. Con cualquier bendición que alguien sea bendecido, aquello ocurrirá.

En resumen, el significado de la imposición de manos es doble: identificación e impartición. Estas dos se pueden volver a resumir en otra palabra: comunión. Mediante la comunión, nos identificamos; con la comunión, lo que una persona tiene, fluye a otra persona.

Cómo recibir la imposición de manos

Vimos que el significado de la imposición de manos tiene dos aspectos: identificación e impartición. En el primer aspecto, esta acción ensambla a una persona al cuerpo de Cristo y, en el segundo, se comunica al miembro aquello que la Cabeza tiene.

Esto requiere ser un miembro en el cuerpo así como estar sujeto a la autoridad de la Cabeza. Nadie puede decir que él es suficiente por sí solo. La nueva vida que él recibe es corporativa en naturaleza; no permite independencia. En el cuerpo, él vive; fuera del cuerpo, él muere. La impartición de la bendición está sobre la base de esta identificación.

Si un hermano pone las manos sobre mí, no es un acto sin sentido. Mis ojos deben ser abiertos para ver que, de aquí en adelante, soy solo un hijo entre muchos hijos, una célula entre muchas células, un miembro entre muchos miembros. Yo vivo por la vida del cuerpo de Cristo, tal como en nuestro cuerpo físico la vida de cada miembro depende del cuerpo entero. Si actúo en forma independiente, llego a mi fin y así seré inútil. Si dejo de tener comunión con otros hijos de Dios, algo drástico me pasa.

No importa cuán fuerte sea, yo no puedo vivir solo. Si me aíslo del cuerpo de Cristo, de seguro moriré espiritualmente. No puedo presumir de mi propia fuerza. Soy fuerte porque estoy en el cuerpo. Si me desconecto de él, estoy acabado; sin embargo, por la imposición de manos, estoy conectado con el cuerpo.

Al recibir la imposición de manos, debo comprender: «Oh, Señor, yo no puedo vivir por mí mismo; debo confesar este día que soy solo un miembro en el cuerpo. Solamente en el cuerpo puedo vivir, solo en el cuerpo puedo tener la unción» (Sal. 133:2). ¿Está esto claro? Cada miembro recibe el aceite porque la Cabeza ha sido ungida. Si alguien está sujeto a la Cabeza y también se hace uno con todos los hijos de Dios, su sujeción como miembro dentro del cuerpo trae el óleo sobre sí mismo.