Lecturas: Éxodo 4:22-23; Romanos 1:9; 7:6; 12:1; Efesios 4:11-14, 16.

En cada uno de los pasajes anteriores, de una manera u otra, la cuestión del servicio se refiere a: «…que dejes ir a mi hijo, para que me sirva»«…a quien sirvo en mi espíritu»«…que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu»«…que es vuestro servicio(culto) racional»; y por último, en la porción de Efesios, aunque la palabra no está explícita, es evidente que toda esa parte de la carta se refiere al asunto del servicio.

Un principio subyacente de la creación

Sería una cosa muy simple decir que el servicio es un pensamiento que rige la existencia de este mundo y, de hecho, de este universo. Todo existe sobre el principio de servicio. Todo ha sido dispuesto para servir a un propósito, y aquello que no sirve está totalmente fuera del pensamiento divino. Cuando usted medita sobre ello, ¡qué libro de servicio es la Biblia! El pensamiento emerge con la creación y avanza hasta el Apocalipsis, donde aprendemos que «sus siervos le servirán», aun cuando estas edades hayan pasado, y haya llegado la eternidad. Todo el camino a través del pensamiento y la ley de servicio está en evidencia.

El espíritu de servicio es el espíritu del Señor Jesús; porque él dijo de sí mismo: «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos». El Señor no sabe nada de una clase trabajadora y una clase inactiva. La palabra de Dios no toma nota de una parte de la creación como fuera de servicio, y no reconoce nada ni nadie que no sirva. Las más altas posiciones que la palabra de Dios revela como posibilidades nuestras de alcanzar, incluso en relación con Dios mismo, son mostradas como posiciones de servicio.

Estamos familiarizados con el término «hijo», y en nuestro uso de ciertos pasajes de la Escritura tal vez hemos hecho una falsa distinción entre los siervos y los hijos. Pero la palabra de Dios es muy clara y muy insistente, de que un hijo es un hijo que sirve; que incluso al llegar a la posición de filiación en su sentido más amplio no es llegar a ser en un hogar uno que no hace nada y que todo lo tiene hecho para él, sino alguien que está allí con una capacidad de servir. «Israel es mi hijo, mi primogénito… Deja ir a mi hijo, para que me sirva» (Éx. 4:22:23). Por lo tanto, directamente, usted verá que la filiación, la más alta posición espiritual que podemos alcanzar, es después de todo una posición de servicio.

El servicio es algo del Espíritu

Además, el servicio es un asunto del espíritu. Pablo dice: «…a quien sirvo en mi espíritu», y al decir esto, simplemente se refería a su hombre esencial. El hombre real es el espíritu y él estaba diciendo en otras palabras: «…a quien sirvo en la realidad más interna de mi ser». En el tercer pasaje: «…que sirvamos en el régimen nuevo del Espíritu», él sólo está diciendo que su realidad más interna, este hombre real, es renovado por completo, y él sirve «en novedad de espíritu». Una vez sirvió en lo obsoleto de sus intereses, su esfera, sus energías. Era el viejo hombre tratando de servir.

El servicio real no es algo impuesto. El servicio de Dios no es algo tomado del exterior. No es una cuestión forzada o de obligación. No es algo que se nos diga o se nos ordene hacer, ni que tengamos que estar a la altura de aquello y vernos forzados a hacerlo. El servicio es una cuestión del espíritu, nuestro espíritu, y nosotros somos probados en cuanto a la realidad de nuestro ser interior, en su relación con Dios, por el espíritu de servicio que mostramos.

Eso nos lleva a Romanos 12: 1. «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional». Sé que las palabras marginales son diferentes. Llegaremos a eso en un momento, pero el significado es el mismo. Es tener nuestro ser aferrado a Dios.

Eso es el servicio, y todo otro servicio emana de éste. «…por las misericordias de Dios». Y, por supuesto, Pablo ha hablado de esas misericordias a través de la mayoría de los capítulos anteriores al capítulo 12: las misericordias del juicio pasado, el juicio asumido por el Señor Jesús; las misericordias de justificación por la fe en Cristo; las misericordias de comunión con Dios. Todas esas maravillosas misericordias que se nos muestran en los primeros capítulos de Romanos, el apóstol las pone como base de su llamado. Así que…, dice, en efecto, debido a estas misericordias, el Señor tiene una demanda para ustedes, tiene derecho sobre ustedes y yo les suplico que reconozcan las demandas de Dios por sus abundantes misericordias; e, incluyéndolo todo, la presentación de sus cuerpos como sacrificio vivo es servicio.

El servicio no es, en primer lugar,  algo hecho. La palabra de Dios no habla nada acerca de eso. El servicio a Dios no es, en primer lugar, lo que hacemos por Dios, sino, según Su palabra, es en primer lugar lo que nosotros somos para Dios; es decir, que nosotros somos para Dios, totalmente del Señor, y cuando realmente llegamos a eso, todos los otros problemas o cuestiones sobre el servicio están resueltos. No se nos pide decidir qué haremos, dónde iremos, cómo trabajaremos. Estas preguntas nunca son planteadas por el Señor en realidad. La única pregunta que surge de él es: «¿Tú eres mío?». «Si es así», dice él, en efecto, «doy por sentado que puedo hacer exactamente lo que me plazca contigo y puedo obtener exactamente lo que quiero de ti. No contenderás conmigo si te pido que tomes una determinada línea, que sigas cierto curso, que vayas en una dirección determinada o que permanezcas en cierto lugar».

Todo eso se encuentra establecido en el asunto inicial, amplio y extenso de «presentar sus cuerpos en sacrificio vivo». Cualquier tipo de pregunta, argumento o dificultad con el Señor, como por ejemplo la naturaleza, la forma o dirección del servicio, representan algunas dudas básicas en cuanto a nuestra absoluta sujeción al Señor, como también la pregunta de ser totalmente de nuestro Señor. Así que, haber asimilado este hacer de nuestros cuerpos un sacrificio vivo para el Señor, haber asimilado realmente el significado de esa transacción, es haber resuelto  de una vez y para siempre todas las otras incógnitas que puedan surgir.

La verdadera concepción del servicio

A través de la Biblia, hay un medio de ilustrar esto que se emplea con frecuencia, y está allí como una ley que gobierna el servicio. Es aquella de la ley y el propósito de la relación. Del pueblo de Israel, no sólo dijo el Señor a Faraón: «Es mi hijo, mi primogénito», sino que con frecuencia es representada en el Antiguo Testamento otra relación existente entre el Señor e Israel, e Israel y el Señor. Tomo un fragmento de un profeta: «Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada».

¿Ven la importancia de esto? Veamos de nuevo el conocido pasaje en Jeremías 31: «He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová». «El amor de tu desposorio». «Yo fui un marido para ellos». Ahora, si usted escudriña cuidadosamente la ley hebrea sobre este asunto, encontrará que la idea global de ese relacionamiento era una idea de servicio.

A veces un libro entero de la Biblia es dado para enunciar un solo principio. Se sabe que el libro de Ester, por ejemplo, tiene sólo un principio alrededor del cual gira todo. Es así también, una vez más, con el libro de Rut. ¿Cuál es el principio en este caso? Es la operación de una de las leyes del año de jubileo.

Una de las leyes relativas a ese año era que se debían restaurar todas las propiedades enajenadas. Pero debía haber un pariente que estuviese  en una posición de capacidad y buena disposición, por un lado, para recibir, para hacerse cargo de la heredad restaurada y, por otro lado, para asumir la responsabilidad por aquellos involucrados en la pérdida de la herencia. Ahora, en pocas palabras, esa es una ley del año de jubileo. Cuando llegas al libro de Rut, encontrarás que, si bien el año del jubileo está a la vista, todo es una cuestión de la recuperación de una heredad perdida. Noemí regresa para hallar que la herencia se ha perdido, ha caído en otras manos. Ella está en la miseria. Rut está con ella y las dos están conectadas con esa herencia perdida, pero totalmente incapaces de hacer algo por su redención.

Booz es un pariente que está en posición de recuperar la herencia: es un hombre próspero, un hombre estable, un hombre de recursos. Él es probado en el asunto y es encontrado no sólo capaz, sino dispuesto. Booz se compromete por entero; y conocemos la escena en la puerta de la ciudad donde él desafía a otro pariente que se muestra poco dispuesto y entonces él mismo entra en la negociación de redimir la heredad perdida. Habiendo redimido la herencia perdida, él también se entregó a otra ley íntimamente relacionada con la redención, la cual es asumir la responsabilidad por aquellos que perdieron la heredad.

Voy a dejar esto allí por ahora, y pasaré al otro lado del pequeño romance. Ahí está Rut y ella también conoce la ley sobre este punto. Ella está desposeída y depende totalmente de las misericordias de este pariente redentor para que la saque de su destitución,  para salvarla de su desgracia y traerla de vuelta a una herencia rica y plena. Pero una cosa rige, a saber, que así como el pariente redentor debe estar dispuesto a asumir la responsabilidad por aquellos a quienes concierne la pérdida de la herencia, ellos también deben estar dispuestos a ser siervos de aquel pariente redentor, un servicio de por vida.

Y, ¿cómo debe ser esta relación? Porque esta es la ley, ¡oh, no de amo y siervo, sino de marido y mujer! Esto explica por qué Rut entra silenciosamente a la tienda de Booz cuando él ha ido a descansar y toma el cobertor de sus pies y lo pone sobre sí misma y sobre los pies de él. Ella está a sus pies. Ella está desde ahora en adelante en absoluto sometimiento a él, como su propiedad, para su servicio. Pues bien, todo lo que se necesita ahora es un reconocimiento formal de una relación, y eso significa su matrimonio.

Pero usted ve que es el principio del servicio, y Pablo simplemente está trabajando en ese principio cuando dice: «…presenten sus cuerpos en sacrificio vivo… su servicio racional». Las misericordias de Dios te lo demandan. La ley de las misericordias de Dios es que tú debes ser del Señor y debes ser traído hacia la relación más íntima de la iglesia con él, como la novia para el novio. La idea global de la iglesia es la del servicio.

La cuestión del servicio al Señor se revela a través de la Palabra de Dios. Está en el libro de Rut. La relación más sagrada y honrosa conocida en el cielo o en la tierra es esa relación de la cual el apóstol habla en Efesios 5: «Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia» (vv. 31-32).

La relación más santa y honrosa conocida en el cielo o en la tierra se expresa en el servicio. ¡Oh!, desde el punto de vista del cielo, el servicio no es servidumbre o vasallaje. Es la más santa y la más exaltada dignidad. El poder hacer algo por el Señor es el mayor privilegio. ¡Oh!, cómo debemos ser asidos y cautivados por Aquel a quien pertenecemos, y no considerar el servicio al Señor, porque toma ciertas formas, como algo a ser rechazado, a ser evitado o eludido.

La prueba de nuestra comprensión del Señor

Ahora, ahí está el principio, la ley del servicio. Después de todo, es una cuestión de gratitud al Señor. Cualquier forma que tome, es esta. Pero, entonces, nosotros pasamos a la cuestión de la forma, y aquí nos acercamos a las consideraciones prácticas. El Señor prueba nuestro espíritu, es decir, la realidad más interna de nuestro ser, a través de la línea de servicio. No habría ninguna prueba a nuestro ser interior si el Señor siempre nos pidiera hacer las cosas que son el mayor placer para nuestra carne.

No hay nada más probador que el servicio al Señor, porque ese servicio nos lleva enteramente de un ámbito a otro. Sí, ya sé que hombres fuera de Cristo sirven; se entregan a sí mismos. No es mi intención indagar cuánto del servicio humano se hace por motivos o intereses personales, por autosatisfacción y autogratificación, porque hacer un buen trabajo trae muy a menudo una gran satisfacción a quien lo hace. No me corresponde a buscar cuánta ambición hay tras este trabajo o búsqueda de fama, influencia, éxito, prosperidad y así sucesivamente; pero esto sé, que cuando realmente llegamos a las  manos del Señor, la pregunta o el asunto del servicio se convierte en Su forma de encontrarnos a Él a nosotros.

Ahora, volviendo a Israel. «Deja ir a mi hijo, para que me sirva». Esa es la palabra que puede decirse está escrita sobre la salida de Israel desde Egipto. Ese era el objetivo. Moisés fue desafiado completamente en esa cuestión todo el tiempo. Israel también había comprendido algo de su significado, y Faraón, por su parte, fue reconociendo la importancia de aquel servicio al Señor en el desierto. La propia idea de Israel de salir a servir al Señor en el desierto era una idea muy romántica, y sin duda hubo mucho entusiasmo asociado a este servicio.

Aquella idea de servir al Señor era una idea atractiva, una idea cautivadora. Pero seguirlos, marcarlos en el desierto y ver si, después de todo, la idea demostraba ser tan romántica como ellos esperaban. Todo el entusiasmo de ellos murió: todo elemento de romance desapareció. El asunto tomó una forma que requería algo mucho mayor que todo el entusiasmo que ellos eran capaces de demostrar, y su actitud llegó a ser de desilusión. ¡Oh, esto no es lo que esperábamos! ¡Esto es algo completamente diferente! Pensamos esto y aquello. ¡Nunca pensamos que sería así!

Tarde o temprano, cuando llegamos a las manos del Señor, eso es lo que sucede. Cualesquiera que sean nuestras expectativas, llegamos al punto en que descubrimos que el servicio al Señor nos prueba en la esencia misma de nuestro ser, y el punto de apoyo es, sobre todo, si estamos obteniendo alguna gratificación, placer o satisfacción personal en esto, o si tenemos tal devoción al Señor que somos hallados en Su servicio y plenamente en ello, sólo porque es para Él, para Su placer, para Su satisfacción, por lo que Él es y por Sus misericordias. Dios nos pone totalmente en estrecho en aquella cuestión.

Ahora, esto funciona simplemente en miles de formas prácticas, todos los días. Si sólo el Señor nos dejara servirle en esta dirección, ¡cuán encantador, cuán satisfactorio sería! ¡Qué felices seríamos! El principio de servicio es una cosa; la forma del servicio es algo muy distinto, y allí somos probados. No somos probamos en nada menos que en nuestra devoción al Señor. La pregunta que se plantea todo el tiempo es: ¿Puede esto de alguna forma servir a los intereses del Señor, ser una contribución al conjunto?

No debemos preguntar cómo o en qué debemos servir con nuestro espíritu. Tú tienes el espíritu de servicio y no tendrás ninguna dificultad sobre la forma del servicio. Es la gente que no tiene el espíritu de servicio que siempre se encuentra en dificultades acerca del cómo del servicio. Ellos están en espera de algo que coincida totalmente con su idea de servicio. Ellos tienen sus ideas sobre qué es el servicio al Señor y, hasta que sus ideas tengan la posibilidad de realizarse, el servicio no existe para ellos. ¡Oh no!

La voz del verdadero servidor se oye en las palabras: «…a quien sirvo en mi espíritu». Ahí comienza. El espíritu de servicio resuelve todas las otras interrogantes. No empieces preguntando dónde servirás al Señor, cómo servirás, qué vas a hacer por él, sino considera que el Señor te posee total y absolutamente, que estás enamorado de él, que puedes decir que sus misericordias han capturado tu corazón. Yo soy del Señor, tan verdaderamente como Rut estaba a los pies de Booz, en el lugar de entrega y sujeción absoluta a Él, para siempre. Busca estar a los pies de tu Señor, casado con Cristo, y todas las otras cuestiones sobre el servicio dejarán de existir. El Señor podrá hacer lo que a él le agrada y tú no tendrás cuestionamientos ni debates.

Entonces, la cuestión del servicio parece ser definitivamente del espíritu. Eso es tratar sólo muy ligeramente el asunto.

El servicio tiene tres aspectos

Sólo quiero mencionar una cosa más, que el servicio tiene tres aspectos, tanto como puedo ver, en la palabra de Dios; tres y sólo tres. Ante todo y sobre todo, el culto; porque, de hecho, a eso salió Israel para el desierto, y eso es lo que Dios llama servicio:«…para que me sirva». Cuando ellos llegaron a su destino, era un asunto de culto. No podían hacer mucho más en un desierto, en una tierra que no fue sembrada.

Escuchemos lo que el Señor dijo de ellos en el momento de su salida. «Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada» (Jer. 2: 2). Eso es culto, cuando Dios puede tenernos en un lugar, estado y posición de devoción a él, cuando nosotros no podemos hacer nada más, estando en un lugar estéril. ¡Oh!, nosotros podemos dar al Señor mucho de lo que llamamos culto cuando estamos teniendo un buen momento, cuando está ocurriendo todo tipo de cosas interesantes en lo que llamamos el servicio del Señor.

Pero cuando nos encontramos en un desierto, en una tierra no sembrada, es decir, cuando nosotros estamos separados de estas actividades auto gratificantes en el servicio, aislados de las cosas, y nos encontramos en silencio delante del Señor mismo y sólo tenemos al Señor y el corazón está con él, entonces tienes lo que Dios llama el servicio más alto. Él nos tiene a nosotros para sí mismo. Así fue allí en el desierto para Israel, donde el Señor pudo tener a Israel para Sí mismo y hallar a Israel respondiéndole y estando satisfecho con Él. Eso es lo que Dios llama el servicio más alto, eso es el culto. Por lo tanto la interpretación alternativa de esas palabras en Romanos 12: 1 es «su culto espiritual»«su servicio racional».

No voy a hablar de estas tres cosas, sólo para mencionarlas, pero la forma más alta de servicio a Dios es el culto; es decir, donde el Señor es el único objeto de nuestra devoción, no por lo que obtenemos, no por la bendición que se acumula en nosotros, no por placer o satisfacción de nuestro propio ser, sino sólo por Él mismo. Él llama a eso servicio. Es maravilloso, creo, que el servicio que se presta al Señor, además es Su propia satisfacción. Es decir, si el Señor tiene una vida que es realmente de adoración, dedicada, dada a él por Su propia causa, hay una influencia que emana desde aquella vida, hay un poder en esa vida, hay un testimonio en aquella vida. Ahí es donde comienza el servicio, y es un servicio inconsciente; es un servicio de fructificación inconsciente, sólo para el Señor.

Luego, hay otras dos fases más del servicio. Una de ellas es el ministerio a los santos, y la otra, por supuesto, es el testimonio al mundo. Tres aspectos del servicio; culto, ministerio a los santos, testimonio al mundo. Cuando usted ha dicho esto, puede resolverlos en dos: primero, Dios operando directamente, y en segundo y tercer lugar el trabajo del hombre, obrando Dios indirectamente. Como he dicho, no hablaré en detalle sobre esas tres cosas, pero quiero decir esto, que, en la palabra de Dios, todo el pueblo del Señor es considerado en todas y en cada una de estas fases del servicio; todas las personas del Señor, del menor hasta el mayor. Los adoradores no son una clase por sí mismos. Supongo que aceptarán la declaración de que todas las personas del Señor son considerados adoradores, totalmente para el Señor. Bueno, eso es el servicio; ese es el servicio del pueblo del Señor para Él.

Todo el pueblo del Señor es también considerado participante en el servicio a los santos. Es un asunto que cada vez debemos enfrentar más y más y es justamente esto lo que trata el capítulo 4 de la carta a los Efesios. Ciertamente, el Señor dio dones especiales a la iglesia; algunos apóstoles y algunos profetas, y evangelistas, pastores y maestros. ¿Con qué propósito fueron dados éstos? Para el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio. Creo que eso es lo que Pablo quería decir. La puntuación debe organizarse de acuerdo con ese sentido. Fue para el perfeccionamiento de los santos, para llevar a todos los santos a una posición donde ellos puedan cumplir con la obra del ministerio.

El resto del capítulo lo deja claro. Ustedes ven lo que quiere decir: «de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor» (Ef. 4:16). El cuerpo, con cada una de sus partes trabajando de acuerdo a su medida, se autoedifica. Es lo que llamamos ‘mutualidad’. El servicio del Señor, en segunda instancia, es el ministerio mutuo de los santos, la mutua edificación del cuerpo de Cristo. No es que uno ministre a los santos, sino que todos los santos se ministran el uno al otro en la medida espiritual y cada uno en su medida. Esto tiene un lugar muy importante en la palabra de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Entonces, por último, está el testimonio al mundo. Me parece que este tercer aspecto de servicio ha tomado preeminencia, como si los otros fueran secundarios. El testimonio al mundo –puedes llamarlo evangelización o ganancia de almas– se ha convertido en el servicio al Señor. Eso es lo que las personas llaman «trabajar para el Señor» hoy; muchas personas tienen esto en mente. No quiero menoscabar la importancia de este aspecto del servicio, sino más bien fortalecerlo. Aquí, de nuevo, quiero decir que la palabra de Dios considera también a todo el pueblo del Señor en este aspecto del ministerio o servicio. Todas las personas del Señor son testigos. Puedes no ser un evangelista en el sentido específico, pero eres un testigo, y eso es una parte del servicio del Señor en la que todos debemos permanecer fieles.

Aquí, entonces, están los tres aspectos del servicio, y todos nosotros hemos sido considerados como participantes en ellos; culto, ministerio a los santos, testigos para el mundo. Sí, en cada uno de nosotros, individualmente, recae este servicio triple al Señor.

El servicio y la casa de Dios

Ahora, amados, para finalizar, quiero recordarles que el servicio siempre empieza en la Casa. Si buscas en el Nuevo Testamento, encontrarás que la base de todo servicio es la asamblea local. La asamblea local tiene en sí todos los elementos de servicio necesarios para servir. Es allí que se expresa la forma más alta de servicio, a saber, el culto, y la asamblea local está constituida sobre la base del culto. Estamos por el Señor,  para el Señor; somos del Señor. La asamblea local también está constituida sobre el principio del ministerio mutuo de unos a otros; y, además, debería estar expresando en su vida y en todos los valores de una asamblea local, los recursos y energías para testimonio al mundo.

Ahora, esto abre un gran asunto. La asamblea local es el lugar para la capacitación y entrenamiento para el servicio. Cuando hay una verdadera vida de asamblea, se proporciona una garantía contra toda una serie de riesgos que están conectados con el servicio; y eso significa un gran asunto más. Pero quiero que ustedes lleguen a una comprensión –sin detallar– de lo que es el servicio y lo que éste significa, y especialmente dejarles con esta urgencia en sus corazones, que la prueba de nuestra relación con el Señor se encuentra, primero, en el espíritu de culto y devoción a él; y en segundo lugar, en cuán involucrados estamos en la edificación de su pueblo y en el camino de ese ministerio; y luego, el espíritu de servicio es probado por nuestro testimonio al mundo, nuestra preocupación por los intereses del Señor hacia los inconversos. Esta es la triple prueba del espíritu de servicio.

Que el Señor nos encuentre en compañía de aquel siervo suyo que dijo: «…a quien sirvo en mi espíritu… que sirvamos bajo el régimen nuevo del espíritu… que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo… vuestro culto racional». Y que en ninguno de nosotros haya nunca en presencia del mundo una vacilación para declarar nuestra lealtad como aquel siervo del Señor en las palabras: «…de quien soy y a quien sirvo…».

Traducido de: «A Witness and A Testimony».