Mi Señor y Salvador…

…cuyo don de gracia ha sido todo mi equipo y preparación para el Ministerio de la Palabra; y cuyo tierno y paciente amor ha sobrellevado, y rectificado todos mis errores y deficiencias en el ejercicio del mismo. Si en el futuro ejercicio de esta gracia asombrosa, incomprensible, él quiere usar esta mi exposición para ayudar a mis hermanos más jóvenes en el sagrado ministerio, esto llenará de gozo mi corazón.

Al sentir sobre mí el peso de la Palabra que he de entregar,
de mis ojos se cae la ilusión, la venda, y veo la verdad:
Desierto o multitud, pueblo o ciudad,
todo se funde en un paraíso de aire…
Y a todos veo sólo como almas atadas a las que hay que desatar,
esclavos a los que hay que libertar…
como enjambres pululando atontados…
contentos con la sombra de las cosas…
Entonces siento hervir dentro de mí,
Como un torrente impetuoso, el deseo;
Y todo mi ser vibra al oír la llamada,
La trompeta del ángel que emplaza a la tarea.
Es necesario que las salve, sin falta.
Aunque el intento me cueste a mí la vida.
Mi vida por su vida; ¡yo la ofrezco por todos!

El servir la Palabra es cumplir la función más elevada de que el hombre es capaz. Que los que han sido llamados a este santo privilegio se detengan con asombro, adoren con reverencia, y sigan adelante con alegre confianza.