G. Campbell Morgan demostró que Dios puede levantar a un gran maestro de la Biblia de un hombre sin un entrenamiento teológico formal.

El inicio del siglo XIX produjo una gran riqueza de maestros de la Biblia que significó un nuevo giro en la recuperación del testimonio del Señor en la tierra. Entre ellos debe mencionarse a John Nelson Darby, William Kelly, George Muller, D. L. Moody, Hudson Taylor, Andrew Murray, y A. B. Simpson.

Luego, en el siglo XX, se agregaron otros tan notables como aquéllos: D. M. Panton, Jessie Penn Lewis, G. H. Lang, Evan Roberts, A. W. Tozer, Cyrus Scofield, T. Austin Sparks y Watchman Nee, que trajeron la obra del Señor a un nivel más alto. Es en este contexto que George Campbell Morgan tiene su lugar en la historia de la iglesia.

Semblanza

George Campbell Morgan nació el 9 de diciembre de 1863, en una granja de Tetbury, Gloucestershire, Inglaterra. Fue hijo de un piadoso ministro bautista de tradición puritana. Su casa trasuntaba verdadera piedad.

Morgan fue un niño enfermizo, incapaz de asistir a la escuela, por lo que tuvo que ser enseñado en casa. El resultado fue una sólida inclinación por el estudio que llevó durante toda su vida. Recluido en casa por largos períodos, solía entretenerse predicando a las muñecas de sus hermanas.

Cuando Morgan tenía 10 años de edad, el evangelista norteamericano D. L. Moody fue por primera vez a Inglaterra, y el efecto de su ministerio, más la dedicación de sus padres, dejó tal impresión en la vida del joven Morgan, que a los 13 años predicó su primer sermón. Dos años después, él ya predicaba regularmente en capillas rurales los domingos y festivos.

Sin embargo, a los 19 años, su mente se entrampó en las teorías del materialismo. Estudió filosofía, y mientras más leía, más preocupado se tornaba. Dejó su Biblia cerrada durante dos años en lo que él llamó el «eclipse» de su fe. Cuando llegó a los 21 años, estaba lleno de dudas. Entonces guardó con llave sus libros filosóficos en un armario, se compró una nueva Biblia y la leyó de principio a fin. Recordando esos años caóticos, Morgan escribió después: «La única esperanza para mí fue la Biblia… Dejé de leer libros sobre la Biblia y empecé a leer la Biblia misma. Allí vi la luz y fui devuelto al camino». Durante los siete años siguientes, él leyó sólo la Biblia, en total, más de 50 veces.

Entre 1883 y 1886, él enseñó en una escuela judía en Birmingham, de cuyo director, un rabino, aprendió a valorar la herencia de Israel.

Morgan trabajó con D. L. Moody y Sankey en su recorrido evangelístico por Gran Bretaña en 1883. En 1886, a los 23 años, dejó su profesión de maestro, y se consagró a tiempo completo al ministerio de la Palabra. Pronto su reputación como predicador y expositor de la Biblia abarcó Inglaterra y se extendió a los Estados Unidos. Fue ordenado como ministro congrega-cional en 1890, habiendo sido rechazado dos años antes por el Ejército de Salvación y por los metodistas wesleyanos, en su sermón de prueba. ¡Esta parece ser la suerte de muchos hombres de Dios, ser reprobados por los hombres, para ser vindicados después por Dios mismo!

En 1896, D. L. Moody lo invitó a dar una conferencia a los estudiantes del Instituto Bíblico Moody, en Estados Unidos. Ésta fue la primera de sus 54 travesías por el Atlántico para ministrar la Palabra. Tras la muerte de Moody en 1899, Morgan asumió el cargo de director de la Conferencia Bíblica de Northfield, que aquél había dirigido por muchos años. Los miles de convertidos por el ministerio de Moody necesitaban un maestro de la Biblia para fortalecer y profundizar su fe. Campbell Morgan llegó a ser ese maestro.

El método de Morgan era orar, a menudo brevemente, y luego estudiar la Escritura misma –tomándola en su pleno contexto– antes de iniciar los comentarios. Él nunca usó la pluma para hacer ninguna anotación sobre alguno de los libros de la Biblia antes de leerlo por lo menos 50 veces. Esto daba a su trabajo una extraordinaria frescura e inspiración. Él rara vez citaba a otros maestros de la Biblia, ni dependía de la luz que otros recibieron. Sus exposiciones bíblicas aun hoy resultan tan motivadoras e inspi-radoras, que uno no puede sino maravillarse de la luz que Morgan recibió de la Palabra.

En 1904, Campbell Morgan asumió la dirección de la congregación de la famosa Capilla de Westminster, conocida como «el bastión del no-conformismo» en Londres. La congregación estaba de capa caída por ese tiempo, y añoraba los viejos y dorados tiempos de Samuel Martin, quien la había pastoreado entre los años 1842 y 1878. El profundo conocimiento bíblico, y la presencia imponente de Campbell Morgan, además de su correctísima dicción, le hicieron muy pronto conocido. La Capilla de Westminster revivió. Pronto instituyó una escuela bíblica nocturna los viernes, que más tarde llegó a ser la Escuela de Teología de la Capilla de Westminster.

Poco después, Morgan estableció la Conferencia Bíblica Mundesley, una versión inglesa de la Northfield de Moody, que reunía anualmente a eminentes ministros y obreros cristianos de varias corrientes denominacionales y países. Mundesley llegó a ser una parte vital de la Capilla de West-minster.

Tras un largo pastorado, se retiró en 1916, debido a una debilitadora enfermedad, convirtiéndose luego en un predicador itinerante. En 1919 y 1932 realizó amplias giras evangelísticas y de predicación en Estados Unidos. Muchos miles de personas le oyeron predicar en casi cada estado y en Canadá. Durante un año (1927-1928) sirvió en la facultad del Instituto Bíblico de Los Angeles, y durante un año (1930-1931) fue un expositor de la Biblia en la Universidad de Gordon de Teología y Misiones en Boston. Entre 1929 y 1932 fue pastor de la Iglesia del Tabernáculo Presbiteriano en Filadelfia, Pennsylvania.

El atractivo de Morgan era asombroso. A menudo cuando él hablaba, las muchedumbres eran tan grandes que era necesario el control policial.

F. B. Meyer cuenta que cierta vez él compartió el púlpito con Campbell Morgan en la Conferencia de Northfield, y que la gente llegaba en tropel a escuchar las brillantes exposiciones de éste sobre las Escrituras. Meyer confesaría después que al principio tuvo envidia, pero luego encontró un maravilloso remedio: «La única manera por la cual yo pude conquistar mis emociones fue orando por Morgan cada día».

Más tarde, en 1933, Morgan habría de reasumir el pastorado de Westminster hasta el año 1943. Su vida terrenal de testimonio y servicio concluyó en mayo de 1945.

Un rico legado para la Iglesia

Campbell Morgan fue, durante toda su vida, fiel a su vocación: «Sólo hay una cosa que quiero hacer y no puedo evitarlo: predicar», solía decir. Expositivo en sus sermones, siempre se ciñó al texto bíblico y a él apeló en primera y última instancia.

Fue, además, un prolífico pero profundo de libros, folletos, tratados y artículos. Entre sus libros publicados en inglés se destacan: «Las Parábolas del Reino», los once volúmenes del «Púlpito de Westminster», «La Biblia analizada», en diez volúmenes, y «Una Exposición Completa de la Biblia».

En español se han publicado: «Principios básicos de la vida cristiana», «Profetas menores», «El discipulado cristiano», «Las enseñanzas de Cristo», «El Espíritu de Dios», «Evangelismo»; «El ministerio de la predicación», «Pedro y la Iglesia», «La perfecta voluntad de Dios», «El plan de Dios para las edades», «Principios básicos de la vida cristiana», «Los triunfos de la fe», y «El último mensaje de Dios al hombre», por la editorial CLIE, de España; y «Las cartas de nuestro Señor», «Jesús responde a Job», «El corazón de Dios: Oseas», «Grandes capítulos de la Biblia» (dos volúmenes), «¡Me han defraudado!: Malaquías», «Las Crisis de Cristo» (dos volúmenes), por la Editorial Hebrón, de Argentina.

Aunque no pueda atribuirse a G. Campbell Morgan la apertura de grandes verdades bíblicas, como hicieron otros grandes siervos de Dios, él expuso la Biblia con luz fresca y con una expresión muy peculiar.

Gracias a su inspiradora y vigorosa predicación, Morgan atrajo a miles a amar la Biblia a través de sus mensajes, y sus libros de reflexiones bíblicas son populares entre los buscadores del Señor aún en nuestros días. Los escritos de Campbell Morgan tienen una profunda visión, son únicos e incomparables en expresividad. El Señor Jesús le dio una revelación especial para traer al pueblo de Dios a la comunión con Él, siendo nutrido e iluminado a través de un conocimiento espiritual de la Biblia.

¡Que Dios levante, en el tiempo que resta, muchos Morgan, para que la Iglesia sea purificada «en el lavamiento del agua por la Palabra» (Efesios 5:26)!