Testimonios de cómo los vencedores han luchado y vencido en oración.

“Todas nuestras bibliotecas y estudios son mera vacuidad comparadas con nuestras cámaras de oración. Nuestro tiempo de ayuno y oración en el Tabernáculo han sido, verdaderamente, días grandes; nunca las puertas del cielo han sido mantenidas más abiertas; nuestro corazón nunca se ha sentido más cerca de la Gloria celestial”.
C.H. Spurgeon.

“El tiempo de trabajo no es obstáculo para que esté orando; y en medio del ruido y alboroto de mi cocina, mientras varias personas están al mismo tiempo pidiendo diferentes cosas, estoy en comunión con Dios con una tranquilidad tan grande como si estuviera de rodillas”.
El Hermano Lorenzo (1605-1691), en La práctica de la presencia de Dios.

“Yo juzgo que mi oración es más que el diablo mismo; si ella fuera de otra manera, a Lutero le habría sucedido peor mucho antes de esto. Sin embargo, los hombres no ven ni conocen las grandes maravillas o milagros que Dios lleva a cabo en mi beneficio. Si descuidara la oración, por un solo día, perdería una gran parte del fuego de la fe”.
Martín Lutero.

“En mis accesos de agonía espiritual, he tenido fuertes tentaciones de rendirme y no buscar más al Señor; pero habiéndome hecho entender cuán grandes pecadores eran aquellos de quienes Él ha tenido misericordia, y cuán grandes eran sus promesas a los pecadores; y que no era al que estaba sano, sino al enfermo; no al justo, sino al pecador; no al que está lleno, sino al que está vacío, a quienes comunicaba Su gracia y Su misericordia, esto, por medio de la ayuda de su Santo Espíritu, hizo que me adhiriese a Él, que me apoyara en Él, y que al mismo tiempo clamara, aunque de momento no envió respuesta. ¡Que el Señor ayude a todo este pueblo pobre, tentado y afligido, a hacer lo mismo, y a perseverar, aunque tenga que esperar mucho tiempo!”.
Juan Bunyan, en La oración.

“La causa principal de mi flaqueza y falta de frutos es debido a una explicable pesadez para orar. Yo puedo escribir, o leer, o conversar, u oír con un corazón listo; pero la oración es más espiritual e interior que cualquiera de estas cosas, y cuanto más espiritual sea el deber, tanto más es apto mi corazón a desviarse de él. Oración, y paciencia, y fe, nunca se frustran. Yo he aprendido, hace mucho tiempo, que si debía de ser un ministro, fe y oración debían hacerme tal. Cuando encuentro mi corazón en actitud y libertad para orar, todo lo demás, comparativamente, es fácil”.
Richard Newton.

“Yo debo orar antes de que haya visto a alguien. A menudo, cuando yo duermo mucho, o me reúno con otros temprano, es a las once o doce que yo principio mi oración secreta. Este es un perverso sistema. No es conforme a las Sagradas Escrituras. Cristo se levantó antes que amaneciera y se fue a un lugar solitario. David dice: “De mañana me presentaré a ti”, “de mañana oirás mi voz”. La oración de familia pierde mucho de su poder y dulzura, y yo no puedo hacer bien a los que vienen a buscarlo de mí. La conciencia se siente culpable, el alma sin alimento, la lámpara no está arreglada. Entonces, cuando estoy en la oración secreta, el alma, a menudo, está fuera de tono. Siento que es mucho mejor principiar con Dios – ver su faz primero, dejar a mi alma acercársele antes de acercarme a otro”.
Robert Murray McCheyne.

“El Espíritu Santo parecía recorrerme en cuerpo y alma; e inmediatamente me encontraba revestido de tal poder de lo alto que unas pocas palabras que dejara caer aquí y allá a ciertos individuos hacían que éstos se convirtieran inmediatamente. Mis palabras parecían clavarse, como flechas armadas de púas, en el alma de los hombres. Eran cortantes como una espada, y quebrantaban el corazón cual martillo… Algunas veces me sentía vacío de este poder en gran medida. Llevaba a cabo una visita y me daba cuenta de que no producía ninguna impresión salvadora; y lo mismo pasaba con mis exhortaciones y plegarias. Entonces apartaba un día para ayunar y orar en privado… y después de humillarme y clamar pidiendo ayuda, el poder volvía sobre mí con toda su frescura: esta ha sido la experiencia de mi vida”.
Charles G. Finney.

“Cuando comencé el trabajo para los huérfanos, mi principal objeto fue la gloria de Dios, queriendo dar una demostración práctica de lo que se puede hacer simplemente por medio de la oración y la fe, para así beneficiar la iglesia en general, y conducir a un mundo descuidado a contemplar la realidad de las cosas de Dios, haciéndoles ver en esta obra, que el Dios viviente es aún, como lo fue 4000 años atrás, el Dios viviente. Este, mi propósito ha sido abundantemente honrado. Multitudes de pecadores han sido así convertidos, multitudes de los hijos de Dios en todas partes del mundo han sido beneficiados por esta obra. Todo esto me conduce a seguir trabajando más y más, para así traer mayor gloria al Nombre del Señor. Que se dirijan las miradas hacia Él, que Él sea ensalzado, admirado, que en Él se confíe, que en Él se apoye en todo tiempo. Este es mi propósito en este servicio, para que pueda verse cuánto, un pobre hombre, simplemente confiando en Dios, puede efectuar por la oración: y para que así otros hijos de Dios sean conducidos a efectuar la obra de Dios dependiendo de Él, y que el pueblo de Dios sea conducido a confiar más y más en él”.
George Müller.