Lo débil y lo necio usa Dios para avergonzar al fuerte y al sabio.

Lectura: 1ª Corintios 1:26-31.

Qué es la iglesia? Es Cristo en unión viviente consigo mismo. Eso es  la iglesia. Usted no construye un edificio especial y lo llama «la iglesia», ni tiene una organización especial –una institución religiosa– que usted llama «la iglesia». Los creyentes en unión viviente con el Señor ascendido constituyen la iglesia. Esta es la realidad, no la figura.

Ahora, en unión con Cristo ascendido son sobrepasadas todas las limitaciones humanas. Esta es una de las maravillas de Cristo ascendido como una realidad viviente. Somos traídos a un reino de capacidades que son más que capacidades humanas, donde –a causa de Cristo en nosotros– podemos hacer lo que nosotros nunca podríamos hacer naturalmente.

Nuestras relaciones son relaciones nuevas –ellas son celestiales. Nuestros recursos son nuevos recursos –ellos están en el cielo. Por eso es que Pablo escribió a los corintios que Dios ha escogido lo necio y lo débil del mundo, y lo que no es… para avergonzar a los sabios, para avergonzar a lo fuerte, y para deshacer lo que es. ¿Por qué lo hizo Dios así? Porque no es por la fuerza, ni a través del poder, sino por Su Espíritu… y para mostrar que hay poderes, fuerzas y habilidades suyas que desplazan a todos los grandes poderes y habilidades de este mundo.

Esa es la historia del pueblo de Dios… y aquí es donde tanta gente se equivoca.  Los hombres del mundo observan a los cristianos y, generalmente, no piensan gran cosa de ellos. Los miden por las normas del mundo y dicen: «Bueno, ellos son muy poca cosa; no valen mucho».

Sin embargo, tal es el camino de Dios, y el mundo no puede medir eso. Eso no puede ser hecho por la sabiduría humana, por su fuerza o su gran habilidad. Para ello, Dios ha escogido las cosas débiles. ¿Por qué? Simplemente porque las cosas débiles, en su dependencia, son los mejores instrumentos –los medios óptimos– para permitirle a Dios mostrar que tales obras no proceden en absoluto de la suficiencia humana… sino totalmente de Él.

Por favor no se conforme con el hecho de que Dios ha escogido lo débil y lo necio… y diga: «Bueno, yo soy eso; por consiguiente, todo está bien». El punto es: ¿Está usted, en la mano de Dios, avergonzando al fuerte y al sabio? No es cosa de descansar en nuestra debilidad, nuestra necedad y nuestra nadería, y sólo decir: «Esto se aplica a mí; está bien; es todo lo que importa».

En realidad, eso no es todo lo que importa. Lo importante es que yo –siendo débil– pueda conocer la unión de la resurrección con Cristo en todo su poder y accionar; y, en esa unión con él, sean realizadas –a través de mí– poderosas cosas espirituales. Ese es el lado positivo.

Nosotros podemos conocer al Señor de una manera personal e íntima; podemos utilizar sus recursos de una manera personal e íntima. Todo lo que él posee está íntimamente disponible para nosotros. Al estar unidos con Cristo sobre el terreno de su obra expiatoria, el cielo ya no está más cerrado.