Preguntas que los jóvenes cristianos suelen hacer.

 

Primera Corintios 15:33 dice: «No erréis, las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres». Aquí se dice que las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Pero, ¿qué tiene que ver esto con la lectura? Tiene mucho que ver, porque en el proceso de la lectura se plantea una verdadera conversación. El autor va diciendo cosas, pero él no se las dice a sí mismo, aunque convencionalmente así lo asuma; él está dialogando con el lector. Y su conversación puede ser tan persuasiva, que al finalizar la lectura del libro, tú has sido perfectamente convencido por él.

Literatura contaminada

Muchos escritores escriben para matar sus ‘fantasmas’, o para liberarse de sus ‘demonios’. (Esta es la terminología que ellos usan). Es decir, ellos se purifican mediante el proceso de la escritura. Ellos descargan sobre el papel sus temores, sus fracasos, sus complejos, sus sueños, y al decirlo, se liberan de ellos. La escritura cumple para ellos una función ‘catártica’, como era el teatro para los griegos.

Ahora bien, ¿dónde queda toda esa carga de la cual el escritor se libera? Pues, queda en el libro, y luego, a través del proceso de la lectura, pasa al lector. De manera que lo que tú lees necesariamente deja algo, una huella en tu corazón, para bien o para mal. «Dime lo que lees, y te diré quién eres» – podría fácilmente decirse. Cuando tú hablas con una persona (en el mundo, principalmente), vas a darte cuenta que esa persona es lo que ha leído.

Durante el proceso de la lectura, el lector va creando imágenes (ya que el libro no las trae), y esas imágenes van tomando un lugar en su mente, las cuales son muy difíciles de borrar después. Hoy en día, difícilmente vas a encontrar un ‘best seller’, que no explote la truculencia, la sexualidad y la violencia. Casi no hay un libro que no te lleve por la senda de las pasiones y del extravío sexual.

Así que, hoy en día no es fácil ser un buen lector, y al mismo tiempo un lector con una mente limpia, y sana. La literatura se ha encargado de contaminarla y corromperla.

Con la literatura ha sucedido como con el cine y las demás llamadas «artes». Con la excusa de ser simplemente «reflejos de la realidad», han llegado a crear la realidad que reflejan. Ellas no sólo muestran descarnadamente ciertos hechos (grotescos, oscuros, infernales) sino que hacen provisión para que la sociedad se alimente de lo mismo y así redoblar sus torcidos hábitos y costumbres. Es lamentable y triste que aun «grandes escritores» estén cayendo en ese juego.

«El simple todo lo cree; mas el avisado mira bien sus pasos» (Prov. 15:14). La Palabra de Dios nos da la capacidad de ver más de lo que los hombres comunes pueden ver. De manera que debemos poner cuidado con qué escritores «dialogamos» en nuestras lecturas. No nos dejemos embaucar por nombres y títulos atractivos, o de moda. Nosotros hemos de tener los ojos abiertos.

En primer lugar, la Biblia

Sin duda que es bueno leer. Los jóvenes deben leer mucho. Pero, ¿qué debemos leer? 2ª Timoteo 3:14-17 dice: «Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra».

Las Sagradas Escrituras son la mejor lectura para un hijo de Dios. No importa si es niño, joven o viejo. La Biblia es un tesoro inmenso, con infinitas posibilidades de provecho para cualquier lector. Los 66 libros de la Biblia están llenos de hermosos episodios que pueden adaptarse para cada edad. Sus enseñanzas son perennes. Los niños se deleitan con sus historias, los jóvenes encuentran en ellas entretención y enseñanzas probadas; los adultos hallan en ellas guía y consuelo; los viejos encuentran reposo y paz.

El tema de la Biblia es Jesucristo, el precioso Señor de nuestras vidas. En ella encontramos sus hechos, sus enseñanzas, los rasgos de su maravillosa persona. A Cristo no le conocemos por una película, por una pintura, o por una relación histórica. A Cristo le conocemos por el testimonio de la Palabra de Dios. ¿Iremos a ella sólo cuando tenemos problemas, o estamos angustiados? No, sino que nos aprovisionaremos de su valioso contenido en el día bueno, cuando tenemos plena paz, para echar mano de sus enseñanzas en el día malo.

Con la lectura de la Biblia se nos revela el carácter y la forma de pensar de nuestro Dios, la maravillosa gracia manifestada en el Señor Jesús, que nos renueva los pensamientos, nos quita las cargas del diario vivir, e inspira nuestra conducta. Viendo a sus héroes actuar delante de Dios, nosotros nos sentiremos instados a hacerlo también, y de ella tomaremos el maná de cada día. La Biblia no es un libro caduco, no ha perdido valor en lo más mínimo. Y bienaventurado el joven que halla allí deleite y aliento para su alma.

Lecturas ejemplares

Hay, además, mucha ganancia espiritual en la lectura de biografías de grandes siervos de Dios. Su caminar de fe nos proveerá de muchas respuestas y enseñanzas para nosotros. Ellos corrieron la carrera y vencieron. Su ejemplo nos ayudará a correr nosotros también, y a vencer.

No sólo la vida de los grandes hombres de la Biblia nos ayudará; también la de que aquellos que vivieron en épocas posteriores. Ellos perfectamente podrían continuar esa hermosa lista de Hebreos 11, donde aparece la galería más selecta de hombres y mujeres de fe.

¿Cómo amaron a Dios y le sirvieron hombres como Pedro Valdo, Juan Wycliffe, Juan Huss, Martín Lutero, Ulrico Zuinglio, Conrad Grebel, Juan Calvino, Juan y Carlos Wesley, Jorge Whitefield, Guillermo Carey, James Hudson Taylor, David Livingstone, Charles G. Finney, John N. Darby, C. H. Mackintosh, Watchman Nee, Billy Graham, David Wilkerson, etc.? ¿Qué errores tuvieron, y qué enseñanzas podemos sacar de ellos?

Aparte de las biografías, hay libros de autores cristianos que todos debiéramos haber leído. Entre ellos, algunos: El estudio de «Génesis» de Mackintosh, «El Peregrino» de Juan Bunyan, «El secreto espiritual de Hudson Taylor» de Howard Taylor, «La Cruz y el Puñal» de David Wilkerson, «Corre, Nicky, Corre» de Nicky Cruz, «El refugio secreto» de Corrie Ten Boom, «Discípulo» de Juan Carlos Ortiz, «El mundo en llamas» de Billy Graham, «No améis el mundo» de Watchman Nee, «El testimonio de Watchman Nee», etc.

Las obras de C. H. Spurgeon, D. L. Moody, Meyer, Andrew Murray y G. Campbell Morgan pueden ser para ustedes de mucha inspiración y ayuda.

Así como la mala lectura deja un resabio de muerte en el corazón de sus lectores, esta buena lectura, deja un residuo de vida, de luz y de inspiración en quienes hacen uso de ella. No pierdas la oportunidad de hacerlo. Te hará mucho bien.