La adoración (como una medida de autorreforma en la iglesia) no es un horizonte más alto de comportamiento piadoso, ni tampoco es una aguda convocatoria de la presencia de Dios. Seamos sinceros, ningún ritual tiene poder intrínseco.
Thomas Hohstadt, en Morir para Vivir

Oh, cuántos hombres han prometido mucho y Dios los ha usado, y luego han pensado que eran una gran cosa y Él se vio obligado a echarlos a un lado. Creo que los obreros más prometedores se han estrellado contra las rocas más por su propia estima y autosuficiencia que por cualquier otra causa. En estos últimos 40 años o más puedo recordar muchos hombres que hoy están en la ruina y en la miseria, hombres que en un tiempo se pensaba que iban a llegar a ser algo grande. Pero han desaparecido por completo de la escena pública. ¿Por qué? Porque se sobreestimaban. ¡Cuántos han sido dejados a un lado porque comenzaron a pensar que eran importantes y Dios tuvo que ponerlos aparte!
R.A. Torrey, en Por qué Dios usó a D.L. Moody

Muchos libros científicos de hace unos setenta y cinco años parecen libros de chistes. La mayoría de lo que se creía hace años, estaba evidentemente equivocado. ¿Podrá ser que hoy vivimos en el primer período de la historia humana cuando casi todas las conclusiones a las que hemos llegado son correctas?
James Dobson, en Cuando lo que Dios hace no tiene sentido

En su libro “Por el valle del Kwai”, Ernest Gordon habla acerca de los soldados estadounidenses capturados por los japoneses en la península de Malaca, que fueron torturados y sometidos a la pena del hambre. Se convirtieron en un grupo de animales que arañaban, peleaban y se robaban los alimentos unos a otros. Finalmente, las cosas se pusieron tan malas que decidieron comenzar a leer el Nuevo Testamento. Conforme Ernest Gordon, un graduado universitario, les leía las palabras del Nuevo Testamento, esos hombres se fueron convirtiendo al Dios viviente por medio de Jesucristo. Esa comunidad de animales quedó transformada en una comunidad de amor.
James Kennedy, en Por qué creo

Los falsificadores siempre tratan de que su dinero falso parezca exactamente igual al legítimo. Así es como opera Satanás en el día de hoy. Millares de personas han sido congregadas aun en la iglesia sin tener una experiencia vital con Jesucristo. Han sustituido la salvación personal por buenas obras, esfuerzos en la comunidad, reformas sociales o algún rito religioso.
Billy Graham, en El mundo en llamas