Si usted tiene dones en algún aspecto que nunca llegará a destacarse, no se preocupe por ello. Usted vale tanto como Matanías o Uzi, y usted será más o menos conocido como ellos. Pero no se preocupe, usted no es anónimo ante Dios.
Charles Swindoll, en “Pásame otro ladrillo”.
No creo que Dios quiera exactamente que seamos felices, quiere que seamos capaces de amar y de ser amados, quiere que maduremos, y yo sugiero que precisamente porque Dios nos ama nos concedió el don de sufrir; o por decirlo de otro modo: el dolor es el megáfono que Dios utiliza para despertar a un mundo de sordos; porque somos como bloques de piedra, a partir de los cuales el escultor poco a poco va formando la figura de un hombre, los golpes de su cincel que tanto daño nos hacen también nos hacen más perfectos.
C.S. Lewis.
La fe nunca es estática. Siempre se expresa en movimiento, cambio o acción. Una persona que verdaderamente cree, será cambiada por lo que cree. En contraste, una persona que simplemente acepta verdades con su intelecto, puede permanecer sin cambio alguno en su vida.
Derek Prince, en Fe por la cual vivir.
Sabemos que, en el cuerpo humano, la privación de cualquiera de los sentidos sólo intensifica el poder de los que restan. Si, por ejemplo se pierde la vista, el tacto y el gusto se hacen, por ello, mucho más agudos. Sucede exactamente lo mismo entre los tres factores de nuestro ser humano –cuerpo, alma y espíritu–; lo que cualquiera de los tres renuncie, es puesto al crédito de los otros, y aumenta su fuerza.
A.J. Gordon, en La Vida Doble.
¿Cómo es en verdad una reunión llena del Espíritu Santo? ¿Acaso es donde todos hablan en lenguas? ¿Es donde los enfermos son sanados? ¿Es donde los santos saltan de alegría? ¿Es donde los santos profetizan? Es más, ¡mucho más que eso! Es donde se exalta a Cristo, donde su santidad penetra el alma, donde hombres y mujeres caen ante su santo trono, quebrantados, humillados, clamando: “Santo, santo”. ¡El mover del Espíritu Santo es un mover hacia Cristo, más profundo en Cristo, con una mayor sumisión a su señorío!
David Wilkerson, en ¡Un Pentecostés sin Cristo!
Parece existir un gran peligro perder de vista del hecho que Jesús fue «todo en todo.» La obra del Calvario, la propiciación, debe ser el centro de nuestra consideración. El Espíritu Santo nunca nos impulsará a que quitemos nuestra vista de Cristo para fijarla en él, sino que nos revelará a Cristo de una manera más profunda. Corremos el peligro de subestimar a Jesús, de «perderle en el Templo,» por la exaltación del Espíritu Santo y de los dones espirituales. Jesús debe ser el centro de todo.
Frank Bartleman.