Cómo asumir el legado y enfrentar los nuevos desafíos.

Lecturas: Esdras 1:1-3, 5; 2:1-2; 7:1, 6-7.

Estas son algunas importantes porciones del libro de Esdras, y sabemos que, en la historia de Israel, eso ocurrió unos 500 ó 600 años antes de Cristo. El pueblo de Israel había sido llevado cautivo a Babilonia, y según la profecía de Jeremías, ellos permanecerían en Babilonia por setenta años, y luego regresarían a Jerusalén.

Cuando leemos Esdras capítulo 1 vemos que, después de setenta años, el espíritu del pueblo de Israel fue alentado, y muchos quisieron regresar a Jerusalén y reconstruir el templo de Dios. Durante setenta años, el templo estuvo en ruinas, y Jerusalén era una ciudad vacía. Entonces, unas cincuenta mil personas, bajo la conducción de Zorobabel, regresaron a Jerusalén, y edificaron primero el altar, sobre el fundamento original, y luego reconstruyeron el templo. Este es el contexto cuando leemos los capítulos 1, 2 y 3.

Cuando Israel fue llevado cautivo a Babilonia, Nabucodonosor sitió la ciudad de Jerusalén y la quemó, y en el templo no dejó piedra sobre piedra. Este hecho dio origen al maravilloso libro de Lamentaciones. Cuando el rey Nabucodonosor tomó la ciudad y le puso fuego, según la tradición de los judíos, Jeremías estaba escondido en algún lugar cerca del Gólgota –donde más tarde murió Jesús en la cruz– desde donde podía ver la puerta de Damasco. Y cuando toda la ciudad estaba en llamas, el fuego celestial estaba en los huesos de Jeremías, y entonces el profeta lloró, y escribió el libro de Lamentaciones. Jeremías lloró sobre Jerusalén.

¿Cuál es el significado de Jerusalén? En la Biblia, siempre Jerusalén habla del testimonio de Dios, porque dentro de la ciudad estaba el templo, que representa la presencia de Dios. La razón por la cual Jerusalén es una ciudad única es porque allí está el templo de Dios. La ciudad de Jerusalén representa el testimonio de Dios, y el templo representa la presencia de Dios. Entonces, el testimonio de Dios es derivado de la presencia de Dios. Este es un principio muy importante.

Ahora, en el principio, en el tiempo de Salomón, cuando el templo y la ciudad estaban en los días de gloria, la presencia de Dios estaba allí, el testimonio de Dios estaba allí. Esa era la visión del pueblo de Israel. Pero, por desgracia, ellos le fallaron a Dios y adoraron a los ídolos, y Dios permitió entonces que Nabucodonosor sitiara la ciudad, y fueran llevados cautivos a Babilonia.

Del templo no quedó piedra sobre piedra. El pueblo de Israel fue como un árbol desarraigado y llevado a un lugar muy remoto: Babilonia. Según profetizó Jeremías, ellos permanecerían allí durante setenta años, y después regresarían a Jerusalén.

La iglesia cautiva en Babilonia

¿Por qué hablamos acerca de esto? Porque, si estudiamos la historia de la iglesia, veremos claramente que la iglesia también estuvo cautiva en Babilonia. Babilonia significa confusión. Cuando los judíos estaban cautivos y vivían en Babilonia, Jerusalén estaba vacía, y la casa de Dios en ruinas. Fue el tiempo más trágico en la historia de Israel. El testimonio de Dios estaba en desolación.

Pero Dios les había prometido que, después de setenta años, ellos regresarían a Jerusalén. Entonces, el testimonio de Dios sería restaurado. Y antes de que eso ocurriera, la casa de Dios debería ser reconstruida. Esto indica que debemos tener primero la presencia de Dios, y luego tendremos el testimonio.

Hace muchos años atrás en la historia, la iglesia estuvo cautiva en Babilonia. Pero hoy, ¿dónde está el testimonio? ¿Dónde está el testimonio colectivo? Primero, cuando nos reunimos como iglesia, experimentamos la presencia de Dios, y desde esa presencia, será manifestada la gloria y la hermosura de Cristo. Entonces el mundo sabrá que hay un candelero allí.

La iglesia en el comienzo era así. Cuando los santos se reúnen, esa es la casa de Dios; allí está la presencia del Señor, allí el nombre de Jesús es exaltado. En aquel lugar, cuando la gloria y la hermosura de Cristo se manifiestan, las personas dirán: ‘Ese es el testimonio de Dios’. Por eso, en Apocalipsis, vemos siete iglesias en Asia Menor, representadas por siete candeleros.

Cuando la iglesia está en una condición de normalidad, debería ser así. En cada localidad, en todo lugar, se debería ver el testimonio de Dios – el testimonio del Señor en Taipéi, en Tokio, en Seúl, en Sao Paulo, en Santiago, en todo lugar. Ese es el propósito de Dios. Pero si conocemos la historia de la iglesia, y observamos alrededor lo que ocurre en nuestros días, veremos que la iglesia ha sido de nuevo llevada cautiva a Babilonia.

Babilonia significa confusión. Hoy día la gente está confundida acerca de la verdad de la iglesia. Muchos dicen: ‘Dejé mi paraguas en la iglesia’. En su mente, la iglesia es un edificio. Esto es una confusión. En la Biblia, la iglesia es el cuerpo de Cristo. ¿Cómo puedes dejar tu paraguas en el cuerpo? Algunos médicos incompetentes hacen eso: cuando operan a alguien, dejan unas tijeras en su interior. Eso es posible. Pero es imposible que tú puedas dejar tu paraguas en el cuerpo de Cristo.

Ahora sabemos por qué muchos están confundidos. La gente piensa que la iglesia es una institución. Cuando llegas a la iglesia, tú sabes cómo comportarte, tienes un programa, sabes cómo cantar, sabes cómo orar, sabes que habrá un mensaje. Es un lugar de adoración, un tipo de institución. Alguien va a compartir la Palabra, alguien muy espiritual va a leer la Biblia para todos. Sólo tienes que ir el día domingo y escuchar, y eso es todo. Hermanos, todo eso es confusión.

¿Qué es la iglesia? Sabemos que es el cuerpo de Cristo. Si es el cuerpo, cada miembro debería estar funcionando. Sin embargo, ¿por qué hoy, cuando miramos alrededor, descubrimos que sólo hay uno o dos miembros activos? De nuevo, esto es confusión. Y muchas personas piensan que la iglesia no es nada más que una congregación. Ahora, en esencia, eso es verdad. Pero, cuando todos nos reunimos, debemos hacer algo. Si miramos alrededor, vemos que hay confusión. Otra vez, la iglesia ha sido llevada cautiva a Babilonia.

Movimientos de restauración

Cuando la iglesia estuvo en la Edad Oscura, fue así. Pero, gracias a Dios, porque Martín Lutero, Juan Calvino, Zwinglio, aquellos grandes reformadores, realmente condujeron al pueblo de Dios de regreso a Jerusalén. No más confusión. En los días previos a la Reforma, la gente vendía indulgencias, no conocían ni siquiera la salvación, la Biblia estaba encadenada. No es de sorprender que la condición de la iglesia en aquel tiempo fuese de absoluta confusión.

Gracias a Dios, por medio de Martín Lutero y esos maravillosos siervos de Dios, la iglesia fue conducida de vuelta a Jerusalén, al fundamento original. Ellos reedificaron el altar y también edificaron la casa. Gracias a Dios, de esa forma, vemos que algunos regresaron a Jerusalén. Ahora estaba nuevamente la presencia del Señor, y también el testimonio del Señor.

Hermanos, en la primera generación, todo estaba muy bien, lleno de vida. Pero, en la segunda generación, se perdió gradualmente la visión. Ahora guardaban la tradición. En la primera generación, la copa de bendición estaba llena; pero en la segunda generación, sólo estaba a medias. En la tercera generación, casi toda la bendición se había ido: solamente quedó la copa.

Pero el Señor levantó otras personas, hubo otro avivamiento, otra primera generación. Otra vez regresaron a Jerusalén. Sin embargo, cuando la bendición se fue, la confusión llegó de nuevo. Así, el pueblo estaba otra vez en Babilonia. Entonces, hubo otro despertar – surgió el gran avivamiento en Inglaterra.

Por medio de Martín Lutero, vino la justificación por la fe; por medio de Juan Wesley, la santificación por la fe. Grandes avivamientos. Gracias al Señor por todo aquello. Otra vez, por medio del liderazgo de Juan Wesley, fuimos conducidos de regreso a Jerusalén. Ahora conocemos mucho mejor la voluntad de Dios. No sólo conocemos la posición de la justificación por la fe. Según esa posición, ahora podemos vivir una vida de santificación. Ahora producimos los frutos de la santificación.

Hermanos, gracias al Señor, hoy día debemos mucho a Martín Lutero, a Juan Wesley y muchos otros. Gracias a Dios, la primera generación fue maravillosa. La copa estaba llena. Pero cuando llegamos a la segunda generación, sólo vemos la mitad de la copa. Y en la tercera generación, toda la bendición ya se fue.

Entonces, en Inglaterra, el Señor levantó a John Nelson Darby y a George Müller. Gracias a Dios, otra vez regresamos a Jerusalén.

La primera generación, duró solamente veinte años, desde 1828 a 1848. Aquel fue un maravilloso mover del Espíritu Santo. Según un erudito llamado D.M. Panton, el movimiento de los Hermanos fue mucho mayor que el de la Reforma. La Reforma fue posible no sólo debido a la obra del Espíritu Santo, sino también con la ayuda de los príncipes y nobles alemanes. Martín Lutero fue protegido por las armas carnales. Por eso hubo tanto éxito. Pero si conoces lo que el Señor hizo en Inglaterra, este otro movimiento fue más grande; su influencia es mucho mayor de lo que nosotros imaginamos.

Dios hizo una obra maravillosa, y así otra vez el pueblo regresó a Jerusalén. Los primeros veinte años fueron años de oro, llenos de bendiciones. Los estudiantes eran maestros de los demás.

Esto ocurrió en la primera generación. Pero en la segunda generación, fue sólo a medias, y ya estaban guardando la tradición. En el comienzo, hay revelación directa de Dios. Todo es vivo. Tú percibes la presencia de Dios, y tienes el testimonio. Pero al llegar a la tercera generación, está la copa vacía, y ahora vemos una copa, dos copas, tres copas. Hoy, si miras a tu alrededor, ves más de mil copas.

En el principio, cada copa tenía razón para gloriarse, porque estaba llena de bendición. Pero cuando la presencia de Dios se ha ido, ¿qué tienen ellos? Ahora comparan sus copas: ‘Mi copa es mejor que la tuya’. Ahora estamos todos divididos. Hermanos, sólo hay un cuerpo de Cristo. Sin embargo, hoy, debido a que todos tenemos diferentes doctrinas, diferentes experiencias; diferencias culturales, diferencias de clases, todo eso nos divide.

Recuerden a nuestro Señor Jesús en aquel aposento alto. Él oró tres veces. La primera vez, oró por sus doce discípulos. «Padre … que sean uno, como nosotros» (Juan 17:11). Luego, él oró por la iglesia, «…para que sean uno, así como nosotros somos uno» (Juan 17:22). ¿Por qué? Nuestro Señor sabía muy bien. Él es el Profeta; él podía ver el futuro lejano.

La soledad del Señor

Antes de orar, ¿qué dijo nuestro Señor a sus discípulos? «Vendrá el día en que todos seréis esparcidos; cada uno regresará a su propia casa, y yo me quedaré solo». ¿Qué significa eso? Cuando nuestro Señor Jesús fue arrestado, los discípulos huyeron para salvar sus vidas. ¿Piensas que el Señor se estaba refiriendo sólo al momento de Getsemaní? Si es así, ¿cómo explicar que cada uno se fuera a su propia casa?

Entre los doce discípulos, sabemos que sólo Juan tenía una casa en Jerusalén. Por eso es que Jesús encargó a su madre, María, a Juan. ¿Qué significa eso entonces? Significa que aquella profecía no sólo era aplicable al primer siglo, no sólo a los doce discípulos. Según nuestro Señor, la iglesia de Dios estaría esparcida: ‘Cada uno de ustedes tiene su propia casa. En esa iglesia te sientes confortable, o te vas a otra iglesia porque allá te sientes más confortable. Tú tienes tu casa, él tiene su casa, cada uno tiene su casa. Pero yo fui dejado solo’.

Hermanos, hoy, cuando vemos tantas divisiones, cuando vemos a todos los hijos de Dios esparcidos, ¿quién es el más solitario? El Señor dijo al pueblo de Israel cuando lloró sobre Jerusalén: «Tu propia casa». Cuando el Señor era un adolescente, a los doce años de edad, él dijo: «¿No debería yo estar en la casa de mi Padre?».

Él llamó al templo de Dios, la casa de su Padre. Más tarde, cuando el Señor lloró sobre Jerusalén, él dijo: «Jerusalén, Jerusalén…». Él se acordó del llanto de Jeremías, ¿y qué dijo? «Yo dejaré vuestra casa desierta». No dijo «la casa de mi Padre». Hermanos, esa es la confusión.

Hoy día, cuando estamos todos divididos y esparcidos, nos preguntamos: ¿Responderá el Padre celestial la oración de nuestro Señor? «Que ellos sean uno, como nosotros somos uno».

Algunas veces nuestras oraciones no son respondidas, y hay alguna razón para ello. Pero, piensa que es imposible para el Padre celestial negar la súplica que nuestro Señor hizo antes de ser crucificado. Él oró por sus doce discípulos, y oró por la iglesia en general. Él sabía que un día todos estarían esparcidos. ‘Tú tienes tu copa; yo tengo otra copa. Ven a mi copa’.

Hermano, ¿qué estás mostrando a los demás? ¿Una copa vacía? ¿Una institución? ¿Nada más que una copa? ¿Nada más que una organización? ¿Nada más que un programa? ¿Nada más que una práctica? ‘Hermanos y hermanas, vengan a nuestra casa. Vengan aquí, vayan allá’. Ahora están todos esparcidos. Sin embargo, nuestro Señor Jesús dijo: «Me han dejado completamente solo».

Hermano y hermana, si de veras oyes el llanto del verdadero Jeremías, tu corazón tendrá que ser conmovido. Desearás regresar a Jerusalén. Yo pienso que eso es lo que el Señor está haciendo hoy día en Chile. Gracias al Señor por esta tierra. Este es el país más largo del mundo, y cuando venimos a Chile casi llegamos al fin del mundo, porque está lejos de la plataforma del centro del mundo, y aun lejos del centro del mundo religioso, lejos del centro del así llamado mundo cristiano.

Una obra original del Espíritu Santo

El Espíritu Santo puede hacer una obra única, no influenciada por los misioneros americanos o europeos. Hace muchos años atrás, los jóvenes fueron capaces de recibir la dirección del Espíritu Santo, y fueron tocados por el Señor. Como Zorobabel, como Josué, regresaron a Jerusalén, regresaron a la voluntad de Dios. ¡Gracias a Dios!

Qué maravillosa obra del Señor: la reedificación del altar, la reconstrucción del templo, y finalmente la reconstrucción de la ciudad. En el altar vemos nuestra consagración; en la casa de Dios, encontramos la presencia de Dios.

Ahora, cuando oímos la voz del llanto de nuestro verdadero Profeta, y cuando respondemos al llamamiento de nuestro Maestro, y nos reunimos como uno, ¿qué significa eso? Significa que, de alguna manera, Dios está respondiendo la oración de nuestro Señor Jesús, a lo menos en Temuco, a lo menos en Santiago, a lo menos en algún otro lugar. ¿Se dan cuenta? De alguna forma, aquella oración está siendo maravillosamente cumplida.

¿Qué desean ustedes, hermanos y hermanas? Naturalmente, ustedes desean la voluntad de Dios, quieren satisfacer el corazón de nuestro Señor. El corazón del Señor está representado por Su oración: «…para que sean uno, así como nosotros somos uno».

Esta es la primera generación, llena de bendición, llena del agua viva. Yo siempre digo a muchas personas en los Estados Unidos y en muchos otros lugares: ‘Si visitas Chile, atravesar los Andes es una experiencia maravillosa; pero si visitas a los santos de allí, hallarás una cosa que es única, algo que es original’.

Toda obra del Espíritu Santo debe ser algo original, debe ser algo nuevo. No es algo que se tomó de Estados Unidos, de Alemania o de otra parte. La obra en este lugar no es una extensión de la obra en los Estados Unidos; es la obra del Espíritu Santo en esta localidad. Es por eso que el testimonio ha sido preservado de una forma maravillosa. Pero es necesario esperar… esperar… y esperar, para ver si esto es sólo para la primera generación.

Aprendiendo las lecciones de la historia

Si lees tu Biblia o la historia de la iglesia, aprenderás todas las lecciones a partir de la historia. Tenemos una primera generación, llena de bendiciones, de revelación. Pero cuando llegamos a la segunda generación, ellos no ven mucho, pero han oído mucho. Son sostenidos por los más antiguos.

En aquella generación, todo había sido dirigido por el Espíritu Santo. Pero ahora saben cómo reunirse, saben cómo hacer esto o aquello. Como hay muchos frutos, ellos pasan el método a la generación más joven.

Cuando la generación más joven conoce el método, ¡ah, qué maravilloso! ¡Ah, funciona! Entonces, ellos tienen el método, y ya no es necesario ir más a la presencia del Señor. Ya no van para recibir revelación; la tradición es buena y suficiente.

La primera generación tiene revelación y bendición. La segunda, tiene tradición y tradición. Todo llega a ser fácil; no necesitas estudiar la Biblia, ni necesitas orar. Ya conoces la voluntad de Dios. ¿Cuál es la voluntad de Dios? ‘Es lo que los ancianos me hablaron, lo que la primera generación me contó’.

Hermanos, vean el peligro aquí. En la segunda generación, la copa está a medias, y al llegar la tercera generación, casi todo es tradición; sólo está la copa. Es por eso que en la historia de la iglesia de hoy hay tantas copas – miles de copas.

Ahora, hermanos, vamos a aprender algunas lecciones de la historia de la iglesia, de cómo este testimonio maravilloso debe ser preservado. Sabremos que será preservado, si en la primera generación la copa está llena y en la segunda generación la copa permanece llena. ¿Qué significa eso? Que en la primera generación, ellos tenían un contacto vivo con la fuente de vida. La generación más joven, nuevamente, tiene que tener una experiencia de primera mano.

Hermano, tú que perteneces a la primera generación, sé cuidadoso. Tu responsabilidad es traer a la generación más joven a la presencia del Señor. El Espíritu Santo sabrá cómo enseñarles. La unción está en ellos. Nosotros no debemos usurpar el lugar del Espíritu Santo. Sólo así vamos a mantener cada generación con vida. Eso es muy importante.

Esdras y la segunda generación

Ahora bien, cuando estudiamos el libro de Esdras, y llegamos al capítulo 7, vemos algo muy interesante. En el capítulo 1, la primera generación regresó a Jerusalén, conducidos por Zorobabel y Josué. Pero, luego, en el capítulo 7, tenemos la generación más joven, la segunda generación, conducida por Esdras. Y Esdras era un escriba que había nacido en Babilonia.

Para Zorobabel, el regreso a Jerusalén tenía una motivación. Él había dejado Jerusalén cuando era joven, y al regresar tenía como noventa años de edad. Añoraba su casa; su hogar era Jerusalén. Por emoción, anhelaba regresar. Pero Esdras había nacido en Babilonia. Y todos los jóvenes nacidos en Babilonia tenían su futuro en Babilonia. Ellos nunca habían visto Jerusalén. Jerusalén era una ciudad vacía, una ciudad muerta. ¡En cambio, mira Babilonia!

Esdras había nacido en Babilonia. Todo su brillante futuro estaba allá. Sin embargo, de alguna forma, Dios estaba obrando en Babilonia, en medio de la confusión. Si tú vives en Jerusalén, todo está claro; si vives en este otro mundo, todo es confuso. Esdras nació y creció en aquel ambiente donde se adoraban ídolos, pero de alguna forma él buscó la palabra de Dios, y tomó una determinación: él quería conocer la palabra de Dios.

Esdras no tenía un motivo para ir a Jerusalén. Sin embargo, gracias a Dios, la palabra de Dios lo cautivó, y Esdras llegó a ser el gran escriba. Por medio de él fueron reunidos los 39 libros del Antiguo Testamento. Cuando llegamos al tiempo de Esdras, por primera vez tenemos completa la revelación del Antiguo Testamento.

Hermanos, el Señor puede hacer algo más allá de nuestra imaginación. La primera generación nunca pensó que el Espíritu de Dios tenía un maravilloso depósito aun en Babilonia. Y entonces este joven, aunque tenía un futuro brillante en Babilonia, volvió las espaldas a ese mundo y llegó a Jerusalén. ¿Qué significa eso? Que aunque la segunda generación nació con revelación de primera mano, la segunda generación puede llegar a ser más rica que la primera.

Ustedes, los padres, deberían estar muy orgullosos de que sus hijos e hijas sean mucho mejores que ustedes, más exitosos y más inteligentes que ustedes. Ese es el éxito de esta maravillosa familia. No me digas que tus hijos tienen sólo la mitad de tu habilidad, y tus nietos la mitad de la habilidad de tus hijos. Si es así, tu familia está yendo cada vez más abajo. ¿Cómo sabemos que una familia está yendo arriba, arriba y arriba? En que tus hijos son mejores que tú, tienen más éxito que tú, y tú no tienes celos de ellos; tú estás contento con ellos. Y cuando alcanzas a ver a los nietos, mucho mejor todavía. Así debe ser una familia que ha sido bendecida por Dios.

Lo mismo se aplica a la familia de Dios. Si el testimonio ha sido preservado, tenemos que estudiar el libro de Esdras. No sólo la primera generación, sino también la segunda generación.

Ahora, para la primera generación está la tarea del fundamento. Ellos regresan al fundamento; edifican el altar y luego la casa. Por veinte años, su obra es una obra de fundación.

La contribución de Esdras

Entonces, ¿cuál es la contribución de Esdras? Al estudiar este libro cuidadosamente, vemos que él tuvo dos contribuciones. Primero, él intentó embellecer el templo. Si traducimos esto al lenguaje del Nuevo Testamento, significa que la iglesia debe crecer hacia la madurez. En la primera generación, el fundamento está seguro. Pero ahora, en la segunda generación, Esdras no construyó otro templo. No. Él está haciendo algo sobre el fundamento original; él va a embellecer el templo. Es la iglesia como segunda generación.

Recuerden, la iglesia no es sólo algo exacto, algo ‘correcto’ de acuerdo al entendimiento de la verdad. Todo esto es maravilloso. Pero la iglesia, el cuerpo de Cristo, debería crecer. Entonces, ¿qué significa embellecer el templo? Muy simple. A través de la segunda generación, la iglesia llega a ser mucho más hermosa, más madura, sin mancha, presentada a Cristo como una iglesia gloriosa.

¿Por qué Esdras regresó? Él sabía, por la palabra profética del Antiguo Testamento, que cuando el Mesías viniera, entraría en el templo. Entonces, Jerusalén tenía que ser reedificada y el templo embellecido. Esdras regresó porque él sabía que el Mesías vendría pronto. Esdras regresó por amor al Mesías. Inconscientemente, él regresó a Jerusalén, para que Jesús pudiera nacer en Belén. Y en el día octavo, Él pudiera entrar en el templo.

Hermanos y hermanas, ¿lo vemos ahora? La generación más joven está, sin duda, más cerca del regreso del Señor que la primera, y se supone que ellos deben recibir el regreso de su Maestro. Naturalmente, la iglesia tiene que madurar. Es claro que el templo tiene que ser hermoso. Esa es la primera contribución.

La segunda contribución de Esdras es la restauración de la autoridad de la palabra de Dios. Recuerden que cuando Esdras leyó la Palabra, muchas personas lloraron, fueron tocadas por la Palabra. Entonces, la generación más joven debería tener una Palabra mucho más rica que la primera generación.

Hermanos y hermanas, ¿cómo puede la iglesia ser gloriosa, sin mancha y sin arruga? La Biblia dice: Por la Palabra, por el agua de la Palabra. Esa «palabra», en el original griego, es Rhema, la palabra de vida.

Cuando nuestros jóvenes, en estos días, estudian las Escrituras, ellos estudian el Logos, están aplicando su corazón al estudio del Logos. Ellos cuentan con mejores condiciones que los de la primera generación, manejan el inglés, conocen los computadores, saben cómo utilizar libros de referencias. Entonces, están listos para la Palabra. Pero también viven en la presencia del Señor, y el Espíritu Santo hablará otra vez a esta generación más joven, y aquel Logos se volverá entonces una palabra viva. Esta es la contribución de Esdras, esta es la contribución de la generación más joven.

La responsabilidad de la primera generación

Entonces, hermanos, si el Señor es misericordioso con nosotros, si él se tarda en regresar, nuestra historia no se reducirá sólo a los primeros capítulos del libro de Esdras, sino que deberíamos alcanzar además la experiencia del capítulo 7 del libro de Esdras.

Ahora, hermano, ¿cómo sabes si el Señor no levantará aquí mismo a algunos como Esdras o como Nehemías? Así que no se desanimen. Aunque aquéllos estuvieron cautivos en Babilonia, aunque allí todo era confusión, había esperanza. Piensen esto: Cuando el pueblo de Israel estaba cautivo en Babilonia, ésta era una súper potencia en aquel tiempo. Parecía imposible que algún día ellos pudieran ser liberados del poder de Babilonia. Pero aún así, Dios pudo hacer una obra maravillosa.
Entonces, la primera generación tiene una gran responsabilidad. No puedes quedarte sin hacer nada. Tu mejor contribución es orar por ellos.

Tú conoces el poder de la oración de los padres. Ustedes conocen muy bien a San Agustín. Él fue uno de los mayores pecadores de la historia; pero llegó a ser también uno de los grandes filósofos, uno de los grandes pensadores del mundo.

¿Cómo se puede combinar un gran pensador con un gran pecador? Era un gran pecador, porque era un gran pensador. Él era un joven profesor en aquel tiempo. Era muy promisorio, pero estaba lejos de Dios. Su madre, Mónica, oraba fervientemente por la salvación de su hijo. En sí misma, ella no podía imaginarse que su hijo sería salvo. Pero, para su sorpresa, debido a su oración, aquel gran pecador llegó a ser uno de los mayores santos en la historia. No importa en qué condición están tus hijos, tu oración es la contribución más importante.

Gracias a Dios, tú perteneces a la primera generación, hallaste al Señor en una experiencia de primera mano. Tu copa está llena, pero, ¿qué decir de la generación más joven? ¿Qué decir de los próximos diez años, si el Señor se tarda? Hermanos, esa es la responsabilidad de la primera generación.

El segundo punto: «No provoquéis a ira a vuestros hijos…». Según la Biblia, ¿qué significa eso? Que no deberías frustrar o debilitar su ambición delante del Señor. Que tu familia sea una atmósfera llena de amor, alentándolos. Los jóvenes pueden fácilmente ser alentados. Cuando son jóvenes, les gusta competir, quieren ser el número 1, quieren ser superiores. Así son los jóvenes. Entonces, hermano, intenta ayudarlos, animarlos siempre a ser superiores y mejores en el reino de los cielos.

Finalmente, hay una lección muy importante que debemos aprender.

Anoche empleamos tres horas estudiando el libro de Ester. Es un drama. En aquel drama había un hombre llamado Amán. Debido a que el rey puso a Amán en una posición elevada, todos debían honrar a Amán. Pero había también otro personaje llamado Mardoqueo. Como judío, él se negó a arrodillarse delante de Amán. Amán estaba tan furioso, que no sólo quería matar a Mardoqueo, sino a todo el pueblo al cual éste pertenecía.

Conocemos ese drama. Si Amán realmente hubiera logrado su objetivo, no sólo Mardoqueo hubiera muerto, sino también su pueblo habría sido exterminado. En aquel libro, vemos que en el principio Mardoqueo, el hombre correcto, estaba afuera, y Amán, el hombre incorrecto, estaba adentro. Amán representa nuestra carne, y Mardoqueo representa al Espíritu Santo.

El Espíritu Santo tiene que luchar contra nuestra carne; esa es la historia del libro de Ester. Pero, escuchen cuidadosamente: Aparentemente, Amán sólo intentaba matar a Mardoqueo y su pueblo. Pero al estudiar con cuidado la cronología del libro de Ester y del libro de Esdras, descubrimos que el drama de Ester ocurrió entre el retorno de la primera generación y el de la segunda generación a Jerusalén, entre Zorobabel y Esdras.

Si Amán hubiera logrado su objetivo, es decir, si nuestra carne lograra su propósito, no sólo nosotros sufriríamos la pérdida, y no sólo el testimonio de Dios estaría en peligro. Más aún, si Amán lograba su objetivo, no habría Esdras; habría sido imposible que Esdras naciera en Babilonia. El enemigo de Dios sabía muy bien que aunque él no hubiese podido impedir que la primera generación volviese a Jerusalén, tendría una forma de detener a la segunda generación.

Ahora, la primera generación estaba llena de bendiciones; la segunda, tendría sólo la mitad. Solamente cuando la segunda generación, como Esdras, regresase a Jerusalén, sólo entonces se mantendría la misma bendición en plenitud. Entonces, el enemigo trata de frustrar la obra de Dios – y eso lo conocemos muy bien. Entonces, hermano y hermana, por esa razón, tú que perteneces a la primera generación, ora por los más jóvenes.

Toda vez que nuestro Amán está en el trono, toda vez que permitimos que la carne sea exaltada, el resultado es muy simple: es imposible el nacimiento de Esdras. No habrá segunda generación.

Ustedes recuerdan que Amán era agageo, descendiente del rey Agag. ¿Quién es Agag? Recuerden la historia de Saúl. Dios pidió a Saúl que tratara con los amalecitas, que los exterminase, y que no ocupase nada de ellos, ni animales ni hombres. Pero Saúl desobedeció a Dios; él guardó los bueyes y las ovejas, y dijo: ‘Guardé esto para sacrificarlo a Dios’. Por eso, Samuel le dijo: «La obediencia es mejor que los sacrificios». Y más aún, Saúl no mató a Agag.

En la Biblia, los amalecitas representan la carne. Si no matas a Agag, un día el agageo te va a matar a ti. Si hoy no matas la carne, un día la carne no te dará ninguna oportunidad: te matará. Y, finalmente, la carne exterminará a la generación más joven. Hermanos, esa es la tragedia. Que el Señor hable a nuestros corazones.

Hoy no es el método, ni alguna doctrina, ni alguna luz acerca de la iglesia. Hermanos, no. Todo depende de que aprendamos nuestra lección delante del Señor. Nuestra alma debe descubrir que el adversario, el enemigo, es este perverso Amán. Cuando a nuestro espíritu le es revelado por el Espíritu Santo el verdadero color de nuestra carne, entonces nuestra carne estará en la cruz.

Cuando eso ocurre, y también cuando Mardoqueo está en el trono, toda la iglesia es controlada por el Espíritu Santo. Cristo es nuestra cabeza. Cuando el hombre correcto está adentro y el hombre errado está afuera, ese es el final del maravilloso drama del libro de Ester. De esta manera, entonces, la generación más joven será preservada; todo el pueblo de Israel será preservado. No lo olviden.

De hecho, aquí tenemos dos vidas. Según la ley del pecado y de la muerte, todo el pueblo de Israel debería ser exterminado. Eso es cierto. Pero, ¿cómo vamos a cambiar toda la situación? La actitud de Ester es muy importante, cuando ella dice: «Si perezco, que perezca». Ella sabía que si iba a la presencia del rey, la consecuencia sería la muerte. Hay dos muertes aquí: la muerte de Ester y la muerte del pueblo –la muerte del testimonio de Dios–, o la muerte de la segunda generación, la muerte de Esdras.

Para que Esdras pudiera ser preservado, Ester tiene una oración maravillosa: «Si yo perezco, que perezca». Hermano, cuando pierdas tu vida, salvarás tu vida. Pero cuando guardes tu vida, la perderás. Esta es una lección que debemos aprender.

Ahora hablo especialmente a la generación más antigua: Recuerden, si quieren preservar el testimonio de Dios, si de alguna forma la vida de Esdras debe ser preservada, andemos en el Espíritu. Toma tu cruz, y sigue al Señor. No eleves tu carne al trono; ése no es su lugar. Nuestra carne debe estar en la cruz. Permitamos que Cristo sea todo y en todo; que el Espíritu Santo tenga el control total; que toda la iglesia sea llena del Espíritu Santo. Entonces, una cosa es cierta: Cuando pierdas tu vida, la ganarás. Perderás tu vida, pero Esdras será maravillosamente preservado.

Que el Señor hable a nuestros corazones.

Mensaje impartido en Temuco, en Septiembre de 2008.