Epístola a Tito.

Lectura: Tito 2:1-15.

Antes de iniciar el estudio de esta carta, será útil entender un poco del contexto histórico. Lo iniciaremos, entonces, con la siguiente pregunta: ¿Quién es Tito?

Es muy interesante observar que el nombre de Tito no es mencionado ninguna vez en el libro de Hechos. El nombre de Timoteo se menciona muchas veces allí, mas el nombre de Tito no aparece nunca. A pesar de eso, sabemos que Tito estaba presente en muchos de aquellos eventos, porque su nombre es citado en otros escritos de Pablo, como 2ª Corintios, Gálatas y aun la propia carta a Tito.

Probablemente, Tito nació en Antioquía de Siria. A diferencia de Timoteo, él era gentil. Así como Timoteo, Tito vino a conocer al Señor Jesús a través de Pablo, y por tal razón, el apóstol se refiere a veces a ellos como sus hijos en la fe. Ambos servían al Señor juntamente con él y bajo su orientación.

En aquel conflicto que hubo en Jerusalén descrito en Hechos 15, Pablo llevó consigo a Tito a Jerusalén, no para que éste participase de las discusiones, sino para que Tito fuese usado como un primer caso a través del cual quedaría definitivamente establecido si un gentil debería o no ser circuncidado. Tito nunca fue circuncidado, porque la verdad prevaleció.

Durante su tercer viaje misionero, Pablo envió a Tito de Éfeso a Corinto a fin de que le relatase lo que había sucedido allá después de la carta que Pablo les enviara. Tito regresó de Corinto, se reunió con Pablo en Macedonia y le trajo buenas noticias, lo que consoló mucho a Pablo. Después de eso, Tito fue enviado de vuelta a Corinto a fin de completar la obra que él había iniciado allá.

Es bastante probable que Tito fuese un poco más viejo que Timoteo. Al parecer la relación entre Pablo y Timoteo era más íntima que la relación con Tito. Estos dos hombres eran muy diferentes, no sólo en su pasado, sino también en sus temperamentos y dones.

Timoteo fue criado por su abuela Loida y su madre Eunice, ambas mujeres piadosas. Ellas entrenaron a Timoteo cuando éste aún era un niño, en las tradiciones del judaísmo. Sin embargo, Tito no tenía esos mismos antecedentes, porque venía de una familia totalmente atea. Timoteo era por naturaleza tímido y reservado, mas Tito, al parecer, poseía una disposición más fuerte y resuelta.

Timoteo era un seguidor nato, le gustaba vivir a la sombra de alguien. Él tenía que ser incentivado y estimulado a ir adelante, porque esa no era su tendencia natural. Tito, al parecer, era diferente; era un líder nato, y era capaz de tomar la iniciativa. Él tenía algo del carácter agresivo de Pablo.

Pablo envió a Timoteo a Éfeso, pero envió a Tito a Corinto y posteriormente a Creta. Es interesante observar esos detalles, porque ellos muestran cómo Pablo conocía las limitaciones, los dones y el ministerio de sus jóvenes colaboradores. Tanto Corinto como Creta eran lugares muy difíciles, y todo indica que Tito era un especialista en resolver problemas complicados.

Después que Pablo fue libertado de su primer encarcelamiento en Roma, él comenzó a viajar y a visitar algunos lugares donde ya había estado antes, tales como Asia y Filipos, y entonces es probable que haya ido a España con Tito. Tras su liberación, y mientras iba camino a Éfeso en Asia Menor, Pablo pasó por la isla de Creta, en el mar Mediterráneo. No hay registros de que Pablo haya visitado aquella isla o trabajado allí con anterioridad. No sabemos cómo estos creyentes llegaron allí, ni cómo se iniciaron estas iglesias. Es bastante probable que fueran parte de aquel grupo de personas que estaban en Jerusalén el día de Pentecostés.

Es probable que por medio de la predicación de ellos fueran establecidas iglesias en la isla. No sólo una, pues en la Biblia está escrito en plural: iglesias. O sea, en diferentes localidades había asambleas del pueblo de Dios. Por eso, cuando Pablo visitó Creta, ya había cristianos e iglesias en la isla.

Sabemos por la historia que los cretenses no tenían buena reputación. El mismo Epiménides, uno de sus profetas, dijo de ellos: «Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos» (Tit. 1:12). Y no eran sólo mentirosos, eran también malos, fieras terribles. Muchos cretenses eran bandidos y glotones ociosos. Ellos se deleitaban en disfrutar de los placeres de este mundo.

Es interesante observar que cada raza o nación parece tener algunos rasgos raciales o nacionales característicos. Así también, los cretenses poseían estas características, las cuales no eran muy loables. Sin embargo, es maravilloso ver que Dios puede salvar aun a los mismos cretenses.

Cuando Pablo visitó las iglesias en Creta, comprobó que todo estaba en desorden. Ellos pertenecían al Señor, pero no tenían suficiente comprensión acerca de la obra consumada de Cristo en la cruz del Calvario. Desconocían la operación diaria del Espíritu Santo en sus vidas, aquella obra de santificación y transformación. Es probable que ni aun supiesen que nuestro viejo hombre está crucificado en la cruz de Cristo. Al parecer, ellos aún estaban viviendo la mayor parte de sus vidas basados en la vieja vida de Adán, de modo que todos los viejos hábitos e inclinaciones naturales eran visibles en las iglesias, entre los cristianos, trayendo gran deshonra a Dios.

Pablo no tenía mucho tiempo para permanecer entre ellos, pues sobre él pesaba la carga por muchos otros lugares, a los cuales él aún necesitaba viajar. Entonces dejó a Tito en la isla de Creta, y prosiguió su viaje. Desde Macedonia, Pablo envió una carta a Tito diciendo: «Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente…» (Tit. 1:5).

Siendo así, aunque esta carta haya sido escrita a una determinada persona, Tito, es una carta centrada en el problema de la disciplina, porque los cretenses eran un pueblo indisciplinado, no sólo antes de su conversión, sino aun después de haberse hecho creyentes. Ellos eran indisciplinados en su vida personal, lo eran también en su vida como iglesia, y por eso la carta de Pablo a Tito trata de la disciplina en la iglesia.

La salvación de la mente

La disciplina es una necesidad de la vida, aun en términos naturales. Si no hay disciplina, un niño nunca llegará a ser una persona adulta. El carácter es desarrollado por medio de la disciplina y, si eso es verdadero en la vida natural, también lo es en la vida espiritual.

Espiritualmente, nosotros recibimos una vida nueva; pero esta nueva vida en nosotros sólo puede crecer y desarrollarse a través de la disciplina. El significado de la palabra ‘disciplina’ en griego es ‘salvación de la mente’.

Aunque hayamos recibido la vida de Cristo en nosotros, la vida adámica que recibimos de Adán necesita ser tratada por la cruz. Si la vida del yo, la vida adámica, la carne en nosotros no es puesta fuera de acción a través de la cruz del Señor Jesús, ella va a suprimir la nueva vida, la vida de Cristo en nosotros. Es colocando de lado a la carne que la vida de Cristo en nosotros tiene su oportunidad para crecer, para desarrollarse y expresarse. Sin embargo, eso sólo puede ser realizado a través de la disciplina.

El carácter cristiano es formado por medio de la disciplina, y eso es lo que Dios está procurando en nosotros: que seamos conformados a la imagen de su amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Notemos que la palabra imagen aquí no se refiere a la apariencia externa, sino al carácter interior. Por tanto, el Espíritu Santo está formando el carácter de Cristo en los creyentes, y la disciplina es el medio que Dios usa en ese proceso.

Lamentablemente, nosotros echamos pie atrás al oír mencionar la palabra disciplina. Preferimos oír la palabra libertad. Pero, ¿saben ustedes que la palabra disciplina, en verdad, es una palabra muy dulce? No es de modo alguno negativa. Es verdad, a veces es necesario adoptar medidas negativas, mas la disciplina en sí misma es algo muy positivo – es la salvación de la mente. En otras palabras, la finalidad de la disciplina es salvar, desarrollar, completar, madurar a una persona. Sin disciplina, nada de eso es posible.

Modos de disciplinar

En la carta a Tito son mencionadas muchas formas de disciplina. «Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad» (Tit. 2:15). Hablar es un modo de disciplinar, porque la disciplina es no sólo correctiva, sino también instructiva y educativa. La disciplina tiene como objetivo no sólo corregir lo que está errado, sino también instruir en lo que es correcto.

Exhortar. Exhortar es, en un sentido, animar, y en otro, alertar. Animar a la práctica de aquello que es cierto y alertar con relación a las cosas que se están encaminando en una dirección equivocada.

Reprender. Reprender es otra forma de disciplinar. A veces, la reprensión necesita ser hecha con toda autoridad.

Enseñar. En el versículo 12 del segundo capítulo de Tito está escrito: ‘enseñándonos’, y la palabra enseñar utilizada aquí transmite, de acuerdo con el original griego, la idea de disciplina. Enseñar es disciplinar.

Amonestar. «Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo». Eso es disciplina. Así vemos que la disciplina puede aparecer de muchas maneras diferentes, mas recordemos que la disciplina no es de ninguna forma algo negativo.

La disciplina, en las Escrituras, está basada en el amor. Sin amor, no puede haber disciplina. Si tú no tienes amor, no intentes disciplinar.

Dios nos ama, y por tanto él nos castiga y nos disciplina. Él nos ama porque nosotros somos sus hijos, y por causa de su amor nos disciplina como hijos. Es por amor que a veces somos usados por Dios como instrumentos para disciplinar, para ejercer disciplina; pero todo ello se basa en el amor. No hay nada de legalismo en ella. La disciplina debe ser aplicada en el poder del Espíritu Santo, y a menos que sea en el poder del Espíritu Santo, no tendrá efecto alguno.

En esta carta a Tito podemos ver al menos tres áreas de aplicación de la disciplina: 1) la disciplina en la iglesia; 2) la disciplina en la vida personal y en la familia; 3) la disciplina en la vida social.

La disciplina en la iglesia

Amados hermanos, la iglesia no es una democracia, no es una Laodicea donde gobierna la opinión de las personas. La iglesia es una teocracia – Dios gobierna sobre los suyos. Cristo es la cabeza de la iglesia. El gobierno está sobre sus hombros y él es la autoridad de la iglesia.

Al parecer, los cristianos de Creta eran demasiado democráticos. Cualquiera allí podía hacer y decir lo que quisiera. Todos hacían lo que querían, todos hablaban lo que querían. No había ningún orden. Pero la iglesia es una teocracia.

Dios gobierna en la iglesia, el Hijo gobierna sobre su casa. Él es la cabeza, y a causa de ello, es necesario que haya orden en la iglesia, pero este orden no es una cuestión de organización, es una cuestión de vida.

Hay orden; debe haber orden, pero no es un orden obtenido a través de la organización. Es un orden que emana de la vida. La propia vida se expresa a sí misma en orden. Por esa razón, Cristo, como la cabeza de la iglesia, y con el fin de mantener el orden en la iglesia, designa a algunos para ocupar posiciones de responsabilidad, los ancianos.

Los ancianos

Aunque las iglesias en Creta existían por un largo tiempo, suponiendo que los hermanos de Creta se habían convertido en Jerusalén en el día de Pentecostés, parece que ellos nunca habían ordenado ancianos. Ellos mantuvieron una especie de sociedad democrática; por tanto, no había orden, no había autoridad – era un caos.

Pablo dijo a Tito que, a fin de que en la iglesia hubiese orden, debían ser escogidos y confirmados ancianos. Pero, ¿qué personas deben ser escogidas como ancianos, a fin de asumir responsabilidades en la iglesia? Pablo menciona algunos de los requisitos necesarios, cerca de quince o dieciséis, pero esta no es una lista exhaustiva. Es decir, aunque tú poseas todas las cualidades mencionadas en esta lista, eso no te califica automáticamente para ser un anciano, porque esta lista es una sugerencia, y no es exhaustiva. Si la comparamos con aquella descrita en 1ª Timoteo, descubriremos que hay variaciones entre ambas listas. Pablo está apenas ejemplificando el tipo de ancianos que deben ser escogidos.

Requisitos de los ancianos

A medida que leemos estos requisitos, vemos cómo ellos son diferentes a los requisitos exigidos para un ejecutivo de una gran compañía. Cuando se necesita escoger un ejecutivo se buscan personas hábiles. Mas cuando queremos encontrar ancianos para la iglesia, la habilidad es algo de muy poca importancia, casi no tiene valor.

Entre todas las cualidades mencionadas en esta lista, tal vez apenas dos tienen algo que ver con la habilidad. Una de ellas es gobernar bien su propia casa. El anciano tiene una familia, y sus hijos no son indisciplinados, sino de buen comportamiento.

Tal vez eso, en alguna manera, requiera habilidad. Un segundo punto es la capacidad de rechazar a aquellos que traen falsas enseñanzas. Todos los demás requisitos se encuadran en aquella categoría que el mundo llama moral o ética, pero que nosotros conocemos como espiritualidad.

Los requisitos aquí descritos no corresponden a condiciones morales o éticas, porque eso es algo que puede ser mostrado por el viejo hombre. Es el viejo hombre mejorado, cultivado, refinado, reformado – el viejo hombre disfrazado. Mas, la espiritualidad es algo mostrado por medio de la vida espiritual de una persona. Es el conocimiento íntimo, experimental, de nuestro Señor Jesucristo, el cual se desarrolla y se manifiesta en la espiritualidad. La espiritualidad, por lo tanto, significa el carácter cristiano.

Siendo así, ¿quién debe ser escogido anciano, a fin de representar el gobierno de la cabeza en el cuerpo? No son aquellos que poseen mera capacidad, sino aquellos que poseen espiritualidad, la cual es el carácter cristiano desarrollado a través de la disciplina.

¿Cómo podrá alguien gobernar, supervisar, vigilar, pastorear, conducir, gobernar la iglesia, la asamblea del Dios vivo, a menos que él mismo sea disciplinado? La cualidad de un anciano es la disciplina – una persona que ha sido disciplinada por el Señor, una persona que conoce lo que es la disciplina. Cuando el carácter cristiano se desarrolla en una persona a través de la disciplina, eso lo califica para vigilar, pastorear y conducir el rebaño de Dios.

Responsabilidad de los ancianos

Los ancianos de la iglesia pastorean el rebaño de Dios. En el Salmo 23 descubrimos que el pastor tiene dos herramientas en sus manos: una vara y un cayado. El cayado es utilizado para conducir, en tanto la vara es aplicada para disciplinar.

Aquellos que están en posición de autoridad, los ancianos, tienen una responsabilidad en las cuestiones espirituales que envuelven al rebaño. Ellos deben conducir al pueblo de Dios y, a veces, necesitan disciplinar al pueblo de Dios. Si nosotros mismos no hubiésemos sido disciplinados, ¿cómo podremos disciplinar a otros? Dios está buscando personas disciplinadas, para que éstas puedan ser utilizadas por él para disciplinar.

En las iglesias en Creta había un grave problema: «Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores, mayormente los de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene» (Tit. 1:10-11).

En 1ª a Timoteo, Pablo menciona a Timoteo que había en Éfeso algunas personas, no muchas, enseñando cosas que no deberían ser enseñadas, pero en Creta había muchos insubordinados, habladores frívolos y engañadores. ¡Consideremos eso!

El ministerio de la palabra es muy importante para la iglesia. Cuando el pueblo de Dios se reúne, ellos oyen la palabra de Dios. Por eso, debe haber personas que ministren la palabra, a fin de que la fe del pueblo de Dios sea edificada. Pero a través de la historia de la iglesia vemos que nuestra tendencia es enfatizar uno de estos dos extremos: por un lado tenemos aquellas iglesias en las cuales todos ministran, y otras en las cuales ministra un solo hombre.

Hay algunos lugares en los cuales todos pueden ministrar la palabra de Dios. Por ejemplo, en Creta, todos podían ministrar. Muchos, y de modo desordenado. Ellos simplemente hablaban cosas vanas y enseñaban doctrinas que conducían a las personas al engaño, con el fin de obtener beneficio propio. Y eso acontecía porque todos y cada uno podía hablar. Así es una democracia, pero Dios no necesita dar el don de hablar, el don de enseñanza, a cada uno de los miembros del cuerpo de Cristo. Él da ese don a algunos, a otros no.

Debemos permitir que aquellos que fueron llamados para el ministerio de la Palabra, aquellos que recibieron el don, fueron entrenados y crecieron en ese ministerio, ministren la palabra; pero no todas las personas.

Sin embargo, hay otros hermanos que van al otro extremo y dan origen a lo que conocemos como el ministerio de un solo hombre. En toda la congregación hay sólo uno que siempre predica y enseña, y nadie más. ¡Eso no debería suceder! No es el ministerio de todos los hermanos, ni el ministerio de un solo hombre; lo cierto es que es el ministerio de aquellos maestros o profetas a quienes Dios llamó y concedió el don. Mas, a fin de que esta cuestión sea correcta en la vida de la iglesia, aquellos que están en responsabilidad, en autoridad, son quienes deben encargarse de ello.

El pastor

¿Qué hace el pastor? El pastor siempre va adelante del rebaño para encontrar el pasto adecuado para sus ovejas y mantenerlas lejos de las praderas donde hay hierbas y pastos venenosos.

Hay una determinada estación del año, un momento adecuado, un cierto crecimiento, un tipo de prado que sirve de alimento, y eso es la responsabilidad del pastor. Es parte de la responsabilidad del presbiterio, el liderazgo. Ellos deben procurar que el pueblo de Dios esté bien alimentado con enseñanza sabia, enseñanza de Cristo, porque sólo la enseñanza de Cristo puede edificar la casa de Dios. Él es nuestro alimento.

A veces, los ancianos deben usar la autoridad para hacer callar las bocas de aquellos que hablan palabras vanas y asimismo intentan engañar al pueblo con enseñanzas erradas. Se podría pensar que eso es un poco duro, pero recuerden, es todo por amor, amor por el pueblo de Dios. Dios ama tanto a su pueblo que no quiere que éste se alimente con comida envenenada. Él desea que su pueblo sea saciado con lo mejor del trigo, el cual es Cristo mismo. Por esa razón, es necesario que aquellos que están en el presbiterio sean ellos mismos altamente disciplinados. Ellos deben ser ejemplo, un modelo para todos los demás.

La comunión

Naturalmente, en la disciplina de la iglesia está incluida la cuestión de la comunión, porque la iglesia es la reunión del pueblo de Dios. La iglesia en acción es la comunión; es el pueblo de Dios reuniéndose para tener comunión. Comunión significa «participar de algo junto con otros», tener cosas en común, compartir con otros el Cristo que conocemos, de manera que seamos enriquecidos mutuamente.

Nosotros recibimos a todo aquel a quien Cristo también recibió. Ese mandamiento está en Romanos. La iglesia, en comunión, debe recibir a todo aquel a quien Cristo recibió, pues aquellos que fueron recibidos por Cristo también recibieron Su vida. Todo aquel que cree en el Señor Jesús tiene Su vida. Por eso somos exhortados, o mejor, nos es dado el mandamiento de congregarnos, a fin de alentarnos unos a otros, exhortarnos unos a otros, amonestarnos y edificarnos unos a otros en amor por medio de esa vida que tenemos en común.

Debemos recordar, sin embargo, que la comunión es la comunión de aquellos que están en la luz. No hay comunión entre la luz y las tinieblas. La comunión de la iglesia es una comunión de vida, es una comunión de luz. «…pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado» (1ª Jn. 1:7).

Por lo tanto, cuando entra el pecado, la desobediencia, la rebelión o la carne, cuando se interponen las cosas que no son de Dios y todas esas cosas que representan las tinieblas, afectarán a nuestra comunión. Eso es evidente, y es por esa razón que si queremos tener comunión es necesario que tengamos disciplina. (Continuará).

Tomado de Vendo Cristo no Novo Testamento, Tomo III.