La suprema importancia de la consagración es que en ella reside nuestro poder espiritual.

Pues he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y navaja no pasará  sobre su cabeza, porque el niño será nazareo a Dios desde su nacimiento, y él  comenzará a salvar a Israel de mano de los filisteos».

– Jue. 13:5.

De  todos los jueces de Israel, a excepción de Samuel, Sansón es aquel del cual la  Biblia nos da más detalles. Por lo tanto, el Espíritu Santo colocó la historia  de Sansón para recordar a Israel acerca de su llamamiento y de su consagración.

Dios había puesto a  Israel para que fuese Su testimonio, la expresión de Su gloria y de Su gobierno  entre las naciones. Pero, al estudiar el libro de Jueces, descubrimos que 111  años fueron perdidos. Fueron años de cautiverio, casi tres generaciones que no  conocieron el propósito de Dios, no conocieron lo que era una vida de consagración,  ni pudieron conocer el poder de esa consagración, el poder del testimonio. Eso  es grave. Entonces, el Señor dio a Sansón para recordar a Israel su vocación  celestial.

Preste atención a esto,  porque el Señor nos está hablando hoy. La Biblia no es un libro de historia –  es la palabra escrita de Dios, cuyo propósito es llevarnos a la palabra viva de  Dios. Hoy, la historia de Sansón es una palabra viva para nosotros. Que el  Señor nos ayude hoy a percibir nuestra real condición delante de él. Él desea  llevarnos a tocar especialmente aquellas áreas donde hemos sido deficientes en  cuanto a nuestra consagración.

Sansón vivió en el  tiempo del sacerdote Elí. En aquel tiempo, el sacerdocio había perdido su  visión espiritual, había perdido el significado de su llamamiento; era un  sacerdocio corrupto. Y ahora Dios llamó a un juez nazareo. Esto es muy  significativo para nosotros. En Números capítulo 6 vemos tres requisitos para  el nazareato. Pero, a diferencia de los otros nazareos, cuyo voto era por un  breve periodo de tiempo, el nazareato de Sansón sería de por vida.

Dios levantó a Sansón  para mostrar a Israel su vocación espiritual. Él no solo fue llamado para  destruir a sus enemigos, sino para recordar a Israel que ellos habían sido  escogidos de entre todos los pueblos para ser una nación consagrada a Dios  perpetuamente.

Nuestro llamado

Sansón fue una escuela  para Israel y, por medio de él, en nuestros días, el Espíritu Santo nos habla a  nosotros de nuestra condición, de nuestro llamamiento. Nosotros fuimos  adquiridos por Dios, a través de la obra de Cristo Jesús en el Calvario. Somos  un pueblo con un llamado celestial. No estamos aquí para vivir nuestra  historia, sino para vivir el propósito de Dios. La mayor tragedia de la vida no  es la muerte, sino vivir y no conocer el propósito eterno de Dios.

Para mostrar su  voluntad a su pueblo, Dios no levanta a un sacerdote, sino a un juez. Notemos  algunos requisitos importantes. El primero de ellos es que Sansón debía  abstenerse de beber vino por toda su vida. Sabemos que, en la tipología  cristiana, algunos elementos de la Biblia tienen un aspecto positivo y otro  negativo. Uno de estos ejemplos es el vino. En el sentido positivo, él nos  habla de la vida del Señor, de esa vida que fue un rescate para nosotros.

En la mesa del Señor,  nosotros bebemos el vino, porque participamos de Su vida. La vida del Señor es  nuestra vida, y nosotros somos parte de su vida. Ese es el aspecto positivo.  Sin embargo, en el aspecto negativo, el vino nos habla de la alegría de este  mundo. Sansón no debería beber vino, él no debería disfrutar de la alegría de  este mundo, porque su disfrute era el Señor.

Tres mujeres, tres fracasos

Sansón se involucró con  tres mujeres. Con una de ellas, se casó; esta mujer impía representa al mundo.  Después, se involucró con una prostituta; ésta representa su carne. Y luego se  involucró con Dalila, una mujer que representa el poder satánico. Aquí vemos el  mundo, la carne y el diablo en la vida de Sansón.

La vida de Sansón fue una contradicción real  con respecto a su llamamiento. Él fue dotado con capacidades espirituales para  ser un vaso que contuviese a Dios. El Espíritu Santo estaba sobre él, lo movía  y lo capacitaba; pero él prefirió vivir una vida en total oposición a su  llamamiento. Esta es una lección para nosotros; porque, sabiendo que debemos  vivir una vida de consagración, podemos estar viviendo una vida como la de  Sansón.

El mundo controla  nuestra carne e intenta gobernar nuestra alma. El alma nos habla de lo que  siento, lo que pienso y lo que quiero. Necesitamos estar en la luz del Señor, y  que esa luz penetre en nuestro corazón y nos revele cuánto existe del mundo hoy  en nosotros. Podemos no percibirlo, pero, ¿cuántos hemos convertido la vida  cristiana en una entretención, solo una relación religiosa o utilitaria con  Dios?

La vida cristiana no es  eso. Esos son caminos peligrosos, seductores y sutiles del poder del mundo. Tal  como Sansón no debía beber vino, así también nuestro gozo no está en este  mundo.

El mundo es una entidad  espiritual. El mundo (como sistema) no fue creado por Dios; él se desarrolló a  partir de la generación de Caín. El mundo está en completa oposición a Dios.  Nada de lo que hay en él agrada a Dios. Nosotros estamos en el mundo, pero éste  no puede estar en nosotros. El enemigo usa al mundo para ganar nuestro corazón,  y el aspecto más trágico de su obra es robar de nosotros la presencia de Dios.  Si queremos tener una vida de consagración, no podemos ser gobernados por el  pensamiento del mundo.

El contexto de Efesios 5

La primera característica  de nuestra consagración es que nuestra alegría es el Señor; nuestro gozo está  en él. Efesios 5:18 arroja luz en este primer aspecto de la consagración. «No  os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del  Espíritu». Todos conocemos este versículo, pero para conocer toda la  grandeza de él, es necesario conocer todo su contexto.

Efesios 5:1 dice: «Sed,  pues, imitadores de Dios como hijos amados». Hay atributos de Dios que él  no transmite a los hombres. Pero en él hay también rasgos comunicables, de los  cuales él nos permite participar. Cuando Pablo dice: «Sed, pues, imitadores  de Dios», se está refiriendo a esos atributos comunicables. Entonces, todo  este capítulo gira en torno a este imperativo.

¿Cómo imitar a Dios? Al  mirar de una manera panorámica, él usa otro imperativo: «Y andad en amor» (v. 2). Andar en amor es imitar a Dios, porque Dios es amor. Más adelante, dice  el versículo 6: «Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas  viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia». Hay algunas  paradojas en este capítulo. Tenemos a los hijos amados y también a los hijos  de desobediencia. Los hijos amados son aquellos que imitan a Dios y andan  en amor.

¿Y cuáles son los hijos  de desobediencia? «Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois  luz en el Señor; andad como hijos de luz» (v. 8). «Y no participéis en  las obras infructuosas de las tinieblas» (v. 11). «Mirad, pues, con  diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios» (v. 15). Los hijos  de desobediencia son aquellos que andan en tinieblas, los necios, que no pueden  imitar a Dios. Es muy importante observar cada detalle del contexto, para poder  entender lo que es una vida llena del Espíritu Santo.

«No os embriaguéis con  vino».  A la luz del contexto, embriagarse con vino, desde el punto de vista de la  revelación espiritual, es vivir una vida en desobediencia a Dios, andar en  tinieblas, andar como necios. Espiritualmente, un necio no es una persona que  no cree en Dios, sino alguien que vive como si Dios no existiese. El necio es  un ‘ateo práctico’, alguien que vive como si Dios no existiese. No piensen en  personas que están fuera de la vida de la iglesia; hay personas dentro de ella  que son necios.

¿Saben lo que significa  la vida cristiana? En su sentido más profundo, es tener los pies en la tierra y  el corazón en el cielo. Nosotros hemos perdido la visión de la eternidad; por  eso, el mundo ha ganado espacio en nosotros, y tenemos miedo a la muerte. Pero  Pablo dice que para él «el vivir es Cristo y el morir es ganancia». Él  no tenía miedo de morir; Cristo era su vida. Nosotros tenemos que vivir una  vida en fe, y para morir, tenemos también que morir en la fe.

Pablo dice a Timoteo: «He  peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe».  ¡Cuántos hermanos han batallado por el Señor, y han terminado la carrera con  fe! Lamentablemente, muchos han acabado la carrera sin pelear la buena batalla.  Esto es serio. Solo podemos pelear la buena batalla teniendo como base la vida  de consagración.

«No os embriaguéis con  vino».  Esta es una paradoja, porque en el otro lado vemos: «Sed llenos del  Espíritu». Muchos cristianos hoy no son llenos del Espíritu, porque están  embriagados, intoxicados, con la vida de este mundo. Su vida, su tiempo, su  trabajo, su familia, todo, está bajo el gobierno del mundo.

Una vida de oración

Generalmente decimos  que no tenemos tiempo para orar; pero el tiempo no tiene nada que ver con la  oración, porque la oración no es algo que yo hago de vez en cuando. La oración  tiene que ser nuestra vida; ella es nuestro relacionamiento con Dios. La  oración es andar con Dios, es respirar a Dios. No es algo que yo hago, es algo  que vivo.

Eso es difícil, pero es  posible. Es ahí donde entra la bendita persona del Espíritu Santo. «Y de igual  manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como  conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con  gemidos indecibles» (Rom. 8:26). Cuando su vida en nosotros es cultivada en  un relacionamiento consciente, empezamos a ser ayudados por él. La oración no  solo será parte de las circunstancias difíciles de tu vida. Tú no orarás solo  porque estás buscando algo de Dios. Tú empezarás a hablar con Dios, pero,  cuando avances, verás que existe otro lado de la oración.

La esfera más alta de  la oración no es lo que hablamos con Dios; es lo que él nos habla. «Clama  a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no  conoces» (Jer. 33:3). Cuando oras, y le presentas un problema a Dios, él te  mostrará algo mucho más alto, y usará aquel problema para revelarte Su corazón,  porque él también tiene situaciones gravísimas por las cuales está llamando tu  atención, pues tú eres el vaso que él quiere usar, porque hay oposición en esta  tierra.

Hay una lucha en curso  en esta tierra. Satanás hace gran oposición al propósito de Dios. Hay muchas  situaciones divinas, cosas espirituales implicadas, cosas que no somos  humanamente capaces de discernir. Pero el Señor crea situaciones, para  mostrarnos cosas mucho más elevadas.

Cuando tú oras, verás  que los asuntos del Señor son mucho más elevados que los nuestros. Cuando tú  comprendes lo que es orar, entiendes que orar es participar del corazón de  Dios. Dios responderá. Pero, cuando tú oras, no lo haces para realizar tu  propia voluntad, sino la voluntad de Dios. Nosotros no oramos para cambiar a  Dios; cuando oramos, nosotros somos transformados.

Momento crítico

Vivimos un momento  crítico. El mundo ha asumido una forma sutil dentro de la vida de la iglesia. Y  nosotros podríamos seguir al Señor como Israel en el tiempo de Saúl, cuarenta  años sin el arca. Saúl reinó sin el testimonio de la presencia de la gloria de  Dios. Esta es una lección para nosotros. Podemos seguir, diciendo que somos la  iglesia, que somos el cuerpo de Cristo, pero eso puede ser solo teórico.

¿Qué es lo que existe  de realidad de iglesia a partir de mi vida, de mi matrimonio, de mis hijos, de  mi trabajo? ¿Qué significa ser un miembro del cuerpo de Cristo? ¿Es algo  teórico o algo práctico? El mundo puede deformar nuestros conceptos. «No os  embriaguéis con vino». Nuestra alegría no está en este mundo. Fuimos  llamados a imitar a Dios, a andar en la luz.

Realidad espiritual

Dios nos está llamando  a andar en la realidad espiritual. Si no tenemos realidad espiritual, somos  teóricos. Podemos cantar y predicar. Pero, ¿cuál es el testimonio de esto?  ¿Será que, en tu casa, en tu trabajo, en la universidad, donde estés, perciben  los demás la fragancia de Cristo?

Estamos viviendo un  tiempo de gran indiferencia, donde ser cristiano es una moda, una opción de  vida. Pero ser cristiano es mucho más que eso. Nosotros somos como aquellos  panes de la proposición. En la tipología del Antiguo Testamento, en el  tabernáculo, en primer lugar, ellos señalaban a Cristo, porque él es la gran  propuesta de Dios para este mundo. Pero la propuesta de Cristo para este mundo  somos nosotros. Este mundo aún no ha entrado en un colapso real, porque  nosotros todavía estamos aquí, y hemos sido llamados para preparar el camino al  regreso de nuestro Señor Jesucristo.

Los juicios de Dios

El Señor juzgará a las  naciones, a los poderosos de este mundo, y él no lo hará aparte de la iglesia.  En Génesis 15: 13-16, cuando Dios le da a Abraham un resumen de toda la  historia de sus descendientes hasta la entrada en Canaán, le dice que eso no  ocurrirá hasta que llegue a su colmo «la maldad del amorreo».

En el libro de Números,  Israel peregrinó 42 estaciones. En el capítulo 20, ellos llegaron a la estación  número 38, que se llamaba Ije-abarim. En hebreo, la raíz de esa palabra  significa «la medida de la iniquidad». Ese era el tiempo en que Dios juzgaría a  los amorreos.

Canaán nos habla de la  plenitud de Cristo. Antes de que Israel entrara en Canaán, Dios usó a Israel  para juzgar y destruir a esas naciones. Apocalipsis 8:1-5 dice que las  oraciones de los santos subieron hasta el trono de Dios, y cuando ellas tocaron  el trono de Dios, siete ángeles tomaron sus trompetas para tocarlas. Al  estudiar aquel pasaje, una parte de esas trompetas nos habla del juicio de las  naciones.

Dios no juzgará a esta  tierra aparte de la iglesia. Por eso, él desea restaurar el lugar de la oración  entre nosotros, y por eso nos señala la importancia de la vida de consagración,  porque en ésta reside nuestro poder espiritual. Entonces, tras la oración de  los santos, los ángeles tocarán las trompetas. Antes de que entremos en la  realidad del reino de Dios, en la eternidad venidera, Dios juzgará a estas  naciones, por medio de la iglesia. Dios nos está hablando esto hoy. No somos un  pueblo cualquiera.

Llenos del Espíritu

«No os embriaguéis con  vino, en lo cual hay disolución». Imaginen cuánto libertinaje existe en el  mundo. Estas cosas son perversas; ellas existen con el propósito de robar de  nuestro interior la presencia de Dios. Mas, por otro lado, Pablo dice: «Sed  llenos del Espíritu».

Sansón no debía vivir  una vida conforme al patrón de este mundo. Romanos 12:1 dice: «Así que, os  ruego… que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a  Dios». Día tras día, tenemos que negarnos, tenemos que desear vivir una  vida consagrada. Ese es nuestro llamamiento. ¿Cómo vamos a experimentar el  poder espiritual sin la consagración?

Lo contrario a esto es  vivir la vida que vivió Sansón, es banalizar lo espiritual. Podemos banalizar  la adoración, la oración, la palabra, las reuniones, la comunión. Todas las  cosas santas se vuelven mecánicas. Eso no es lo que Dios quiere para nosotros.  Fuimos llamados a vivir la vida cristiana más allá del velo, en un plano mucho  más elevado.

«No os embriaguéis con  vino… antes bien sed llenos del Espíritu». Es un imperativo. O somos hijos de luz, o  somos hijos de desobediencia. Fuimos llamados para ser hijos amados, para ser  hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo.

«Sed llenos del  Espíritu» es una orden de Dios. Si amaneces un día sin estar lleno del Espíritu Santo,  estás en desobediencia. Si no estamos llenos del Espíritu, de manera natural,  estaremos llenos de la alegría de este mundo. Eso es una tragedia. La iglesia  no puede vivir así, porque si no vivimos una vida llena del Espíritu,  perderemos nuestra consagración. Este es el primer requisito de una vida  consagrada.

Pablo continúa hablando  acerca de una vida llena del Espíritu Santo. Él dirá a las mujeres que estén  sujetas, y a los maridos que amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia.  Las mujeres jamás podrán vivir una vida de sujeción a sus maridos si no son  llenas del Espíritu.

Hermana, si tienes  dificultad con respecto a la sujeción, tu problema no es la falta de sujeción,  sino el hecho de estar vacía del Espíritu Santo. No ores pidiendo sujeción. Tu  problema más grave es que estás en desobediencia, no solo a tu marido, sino a  Dios. La falta de sujeción es una consecuencia. Pídele al Señor ser llena del  Espíritu Santo. Necesitas de él. Tu sujeción va a fluir de la vida llena del  Espíritu.

Y en cuanto a los  maridos, ¡cuántos de ellos tienen dificultad para amar a sus esposas! Algunos  dicen amarlas, pero aman eróticamente o de manera emocional. Es un amor siempre  vinculado a aquello que la mujer puede dar. Pero la Biblia habla de un amor que  el hombre natural no es capaz de dar, porque dice que tenemos que amar a  nuestras esposas «como Cristo amó a la iglesia».

¿Será que nuestras  esposas se sienten amadas por sus maridos así como nosotros nos sentimos amados  por Cristo? En verdad, esto es imposible; por eso es que el Espíritu Santo vino  a morar en ti. Tu problema no es la falta de amor, es falta de llenura. ¡Señor,  lléname de tu Espíritu, para que yo pueda amar a mi esposa, y para que ella se  sienta amada, así como la iglesia se siente amada por ti!

Todo tiene que ver con  una vida de consagración. Esto pasa con todos nosotros, porque existen  situaciones que no podemos ver por nosotros mismos. Pero Dios envía su palabra,  y ella quita todos los velos que cubren nuestros yerros y nuestros pecados.  Ahora, al vernos en la luz del Señor, tenemos que clamar: «¡Ten misericordia de  mí, Señor!», porque él quiere tener una iglesia consagrada, comprometida, involucrada,  con él.

Un problema de obediencia

Esta es una orden, y no  es una orden que tienes que obedecer mañana, sino ahora. Si prosigues con tu  vida vacía del Espíritu Santo, tu problema no es el estar vacío, sino la  desobediencia a Dios. La Biblia dice que la desobediencia es como el pecado de  hechicería. Esto es muy serio. Tenemos que ir a los pies del Señor y pedir ser  llenos del Espíritu.

¿Qué representa tu vida  delante de Dios? ¿Cuál es tu llamamiento y tu consagración? El Señor nos está  hablando hoy a ti y a mí. Que su palabra sea como una cuña abriendo tu corazón. «Sed llenos del Espíritu». La frase está en tiempo presente. Si el  imperativo está en tiempo presente, indica una acción permanente. Significa que  esta es una experiencia continua y ascendente; tiene que crecer cada día más y  más.

Si tú no buscas ser  lleno del Espíritu de manera creciente, también eso es desobediencia. Tenemos  que cultivar una vida con Dios cada día. Necesitamos andar en el Espíritu todos  los días. Sin embargo, no necesitamos solo del Espíritu Santo para ser llenos;  necesitamos también que la sangre de Cristo nos limpie de pecados y que el  Espíritu nos convenza de pecado y nos lleve a un arrepentimiento real, no a un  arrepentimiento emocional, aquel donde solo te arrepientes para pecar de nuevo.

«Sed llenos del  Espíritu».  Nos habla en plural; no es solo una experiencia personal, sino un mandato para  toda la iglesia. Todos debemos vivir una vida gradualmente llena del Espíritu.  El arrepentimiento que necesitamos tener es aquel en que llegamos a sentir el  dolor de Dios por nuestros pecados. Eso es lo que el Señor quiere hacer, porque  la situación es mucho más grave. Necesitamos que la sangre nos lave de todas  nuestras iniquidades y que el Espíritu Santo se derrame en nuestra vida y  restaure nuestra condición, para que podamos vivir una vida de consagración a  Dios.

Sacrificio vivo

Volvamos a Romanos  12:1: «Os ruego…que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo,  agradable a Dios». La palabra principal aquí es sacrificio. ¿Cómo  tiene que ser este sacrificio? Vivo. Cuando las personas miren a ti, tienen que  ver la marca de la cruz, la realidad del camino de la cruz. Es algo visible. Un  sacrificio vivo es una vida completamente opuesta a la vida de este mundo.

Pero no solo vivo, sino  además «santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional». Tiene  que ser con entendimiento. Debemos saber lo que eso significa, lo que eso  realmente representa en nuestra vida en este mundo. Y luego dice: «No os  conforméis a este siglo…». No entres en la forma de este mundo. Una vida  aparte de este mundo es una vida consagrada a Dios, es ser un sacrificio vivo  en este mundo, una vida que agrade a Dios, en completa oposición a la vida  mundana.

«No os conforméis a  este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro  entendimiento» (v. 2). Nuestra mente tiene que ser renovada. Y ella es renovada cuando nuestra  vida es un culto racional. Si tenemos una vida cuyo culto es con conciencia,  tendremos una mente renovada. La mente renovada nos da conciencia de lo que  significa una vida consagrada. Ahí experimentaremos «cuál sea la buena  voluntad de Dios, agradable y perfecta».

Cuanto más el Señor nos  ha dado, más el enemigo embestirá contra nosotros. ¿Sabes cuál ha sido el mayor  error del pueblo de Dios en la historia? Menospreciar la palabra de Dios. Es  cuando la palabra de Dios se vuelve solo conocimiento o información, cuando  pierde su valor y su carácter espiritual.

Permítanme terminar  dando un ejemplo. En Jeremías capítulo 35, está escrita la historia de los  recabitas. Conocemos el ministerio de Jeremías. Él predicó cuarenta años, y el  pueblo lo resistió cuarenta años. ¿Podrías tú sobrevivir predicando la palabra  si nadie te escucha?

El Señor dijo a  Jeremías: «Ve donde los recabitas, tómalos, llévalos al templo, y ofréceles  vino». Así lo hizo Jeremías, y ellos dijeron: «No beberemos, porque nuestro  padre Jonadab nos dijo que jamás bebiésemos vino, y no podemos desobedecer el  mandamiento de nuestro padre». Luego, el Señor dijo: «¿Ves, Jeremías? Éstos  obedecen la palabra de su padre, pero mi pueblo no me quiere oír».

¿Saben cuál es la  explicación para el cautiverio de Babilonia? No fue simplemente pecado sobre  pecado. El pecado sobre pecado fue la consecuencia del desprecio a la palabra  de Dios.

¿Sabes lo que el  enemigo ha tratado de hacer? Menospreciar la palabra de Dios. Por un lado, él  desvaloriza la palabra; y, por otro lado, la va diluyendo. Y nos vamos  acostumbrando a mensajes comunes, sin vida, intelectuales. El intelectualismo ha  robado el lugar de la revelación.

Aquí está el destino de  la espiritualidad de la iglesia. Su visión y su vocación debe tener esta  palabra como fundamento: consagración. Pero el enemigo no va a descansar; él  hará todo para cambiar el curso de tu vida. Entonces, presta atención. El Señor  nos está hablando aquí. Los recabitas guardaron la palabra, por eso ellos no  bebían vino.

Vigilando su Palabra

Esta es la explicación  del cautiverio. Dios le dijo a Jeremías: «¿Qué ves, Jeremías?». Él dijo: «Veo  una vara de almendro». El Señor replicó: «Has visto bien, porque yo velo por mi  palabra» (Jeremías 1:11-12) (Nota: el autor cita una versión de la  biblia en idioma portugués). Este texto parece muy simple, pero no lo es. En el  original hebreo, cuando el Señor dijo: «¿Qué ves, Jeremías?», él dijo: «Yo veo  una vara de almendro». La palabra ahí es shaked. Y cuando el  Señor dijo: «Yo velo (vigilo) por mi palabra», velo es shoked. Es  un pequeño cambio.

Cuando se traduce ese  texto, «yo velo», significa estar mirando constantemente. El Señor está  diciendo: «Yo no quito mis ojos de mi palabra». El almendro es el primero de  los árboles que florece en la primavera. Esto nos habla de la fructificación,  de algo nuevo que está por venir. Es como si el Señor le estuviese diciendo a  Jeremías lo que va a vivir en su ministerio. «Será muy difícil, pero nunca  olvides, yo no quito mis ojos de mi palabra. Mi palabra es algo muy importante  para mí. Algo nuevo va a fluir, algo va a surgir. Mira al almendro, y yo voy a  mirar a mi palabra».

Un horror

¿Saben cómo termina la  historia de Jeremías? Los eruditos dicen que, al final de la destrucción de  Jerusalén, él subió a un monte y allí, en una caverna, escribió el libro de  Lamentaciones. En el original hebreo, ese libro no se llama Lamentaciones, sino  Horror o Espanto.

Imagine a un padre que  al final del día llega a su casa, y cuando abre la puerta, encuentra a toda su  familia despedazada. Un bandido entró y mató a toda su familia, y arrojó sus  miembros por todas partes. Cuando el padre mira aquello, entra en un estado de  espanto indescriptible. Eso significa el nombre del libro de Lamentaciones –  espanto, horror. Sin embargo, los editores de la Biblia pensaron que era más  suave llamarlo Lamentaciones.

¿Saben lo que significa  eso? Es el resultado de no oír la palabra. Lo que se describe en este libro es  el espanto, el horror, del corazón de Dios, porque su pueblo no guardó su  palabra. Él mantiene sus ojos sobre su palabra, y él nos invita hoy a guardar,  a abrazar, su palabra en nuestros corazones.

Aunque nuestras cosas  sean tan pocas, el Espíritu Santo está aquí. Él puede socorrernos. No perdamos  esta vida de consagración. Que el Señor nos ayude, en su infinita misericordia.

Síntesis de un mensaje compartido en El  Trébol, Chile, en Enero de 2013.