¡Oh, llama de amor viva,
  que tiernamente hieres
  de mi alma en el más profundo centro!
  Pues ya no eres esquiva,
  acaba ya, si quieres,
  rompe la tela deste dulce encuentro.
¡Oh, cauterio suave!
  ¡Oh, regalada llaga!
  ¡Oh, mano blanda! ¡Oh, toque delicado
  que a vida eterna sabe
  y toda deuda paga!
  Matando muerte, en vida la has trocado.
¡Oh, lámpara de fuego
  en cuyos resplandores
  las profundas cavernas del sentido
  que estaba oscuro y ciego,
  con extraños primores
  calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
  recuerdan en mi seno
  donde secretamente solo moras!
  ¡Y en tu aspirar sabroso
  de bien y gloria lleno,
  cuán delicadamente me enamoras!
San Juan de la Cruz (1542-1591)