La visión del Hijo del Hombre, como clave de un servicio eficiente a Dios en un ambiente hostil a la fe.
Entonces el rey mandó, y trajeron a Daniel, y le echaron en el foso de los leones. Y el rey dijo a Daniel: El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre».
– Daniel 6:16.
Daniel estuvo en Babilonia hasta el primer año del rey Ciro. La caída del imperio babilónico fue el año 539 a.C. y, de acuerdo con los hechos del capítulo 6, la edad estimada de Daniel es cercana a los 85 años, lo que nos permite concluir que él ha estado al menos 65 años en Babilonia, no solo como un exiliado más, sino en la corte del rey, el centro del poder político, cultural y académico de aquella época.
Daniel tuvo que hacer un largo peregrinaje hacia Babilonia, una maravilla arquitectónica y un reino cosmopolita, en el cual tuvo acceso a las ideas mundiales, y fue educado en el lenguaje y la literatura de los babilonios.
Proceso de reeducación
Daniel 1:4 refiere que el rey pidió jóvenes apuestos y sin defecto, aptos para aprender de todo y para el servicio en el palacio, con acceso a la riqueza cultural de aquella época que distaba mucho de la realidad que se vivía en Jerusalén. Daniel fue reeducado en una cultura hostil a la fe de su pueblo y debió estudiar las ideas, la literatura y la comprensión del mundo según Babilonia.
El rey interrogó a los jóvenes judíos en todos los temas que requerían de sabiduría y de discernimiento, y los halló diez veces más inteligentes que todos. Ellos debieron aprender a sujetarse a una autoridad terrenal que les era contraria, al mismo tiempo que debían mantener plena confianza en Dios.
En Daniel 4:19, la Escritura nos muestra cómo él, a pesar de estar en la corte del rey Nabucodonosor, cuando conoce lo que el rey había soñado, se queda desconcertado por algún tiempo. “El rey habló y dijo: Beltsasar, no te turben ni el sueño ni su interpretación. Y el joven respondió y dijo: Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para los que mal te quieren”.
Daniel aprendió a sujetarse a una autoridad adversa, pero mantuvo su confianza en Dios. En el capítulo 4, él tenía cerca de los 50 años. Siendo nobles entre los judíos, Daniel y sus amigos fueron forzados a adoptar nuevas costumbres; incluso recibieron nuevos nombres que derivaban de deidades paganas.
A Daniel, cuyo nombre significa ‘Dios es mi juez’, se le cambió su nombre hebreo por Beltsasar, que significa ‘adorador de Bel’. Esto hace que sea tan significativo que en el capítulo 6, cuando él ya tenía cerca de 85 años, Darío, un rey pagano, pueda decirle: “El Dios tuyo, a quien sirves continuamente”. Esta es una fidelidad a Dios a toda prueba.
Perseverando en un medio hostil
Es notable que el rey Darío diga de Daniel: “Tu Dios a quien sirves con perseverancia”. Esto nos indica que Daniel se manifestó independiente de los gobernantes a quienes tuvo que servir, manteniendo siempre su fidelidad a Dios. El libro de Daniel fue escrito en hebreo y arameo. Y en el capítulo 6, en arameo, la voz que en la mayoría de las versiones se traduce como “continuamente”, significa soportar, o resistir.
Por eso, es interesante mostrar que Daniel recibe el testimonio de un rey pagano, que señala que pudo servir a Dios, resistir los embates de una cultura hostil y mantenerse fiel a Dios. Este resistir es un soportar de manera voluntaria y prolongada, permaneciendo firme, perseverando en Cristo.
Hay una película llamada “Inquebrantable”, que narra la historia de Luis Samperini, un atleta que fue prisionero de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial. Al verla, impresiona la perseverancia de este hombre para resistir todo aquello que vivió, sin doblegarse.
En el epílogo, lo vemos ya anciano, en una imagen real, hablando de la necesidad que tuvo de perdonar a sus verdugos. Él dice: “Si odias a alguien, no estás lastimando a esa persona – te estás dañando a ti mismo. El perdón conlleva una sanidad personal”.
La causa de la perseverancia
Esta capacidad de soportar, llamada resiliencia, pareciera ser factible de alcanzar humanamente. ¡Cómo un hombre sufre tal cantidad de vejámenes y maltratos, y puede finalmente perdonar a su torturador! Y claro, lo que no aparece en la película es que este hombre conoció a Cristo.
La capacidad de resistir se puede estimular humanamente, pero no existe una capacidad de perdón si no está Cristo de por medio. Este hombre, luego de toda la experiencia que vivió, comenzó a beber, al punto que quedaba inconsciente. Pero, una vez que conoció al Señor, él fue transformado y pudo no solo ver la amarga experiencia vivida, sino que también pudo perdonar.
Dios nos ha llamado a estar en medio de un mundo hostil, y a perseverar en medio de él. Y esto no se logra por medios humanos: solo es posible a causa de la visión del Hijo del Hombre; porque un día nuestros ojos fueron abiertos, para saber que el reino de Dios vino en la persona de Jesucristo.
No importa la edad que tengamos, seamos fieles, perseveremos en Cristo Jesús. Ejemplo de ello es Daniel, quien, aun estando en medio de Babilonia, pudo mantenerse gracias a su visión espiritual. Él y sus amigos eran dotados intelectualmente, y tenían tal sabiduría que el mismo rey testifica a favor de ello, señalando que era diez veces superior a la de cualquier otro de los hombres selectos que había en la corte. Y no solo eran dotados intelectualmente, sino también comprometidos espiritualmente.
Dos reyes, un mismo deseo
Hay un paralelo entre los capítulos 3 y 6 de Daniel: el capítulo 3 es el horno de fuego y el capítulo 6 es el foso de los leones. En ambos casos, el rey (Nabucodonosor / Darío) se establece a sí mismo como dios, demanda adoración, y amenaza de muerte al que desobedece. Estos dos capítulos paralelos muestran el clímax de la corrupción de una cultura que se independiza de Dios.
En Daniel 3:4-6, leemos: “Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, 5 que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo”.
Daniel 6:7. “Todos los gobernadores del reino, magistrados, sátrapas, príncipes y capitanes han acordado por consejo que promulgues un edicto real y lo confirmes, que cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones”.
Pablo, explicando el evangelio en Romanos 1:18, señala: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”. Y en los versículos 22 y 23 agrega: “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible”.
Este paralelo de los capítulos 3 y 6 del libro de Daniel muestra un anhelo desbordado de endiosamiento de una cultura independiente de Dios. Y nosotros estamos viviendo una cultura individualista, hedonista, centrada en el placer. Lo único que importa soy yo. Una cultura en que el individuo se va endiosando y puede tomar sus propias decisiones independiente de cualquier norma moral o de cualquier resguardo de Dios.
Veamos, por ejemplo, en nuestro propio país, la eutanasia (el hombre decidirá cuándo muere); el aborto (el hombre decidirá si acepta o no la venida de un hijo); la ideología de género (el hombre decidirá si estima que él es hombre o es mujer). ¿Qué es esto, sino aquello que pone al hombre como centro y lo diviniza, y ante lo cual nadie puede oponerse?
Los capítulos 3 y 6 establecen esto como un primer asunto importante de comprensión, el cual no es lejano a lo que ocurrió en Génesis capítulo 3. Recuerden la manera en que la serpiente se acerca a la mujer: “Sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios” (Gén. 3:5). Y colocó ese veneno que estaba en ella, infectando toda la raza humana. Y sabemos que solo Cristo nos libra de aquello.
Pero no solo esto, en el paralelo de los capítulos 3 y 6 de Daniel, en ambos, la acusación es maliciosa. Hay una intención maligna de dañar a quienes manifiestan rectitud ante Dios. Leamos Daniel 3:8. “Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos”.
Y de igual forma, en Daniel capítulo 6, versículo 4: “Entonces los gobernadores y sátrapas buscaban ocasión para acusar a Daniel en lo relacionado al reino; mas no podían hallar ocasión alguna o falta, porque él era fiel, y ningún vicio ni falta fue hallado en él”.
Un testimonio fiel
¡Qué hermoso es el testimonio de Daniel, aún frente a sus enemigos! El joven profeta era fiel, y ellos no hallaron ninguna falta en él. Verso 5: “Entonces dijeron aquellos hombres: No hallaremos contra este Daniel ocasión alguna para acusarle, si no la hallamos contra él en relación con la ley de su Dios”. Siempre habrá oposición contra quienes, por gracia, mantienen fidelidad al Señor, para acusarlo o perseguirlo.
1 Pedro 2:11-12, dice: “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras”.
Versos 19-20: “Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios”.
Así que, siempre habrá esta acusación maliciosa que vivieron los amigos de Daniel ante el horno, y que vivió también Daniel ante el foso de los leones. En ambos pasajes se ve este anhelo de divinizarse del ser humano. Pero también, en ambos, se les reconoce que sirven a Dios en medio de Babilonia.
Servir al Señor en todo ámbito
Daniel 3:17, dice que cuando estaban siendo llamados estos jóvenes, probablemente de unos 20 o 25 años, para rendir adoración a la estatua, ellos dicen a Nabucodonosor: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego”. ¿Dónde servían a Dios? En medio de Babilonia.
Y en el capítulo 6:20, es Darío quien le dice a Daniel: “Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves…”, o a quien perseveras en servir. En ambos casos se reconoce que la acción que están realizando en medio de Babilonia es un servicio a Dios.
Estos jovencitos le dicen al rey, el hombre más poderoso de aquella época: “He aquí nuestro Dios, a quien servimos”. ¿Podemos servir a Dios en medio de una cultura hostil? Sí. ¿Tenemos provisión divina para ser socorridos en nuestro servicio? Sí. ¿Podemos perseverar? Por supuesto que sí.
A veces, lamentablemente, distinguimos un área llamada secular y otra área llamada espiritual. Y pensamos que ambas no tienen ninguna relación, separando lo que es nuestra actividad cotidiana, de aquello que hacemos en nuestra relación con el Señor. Pero Colosenses 3:23-24 nos dice: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.
La autoridad de Dios sobre nuestras vidas
En ambos pasajes hay un hecho notable: se desafía la autoridad real. Se dio una orden que todos debían cumplir, pero estos jóvenes se negaron. Daniel 3:18: “Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”. Todo el mundo se postraba por miedo a la sanción. Pero ellos no aceptaron la autoridad política por sobre la autoridad soberana de Dios en sus vidas.
Hay una carta de Martin Luther King, en la cual él contesta una pregunta: ¿Cómo puedes abogar por romper algunas leyes y obedecer otras? ¿Cómo podemos, en algunos casos, estar dispuestos a someternos a las leyes, y en otros casos tengamos que negarnos?
Él responde que hay dos tipos de leyes: justas e injustas. “Yo sería”, dice, “el primero en abogar por la obediencia a las leyes justas”. Toda persona tiene una responsabilidad legal, y también moral, de obedecer las leyes justas. Pero, al mismo tiempo, tiene la responsabilidad moral de desobedecer leyes injustas.
Una ley injusta no es una ley en absoluto. ¿Cuál es la diferencia entre ambas? ¿Cómo se determina si una ley es justa o injusta? Una ley justa es un código hecho por el hombre que se ajusta a la ley moral o a la ley de Dios. Una ley injusta no está en armonía con la ley moral. En los términos de santo Tomás de Aquino, una ley injusta es una ley humana que no tiene sus raíces en la ley eterna y la ley natural.
Ellos no estaban dispuestos a obedecer una ley contraria a lo que Dios les había enseñado. No iban a adorar la imagen, aun a costa de su propia vida.
Hubo una ley injusta dictada por Faraón, que todo hijo varón debía morir. Pero una familia de la casa de Leví dijo: “Aun cuando Faraón nos esté diciendo lo que tenemos que hacer, nosotros no haremos esto con nuestro hijo”. Y lo escondieron. Y aquel niño era Moisés.
Hay leyes injustas y, si bien debemos manifestar respeto y sujeción, no podemos estar de acuerdo en obedecerlas. Cuando conspiraron contra él, Daniel, un anciano de 83 años, “entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (6:10).
Cuando Daniel oye esa ley hace todo lo contrario. Es como en aquel pasaje cuando los apóstoles son amenazados y las autoridades les prohíben hablar respecto de Jesús, en Hechos 4:19-20. “Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. No nos oponemos a la autoridad, la reconocemos y nos sujetamos a ella por causa del Señor, pero no vamos a hacer aquello que está en contra de la autoridad de Dios sobre nuestras vidas.
Este perfil combina de manera tan equilibrada en Daniel y sus amigos, una capacidad académica notable para su época, pero un compromiso irrestricto con los valores del pueblo de Dios.
Fieles a la visión
Una vez que Dios obra, y libra del horno o del foso, ambos reyes tienen que reconocer que hay una autoridad superior. En su soberbia, Nabucodonosor les dijo a los jóvenes: “¿Y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” (3:15). Y después tuvo que reconocer que hay un Dios que libra en la angustia, y a pesar de que la ley no podía ser cambiada, tuvo que reconocer que hay un Dios a quien Daniel servía.
En este tiempo tan complejo que nos ha tocado vivir, hay un ruego, un anhelo, en nuestros corazones, y es que Dios nos provea de jóvenes, de hermanos, de ancianos, de niños, que tengan la visión del Hijo del Hombre y que sean fieles a esa visión, que puedan perseverar todos los días de su vida.
Aun cuando tengan acceso académico a lo mejor de este tiempo, no pierdan su compromiso con Cristo y, al contrario, puedan ser testimonios de fidelidad al Señor.
Gracias por conocer un poco más de la vida de Daniel y de sus amigos, de cómo perseverar en medio de Babilonia. Hay una capacidad humana para resistir, para soportar, pero nadie puede perseverar de esta manera si no tiene la visión del Hijo del Hombre gobernando sobre su vida.
Síntesis de un mensaje oral impartido en el
Campamento Virtual de Iglesias de Chile (Enero 2021).